martes, 2 de abril de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XLIX)"




A menudo el sacramento de la confesión me ha parecido una invitación a caer en lo rutinario, en lo mecánico y pueril, en lo repetitivo sin vinculación exigente con mi propia vida de pecador. Sin embargo, nunca lo he abandonado, nunca, ni en los momentos de mayor turbación existencial de mi vida. Y más (más motivos para no abandonarlo, para no haberlo abandonado) conociendo estas palabras exhortantes del papa dimisionario Benedicto XVI: "El penitente a menudo tiene la impresión de que confesar sus pecados es algo parecido al que limpia el polvo de una casa: siempre parece el mismo polvo, invariablemente la misma suciedad, pero aun así hay que limpiar ese polvo, combatir esa suciedad". 


Y creo que he hecho bien, más allá de mis dudas, perplejidades y desganas, e incluso más allá de haberme tropezado con más de un confesor realmente malo, lamentable: no abrigo duda alguna sobre que, "misteriosamente", que es como ocurren muchas de las experiencias de la fe cristiana, este sacramento, tan despreciado por tantos y tantas, ha obrado maravillas grandes en mí, pobre pecador de andar por casa o de tres al cuarto.

Y como no podía ser menos, el papa Francisco ya ha expresado su sintonía con un sacramento que acaso sea de los que peor salud gozan, de entre los siete sacramentos de la Iglesia católica.
01/04/13 7:44 PM

Ah, por cierto, que se me olvidaba:


Espero no juzgar a nadie con lo que voy a decir, pero creo conocer varios casos de jóvenes de ambos sexos que se han ido alejando de la práctica de la fe católica, recientemente, sospecho que en no poca medida por el abandono total del sacramento de la reconciliación o penitencia. Y además también, por supuesto, por lo que repetía Karl Rahner: "El cristiano del siglo XXI, o es místico o no será".

De entre los casos que conozco, destaca el de una chica que comulgaba semana tras semana, mes tras mes, año tras año, lustro tras lustro, sin confesar jamás de los jamases. Hoy día más bien pasa de la vivencia eclesial de la fe. 

Abril, 2013. Luis Henríquez.

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