lunes, 29 de junio de 2020


"¿Inermes ante esta suerte de maldad?"



Si uno es capaz de desenmascar a un narcisita maligno o a un psicópta integrado, y los confronta y los denuncia ante la justicia y, desde la propia competencia de la justicia, se pide un informe médico o pericial y, a través de ese informe médico se prueba en efecto, sin lugar a dudas, que esas personas sufren trastorno antisocial de la personalidad (antes llamado trastorno narcisista o psicopático de la personalidad), ¿qué obtenemos las personas normales, es decir, las personas empáticas, las personas comunes y corrientes, especialmente si somos o hemos sido víctimas del narcisita o del psicópata? Y en la persona del trastornado, ¿se produce algún efecto, algún cambio?


Conocemos que, carentes casi totalmente de empatía, conciencia moral, remordimiento y sentimiento de culpa, nunca se arrepienten ni piden perdón ni se bajan de su podium de semidioses del Olimpo, desde el que miran con desdén, delirio de grandeza, desprecio, voluntad de humillación y manipulación, y también odio, envidia patológica y resentimiento a todos los demás. En la vida nos vamos a relacionar con sesenta psicópatas» | El Correo


Entonces, ni aunque un equipo compuesto por siquiatras y psicólogos mediante un informe médico incontestable dictamine su trastorno, ¿iban ellos a dar su brazo a torcer? En un caso así, ¿ningún efecto les haría ese informe pericial? ¿Seguirían mirando con desprecio, deseo de manipulación y humillación, odio y envidia a sus víctimas?

Es una de las preguntas que desde hace una partida de meses más me formulo de entre las concernientes a este muy amargo asunto. Porque si de nada sirviera en efecto la denuncia, el espetarles en su malvada y perversa cara lo dañinos, cínicos y tóxicos que son, y hacerlo a través de un incontestable informe médico que pruebe oficialmente su trastorno, aparte del método de la piedra gris y, aun mejor, el del contacto cero, ¿nada más podríamos hacer contra la pavorosa maldad de estos déspotas y depravados, seres sin alma que gozan haciendo sufrir a los demás, fraudulentamente convencidos de la insuperable e inimitable grandeza de su yo, que empero es más falso que un Judas de plástico?

Gracias a la labor informativa y formativa de un conjunto de profesionales del estudio y la terapia de la mente humana particularmente especializados en el análisis de la violencia psicológica, y también a la luz de la experiencia de sufrimiento en las víctimas de estos malvados, no tenemos ninguna duda de ante quiénes estamos. "Los peores seres humanos posibles", en palabras del Dr. Iñaki Piñuel y Zabala. Pero entonces, ¿nada bueno, noble, positivo, útil y justo puede lograrse desenmmascarando, enfrentando y denunciando ante la justicia a estos seres en verdad perversos, que parecen salidos de las entrañas del mismísimo infierno?


29 de enero, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

miércoles, 24 de junio de 2020

"Se llama Hugo Marietan"



No hay árbol bueno que dé una fruta mala, y el árbol que no es sano tampoco dará fruta buena. Además, todo árbol se reconoce por su fruto. No se sacan higos de los espinos, ni de las zarzas se sacan uvas. El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene adentro, y el que es malo, de su fondo malo saca cosas malas; porque su boca habla de lo que abunda en el corazón.

Lucas, 6, 43-45


Antiguamente, cuando no había apenas estudios sobre las psicopatías, estas personas perversas eran conocidas como diabólicas. Para significar el nivel de malignidad de que son capaces. 



Hugo Marietan es un psiquiatra argentino, terapeuta experto en psicopatías. Tiene un canal en Youtube al que sube (me ha salido un pareado) charlas y conferencias suyas, y asimismo entrevistas a víctimas de la manipulación y violencia psicológica que perpetran contra sus presas esos auténticos depredores intraespecie que vienen a ser los psicópatas integrados y los narcisitas malignos (el término lo tomo del psicólogo, psicoterapeuta, Dr. en Psicología, profesor, escritor y conferenciante español Iñaki Piñuel y Zabala).

Antes de escuchar al especialista argentino (para mí, argentinísimo cuando habla), quien estas líneas escribe nada conocía del término complementaria o complementario, aplicados a la pareja del psicópata integrado o narcisista maligno, si bien al parecer son tenidas por muchas más las complementarias que los complementarios. Pero ¿qué significa complementaria? Complementaria es el nombre que aplican algunos especialistas de este asunto a la pareja que convive con el psicópata o con el narcisista maligno. Para recalcar que más que víctima de la relación con el psicópata o con el narcisista maligno, la pareja complementaria es en no poca medida cómplice del modo de conducirse por la vida humillante, despectivo, manipulador y dañino del trastornado.

Si este término (complementario, complementaria) deriva de la conocida adscripción al psicoanálisis freudiano de buena parte de la psiquiatría y la psicología que se hacen también en la actualidad en la Argentina, es algo que yo desconozco, en mi condición de no especialista en estas cuestiones disputadas. Con todo, no ignoro que para el ya citado Dr. Iñaki Piñuel y Zabala, hablar de complementarios y complementarias en la descripción de la pareja del psicópata integrado y el narcisista maligno, es algo intolerable, pues supone una revictimización de la víctima del trastornado.

Por razones que ignoro y que desde luego no tienen vinculación con mi sapiencia en estas quaestiones disputatae, me siento más inclinado a creerme la tesis de Iñaki Piñuel que la tesis de los que defienden el término complementario o complementaria. Sin embargo, estas me parecen cuestiones a dirimir entre especialistas, entre los cuales, insisto, ni que aclarar que no me encuentro: yo figuraría en todo caso como víctima de algunos de estos seres malignos, sin alma, manipuladores, despiadados, perversos; y sí que figuro asimismo como impertinente y curioso intelectual. 

Comoquiera que sea, a mí lo que me quita el sueño es la maldad del narcisita maligno y el psicóptata integrado. De modo que las diferencias entre los que asumen como válido el usar este término y los que no, puede que no sean tan notorias, puede que sean mínimas; digo a efectos prácticos, a fin de cuentas, a la hora de la verdad, pues unos y otros que teorizan sobre las psicopatías, y asimismo las víctimas de tales monstruos perversos, o sea, todos, estamos muy alarmados e indignados con el comportamiento de tales seres malignos y tan dañinos. Y esto es lo que nos une, en lo que estamos todos de acuerdo, allende las diferencias.

Pongo un caso: el psicólogo peruano Fernando Leiva (también lo sigo en su canal de Youtube), usa el susodicho término de la discordia por mí conocido a través del psiquiatra argentino Hugo Marietan. Solo que resulta que en la descripción de la gravedad e ignominia propias del maltratador con trastorno narcisista o psicopático de la personalidad, el muy ameno y carismático especialista peruano no ahorra detalles ni firmes expresiones de rechazo y amonestación; vamos, que para Leiva, son seres monstruosos, malignos, a tope dañinos, perversos a más no poder. Lo mismo que para el Dr. Iñaki Piñuel, a quien devotamente sigo en su canal de Youtube y en algunos de sus libros: me he leído suyos Amor Zero y Familia Zero (ambos publicados en La esfera de los libros).Generado: el hijo psicópata, 1ra parte Hugo Marietan 25feb19 - YouTube

Lo mismo que para mí. De modo que aunque agradezco a todos estos autores lo que me enseñan, día a día, en algunos aspectos ya meramente especializados propios de los estudios sobre la mente humana no digo que no los siga -sí que los sigo, pues mi curiosidad intelectual, al contrario que la de los psicópatas integrados y los narcisistas malignos, que suele ser muy superficial, da para esto y para más- , pero sí que no me pronuncio como autoridad, pues no lo soy. 

De modo que he dicho bien: la persona que sufre trastorno de la personalidad narcisista o psicopático suele acabar siendo una persona de conocimientos muy superficiales, si es que no lo es desde siempre. O lo que es lo mismo: manifiesta conocer por la superficie, superficialmente, de esto y de lo otro y de lo de más allá; en profundidad, prácticamente no sabe de nada, como no sea del horror que le produce mirarse hacia adentro hasta contemplar el enorme agujero negro de su interior, su espantoso vacío axiológico y existencial, que le lleva a odiar y envidiar a los demás, a los que encima exige que le prodiguen a él, no en vano un semidiós, una actitud de adoración. Y no sabe de nada porque su narcisimo tan exagerado le lleva a despreciar la sola posibilidad de que otros puedan enseñarle algo; otros que, ni que decirlo habría, saben y conocen inmensamente más que él, que en profundidad no sabe de nada.

Entonces, podemos todos los que somos personas normales (es decir, empáticas, personas con pecado y virtud, con aciertos y defectos, con luces y sombras) imaginar por un momento la indignación que producen todos estos seres malignos y perversos, que se creen sabihondos y que se presentan ante los demás como el sumun de la perfección, sapiencia, erudición, sinceridad, asertividad, razonabilidad, lógica... 

Existencialmente vacíos, y reconociéndolos como los reconocemos soberbios en el solipsista cultivo de su falso yo endiosado, simplistas, estereotipados y superficiales en sus conocimientos, ¡que luego lleguen a ti con ínfulas de grandeza!, como perdonándote la vida y exigiendo que los adores y que beses el suelo que ellos pisan, ¡bendito sea Dios! Llegados a ti con sus únicas armas basadas en la amenaza, el miedo que imponen a sus víctimas, el desprecio, la cosificación del otro, la humillación. Delirios de grandeza desde los que invariablemente te desprecian, creyéndose perfectos, intachables, impecables, vanidosos en posesión de la verdad absoluta.

Admitimos por amarga experiencia personal que todo diálogo con estos seres malvados es imposible, pues odian la verdad, la razón, la lógica, el diálogo que merezca tal nombre, la asertividad, la transparencia, las mínimas reglas o elementales de rigor moral e intelectual... Consumados manipuladores y mentirosos compulsivos, su ciega soberbia les lleva a tratar a los demás como seres inferiores solo dignos de desprecio, manipulación, avasallamiento, humillación, uso y abuso. De suerte que la persona del otro les importa lo que un pimiento; solo les interesa salirse con la suya, empleando para ello el juego sucio, la marrullería. Salirse con la suya demostrando (demostrar lo que se dice demostrar no demuestran nada, salvo que son unos desgraciados, unos desalmados: seres malignos y tóxicos de tomo y lomo) que los otros no valen nada a su lado, no en balde seres excepcionales, casi semidioses en su perfección, adormados con toda clase de virtudes y cualidades.

Vaya delirio de grandeza, qué borrachera de sed de poder, abuso, dominio, humillación, manipulación.... Dios mío, ¿cómo puede haber personas tan perversas, tan dañinas, tan malignas, Señor, tan desalmadas, hasta el extremo de ir por la vida intentando salirse con la suya aun al precio de causar daño y más daño a los demás? Si los narcisitas malignos y los psicópatas integrados se pasan la vida sembrando sufrimiento, manipulando, usando y despreciando, ¿cómo contener nuestra indignación, Señor, ante el tamaño del mal que estos perversos causan y causan? ¿Nunca pagarán por lo que han hecho? ¿Se saldrán finalmente con la suya, se irán de rositas? ¿O no será más bien que tarde o temprano pagarán por tanto rencor y odio y resentimiento que acumulan, sin jamás haber pedido perdón a sus víctimas? ¿No será que pese al sufrimiento que causan, estos seres superficiales y vanidosos en el fondo son radicalmente infelices por carecer de empatía emocional y de conciencia moral? ¿No será que ni tienen ni pueden tener paz que merezca tal nombre porque en su subconsciente no tienen más remedio que admitir que hacen el mal, por más atrofiada que tengan la conciencia moral? ¿No será más bien que más allá de las apariencias de que "se salen con la suya", en verdad pagan día a día por todo el sufrimiento que causan, toda vez que son seres que no aman a nadie, se aman solamente a sí mismos en su extravío moral, en la deriva de su falso ego endiosado?

Para Dios nada hay imposible, ciertamente. Pero es que estas personas rechazan contumazmente la acción de la gracia santificante del Espíritu Santo: no glorifican a Dios; se glorifican a sí mismos.
  


24 de junio, 2020. Luis Alberto Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

viernes, 19 de junio de 2020

"Tanta perversa maldad sí que provoca ganas de llorar amargamente"



A Robert Hare, Iñaki Piñuel y Zabala, Antonio de Vicente, Hugo Marietan, Natasha Lopera, Tabatha Lepe y Omar Rueda (7 de una lista posible de varias decenas de especialistas consultados), por toda la luz que nos ofrecen para comprender y combatir el alma oscura y el modus operandi de los psicópatas integrados y los narcisistas malignos. Al resto de los que he leído y sobre todo escuchado, me comprometo a irlos citando en sucesivos escritos.



Conozco sufridamente la experiencia del narcisista maligno o el psicópata integrado que depredan en el ámbito familiar.



Es devastador el daño que ocasionan estos depravados que solamente se idolatran a sí mismos. Desde acabar separándote y enemistándote de tu propia familia (a base de difamarte, denigrarte, hostigarte, presentándote siempre como culpable, victimario, necio, loco, malvado, ruin, mal hijo, mal hermano, mal nacido, maligno, tóxico...), hasta pretender desheredarte en vida, el espectro del odio, la envidia y el egoísmo enfermizo que alcanzan a manejar estos trastornados es una auténtica pasada.
Actuando así contra un hermano, por ejemplo, ¿cómo luego pueden alardear de que aman a los otros hermanos y a los mismísimos padres? Desde luego, no descubro nada si afirmo que para la gran mayoría de los especialistas en estos asuntos, por no decir todos, los narcisistas malignos y los psicóptas integrados no aman a nadie; a lo sumo, se aman a sí mismos y mal.

Corroídos por una envidia enfermiza o patológica, carentes o huérfanos de empatía, endiosados en ese falso yo grandioso que en verdad esconde un atroz vacío existencial, en consecuencia, no pueden amar genuinamente a nadie. Sus relaciones con los demás son o comportan, dicho a la manera de Iñaki Piñuel y Zabala, experiencias de amor zero.

A estos seres sin alma (desalmados), sin escrúpulos, sin empatía emocional alguna, sin conciencia moral, siempre pendientes de su imagen y buscando la adulación y el aplauso de sus incondicionales, en verdad los demás les importan un pito; incluidos en este los demás el esposo o la esposa, los hijos, el padre, la madre, los hermanos, los supuestos amigos...Amor Zero relación de amor con un psicópata libro Iñaki Piñuel dr.

Lo mismo encantados de humillar a los otros que empeñados en estar siempre en primer plano, como actores principales, como únicos protagonistas de la película, estos seres a tope malignos son consumados imitadores del mítico Narciso, de suerte que solo se aman (y malamente, claro) a sí mismos. Para la cual adoración organizan en su mente calculadora y fría, en la que no sienten emociones, que los otros son como piezas de un ajedrez que mover y usar según conveniencia propia.

Convencidos de que tienen siempre la razón y de que no se equivocan nunca, por lo cual no se sienten impelidos o exhortados a pedir perdón a sus víctimas por todo el daño que les causan (impacables, intachables), no se hacen querer sino todo lo contrario: resultan odiosos.

Qué grado de maldad, Dios mío. Desde la nula vergüenza y el cinismo de negar contra toda evidencia el maltrato psicológico que perpetran contra las víctimas inocentes, hasta el pretender hacerse pasar por garantes de la verdad, la honestidad, la asertividad, el diálogo cálido y constructivo, la razón abierta a lo trascente y el juego limpio sin marrullerías en todo diálogo con los otros, cuando no son sino la mentira personificada.

Son ellos mismos la mentira elevada a la categoría de megalomanía. Son la mentira personificada porque su falso yo endiosado y su complejo de superioridad son mera mentira: cáscara, vacuidad, ausencia de substancia, carencia de fondo, ausencia de vida interior.

Un constructo de cartón piedra tras el que se esconde una vacuidad de espanto, un viejo yo herido y acomplejado que dejaron en algún rincón remoto de la infancia, una tenebrosa ausencia de vida interior, y un tremendo complejo de inferioridad que tratan de salvar y suplir con su megalomanía, la megalomanía del psicópata.

Seres desalmados, atrapados en su sola malevolencia (disfrutan haciendo sufrir al otro, ¡se descojonan cuando causan daño a sus víctimas inocentes!), sin conciencia moral, sin fondo, sin substancia, en definitiva son la mentira personificada porque detrás de esa fachada o máscara que los presenta como seres magníficos, excelentes, ideales, perfeccionistas, honestísimos, generosos, siempre atentos, serviciales (vamos, lo que se dice personas de irresistible encanto), se esconde un monstruo perverso lleno de odio, envidia y celos patológicos, maldad, ruindad moral, vanidad, megalomanía, nula empatía emocional, resentimiento, cero entrañas de misericordia, irracionalidad, absurdez, nula conciencia moral, y cero remordimiento ante el sufrimiento que infligen a sus víctimas inocentes...

Ciertamente, te da mucha rabia el solo comprobar cómo la soberbia de estos seres malignos, que de humanos tienen tan poco, les lleva a mirarte con desprecio, siempre por encima del hombro, rebajándote a la condición de cosas de usar y tirar, inferiores en todo a ellos (no en balde seres que se tienen a sí mismos por excelsos, casi semidioses que nunca pecan ni se equivocan ni, casi ni que decirlo habría, se rebajan a pedir perdón por sus muchos daños infringidos a sus víctimas).
Y te da mucha rabia, desde luego, y sientes demasiada impotencia y dolor en el alma, cuando te llaman necio y loco (dos de sus acusaciones o insultos favoritos), para así tratar de estigmatizarte, anularte, infravalorarte, despreciarte, desacreditarte ante los demás: un loco es alguien que emite oponiones pasadas a través de su desequilibrio cognitivo mental; ergo, acusar al prójimo de que está loco es pretender convertirlo en presa o víctima potencial del psicópata integrado y el narcisista maligno.

Refinados maltratadores, traidores de la confianza y de la reciprocidad, mentirosos compulsivos, manipuladores, empeñados en lastimar al prójimo, en empequeñecer a sus inocentes presas para engrandecerse ellos, si no fuese por todo el espantoso y dramático sufrimiento que causan serían no más que para mearse de la risa, ante la simpleza de sus mecanismos de control, de agresión y de violencia psicológica (más simples que el mecanismo de un muñeco).

Pero no, porque el daño y el sufrimiento que son capaces de inflingir a sus presas, sin por ello experimentar el más mínimo sentimiento de culpa, de piedad y remordimiento para con la víctima inocente, es -ya lo hemos dicho-, devastador.

Dios nos dé fortaleza y capacidad de discernimiento para alejarnos lo más posible de todos estos seres malvados, tóxicos, malignos, dañinos, perversos hasta lo inimaginalbe o indecible. Seres que, en las antiguas religiones más apegadas a lo mítico, eran invariablemente calificados de demoniacos, dado su insoportable nivel de hipocresía moral, doblez, maldad, cinismo, vampirismo o parasitismo emocional, y nulo remordimiento ante todo el sufrimiento que causan a sus víctimas inocentes.

De manera que, según titulamos este escrito, en efecto "tanta perversa maldad sí que provoca ganas de llorar amargamente". Solo que estos seres que han elegido el camino del mal, el camino de causar sufrimiento al prójimo, como modus vivendi y modus operandi, no merecen nuestras lágrimas y sí nuestro irrevocable contacto cero; irrevocablemente cero, también frente a sus lágrimas de cocodrilo.

Porque cada uno de nosotros además, y más en particular las víctimas de estos monstruos perversos, somos empáticos, frente a ellos, que son seres sin alma, desalmados, fríos, implacables, de mente perturbada por cerrada a lo empático emocional. Seres empáticos, sí, seres humanos plenos, de carne y hueso, pecadores, normales, falibles, llenos de luces y de sombras, de pecado y virtud, de cualidades y defectos, precisamente frente a ellos, que se autoconsideran semidioses (perfectos, infalibles, impecables, intachables...).


20 de junio, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, militante social, escritor.

lunes, 15 de junio de 2020


"Apariencia de ángeles, trasfondo de demonios" Por Luis Henríquez Lorenzo



Narciso va a la fuente hasta mirarse:
qué ufano está al fin con sus pantalones.
Los compró en Zara & Mango, ¡de cojones!
Narciso se remira hasta jactarse.

Querría conquistar a tías buenas.
Querría conquistar a tíos buenos.
Narciso vive a tope, y lo que menos
mola a Narciso es compartir las penas

con quienes sufren hoy, crucificados.
Si toca pub o fiesta, ¡en hora buena!
La marcha que te cagas, colocados...

Liturgia de la noche, ¡noche buena!
La noche está que arde, ¡está que atruena...!
Los ojos de Narciso, qué extraviados...

(La marcha que te cagas, ¡las tías buenas!...)


(De mi libro Tú eres mi copa: Cam-PDS- Editores, Las Palmas de Gran Canaria, 2019.)



En verdad, son tan monstruosa y vampíricamente malignos los perversos narcisistas y los psicópatas socialmente integrados, que una de las perplejidades que suscita todo el despliegue de su maldad no es otra que la de considerar si tiene alguna razón de ser, alguna utilidad, alguna eficacia, una vez uno los ha desenmascarado, echarles en cara lo que son, cuando la ocasión lo amerite.

He leído y escuchado a un buen número de expertos -y es la respuesta que yo mismo me he acabado formulando y otorgando-, que más bien no, que de nada serviría el echarles en cara lo monstruosamente dañinos que son. Porque o te lo niegan todo, lo exculpan todo, o te acusan directamente a ti de ser eso mismo que dices de ellos. O se victimizan (se autovictimizan).

Conozco al respecto uno de los consejos número uno del considerado mayor experto en psicópatas en el mundo (el canadiense Robert Hare): "Cuando descubres en tu entorno vital a un psicópata, pon la primera y sal de ahí".

Dignos hijos e hijas putativos del mitológico Narciso, inmorales o amorales, como el helénico Narciso son arrogantes hasta lo indecible, adoradores de sí mismos, encerrados en su propio odio, fríos, resentidos, vanidosos, envidiosos y celosos patológicos, iracundos, maquiavélicos, mentirosos compulsivos, seres sin alma, sin conciencia moral, sin empatía emocional, sin sentido de la culpa y sin capacidad de remordimiento ante el sufrimiento psicológico y moral que causan a sus víctimas inocentes, sin capacidad de perdonar, insisto en que, pese a lo que yo mismo he leído y escuchado de la voz autorizada de un buen número de expertos, ¿en verdad uno no tendría otra opción que la del contacto cero con estos despreciables, depravados e infernales seres que, de humanos, en verdad tienen poco?Cuál es la diferencia entre un narcisismo maligno y un narcisismo ...

Paranoicos y siempre mentirosos y manipuladores a la búsqueda permanente del aplauso reverencial del otro -al que no tratan como a un , dicho en claves personalistas, sino como una cosa o instrumento de usar y tirar-, desconocedores del verdadero sentido de la justicia, desde luego cualquier persona normal puede darse perfecta cuenta de la clase de monstruos perversos que son estos seres trastornados radicalmente envilecidos, moralmente hablando. Cualquier persona puede tomar conciencia de todas sus mentiras, falsedades, maquinaciones, malas intenciones, contradicciones, estrategias de manipulación y de violencia psicológica. Sin embargo, aunque se haya descubierto al monstruo sin ningún género de dudas, ¿debe uno callar?

Por lo demás, la persona con trastorno narcisista o psicopático de la personalidad merece un castigo, pero ¿no nos conviene ni siquiera echarle en cara
-llegado el caso- lo dañina que es, lo mentirosa, manipuladora, hostigadora, tóxica, malvada, engreída, vanidosa ruin, vil y maltratadora que es? Aunque nos muramos de ganas al sabernos asistidos por la verdad, ¿no debemos ni echarle en cara lo soberbia que es, lo altanera, lo desagradecida, lo solipsista, lo maquiavélica?

Cerrados al auténtico amor (¿aman en verdad a alguien estos seres oscuros y perversos?), incapacitados para el amor y para la empatía, estos seres que parecen ángeles pero que son demonios, estos lobos disfrazados con piel de cordero, desquician a sus víctimas: les faltan al debido respeto hasta tal extremo o ignominia que, mientras las manipulan, lastiman, dañan, humillan, acosan, lo único que cabe esperar de ellos maltratadores trastornados es que nieguen todo maltrato, lo excusen, lo justifiquen, o, en el colmo del cinismo y la perversidad, se lo endilguen a la propia víctima.

Conscientes de sus deficiencias emocionales, los narcisitas malignos y los psicópatas integrados odian y envidian la bondad del otro, el código ético y moral del otro, la empatía emocional ajena, la capacidad de generosidad del otro, la sensibilidad y bondad de sus víctimas. Y así, no pueden amar: huérfanos del amor porque no han conocido en verdad la experiencia de ser amados.

Desgraciados, en sentido etimológico (sin gracia, cerrados totalmente a la acción santificante del Espíritu Santo), destiladores de odio, te desquician haciéndose pasar por personas excelentes, refinadamente serviciales, moralmente eximias, cuando lo cierto es que están huecas por dentro, sin fondo, sin substancia, sin una auténtica experiencia de Dios. Mera máscara, simple fachada, solo un constructo de cartón piedra. Y para siempre, porque estas personas no cambian, además no desean cambiar, no desean abrirse a la emoción y al amor que humanizan.


Ciertamente, la perversidad de estos seres malignos, capaces de ocasionar un daño a sus víctimas que no está en los escritos, desespera a sus presas, a menudo hasta el extremo de que estas se sienten impelidas a querer como gritarles en la cara: "Canalla, deja ya de lastimarme. Narcisista o psicópata de mil pares de demonios, malnacido, para ya de hacerme daño con tus sibilinas estrategias de control y de violencia psicológica. Ya está bien, ¿o es que no has tenido ya bastante? ¿Cómo es que te piensas que soy tan tonto que no me doy cuenta de tu perversa, tóxica y dañina
movida? No te tolero ni una acción más de violencia psicológica contra mí. ¿Es que no te das cuenta, a la vez del daño que me haces, de que ya te he desenmascarado, de que ya he descubierto todo tu edificio o montaje de mentiras, manipulaciones, tergiversaciones, difamaciones, odio, resentimiento, envidia, celos, maldades, ausencia de empatía y carencia de remordimiento ante el sufrimiento que causas al otro? ¿Es que te crees que me chupo el dedo y que no me doy perfecta cuenta de que acaso por complejo de inferioridad y por tu baja autoestima y por tu vacío interior has acabado construyendo un falso ego grandioso con el único propósito de manipular, dominar, doblegar, avasallar, lastimar y hacer daño psicológico y moral a tus víctimas, creyéndote siempre con derecho a hacerlo, pues no en balde por tus delirios de grandeza te sientes el mejor, el número uno, un ser especial y de excepción entre todos los seres?

Tengo entendido que nunca tienen bastante. En este sentido, son insaciables: carentes de empatía emocional, vampirizan a sus víctimas para obtener de ellas el combustible, la gasolina con que aliviar la vacuidad emocional de sus vidas.

Y nunca piden perdón. Y nunca se arrepienten ni sienten la menor empatía o culpa ante el sufrimiento que causan a sus presas inocentes. En apariencia ufanos con el
falso yo endiosado que se han construido, desde el cual miran con desprecio al resto de personas, ¡lo más normal ante la violencia psicológica que perpetran contra sus víctimas inocentes es pretender hablarles, intentar razonar con ellos, pedirles explicaciones, rogarles que cesen en su maldad...!

Todo inútil: al parecer, disfrutan haciendo sufrir a sus víctimas; se sienten importantes,
endiosados, empequeñeciendo a sus presas. Y porque ni la apertura a la verdad ni la lógica ni la razón ni la asertividad ni la transparencia ni la sinceridad ni la buena disposición ni el sentimiento de amor, fraternidad y amistad para con su interlocutor están en la mente del trastornado narcisista o psicopático, en esos espacios y momentos de posible diálogo.

En todo caso, diálogo de sordos: al psicópata integrado y al narcisista maligno solo les interesa avasallar a su interlocutor (víctima o presa de su violencia psicológica); imponer sus razones por las buenas o por las malas (casi siempre por las malas); hacerle experimentar, a su víctima, que él es superior, un ser que siempre está por encima y que ni siquiera está en el deber de dar explicaciones de sus actos.

Y créanme -que lo conozco por experiencia personal como víctima de algunos de estos monstruos desalmados-: para avasallar a su interlocutor, a su presa, no ahorrarán marrullerías, trampas y juego sucio: hostigamiento, insultos, manipulaciones, difamaciones, tergiversaciones, amenazas veladas o manifiestas, miradas reptilianas y como hipnotizantes (la inimitable mirada del psicópata o narcisita maligno: fría, distante, vacía, como perdida en un punto indefinido; la mirada de alguien que
te mira sin mirarte, al carecer de calor humano, de empatía emocional).

Siempre pendientes de ser el centro de atención, el
ombligo del mundo, y de mantener impoluta su reputación como personas encantadoras (esa máscara que se han construido en reemplazo a su yo real herido), nunca jamás van a reconocer ni errores ni culpas propios; la culpa y el error siempre son de los otros, por más palmario u obvio que sea que ciertas culpas y errores son achacables al trastornado. Y así, siempre, sin excepciones.

Insisto: me entristece sobremanera el tomar conciencia de lo que me parece que recomiendan los expertos: no entres en su juego; contacto cero; haz las maletas y huye; pon tierra de por medio; no quieras razonar con un ser manipulador y mentiroso a tope (y dañino, tóxico, contumaz lastimador...) y que desprecia toda razón, todo amor a la verdad, toda búsqueda sincera y auténtica de Dios, toda empatía y todo sentido de humanidad, y que únicamente iría a cualquier diálogo posible con sus víctimas pertrechado con las herramientas de la manipulación, el acoso, la culpabilización de sus presas, la violencia psicológica contra estas.

Todo esto es muy amargo, sin duda. Te produce enojo que un ser tan trastornado, tóxico, destructivo y dañino vaya por el mundo con delirios de grandeza,
perdonándote la vida, cuando no es más que un pobre hombre (varón o mujer) atrapado en su propio odio, en su propia vacuidad, en su envidia patológica, en su falso ego endiosado. Solo que por mucho enojo que te produzca, por mucha perplejidad y enfado que te ocasione que cada vez que has intentado dialogar con una persona trastornada narcisista o psicopáticamente, esta te haya manipulado, desquiciado, avasallado, infravalorado, despreciado, el contacto cero se presenta como la única vía eficaz posible.

Contacto cero contra el que amenazan esa rabia que he dicho, ese disgusto, esa perplejidad, ese como no querer que el maligno se salga con la suya. Pero no debemos desesperarnos al respecto: ni el psicópata integrado ni el narcisista perverso se saldrán finalmente con la suya, toda vez que tarde o temprano pagarán, en esta vida, por todo el mal que se empeñan en hacer, inmisericorde, impenitentemente. Pagarán. Porque, dicho con la antropología filosófica de san Juan Pablo II (
cfr. Mi visión del hombre: Madrid, Palabra, 1997), si el bien nos construye, el mal nos destruye. Solo que el ritmo de los tiempos es de Dios: Dios sabe lo que hace.

Solo que desde luego el mal no triunfará, sino el bien, por más que los tiempos de Dios no coincidan en efecto con los nuestros. Y ello signifique, esa no coincidencia, que igual debemos estar preparados para seguir sufriendo la injusticia, la maldad, la ruindad y el daño moral y psicológico todo que se van a empeñar en seguir ocasionando estos seres perversos. Los más malvados de los seres humanos, en palabras del experto psicoterapeuta y doctor en Psicología Iñaki Piñuel y Zabala.

Insisto: traten de imaginar cómo para mí, que soy un hombre temperamental, los psicópatas integrados o narcisitas perversos que han pasado por mi vida me han debido desquiciar con sus mentiras, manipulaciones, tergiversaciones, maldades, ruindades, odios, envidias, resentimientos, superficialidades, deseos de venganza, vacuidad moral, axiológica y existencial...

Traten de imaginar cómo he podido llegar a sentirme cada vez que, al intentar dialogar con cada uno de ellos, se descubre desde el instante uno que la verdad, la lógica, la asertividad, la cordialidad y la razón les importan un pepino y que, por ende, van a manipular el diálogo: ver y escuchar lo que les interesa, exclusivamente; desechar todo lo restante que no interesa a sus fines. Los cuales son siempre perversos, dañinos, tóxicos, malintencionados, presididos por la avaricia, el odio, la incapacidad de amar y de empatizar.


En efecto:
sin cordialidad no puede haber diálogo. Sin asertividad no puede haber corazón ni logo. Ergo, con una persona trastornada con trastorno narcisita o psicopático de la personalidad no puede haber diálogo porque en el trastornado solo hay mala fe, deseo de hacer daño, deseo de humillar, propósito de avasallar, intención de inflar su falso ego endiosado, intención de sanar su vacío existencial y su baja autoestima a base de complejo de superioridad y delirios de grandeza, intención de sentirse superiores a base de avasallar a sus víctimas y hacérselo saber a estas.

En fin: qué campos de sufrimiento y desolación va dejando un monstruo de estos a su paso por la vida, a su paso por este mundo. También se dice, y no por decir meramente una opinión en plan
opinionitis sino que es un dato consensuado en la comunidad científica, que cuando llegan a la vejez, ni que decir que sin haberse arrepentido en ningún momento de su maldad, aparecen aún más, si cabe, llenos de odio, resentimiento, ira y envidia patológica. Entonces o a la sazón se habrán vuelto insufribles, insoportables: solos ya, sin poder de seducción, y sin el apoyo de prácticamente nadie, huidos ya incluso sus monos voladores, toda vez que tras una existencia vivida sin empatía alguna y sin conciencia moral sembrando sufrimiento por todas partes, "ya no se aguantan ni ellos mismos".

Y los demás tampoco, ciertamente: prácticamente todos se habrán marchado ya de su lado. Y el trastornado narcisita o psicopático se acabará ahogando en su propio vómito de odio, resentimiento, maldad y envidia. Colapsará (afirman de manera consensuada los expertos en estos asuntos).

Y así las cosas, como que para una vez se cumpliera el acerto popular: quien siembra vientos, recoge tempestades.