No tengo que explicarte, me parece, que no tengo ninguna intención de decretar ninguna “fatua” contra nadie en general, y menos contra ninguna persona homosexual en particular. Porque no lo tengo por costumbre, porque ni siquiera me competería hacerlo, en el caso de… Y porque la Iglesia universal no lo hace, al menos en los tiempos modernos. En el pasado, cierto que a través del rigor de la Inquisición dictó el equivalente a esas fatuas propias del derecho islámico, y dictó condenas a muerte en la hoguera, etcétera. Todo muy lamentable.
El papa Benedicto XVI no dicta fatuas, tú lo sabes, o lo debes saber. Y difamas al Papa, allá tú. Lo difamas sabiéndolo o sin saber, pero sí que deberías conocer y aun reconocer que el papa Benedicto XVI no desprecia a los homosexuales por afirmar lo que afirma sobre la homosexualidad: es la doctrina de la Iglesia católica, que tú desprecias, me parece, al igual que el 95% de los que asoman por Atrio (quiero decir que este portal, al que siempre agradezco que me permitan participar, no se caracteriza precisamente por promover la fidelidad al Magisterio), y puede que me quede corto. No los desprecia; es “interesada” la solución de hacer creer a la opinión pública internacional que el Papa desprecia a los homosexuales, para así colar las reivindicaciones del lobby LGTB.
Creo que jamás me he dirigido a ti, ni he hecho comentario alguno sobre tus propios comentarios o artículos, aquí en este portal, si bien esto, por razones obvias, no lo puedo asegurar, ni es algo importante, la verdad. Y tú sin embargo vas y me llamas “facha” por defender la doctrina de la Iglesia católica. Está bien eso. Pues será que soy facha, como tú dices.Cosa que no me suele ofender: no considerándome propiamente progresista, tampoco me considero un facha al uso, nunca lo he sido, nunca he militado en organizaciones de derechas y menos de extrema derecha (sí lo he hecho en organizaciones de izquierdas, y aun de extrema izquierda); pero sobre todo, cada vez me siento más allá de esas etiquetas socorridas al uso, más ajeno a ellas.
Así que mira, para que veas, un ejemplo. Yo me alineo con la doctrina de la Iglesia católica, cierto; pero a la vez creo que la Iglesia católica está tan dañada por el secularismo, por el falso progresismo, por el burocratismo, por la falta de compromiso, por la incoherencia entre lo que predica y lo que hace… Vamos, que si san Juan Crisóstomo levantara la cabeza, él que, como cristiano y como patriarca de la Iglesia en Oriente destacó por la coherencia con que vivió la relación entre lo dicho y lo hecho, entre lo predicado y lo vivido, entre la teoría y la praxis...
Es más, te cuento. Hace unas fechas conocí el caso, en cierta diócesis de España, en compañía de dos amigos seglares y un joven religioso católico, de una joven feminista progresista que vive en lo profesional gracias a la Iglesia católica. Acompañada de una chica joven, nos la presentó como su “pareja” lesbiana, que para más “inri” nos aseguró que, además de compartir su amor (viven juntas, pareja de hecho), compartían trabajo profesional para la Iglesia católica, gracias a la Iglesia católica, contratadas por la Iglesia católica.
Ergo, pregunto: ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que la doctrina de la Iglesia católica sostenga lo que sostiene sobre la homosexualidad y luego consienta en su seno, como si tal cosa, casos que contradicen abiertamente lo que en su doctrina enseña? Me cuesta sangre, sudor y lágrimas y Dios y ayuda el poder encajar y entender esto; vamos, no lo entiendo… ni lo quiero entender.
Mi tesis es que es así la cosa porque la Iglesia ha sufrido, sobre todo en el último medio siglo tras el Vaticano II, un como imparable proceso de mundanización. El Vaticano II abrió las puertas y ventanas de la Iglesia al mundo, pero el ideario de Juan XXIII, el impulsor del Concilio, no fue promover el aborto, la homosexualidad, el divorcio, el relativismo teológico… El buen papa Juan lo que quiso fue acercar la Iglesia a la mentalidad del hombre moderno para seguir planteando en realidad los mismos retos de la Iglesia de siempre: fidelidad al Evangelio, amor filial a la Iglesia…
De modo que la casa (la Iglesia católica) está como está…
Los movimientos católicos preponderantes no se parecen a los que prefiere el jesuita Víctor Codina; ni que decir que tampoco a los que están detrás del espíritu que inspira y alienta el escrito de Clelia Podesta (o Podestá), esta carta abierta al papa Benedicto XVI que nos presenta la dirección de Atrio. Los curas jóvenes que van saliendo hoy día, en una alta proporción no se parecen a esos curas, religiosos o diocesanos, con los que compartió su suerte Jerónimo Podesta, su hoy viuda Clelia, o el religioso jesuita Víctor Codina. Para nada. Muchos curas de hoy día puede que sean Pueblo y que no hagan feos al mundo del trabajo, pero resultan, hasta por su apariencia externa, unos perfectos “segregados” del Pueblo.
Lo digo con una cierta tristeza, no crean que no; y eso que, una vez más lo reconozco, no me considero exactamente progresista, o del todo progresista, que también soy conservador en lo que me parece que debo serlo. Pero sí que lo digo con tristeza porque pienso ahora en algunos curas jóvenes que conozco, de esas hornadas que ahora abundan. Conservadores a más no poder, muy de derechas incluso (un par de ellos, simpatizantes que fueron o que aún son de la extrema derecha de Blas Piñar y compañía), con traje talar negro riguroso hasta en la canícula canaria, que tampoco es moco de pavo, pese a la benignidad de nuestro clima. Alejados del mundo del trabajo, de la realidad sindical, de los movimientos sociales, de la realidad cultural protagonizada casi al 100% por los seglares…
Vamos: perfectos funcionarios o burócratas del culto. ¿Estaré juzgándolos por esto que digo? Me parece cierto que los grupos católicos que más siguen creciendo son los del ala conservadora de la Iglesia católica (Opus Dei, Camino Neocatecumenal, Legionarios de Cristo, Comunión y Liberación…), en tanto decrecen los del ala progresista. Esto es lo que creo y aquí mismo en Atrio lo he reconocido abiertamente.
Pero como lo que más crece es la indiferencia de la juventud hacia la Iglesia católica, hacia toda religión institucionalizada, lo que me plantea más dudas es si ese tipo de curas de apariencia tan conservadora, de actitud tan conservadora, de entendederas tan poco conectadas con la realidad social, cultural, política y económica actual, van a ser un verdadero reclamo para las masas de jóvenes desencantadas de tantas movidas, incluida, ya lo he adelantado, la de una Iglesia católica que sigue empeñada en…
No sé. Volviendo al texto de la argentina Clelia, estoy con ella en la cita que reproduce de Mt 23,9 y ss. E incluso, tal vez “inspirado” un servidor por los últimos post de Atrio en que se habla de relativizar el papado, de desobedecer en el seno de la Iglesia universal, por fidelidad a la conciencia y a Dios, de desobedecer leyes injustas y empobrecedoras, considero, a fuerza de ser sincero, “sincero hasta los huesos” (una vez más citando una expresión muy cara al universo poético de mi admirado César Vallejo), que es más evangélico luchar por abrazar a fondo toda la entusiasmante realidad del amor de la pareja humana, que mantener esas formas de tratamiento honorífico y tan poco evangélicas que mantienen los jerarcas de las Iglesias, especialmente la católica y las ortodoxas: santo padre, santísimo padre, santidad, sumo pontífice, eminencias reverendísimas, ilustrísimas, su toda gracia, su beatitud…
Ninguna de esas formas protocolarias he conseguido, nunca, que me remitan a la simpleza del Nazareno; al contrario, me chirrían. Quizá el defecto esté en mí, en el enfoque de mis lentes, de mi perspectiva, pero por la luz bendita que me está alumbrando que lo siento así.
He dicho (o sea, me parece; no pretendo sentar cátedra de nada, solo opinar).