sábado, 6 de abril de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis muchos pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (LVII)"


Javier Renobales:


Creo que eres una persona muy inteligente. Quiero decir que, casi siempre por tus respuestas, demuestras una perspicacia muy aguda, penetrante, muy audaz. De verdad que lo siento así; y es por ello, estimo, por lo que me resultan sugerentes tus comentarios en Atrio, incluso, ni que decirlo, cuando discrepo de ellos.

Tengo poco tiempo ahora mismo, pero prometo que trataré de volver mañana sábado a este artículo o post. Con todo, sí querría decir que no quiero entrar a comentar nada de lo que dices sobre cómo ves tú la Iglesia católica, su Magisterio, o por qué te sientes condenado eternamente por ella, por la Iglesia. Porque lo que me interesa destacar -sobre lo cual espero poder entrar con más pormenor o detalle mañana- es la permanente incoherencia de una Iglesia católica que predica A y hace B, que predica C y hace D, que predica E y hace P…

Cierto que no toda la Iglesia es así, ¡ni muchísimo menos!, puesto que testimonios entusiasmantes de tomarse en serio el Evangelio, tampoco faltan en este alborear del siglo XXI en que nos toca vivir, pero sí que no es menos cierto que la Iglesia -y ahora que digo Iglesia me refiero sobre todo a sus pastores, a sus autoridades, a su jerarquía- parece haberse especializado en lo que acabo de decir, en decir A y hacer B. Y como yo además creo haberme sentido engañado, manipulado, estafado, vapuleado y puteado por el conglomerado hipócrita e incoherente de la Iglesia -que sin embargo me ofrece la posibilidad de la salvación, según creo yo que me la ofrece, a la luz del mensaje de Jesucristo-, no hay dios que me pueda hacer tragar y comulgar con lo contrario.

Dicho de otra manera: en su momento yo fui sincero, transparente, ingenuo, idealista y a pecho descubierto fui con respecto a la Iglesia católica; esta ha sido para conmigo -obviamente, un pequeño sector de la misma-, hipócrita, ruin, miserable, canallesca. Hasta el extremo de que lo que me han hecho experimentar pasando de mí, es que mi vida les ha importado un pimiento: el que me vaya bien o mal, el que haya podido rehacer mi vida tras mi salida del Seminario... De modo que cuando creo advertir en tus críticas a la Iglesia católica, Javier, que pones el dedo en la llaga de toda esa podredumbre eclesial, yo me siento identificado, comprendido, acogido, respaldado. ¿Entiendes?

Aunque por motivos distintos a los tuyos, bien es cierto: tú celebras que la gente en masa o en bloque pase del Magisterio, porque consideras que el Magisterio sigue defendiendo lo indefendible en tantos asuntos y materias, la sexualidad, por ejemplo (rechazo a la anticoncepción, deslegitimación de las relaciones homosexuales, condena sin paliativos del aborto, rechazo de la práctica del amor libre...), mientras que yo lo que lamento es que mucha gente que se dice católica, incluida, entiendo, la mayoría de los que viven en lo profesional de la Iglesia católica, hagan de su capa un sayo y así pasen del Magisterio, en tanto yo, pecador que soy y muy temperamental, a pesar de haber demostrado de mil maneras que no deseo pasar del Magisterio y a pesar de mi trayectoria militante o de conversión que ya dura 25 años y a pesar de una cierta formación intelectual que he ido atesorando, no he recibido más que desprecios e indiferencia por parte de los responsables de toda la Iglesia católica en España a los que he pedido alguna clase de ayuda profesional.

Mañana más, Dios mediante; tranquilo, empero, que esta es una expresión al uso: una vez, recuerdo, se demoró en explicar todo esto en magistral conferencia nada menos que Gregorio Salvador Caja, en el Aula Magna de la Universidad de La Laguna, Tenerife, hace de esto ya 20 años.



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