miércoles, 24 de junio de 2020

"Se llama Hugo Marietan"



No hay árbol bueno que dé una fruta mala, y el árbol que no es sano tampoco dará fruta buena. Además, todo árbol se reconoce por su fruto. No se sacan higos de los espinos, ni de las zarzas se sacan uvas. El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene adentro, y el que es malo, de su fondo malo saca cosas malas; porque su boca habla de lo que abunda en el corazón.

Lucas, 6, 43-45


Antiguamente, cuando no había apenas estudios sobre las psicopatías, estas personas perversas eran conocidas como diabólicas. Para significar el nivel de malignidad de que son capaces. 



Hugo Marietan es un psiquiatra argentino, terapeuta experto en psicopatías. Tiene un canal en Youtube al que sube (me ha salido un pareado) charlas y conferencias suyas, y asimismo entrevistas a víctimas de la manipulación y violencia psicológica que perpetran contra sus presas esos auténticos depredores intraespecie que vienen a ser los psicópatas integrados y los narcisitas malignos (el término lo tomo del psicólogo, psicoterapeuta, Dr. en Psicología, profesor, escritor y conferenciante español Iñaki Piñuel y Zabala).

Antes de escuchar al especialista argentino (para mí, argentinísimo cuando habla), quien estas líneas escribe nada conocía del término complementaria o complementario, aplicados a la pareja del psicópata integrado o narcisista maligno, si bien al parecer son tenidas por muchas más las complementarias que los complementarios. Pero ¿qué significa complementaria? Complementaria es el nombre que aplican algunos especialistas de este asunto a la pareja que convive con el psicópata o con el narcisista maligno. Para recalcar que más que víctima de la relación con el psicópata o con el narcisista maligno, la pareja complementaria es en no poca medida cómplice del modo de conducirse por la vida humillante, despectivo, manipulador y dañino del trastornado.

Si este término (complementario, complementaria) deriva de la conocida adscripción al psicoanálisis freudiano de buena parte de la psiquiatría y la psicología que se hacen también en la actualidad en la Argentina, es algo que yo desconozco, en mi condición de no especialista en estas cuestiones disputadas. Con todo, no ignoro que para el ya citado Dr. Iñaki Piñuel y Zabala, hablar de complementarios y complementarias en la descripción de la pareja del psicópata integrado y el narcisista maligno, es algo intolerable, pues supone una revictimización de la víctima del trastornado.

Por razones que ignoro y que desde luego no tienen vinculación con mi sapiencia en estas quaestiones disputatae, me siento más inclinado a creerme la tesis de Iñaki Piñuel que la tesis de los que defienden el término complementario o complementaria. Sin embargo, estas me parecen cuestiones a dirimir entre especialistas, entre los cuales, insisto, ni que aclarar que no me encuentro: yo figuraría en todo caso como víctima de algunos de estos seres malignos, sin alma, manipuladores, despiadados, perversos; y sí que figuro asimismo como impertinente y curioso intelectual. 

Comoquiera que sea, a mí lo que me quita el sueño es la maldad del narcisita maligno y el psicóptata integrado. De modo que las diferencias entre los que asumen como válido el usar este término y los que no, puede que no sean tan notorias, puede que sean mínimas; digo a efectos prácticos, a fin de cuentas, a la hora de la verdad, pues unos y otros que teorizan sobre las psicopatías, y asimismo las víctimas de tales monstruos perversos, o sea, todos, estamos muy alarmados e indignados con el comportamiento de tales seres malignos y tan dañinos. Y esto es lo que nos une, en lo que estamos todos de acuerdo, allende las diferencias.

Pongo un caso: el psicólogo peruano Fernando Leiva (también lo sigo en su canal de Youtube), usa el susodicho término de la discordia por mí conocido a través del psiquiatra argentino Hugo Marietan. Solo que resulta que en la descripción de la gravedad e ignominia propias del maltratador con trastorno narcisista o psicopático de la personalidad, el muy ameno y carismático especialista peruano no ahorra detalles ni firmes expresiones de rechazo y amonestación; vamos, que para Leiva, son seres monstruosos, malignos, a tope dañinos, perversos a más no poder. Lo mismo que para el Dr. Iñaki Piñuel, a quien devotamente sigo en su canal de Youtube y en algunos de sus libros: me he leído suyos Amor Zero y Familia Zero (ambos publicados en La esfera de los libros).Generado: el hijo psicópata, 1ra parte Hugo Marietan 25feb19 - YouTube

Lo mismo que para mí. De modo que aunque agradezco a todos estos autores lo que me enseñan, día a día, en algunos aspectos ya meramente especializados propios de los estudios sobre la mente humana no digo que no los siga -sí que los sigo, pues mi curiosidad intelectual, al contrario que la de los psicópatas integrados y los narcisistas malignos, que suele ser muy superficial, da para esto y para más- , pero sí que no me pronuncio como autoridad, pues no lo soy. 

De modo que he dicho bien: la persona que sufre trastorno de la personalidad narcisista o psicopático suele acabar siendo una persona de conocimientos muy superficiales, si es que no lo es desde siempre. O lo que es lo mismo: manifiesta conocer por la superficie, superficialmente, de esto y de lo otro y de lo de más allá; en profundidad, prácticamente no sabe de nada, como no sea del horror que le produce mirarse hacia adentro hasta contemplar el enorme agujero negro de su interior, su espantoso vacío axiológico y existencial, que le lleva a odiar y envidiar a los demás, a los que encima exige que le prodiguen a él, no en vano un semidiós, una actitud de adoración. Y no sabe de nada porque su narcisimo tan exagerado le lleva a despreciar la sola posibilidad de que otros puedan enseñarle algo; otros que, ni que decirlo habría, saben y conocen inmensamente más que él, que en profundidad no sabe de nada.

Entonces, podemos todos los que somos personas normales (es decir, empáticas, personas con pecado y virtud, con aciertos y defectos, con luces y sombras) imaginar por un momento la indignación que producen todos estos seres malignos y perversos, que se creen sabihondos y que se presentan ante los demás como el sumun de la perfección, sapiencia, erudición, sinceridad, asertividad, razonabilidad, lógica... 

Existencialmente vacíos, y reconociéndolos como los reconocemos soberbios en el solipsista cultivo de su falso yo endiosado, simplistas, estereotipados y superficiales en sus conocimientos, ¡que luego lleguen a ti con ínfulas de grandeza!, como perdonándote la vida y exigiendo que los adores y que beses el suelo que ellos pisan, ¡bendito sea Dios! Llegados a ti con sus únicas armas basadas en la amenaza, el miedo que imponen a sus víctimas, el desprecio, la cosificación del otro, la humillación. Delirios de grandeza desde los que invariablemente te desprecian, creyéndose perfectos, intachables, impecables, vanidosos en posesión de la verdad absoluta.

Admitimos por amarga experiencia personal que todo diálogo con estos seres malvados es imposible, pues odian la verdad, la razón, la lógica, el diálogo que merezca tal nombre, la asertividad, la transparencia, las mínimas reglas o elementales de rigor moral e intelectual... Consumados manipuladores y mentirosos compulsivos, su ciega soberbia les lleva a tratar a los demás como seres inferiores solo dignos de desprecio, manipulación, avasallamiento, humillación, uso y abuso. De suerte que la persona del otro les importa lo que un pimiento; solo les interesa salirse con la suya, empleando para ello el juego sucio, la marrullería. Salirse con la suya demostrando (demostrar lo que se dice demostrar no demuestran nada, salvo que son unos desgraciados, unos desalmados: seres malignos y tóxicos de tomo y lomo) que los otros no valen nada a su lado, no en balde seres excepcionales, casi semidioses en su perfección, adormados con toda clase de virtudes y cualidades.

Vaya delirio de grandeza, qué borrachera de sed de poder, abuso, dominio, humillación, manipulación.... Dios mío, ¿cómo puede haber personas tan perversas, tan dañinas, tan malignas, Señor, tan desalmadas, hasta el extremo de ir por la vida intentando salirse con la suya aun al precio de causar daño y más daño a los demás? Si los narcisitas malignos y los psicópatas integrados se pasan la vida sembrando sufrimiento, manipulando, usando y despreciando, ¿cómo contener nuestra indignación, Señor, ante el tamaño del mal que estos perversos causan y causan? ¿Nunca pagarán por lo que han hecho? ¿Se saldrán finalmente con la suya, se irán de rositas? ¿O no será más bien que tarde o temprano pagarán por tanto rencor y odio y resentimiento que acumulan, sin jamás haber pedido perdón a sus víctimas? ¿No será que pese al sufrimiento que causan, estos seres superficiales y vanidosos en el fondo son radicalmente infelices por carecer de empatía emocional y de conciencia moral? ¿No será que ni tienen ni pueden tener paz que merezca tal nombre porque en su subconsciente no tienen más remedio que admitir que hacen el mal, por más atrofiada que tengan la conciencia moral? ¿No será más bien que más allá de las apariencias de que "se salen con la suya", en verdad pagan día a día por todo el sufrimiento que causan, toda vez que son seres que no aman a nadie, se aman solamente a sí mismos en su extravío moral, en la deriva de su falso ego endiosado?

Para Dios nada hay imposible, ciertamente. Pero es que estas personas rechazan contumazmente la acción de la gracia santificante del Espíritu Santo: no glorifican a Dios; se glorifican a sí mismos.
  


24 de junio, 2020. Luis Alberto Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

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