Acaba de decir el papa Francisco que "cuando la Iglesia se vuelve mundana, será incapaz de llevar adelante el Evangelio"...
Pues si lo sabes, papa Francisco, siervo de los siervos de Dios, me gustaría imaginar que tú, que eres el Papa, querrías empezar pero... En verdad, ¿quién va a querer ponerle el cascabel al gato a base de ir poniendo de patitas en la inhóspita calle a tanto trepa, burócrata, figurón, mediocre, antimilitante, arribista, mundanizante, desencarnado y mero enchufado como que hay en la Iglesia católica...?
Me temo que esto nunca se hará: la escuela católica seguirá llena de docentes burócratas, que no militantes, que no evangelizadores enamorados de Cristo y de su Iglesia, que es lo que, "en teoría", pide la Iglesia. Las facultades teológicas católicas, lo mismo: en vez de militantes, burócratas; en vez de entusiastas del Evangelio en fidelidad al Magisterio, "posibilistas". mundanizantes; en vez de seglares promotores de familias militantes, o sea, solidarias, espirituales, abiertas con generosidad a la vida, se seguirá promocionando la familia pequeño-burguesa...
Este es el panorama de la mayor parte de la Iglesia en Europa, papa Francisco. Pero ojalá el Espíritu Santo le dé fuerzas a usted, papa Francisco, y esa fuerza del Espíritu usted quiera y sepa transmitirla a todos los católicos. A usted, papa Francisco, sucesor de Pedro, siervo de los siervos de Dios, se le ve con ganas, con entusiasmo (etimológicamente, "lleno de Dios). Con entusiasmo, sí, que es justamente lo que falta en la fe de muchos fieles; incluido yo, cómo no: asqueado y quemado y hasta puteado por tanta hipocresía que me parece haber sufrido, amén de condicionado por lo pecador que soy.
Pero como el oficio del cristiano es mantener la esperanza en alto contra toda desesperanza, gracias, papa Francisco, por tus ganas, por tu testimonio pastoral, por tus palabras, por tu cercanía, por tu olor a oveja. A pesar de los tiempos recios que nos toca vivir, en la sociedad y en la Iglesia, por causa de tantas crisis (económica, política, administrativa, crisis de fe...), el Espíritu de Dios nunca abandonará su Iglesia; según la promesa del Señor.
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