Es de esperar que el llamado "G8 Vaticano" cumpla con su cometido. Instituido por el propio Pontífice, está conformado por ocho cardenales (entre ellos, el cardenal arzobispo de Tegucigalpa, Honduras, Óscar Rodríguez de Madariaga), quienes a su vez dispondrán, me figuro, de equipos técnicos de colaboradores. En la línea de reformas eclesiales deseada por el papa Francisco, el llamado "G8 Vaticano" pretende avanzar en la reforma de la Curia y asimismo impulsar la transparencia evangélica en el Gobierno de la Iglesia.
Ojalá veamos los frutos de tan loable iniciativa jerárquica. Sin embargo -no consigo no decirlo-, mucho me tremo que servirá de poco para ir virando la “tortilla” de la Iglesia católica: más promoción de militantes o evangelizadores enamorados de Jesucristo y de su Iglesia -esto es, fieles al Evangelio, la Tradición y el Magisterio-, y menos promoción de mentalidades mundanizadas, de corte funcionarial, acomodado o acomodaticio al espíritu del mundo, antimilitantes de hecho esas mentalidades, tibias, mediocrizadas.
Y es que corren o suceden tiempos de apostasía generalizada, en las sociedades modernas no solamente de Occidente, y de tibieza también generalizada en la vivencia de la fe: muy evidentemente, el Maligno haciendo de las suyas por el mundo entero, y en el seno mismo de la Esposa de Cristo: no hay más que tomar conciencia de la actitud y actuación de no pocos pastores de la Iglesia y aun agentes de pastoral o seglares con delicada responsabilidad eclesial: hipocresía, nepotismo o tráfico de influencias, autoritarismo, mezquindad, tibieza, espíritu y mentalidad mundanas... Todo esto y más manifestado en múltiples contextos en que, como mínimo, hacen la vista gorda ante realidades y situaciones intra y extraeclesiales que claman al cielo por su inhumanidad, por su rabiosa índole antievangélica...
29 de abril, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.