El artículo de la joven María Teresa publicado en Atrio en esta recta final del mes de enero de 2013 -que dicho eufemísticamente, es guapa; no eufemísticamente…- me recuerda el contenido de uno de los primeros libros de teología que recuerdo haber leído: Los sacramentos de la vida, del brasileño Leonardo Boff.
En este ensayo, que no es de teología sistemática propiamente, el teólogo brasileño concibe que la propia realidad es sacramental. Sacramentos hay siete, vale, según la ortodoxia doctrinal de la Iglesia católica, pero situaciones, signos y gestos sacramentalizantes los hay innúmeros, si consideramos que la donación del ser, del tiempo, del esfuerzo, de los carismas, ya es de por sí como un sacramento.
De ahí que el teólogo brasileño plantee en ese su libro ya clásico de la teología católica moderna, que puede haber sacramentalidad (calidad de sacramento) incluso en el gesto cotidiano de fumar un cigarrillo. Porque la sacramentalidad de los gestos humanos, de las acciones y de las cosas mismas con las que interactúan las personas depende de la perspectiva de acogida de lo mistérico que despliega la mirada del hombre (varón o mujer) sobre la realidad.
Los obispos y curas conocen que es así, y desde luego puede que se desvelen por arreglar la situación (solo Dios conoce en profundidad, solo Dios es el Juez), pero un servidor que estas líneas escribe no aprecia especiales esfuerzos evangelizadores o catequéticos de los pastores de la Iglesia con vistas a hacer descubrir o redescubrir a los fieles católicos que, en efecto, los sacramentos recibidos tienen como perspectiva esencial la imitación de Cristo.
En fin, sigo escuchando a Mikel Erentxun: un concierto en directo celebrado hace varios años en el Teatro Victoria Eugenia, San Sebastián.
Y como es ya habitual en mis artículos de este blog (prefiero llamarlos así a llamarlos post), aprovechando que el Pisuerga pasa por Mikel Erentxun, la guinda la pone el rockero vasco.
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