[A
solo un día de su 92 cumpleaños, “nos dejaba” -que diría esa
auténtica enciclopedia humana del jazz llamada Juan Claudio
Cifuentes, Cifu
para
los amigos- ese gran pianista del jazz que se llamó Dave Brubeck
(6-12-1920/5-12-2012). Sagitario, como un servidor, su memoria ha
quedado inmortalmente asociada al cool
jazz, sobre todo al West
Coast
jazz, a un buen número de estándares, y a una fidelísima
colaboración con el saxo alto Paul Desmond (25-11-1924/30-5-1977),
desde el Dave Brubeck Quartet. Fiel colaboración musical que remite a otras tantas ilustres habidas en el mundo del jazz; verbigracia, la aún más longeva y fecunda establecida entre Duke Ellington, el gran Duke, y el saxo alto Johnny Hodges.
Con Paul Desmond, sí, quien precisamente habría de ser el compositor de, acaso, la pieza
jazística más conocida o celebrada del cuarteto: el fulgurante 5/4 “Take Five”. Que es la que
voy a ofrecer como aperitivo o tentempié antes de la “comida”
principal que ha de ser este artículo, que subo a mi blog hoy 31 de
diciembre de 2012, y que en su momento apareció en algunos medios de
comunicación digitales. Aún en plenas celebraciones navideñas, más
de un aspecto del artículo es de plena actualidad, entiendo, en
estas fiestas y en estas fechas de crisis que no cesa.]
“Del
borrico fundacional a las corruptelas administrativas y financieras”
Hace
algunos años, justo a las puertas del estallido internacional de la
crisis que ha convertido a España -y no precisamente por arte de
birlibirloque- en el país europeo con la más alta tasa de paro, me
vi forzado a trabajar, durante un semestre, como peón de la
construcción, aunque mi profesión normal sea, o haya sido, la de
profesor de Secundaria. Experiencia de kénosis, mundo obrero; en
fin, todo eso.
Recuerdo
que el oficial “ a quien yo servía como peón” (notablemente
iletrado, cosa por lo demás común en el mundillo o sector de la
construcción, en el que aún es fácilmente perceptible el secular
anticlericalismo obrero), solía replicarme, en plan sorna, seguro
que por ser conocedor él de mis inquietudes religiosas: “Y piensa
que empezaron hace 2.000 años con una burra...”
Me
hacía gracia siempre su comentario, que tenía desde luego muy a
mano, permanentente en la punta de la boca -como compartiendo
“escenario” con cigarros apagados en la comisura de sus labios,
costumbre típica de nuestros abuelos y bisabuelos canarios...-. Era
desde luego su respuesta preferida cada vez que surgía, por hache o
por be, cualquier asunto relacionado con la Iglesia católica. Como
si no supiera más teología que esa, que la del borrico y la de
tratar de hacer bien su trabajo de albañil...
Ciertamente,
no es tan simplona como a priori podría parecernos la socorrida
sentencia del que fuera “mi oficial albañil”. En efecto: la
Iglesia católica comenzó siendo una secta marginal desgajada del
tronco común del judaísmo y hoy, empero, ha devenido realidad
universal
que incuba en su seno tremendos casos de corrupción administrativa y
financiera acojonantes.
Como
los que acaba de destapar un curial monseñor italiano, Carlo Maria
Viganó, hace apenas unos meses exsecretario general de la
Gobernación (Governatorato) y en la actualidad, luego de ser
fulminantemente
removido de su anterior cargo, nuncio del Vaticano en EE.UU. Según
ha trascendido a medios de comunicación de todo el mundo en esta
aldea global en que el planeta se ha convertido merced a la
revolución tecnológica mediática, el arzobispo Viganó denuncia
“corruptelas y privilegios” en la gestión y administración de
los Museos Vaticanos, entre otras “lindezas” denunciadas.
Ciertamente,
más allá de tomar decidido partido por la verdad contenida en la
denuncia del arzobispo Carlo Maria Viganó, o por la posición del
salesiano también italiano Tarcisio Bertono, cardenal secretario de
Estado del Vaticano (es decir, más allá o más acá de creer que
esas corruptelas ahora denunciadas efectivamente se han dado), a
nadie medianamente informado se le esconde -ni siguiera a “mi ex
oficial albañil”, que tanto gustaba de hacer la gracieta del
borrico de Jesús en su entrada en Jerusalén- que en la Iglesia
católica no todo es trigo limpio -porgue hay “mucha cizaña
institucional”- y que no es oro todo lo que reluce, nunca mejor
dicho esto último ahora que nos ocupamos en este artículo de esas
sucias y corruptas martingalas en la administración de los Museos
Vaticanos, entre otras operaciones ilícitas.
De
ahí que estos días haya pensado a menudo en aquel “y hace 2.000
años comenzaron con un borrico”... Obviamente, no se trata de
negar el curso de la historia, la evolución normal de la humanidad,
el curso de la civilización con todos sus avances tecnológicos,
pero sí de reivindicar lo que podríamos llamar “el espíritu del
borrico”. Frente a los bastardos intereses mundanos, la sencillez y
simpleza de vida que emanan de tomarse en serio el Evangelio, “sin
aditamentos ni recortes”, como quería el poverello
de Asís.
Y
de paso, preguntarnos una y todas las veces que sean necesarias si
noticias como esta, insisto en que más allá acusaciones
particulares a Fulanito o a Menganito, no estarán sobre todo
poniendo de manifiesto al mundo entero, urbi
et orbi, la realidad
de que en la Iglesia católica actual tal vez haya mucho estómago
agradecido, mucho trepa, mucho figurón amigo de la buena vida, mucha
mediocridad, mucho nepotismo, mucha pobreza espiritual...
Cualquiera
que vaya a ser el resultado final de esas denuncias curiales contra
esos nuevo casos de probable corrupción administrativa y financiera
en el Vaticano, además nepotista y materialista -sí,
“materialista”, muy materialista, pese a que los jerarcas de la
Iglesia católica suelen denunciar los estragos del materialismo de
“fuera de la Iglesia”, obviando el muy abundante que se da de
puertas para adentro-, el mundo obrero, el borrico, los parados (en
España, sobre los 5.200.000 ciudadanos, que se dice pronto), los
marginados que tampoco van a misa los domingos y fiestas de guardar,
etcétera, uno piensa que pese a todo su pecado personal o
precisamente gracias a él, puede que estén más cerca del corazón
del Señor que tantos monseñores que... Que tantos monseñores que,
desde luego, no sé si por estar consagrados
a Dios o por qué,
¿acaso conocen en carne propia lo que es el drama del paro? ¿Conocen
la angustia que supone ir de puerta en puerta tocando en busca de
trabajo y empero regresar a casa, cabizbajo un día sí y otro
también con las manos vacías? Cómodamente instalados no pocos en
sus palacios episcopales, ¿se patean la calle?, ¿le toman el pulso
a la convulsa realidad...? Si la respuesta es la que me imagino es,
no me extrañan en absoluto la actitud y la opinión que con respecto
a la Iglesia católica perseveran en mantener ciertos ateos
intelectualmente muy sólidos, lúcidos...
Ojo
(advertencia final): planteo, en el antepenúltimo párrafo final,
que “puede que sea”, no lo sé ni querría entrar a juzgar...
Solo que lo del propio Jesús está clarísimo: “Los publicanos y
las prostitutas os llevarán la delantera en el Reino de los Cielos”
(Mt 2, 3lb-32). El Evangelio, siempre desconcertante, siempre
desestabilizador.
Ahora
que quiero ocuparme de arriesgar mi propia versión del incidente
pródigo en exabruptos que, contra el bloguero católico Luis
Fernando Pérez Bustamante (director de la web
Infocatólica), ha
protagonizado el dúo de EsRadio conformado por Federico Jiménez
Losantos (periodista, escritor brillante, comunicador de
característico estilo “agresivo, quevedesco”, liberal agnóstico)
y por César Vidal (historiador, novelista, periodista,
pensador-investigador cristiano, liberal protestante), me acuerdo del
genio cinematográfico de Elia Kazan. Para tratar de ilustrar con la
opinión que tengo del cine y de la personalidad del magistral
director de clásicos como Al
este del edén,
Esplendor en la
hierba, América,
América, Un
tranvía llamado deseo, La ley del silencio, ¡Viva Zapata!, o Baby
Doll, lo
que pienso del incidente ocurrido entre los señores que he citado, y
aun lo que me permito pensar de cada uno de los tres.
Sin
Elia Kazan, el sistema del Actors Studio no habría sido lo que ha
sido y es para la historia del cine, sobre todo en Occidente; de
hecho, el director de origen griego pero nacido en Turquía y
emigrante muy joven a los Estados Unidos (precisamente el drama de la
emigración queda magistralmente reflejado en su muy celebrada
América,
América,
película del año 1963), funda el Actors Studio en el año 1947,
sobre la base interpretativa teórica del ruso Konstantin
Stanislavski. Sin Elia Kazan, Marlon Brando muy probablemente sería
estimado de otra manera: el maestro griego lo encumbró en títulos
hoy míticos como Un
tranvía llamado deseo, ¡Viva Zapata!, La ley del silencio.
Y
sin embargo Elia Kazan (actor, director de teatro reconocido,
director de cine internacionalmente aclamado, y finalmente escritor
no poco meritorio, todo ello a lo largo de casi 94 años de vida) es
también el delator de compañeros cineastas ante el comité de
actividades antiamericanas durante la “caza de brujas” emprendida
por McCarthy. Ese “irse de la lengua” ensombrece la altura moral
de su vida, o puede que lo haga, pero no empaña la genialidad de su
cine. Muy al contrario: luego de haber perpetrado esa delación o
traición a algunos que habían sido compañeros e íntimos suyos en
el mundo del cine en Hollywood, Kazan defiende su actuación con una
obra maestra incontestable: La
ley del silencio, ambientada
en las luchas portuarias de los muelles de Nueva York.
Pues
bien, aquí es adonde yo quería llegar, o todo este preámbulo para
arribar a esta obviedad, a este lugar común: al igual que el genial
cineasta Elia Kazan protagonizó uno de los peores episodios de su
vida con su rol o papel de delator de sus compañeros del mundillo
del cine, durante la caza de brujas decretada en USA por el senador
McCarthy, el muy culto y bien informado Federico Jiménez Losantos y
el también muy culto y bien informado César Vidal han metido la
gamba hasta el fondo por haber insultado, y de qué malos modos, tan
barriobajeros, al director de Infocatólica.
Han disparado contra Luis Fernando Pérez con balas del calibre de
“hijo de puta”, “gandul”, “irredento aprovechado y
desagradecido”, y han referido que la mujer de Luis Fernando, con
la que este tiene tres hijos, es una “alcohólica”.
Ya
no escucho EsRadio ni leo a César Vidal; con todo, cuando me ha
interesado leerlos y escucharlos, lo he hecho sin ningún problema,
sin ningún prejuicio “progre”. Porque la verdad es la verdad, la
diga Agamenón o su porquero, es decir, suele estar más allá de
siglas, de nomenclaturas, de izquierdismos y derechismos. O lo que es
lo mismo: los múltiples y a menudo equívocos “rostros” de la
verdad se encuentran dispersos, diseminados aquí y allá.
De
la misma manera que no me he hecho un mal concepto del veterano
político de izquierdas Pablo Castellano, por causa de su
participación frecuente en un programa como El
gato al agua,
de la muy de derechas Intereconomía. Y lo mismo con respecto al
agraviado Luis Fernando Pérez: su labor al frente de Infocatólica
no tiene reparos en estimarla un teólogo tan bien formado e
informado como Xabier Pikaza, que empero en no pocas posiciones
teológicas y eclesiológicas está muy distante de las posiciones de
Luis Fernando Pérez... y de las mías también, si bien yo no me
considero tan “antiprogresista” como Luis Fernando Pérez
Bustamante, en absoluto (ahí está, para botón de muestra, mi
participación, en los últimos años, en Atrio,
con mi nombre o con seudónimos, con más de 200 intervenciones en
forma de comentarios como forista), ni como otros tantos de esa web
llamada Infocatólica,
por muy benemérita que esta sea -particular que no dudo-, por la
principal razón de que a menudo esos tales defienden tesis tan
conservadoras, tan de derechas, que resulta muy arduo, al menos para
mí, discernir esas razones políticas y económicas derechosas de lo
propiamente doctrinal católico. Y porque, tal vez como consecuencia
inevitable de lo anterior, hay una clara tendencia a machacar
todo lo que provenga del pensamiento tradicionalmente ligado a las
izquierdas, en nombre de defender siempre a la Iglesia católica, la
cual ha de ser defendida, ciertamente, pero también puesta en solfa
en todo lo que tiene de incoherente con respecto al Evangelio; en
todo lo que alberga de hipócrita, de mezquino, de marrullero.
De
manera que así las cosas, subo a mi blog un artículo que escribí
hace algunos meses y que aparecerá, creo, en el número de este año
de la revista La
Cantonera,
órgano de expresión de la Tertulia Pedro Marcelino Quintana, de
Arucas, Gran Canaria.
Meollo
del artículo
Con su
sapiencia teológica habitual, desconcertante en una persona de
formación intelectual preferentemente autodidacta, y su celo
doctrinal característico, diríase que singular (”El celo de tu
casa me devora”, podría repetir Luis Fernando Pérez Bustamante
con Juan 2,17b), el bloguero y director de Infocatólica
alinea a la conocida religiosa y teóloga Dolores Aleixandre, rscj,
en la línea del progresismo católico. Lo hace en su artículo “El
sueño circular y la primavera creativa y alegre”(web citada:
22-3-2012). Para el veterano bloguero Luis Fernando (veterano a pesar
de su juventud) y, en general, para todos los blogueros de
Infocatólica,
el progresismo católico es la causa principal de la secularización
interna de la Iglesia católica.
Por
mi parte, sin negar la oportunidad y todo el acierto de no pocas de
sus opiniones -a decir verdad, no con todo lo que plantea Luis
Fernando comulgo, tampoco con aspectos de su tono expositivo, ni con
todo lo que se dice en Infocatólica,
página benemérita, muy probablemente, pero también muy golosa para
fieles católicos muy conservadores-, me permitiré aventurar algunas
consideraciones, al calor o a la luz del artículo de marras. No sin
antes celebrar en voz alta y por escrito, la “grandeza” de
Internet que permite consultar artículos publicados hace meses y aun
años, y ulteriormente almacenados en la “memoria” prácticamente
ilimitada del espacio de la llamada red
de redes. Esto
mismo es también una responsabilidad considerable, muy delicada,
pues la palabra lanzada al espacio de Internet, en cuestión de
segundos puede llegar a los más recónditos rincones del planeta y,
sobre todo, quedar fijada.
Y la palabra así fijada compromete
a
quien la dice.
Así
que veamos. En lo tocante al asunto de la secularización interna de
la Iglesia católica, es obvio que importa la manera como el
Magisterio haya de tratar los casos de heterodoxia, presunta, posible
o real, de religiosas como Dolores Aleixandre, o como Periquilla de
los Palotes, lo mismo diera para lo que interesa al Magisterio: el
cumplimiento de su ministerio de confirmar en la fe a los cristianos
(cfr. Mt 16,18-19; Jn 21,15-19). Sin embargo, me temo que el grueso
de las ideas disidentes o heterodoxas circulan más fluidamente hacia
el interior de la Iglesia universal por la mentalidad heterodoxa,
seudocatólica, antimilitante y burocrática de miles y miles de
fieles que no son precisamente Dolores Aleixandre, cuya sapiencia
teológica y cuya altura de fe no voy a discutir, a poner en duda, a
pesar de su más que probable heterodoxia doctrinal y su vinculación
con el ala progre
de la Iglesia; ala escorada a la izquierda con la que, al contrario
de lo que le pasa a Luis Fernando Pérez y a tantos que escriben y
opinan en un portal como Infocatólica
que él
dirige -y
no digamos en La cigüeña de la
torre, de Francisco José Fernández de
la Cigoña, o en Religión enlibertad-,
un servidor no se siente tan lejano ni crispado y sí a veces bien, o
al menos interpelado. Aunque no siempre, cierto: no me considero
propiamente un católico progresista; e incluso, cómo no declararlo,
tengo sobrados motivos para también descreer del común del ideario
progre, de
la cual distancia o descreencia
haré
una breve crónica al final de este escrito, dentro de la sección
“Postdata”.
No
sé si por falta de rigor teológico por mi parte, o de celo
doctrinal o por lo que sea, el caso es que no voy a poner en solfa
los talentos como teóloga de Dolores Aleixandre, como biblista, ni
su valía como religiosa del Sagrado Corazón. Que lo hagan otros si
así lo estiman conveniente, desde sus blogs o desde los púlpitos
que sean. Yo paso. Porque ¿y si resulta que Dolores Aleixandre es
una buena mujer, una buena creyente con la que hasta gusto da
discrepar? He leído cosas de ella que me han gustado, que me han
interesado, que me han parecido muy auténticas, muy evangélicas.
Hasta la propia entrevista que le hace José Manuel Vidal en Religión
Digital, portal que este último
dirige, conjuntamente con Jesús Bastante (portal moderadamente
progresista, y por tanto mal visto por los más conservadores
Infocatólica
y compañía), no me escandalizó cuando la leí, en modo alguno,
como sí parece que lo hizo con el ánimo del bueno de Luis Fernando.
Y
sobre todo no lo haré porque la falta de verdadero testimonio de fe
de tantos católicos tibios -no pocos de ellos ocupantes de altos
cargos de responsabilidad eclesial: sanidad, docencia, asuntos
sociales...- es realmente acojonante hoy día, y paraliza más la
vida de la Iglesia, y sobre todo la fuerza expansiva y operante de la
fe, que la vida, obra y milagros de Dolores Aleixandre. La falta de
talante profético y de compromiso militante no solo está presente
en la vida de quien estas líneas escribe, también lo está en la de
muchos regres (conservadores)
que a su vez critican a los progres -y viceversa-. Es más, sin
embargo: tradicionalmente, todo hay que decirlo, ha estado más
ausente, ese talante profético, en la experiencia de fe de los
católicos más conservadores (acostumbrados a rezar
y no hacer: espiritualismo
desencarnado), al tiempo que ha estado claramente más presente en la
experiencia de fe de no pocos católicos considerados o
autoconsiderados progres, una de cuyas tentaciones principales ha
sido la de hacer
(obras, acciones, activismo, compromiso) y
no rezar.
De
modo que la religiosa Dolores Aleixandre, pese
a que para Luis Fernando Pérez es miembro propincuo del progresismo
eclesial, puede que no sea precisamente una cristiana tibia,
mediocre, y sí más bien una entusiasta discípula del Resucitado,
religiosa profesa desde los 20 años (frisa los setenta la religiosa
y reputada biblista). Como también puede que lo sea el jesuita Juan
Masiá Clavel (un cristiano entusiasta), a pesar de su más que
demostrada heterodoxia doctrinal empeñada en enmendarle la plana al
Magisterio. No en balde, entre las filas de los llamados o
autoproclamados católicos progres yo mismo creo haberme encontrado a
lo largo de mi vida con personas excepcionales, con buenos creyentes;
todo ello, indudablemente, más allá de considerar que en efecto en
los tiempos que corren los movimientos más pujantes en la Iglesia
católica son los de corte más conservador (Opus Dei, Legionarios de
Cristo, Camino Neocatecumenal...; si bien quizá más florecientes
con el filósofo
Juan Pablo II que con el teólogo
Benedicto XVI), y no en modo alguno los considerados más
progresistas (HOAC, cristianos de base, etcétera).
No
pocas “autoridades” de la Iglesia universal (laicos con delicada
responsabilidad en el gobierno o administración de la Iglesia,
religiosos, religiosas, una nada desdeñable cantidad de curas, e
incluso obispos), de forma harto visible en las últimas décadas han
ido enterrando la espiritualidad militante en beneficio de la
promoción de fieles de mentalidad burocrática. Y no me parece que
se haya hecho un verdadero esfuerzo por evitar que las cosas acabaran
por llegar adonde han llegado en la Iglesia universal. Verbigracia,
la Iglesia católica está llena de feministas radicales que, no sé
si a ejemplo de lo que también sostendría en alguna medida
alguien como Dolores Aleixandre (alguien como ese enfantterrible de
la teología en España llamado Juan José Tamayo, aseguran muchos
que arriano, ya
conocemos que sí sostiene las tesis del feminismo radical, y por
supuesto todas y cada una de las cristianas feministas y heterodoxas
que opinan en un portal como Atrio, en
el que no sé cuántas veces a mí mismo me han linchado por mi
osadía de alinearme con el Magisterio...), a
menudo con declaraciones disidentes y sobre todo con el testimonio de
sus vidas desautorizan a la Iglesia, a su Magisterio. Y ahí siguen,
no pocas incluso ganándose la vida gracias a la Iglesia católica,
cuya mano muerden, un día sí y otro también.
Alucinante la cosa.
De modo que ante esta realidad eclesial uno no tiene otra que
preguntarse si son así en efecto las cosas en la Iglesia actual tal
vez por el magisterio
paralelo de alguien como Dolores Aleixandre, como Andrés Torres
Queiruga, o como cualesquiera otros teólogos considerados
heterodoxos y disidentes, o por la desidia más bien de no pocas
autoridades eclesiales, que les ríen las gracias a los considerados
heterodoxos, que miran para otro lado, que hacen la vista gorda, so
pretexto, a menudo, de una curiosa forma de entender la economía
de la salvación, en claves de
relativizarlo
todo para que así, inclusivamente,
quepan todos y todas en la Iglesia católica: todos tan amigos y
chachipiruli todo.
La
mediocridad de la vida de fe está ampliamente extendida en el seno
de la Iglesia católica actual, hasta niveles o límites
esperpénticos -también, ni que reconocerlo habría, en mi vida de
cristiano mediocre-, a mi juicio en parte por causa de esa
secularización interna, sí, como bien apunta Luis Fernando en su
artículo, pero también por causa de haber ido bajando el listón
del ideal de la vida de fe: la espiritualidad de encarnación ha ido
siendo sustituida por las componendas propias de la administración
burocrática de la Iglesia. La mentalidad antimilitante, mundana por
secularista, meramente funcionarial, antinatalista o
anticoncepcionista (fruto del feminismo radical o de género, y de la
acrítica adaptación al espíritu del mundo que acaba por volver
sosa la sal
del Evangelio: cfr. Mt 5,13-16; Lc 14,34) campa a sus anchas en la
Iglesia de Cristo. Hasta unos niveles sencillamente acongojantes, o
vergonzantes, patéticos, por no decir miserables. Como que es un
secreto a voces que la inmensa mayoría del Pueblo de Dios pasa del
Magisterio de la Iglesia, sobre todo en materia de moral sexual y de
anticoncepción; también, la inmensa mayoría de los que se empeñan
como profesores de Teología en facultades católicas, como
educadores de la escuela católica, como docentes de Religión
católica en la escuela pública, como técnicos de Cáritas y otras
movidas asistenciales (manda huevos la cosa: se ganan los garbanzos
siendo existencial y sistemáticamente contrarios a aspectos
nucleares de la doctrina del Magisterio)...
Clama al cielo, simple y
llanamente, la incoherencia de vida de la inmensa mayoría de fieles
católicos hoy día -ya he reconocido que incluida la de quien estas
líneas escribe, con la diferencia de que al menos yo no soy un
enchufado
por la Iglesia y sí más bien un inmisericordemente
puteado-ninguneado-
y la ulterior o consecuente hipocresía eclesiástica que tolera
esta
situación como si nada delicadamente grave estuviera ocurriendo. Y
mientras tanto, no pocos eclesiásticos (curas y hasta obispos: de
entre estos últimos, los hay que son unos simples figurones, trepas
e hipócritas de campeonato, intelectualmente mediocres...) como
justificándolo todo, mirando para otro lado...
De modo que así las
cosas, ¿quién le pone el cascabel
al gato? O lo que viene a ser lo mismo: ¿para qué tratar de ser
fiel al Magisterio de la Iglesia si resulta que hasta la inmensa
mayoría de los que viven en lo profesional gracias a la Iglesia,
pasan de su Magisterio...?
Y
claro, ante tamaña falta de testimonios entusiasmantes de vida
cristiana, la gente está cansada, asqueada, decepcionada: ¿yo?, se
preguntarán muchos, ¿yo iba a ponerle el cascabel al gato, con lo
tranquilito que estoy en mi casa? “Ahora me dejen tranquilo, ahora
se acostumbren sin mí” -se apresurarían a repetir con Pablo
Neruda-. Como yo mismo estoy tranquilito en la mía, con mis libros,
mi cine y mi música: Georges Moustaki me sigue gustando, ahora más
que antes, tal vez más luego de haber comunicado el cantautor
francés de origen griego-alejandrino, hace cosa de un año, que su
voz enferma ya no le permitirá cantar más; o ahora que aprehendo la
“singularidad” de la música de Stevie Wonder: sus complejas
armonías y su costumbre de usar una misma sílaba para varias
notas... Incluso considerando que al final de la vida Dios nos
juzgará en el amor (“Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve
sed y me diste de beber”-...-: Mt 25,34-46), preferimos que nos
dejen tranquilos en nuestro mundo, en nuestra burbuja. Y más si se
nos ocurre contemplar el escenario de decadente incoherencia e
hipocresía eclesiales. Y más si creemos caer en la cuenta de que no
pocos eclesiásticos que predican a Jesucristo muerto
y resucitado son unos redomados
hipócritas. Y más cuando sentimos la angustia y lo inexplicable del
dolor, la enfermedad, la injusticia y las tragedias, ese misterio
de iniquidad que está en la génesis o
raíz del ateísmo de siempre... O quizá sea por lo que reconoce ese
singular exobispo episcopaliano y hoy día claramente postcristiano
llamado Richard Holloway: “La cuestión está en que hoy día la
mayoría de la gente ya no cree ni en los grandes discursos
metafísicos del pasado, ni en los grandes relatos otorgadores de
sentido (macrorrelatos:
cristianismo, socialismos, anarquismo...), ni en condenaciones
eternas, ni en mandamientos inmutables dados por Dios o en nombre de
Dios”.
A
mi juicio, es tan patética y lamentable la realidad de
desfondamiento moral de la Iglesia católica actual en España, la
falta de testimonios entusiasmantes de vida cristiana, la falta de
familias realmente cristianas militantes -realidad que igual la
propia Dolores Aleixandre lamenta en similares términos a los míos,
no lo sé ni es algo que me quite el sueño no conocer, en los
tiempos que corren-, que caben pocos consuelos. Es como si un
penetrante olor a podredumbre
saliese de las mismísimas iglesias y movidas católicas en
general... O es como si la mayoría de la gente percibiese que la
Iglesia católica, esto es, la barca de Pedro, es una embarcación
que va a la deriva, que se va a pique, a pesar del buen timonel que
tiene (Benedicto XVI, obviamente, a él me refiero)...
Sí:
que caben pocos consuelos aunque cada hijo o hija de vecino,
indefectiblemente haya de buscar el suyo... Uno posible, el sentirse
vivo y amado por Dios, pese a todo, por el Dios de la vida, la
justicia y la verdad (pues nada ni nadie podrá apartarnos del amor
de Dios, parafraseando a san Pablo). Otro, el considerar que “total,
tampoco en España estamos tan mal”, pese a la crisis que no cesa,
los recortes, los despidos, el paro (sobre 3.600 interinos más se
vaticina que saldrán despedidos de la función pública en Canarias,
por causa de los recortes en educación, sanidad y asuntos sociales
del muy neoliberal Partido Popular, durante el presente curso
2012/2013), pues ni siquiera somos cristianos perseguidos, como sí
lo son en otras partes del mundo en que los cristianos son minoría:
cada cinco minutos, muere un cristiano en el mundo, por dar
testimonio de su fe; con cristianos así, sí sería posible esa
suerte de martirologio ecuménico de que habla el papa Juan Pablo II
en Ut Unun Sint, sobre
el diálogo de la Iglesia católica con las otras Iglesias y
confesiones cristianas.
O
a la hora de la verdad, por el consuelo que cada hijo de vecino desee
para sí y para los suyos; tres de los últimos míos no son otros
que la lectura y relectura de nuestros clásicos literarios hispanos,
la inmersión en la filosofía de B. Spinoza, y la visión fascinante
del cine del ruso Andréi Tarkovski, que es maravilloso: muy
raramente se puede experimentar con otros cineastas la impresión de
tiempodetenido
que se experimenta con la visión del cine del ruso Tarkovski.
Cineasta profundamente creyente, por cierto, cristiano.
Postdata:
Lo
prometido es deuda... En portales progres como Redes
Cristianas, he llegado a leer
encendidas o jubilosas reseñas de libros, así una sobre uno
reciente de un sacerdote católico secularizado llamado José Miguel
Izquierdo Jorge. Es tinerfeño. Su libro se titula Y
la Iglesia se topó conmigo(autobiografía
de un cura insumiso y rebelde).
El
nivel de sinceridad y transparencia de José Miguel al confesar en su
libro aspectos muy íntimos de su vida biografiada, digno de todo
encomio; chapó, paisano: no me parecen frecuentes en la Iglesia
católica testimonios tan valientes como el tuyo, sobre todo cuando
de lo que se trata es de asumir la verdad y la libertad (las luces y
las sombras en verdad) de la propia sexualidad asumida. Ya sabía de
este autor por una entrevista que casualmente alcancé a escuchar en
un programa de la Cadena Ser en Canarias, recuerdo perfectamente que
unos días antes de viajar yo a Tenerife para participar en la Feria
del Libro de Santa Cruz del aún corriente 2012, donde tuve
oportunidad de conocer a un tipo singular y que al menos conmigo ha
sido muy generoso: estoy hablando de Ánghel Morales, escritor,
activista social, locutor de radio (me entrevistó, a propósito de
mi último libro, en la emisora en que trabaja en Santa Cruz: casi
una hora de distendida entrevista, en una tarde calurosísima de
verano, cosa por lo demás normal en la capital tinerfeña, que es un
horno: “Ay mi panza de burro”,
dicho sin insularismos pleitistas), nacionalista canario, editor de
Ediciones Idea-Aguere. Fuera de programa escuché a José Miguel
Izquierdo Jorge (la presentación de su libro no llegó a figurar en
el programa confeccionado con los actos de la Feria), y le compré un
ejemplar de su obra -que él me firmó-. Mientras que él, por
razones que él sabrá, ni se quedó a escuchar mi intervención,
inmediatamente después de la suya -y que sí aparecía en el
programa de actos de la Feria del Libro de Santa Cruz-, ni hizo con
mi libro (¿La Iglesiacatólica? Sí; algunas
consideraciones, por favor: Madrid,
Vitruvio y Nostrum,noviembre,
2011) lo mismo que yo había hecho con un ejemplar de su obra...
El
caso es que su libro me lo he leído. Y me ha gustado bastante y,
casi siempre, más bien más que menos. Luego de leerlo, el libro, y
habiéndolo escuchado, al autor, en varias ocasiones, puedo afirmar
sin embargo, con plena libertad, que José Miguel Izquierdo Jorge
-igual una bellísima persona, ignoro este particular- es en no poca
medida el clásico cura progre secularizado que echa en cara a la
Iglesia católica su doctrina moral sobre sexualidad. Lo típico: la
Iglesia católica está desfasada, debería aceptar el aborto, el
divorcio, las relaciones homosexuales, la sexualidad libre, la
anticoncepción... Y que es justamente el ideario
progre
por el que ha tenido cancha en Redes
Cristianas, en
laCadena
Ser, en RNE en Canarias, en la Autonómica Canaria... En tanto a mí
me han dado una patada en el culo, precisamente por no ser progre, o
lo suficientemente progre; también, los medios regreso
conservadores a los que di insistentemente noticia de la publicación
de mi último libro. Simplemente pasaron de mí. Unos y otros: los
progres, ya conocemos por qué; los regres, acaso por considerar que
mi libro ponía a parir a la Iglesia católica, etcétera.
A
decir verdad,
de mí y de mi libro han pasado casi todos por igual en la Iglesia
católica: progres, regres y oficialistas:
Centro Loyola de Las Palmas de Gran Canaria, Patio de las Culturas,
Radio Ecca (todas plataformas muy jesuíticas,
miren por dónde, pero muy poco ignacianas,
me parece a mí, y muy poco en sintonía con el pensamiento del Papa:
algunos jesuitas que conozco, santo padre Benedicto, y resto de
fieles satélites o adláteres de la órbita jesuítica,
sencillamente es que pasan de lo que tú enseñas, santo padre,
siervo de los siervos de Dios, pasan, más solo que la una tú a
menudo, aunque asistido por el Espíritu...)...
Por no hablar de una
entidad como Café de Espacio, que es ya claramente ultraprogre
rabiosamente anticlerical y anticristiana incluso: desde esta me
contestaron en su momento que dado que me sigo considerando católico
deseoso de fidelidad al Magisterio, no puedo contar con un espacio
como el susodicho para presentar mis libros, dado que es espacio o
plataforma sociocultural de ideario laicista a tope y dado que
defiende el derecho de la mujer a abortar, derecho que el Magisterio
rechaza, etcétera.
Eso
sí: a otros personajes más mediáticos que yo y que hablan en
nombre de la Iglesia católica, pues viven de esta, en lo
profesional, sí les permiten vía libre en foros como el citado Café
de Espacio; a mí, que en todo caso hablo a título personal, en modo
alguno oficialmente en nombre de la Iglesia universal, me dan con un
palmo en las narices. Por ende, extraigan ustedes sus propias
conclusiones; las mías, hace tiempo que...
Desde
luego, habiendo sido tan despectivos conmigo y con mi libro tales
plataformas culturales antedichas (muy jesuíticas y tales y cuales
ellas, muy progresistas, pero para mí que muy poco en sintonía con
el Magisterio...), cómo no agradecer a todos los muy diversos
colectivos socioculturales y a todas las personas que sí me han
mostrado alguna clase de interés y apoyo a la hora de la difusión
de mi reciente libro sobre la Iglesia católica; o mejor, sobre
algunas de mis experiencias con
la Iglesia católica. Aun a riesgo de poder olvidarme de alguien
-disculpas por adelantado, por si tal ocurriera...-, no puedo menos
que agradecer el trato que me han dispensado, digo hasta la fecha en
que redacto estas líneas, la gente de la Tertulia Pedro Marcelino
Quintana, el amigo Alejandro en su blog Kaoshispano,
el
Club de Prensa Canaria, el ya citado Ánghel Morales, la Casa-Museo
Tomás Morales de Moya (sobre todo en la persona de su responsable,
Mª Luisa Alonso), Marcelo Betancor y su asociación Acadehu, los
responsables de la Feria del Libro organizada por el Gobierno de
Canarias (tanto en Santa Cruz como den Las Palmas de Gran Canaria),
la Casa-Museo Colón de Las Palmas de Gran Canaria, el músico Blas
Sánchez y su equipo de entusiastas seguidores en Ingenio, el Círculo
Cultural de Telde, la periodista Dulce Mª Facundo (de ABC Punto
Radio Radio Las Palmas), David Hachuel y su equipo de colaboradores
del veterano programa radiofónico Antena Abierta, el Real Club
Victoria, y finalmente la Consejalía de Cultura y Festejos del
Ayuntamiento de Firgas. No se me esconde que el haber recibido al
menos una mínima muestra de interés y apoyo por parte de todas las
instituciones y particulares antedichos, en modo alguno significa que
comulgan o hayan de comulgar con las tesis de mi ensayo. Solo que
conmigo han puesto en práctica aquello tan caro del gran Voltaire:
“Estoy dispuesto a pagar con mi propia vida el derecho que asiste a
los demás a expresar sus particulares ideas, aunque yo mismo no las
comparta en absoluto”.
Teniendo muy en cuenta el tenor de este
pensamiento del genio de Voltaire, se comprende fácilmente hasta
dónde llega la incoherencia y la hipocresía de las plataformas
eminentemente jesuíticas que simplemente han pasado de mí y de la
causa de mi libro de marras.
De
modo que siendo así las cosas, ustedes comprenderán por qué
prefiero gozar del buen cine antes que prestarles atención a progres
y regres y oficialistas que sistemáticamente y a menudo tan
hipócritamente pasan de mí. O por qué prefiero seguir escuchando,
ya por quinta o sexta vez -he debido perder la cuenta- la canción
“Woodstock” de Crosby, Stills, Nash & Young -al tiempo que
otras de la mejor banda folk de las armonías vocales como “Dear
Mr. Fantasy”, “Our House”, “Suite: Judy Blue Eyes”,
“Helplessly Hoping”, “Teach Your Children”, “Wasted on the
Way...-. O por qué prefiero ilusionarme con visionar, en apenas unos
minutos, una estupenda película de factura un tanto indie
titulada
Once (una vez), estrenada
en el año 2006 yenseguida
premiada con importantes premios cinematográficos.
O por
qué prefiero el placer de escuchar a ese erudito canario del cine
que se llama Luis Miranda y también a algunos cinéfilos no menos
eruditos del grupo Vértigo ... O por qué me ilusiona mirar los ojos
de algunas de mis compañeras del grupito de teatro aficionado con el
que voy perdiendo mis aún altas dosis de miedo escénico... (Y luego
se seguirán quejando de que la gente ya no vaya a misa, de que la
gente ya no crea... Cuando lo realmente raro o increíble, el
auténtico milagro, es que siendo las cosas como son o están, aún
haya gente que crea y que siga yendo a misa...)
Un
teólogo
progre español -acaso el más destacado o dotado de entre todos
ellos y ellas-, tuvo a bien dar una breve noticia de mi humilde
persona en su blog. Lo cual le agradezco inmensamente: gracias,
hermano mayor en la fe, por tu buen gesto: sabes tan bien como yo, o
acaso mejor, que nada de lo que se hace por amor desaparece del
corazón inmensamente misericordioso de Dios. Pero Xabier Pikaza, que
es como se llama el susodicho, ulteriormente guardó silencio luego
de enviarle yo firmado un ejemplar de mi ensayo, en contra de lo que
él mismo me había prometido. (Desde luego, a autores como el muy
heterodoxo Juan José Tamayo, calificado hace años como arriano
por la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia
Episcopal Española, quien se está poniendo las botas o haciendo de
oro, por toda España y allende los mares con conferencias, artículos
en periódicos y libros defensores de la Teología de la Liberación
-o no, igual es un alma bella, un hombre muy solidario con los
pobres, etcétera-, sí que le hace publicidad en su blog el señor
Pikaza...) ¿Por qué? Casi siempre hube de pensar que tomó esa
resolución por causa de la pésima calidad de mi libro. En la
actualidad, no pienso así: mi libro es obvio que no es ninguna obra
maestra, es notoriamente mejorable -y lo será, gracias a Dios y a mi
paciencia de orfebre juanramoniana-, pero al menos sí que pone al
descubierto muchas componendas y maquinaciones que la progresía
católica -que Luis Fernando Pérez llamaría sin dudarlo
seudocatólica
o paraeclesial
o hasta herética;
yo no, yo no dejo de estimarlos pese a muchas cosillas, y que empero
en general, salvo honrosas excepciones, a veces es muy sectaria, al
menos conmigo, y está en horas bajas además, acorralada que se
siente en la propia Iglesia católica, etcétera- no va a consentir
tan fácilmente que se vengan abajo o queden al descubierto.
De
modo que como reconoce la propia experiencia de la vida, aquí
casi nadie hace nada por nadie...Vivimos
en una selva en la que el lema es “sálvese el que pueda”. Y por
desgracia la Iglesia católica, que debería ser un privilegiado
ámbito de libertad, fraternidad, acogida del otro, afecto, igualdad
y confianza -y que empero es aún así y más en no pocas de sus
manifestaciones, gracias a Dios-, con excesiva frecuencia reproduce
lo peor del mundo.
LUIS
ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO (profesor de Secundaria, militante
cristiano, escritor). Octubre, 2012, Islas Canarias.
Broche
final: como postre, una de las
versiones clásicas de “Supper's Ready”, de Genesis, para mi
gusto sin duda una de las cinco piezas más selectas de todo el rock
sinfónico, del rock sinfónico de todos los tiempos. Conozco una
versión del tema, nada desdeñable, del que fuera guitarra solista
de la banda, Steve Hackett, incluida en su disco doble Genesis
Revisited II (2012,
recién salido del horno). La
que yo facilito como postre, para mejor hacer la digestión tras la
lectura de mi artículo, es con el quinteto clásico de la banda
británica: Peter Gabriel, Phil Collins, Tony Banks, Mike Rutherford,
Steve Hackett.
Pero no, Teófilo, el drama es que persiste la crisis: camino de los cinco millones de desempleados en España, que se dice pronto. Y los políticos de todo pelaje y color (izquierdas, derechas y centros) pasándose la pelota unos a otros; o esa al menos es la impresión con que nos quedamos muchos ciudadanos de este país que, no obstante, éxitos deportivos en el deporte de élite está cosechando más que nunca: fútbol, baloncesto, balonmano, ciclismo, motociclismo, automovilismo, tenis, "futbolsala"...
El Dios que nos manifiesta Jesucristo no puede querer esta situación dramática, trágica para no pocos en nuestro país. De modo que el deber del creyente cristiano no ha de ser otro que el de intentar solidarizarse con todos los que sufren (ya sean parados, inmigrantes más o menos marginados, mujeres prostituidas, niños y niñas esclavos, represaliados por la injusticia de los hombres, personas si hogar, hambrientos y míseros de toda condición...).
Sin embargo, la duda que a menudo surge es ¿cómo en efecto solidarizarse con los que sufren, con los crucificados de la historia, con todos los cristos caídos de este mundo, con todos los que, como cantaba la vieja canción de Horacio Guaraní "Si se calla el cantor", no hay razón alguna para que estén sin manta con que abrigarse, sin techo, sin comida...?
Que Dios nos ilumine. Y la María del Magníficat, ese himno a la solidaridad liberadora de los pobres. (9-7-2010)
Una defensa de la oralidad o tradición oral como fundamento no solo de lo que suele llamarse cultura de los pueblos, sino también como imprescindible mecanismo de transmisión de conocimientos humanísticos y científicos de todo tipo y de muy considerable valor cognitivo o intelectual, una reivindicación de la memoria histórica, una reflexión sobre la necesidad de recuperar, conservar, recrear y amar el riquísimo legado de lo que comúnmente se conoce como cultura canaria, una brevísima consideración sobre la crisis de fe en la Iglesia católica actual, y asimismo un apunte final sobre la sed de infinito o sed de eternidad que creo subyace en un anhelo tan intensamente humano como es el de "desear amar para siempre a la persona amada", son los temas que abordo en esta reflexión que titulo "Apuntes dispersos sobre la oralidad y la memoria". "Apuntes dispersos" porque acaso se trate de un ejercicio reflexivo poco sistemático; de resultar así, en efecto, poco sistemático, no obstante confío en que al menos sí sepa suscitar inquietudes en el lector conducentes a ulteriores y probablemente mucho más fecundas consideraciones sobre los temas que apenas esbozo en estas líneas.
Meollo del artículo
He comenzar dando las gracias por el último número de la revista La Cantonera (La Cantonera nº 11, diciembre de 2010, año 11), órgano de expresión de la Tertulia Pedro Marcelino Quintana. Fiel a su vocación fundacional o primigenia de bucear ( margullar, mejor el canarismo) en la historia local aruquense, este número me parece magnífico: el habitual artículo, funcionando como pórtico de entrada, como seña de identidad de la revista, del recordado sacerdote y cronista que fuera de la ciudad de Arucas, D. Pedro Marcelino Quintana Miranda (artículo inicialmente publicado el 21 de febrero de 1930 en el desaparecido El Defensor de Canarias, periódico de inequívocos ecos decimonónicos); y en fin, como no podía ser de otra forma, las habituales secciones de la revista ("Ora et labora", "El riego de los poetas", "Noria Literaria", "La Cascada"...).
De entre esas secciones de La Cantonera, querría destacar una, a saber, "Nombres Propios", para, inspirándome en ella, fecundar esta reflexión. Cosa que trataré de hacer incorporando algo así como "motivos de mi propia memoria personal". O dicho con D. Miguel de Unamuno, eximio visitante de algunas de nuestras islas en los primeros compases del siglo XX: "Aspectos y momentos de la intrahistoria". No en balde, la Historia, escrita así con mayúsculas, no solo la van determinando o decantando los grandes acontecimientos (guerras, pactos entre naciones, alianzas entre Reinos y Coronas...), sino que se va gestando, y va siendo parida, sin prisa, como sin pausa, por todos esos infinitos o innúmeros momentos de vida anónima de los pueblos. A lo largo y ancho de los siglos. Aquí, en este pequeño rincón del planeta Tierra llamado Arucas, como también en Pekín, en todo Perú, en la ciudad de Montevideo, fundada hacia el siglo XVIII por inmigrantes canarios...
Veamos. A poco de hacerme con un ejemplar del último número de la revista, cae el susodicho en manos de mi madre, vecina de Arucas de siempre y que cumplirá, Dios mediante, 70 años en mayo. Enseguida descubre mi progenitora la semblanza incluida en la sección "Nombres Propios", a cargo de la pluma del actual cronista oficial de nuestra ciudad de Arucas, el señor D. Pablo Policarpo de Jesús y Vélez de Quesada. Y comienza a emocionarse ella mi madre -me quiero suponer que al igual que tantas personas vecinas de Arucas, lectoras de la revista La Cantonera- tirando de la madeja de los recuerdos.
Mi madre conoció al glosado maestro aruquense Juan Manuel González Santana, alias el Mai . Pero sobre todo inundó su memoria el recuerdo de la madre del llorado maestro J. Manuel González. Mi madre había conocido de pequeña a Mariquita, que así era conocida por muchos la madre del maestro apodado el Mai, una señora que pasó a vivir, según he sabido también por la tradición oral, además de por los apuntes que deja caer en su artículo Pablo de Jesús, a La Hoya de la Campana, en la zona conocida como Mayordomía de la Marquesa de Arucas. Ella, desde recién casada, se había ido a a vivir al recoleto caserío de El Puesto Escondido.
He escrito con cursivas recoleto aplicado al caserío conocido como El Puesto Escondido porque me parece un acierto del cronista oficial de Arucas, el señor Pablo Policarpo de Jesús, el aplicar tal adjetivo a ese conjunto de casas, pequeño y en efecto recoleto y escondido vecindario que supone una conexión, vía atajo, entre el también secular barrio de El Cerrillo y La Montañeta, a través de esa vecindad de casas conocidas como La Carretera Nueva. Y porque quiero tirar de la madeja de la memoria yo que escribo, esto es, ir al encuentro de esos "motivos de mi propia memoria personal". Para concluir o confirmar que en efecto el recoleto conjunto de casas conocido como El Puesto Escondido transmite algo así como una calma impresión de tiempo detenido. Si uno accede a él a través de la entrada de El Cerrillo, situada muy cerca de la ermita del Calvario (puesta bajo la advocación del Cristo de la Salud, edificación de principios del siglo XVIII), se encuentra con algunas casas viejas y con una cantonera no descubierta. Pararse delante de la vetusta puerta de esa cantonera y escuchar el murmullo del agua corriente, para mí que inevitablemente lo debe transportar a uno a un pasado no tan pasado, no tan remoto, en el que la agricultura era la ocupación principal de los vecinos de la zona, y aun de toda Arucas, no en balde celebrada por la fertilidad de Las Vegas, Hoya Aríñez...Y no en vano el municipio de todo el Archipiélago que hace un puñado de décadas llegó a contar con la mayor superficie cultivada de plataneras: los de mi generación aún recordamos, sin duda, en años de nuestra infancia, cuando Arucas era sencillamente un mar, intensísimamente verde, de plataneras.
Un mar de plataneras -pulso de nuevo la tecla de la memoria-: miles de jornaleros arreglados con la indumentaria típica compuesta de ropas manchadas de la sabia de la platanera, cuchillo canario o naife ceñido a la cintura, en algunos casos me parece recordar que no entre el cinto y la cintura sino entre el fajín y la cintura... En fin: todo ese tiempo de masiva utilización de bestias para el transporte humano y las faenas del campo (incluidos los dromedarios, subespecie canaria ya hoy día reconocida, también con relativa abundancia en el sur de Gran Canaria y de Tenerife, no solo en Lanzarote y Fuerteventura), tiempo de cho Bartolo y cha Josefa que ya casi ha desaparecido del todo en nuestra realidad canaria actual y que, si lo queremos recuperar y celebrar, hemos de irlo a buscar a la tradición oral, que aún perdura, a la llamada memoria histórica, al folklore, al costumbrismo canario inaugurado por autores como los hermanos Luis y Agustín Millares Cubas -en realidad, antes por el padre de estos, el eximio Agustín Millares Torres, historiador, novelista y músico compositor-, Ángel Guerra, Benito Pérez Armas, o Miguel Sarmiento.
De modo que sí: delante de la vetusta puerta de la cantonera de entrada a El Puesto Escondido, dejándose sorprender por el murmullo corriente del agua embalsada, no me parece posible resistir la tentación de pensar en lustros, décadas, siglos pasados incluso, en los que Arucas fue soberanamente pródiga en la agricultura y en cuanto a ella estuviera ligado: acequeros, aguadores, jornaleros, ganaderos, pastores... Estos y otros muchos oficios, ligados todos al sector primario de la economía.
Asimismo, acceder al barrio aruquense de La Montañeta a través del atajo de El Puesto Escondido, se me antoja que también como que inevitablemente ha de conectar a uno con un tiempo pasado en el que las carreteras hoy día transitadas por vehículos a motor, acaso en gran cantidad, no importaban tanto, no eran esas vías imprescindibles que son hoy, de manera que los caminos reales, los caminos rústicos o de herradura, y en general cualesquiera atajos entre pueblo y pueblo, caserío y caserío, vecindad y vecindad, importaban más para las personas; y para los burros y otras bestias utilizados en las labores del campo y como medio de transporte humano y aun de carga. Desde la distancia de los años y sin haber vivido quien estas líneas escribe en el corazón de esa vida rural sino más bien habiéndola conocido a través de muchos aspectos de la misma, sentimos que ese tiempo debió estar afectado por montañas de problemas e injusticias (caciquismo, pobreza, miseria, incultura, falta de higiene personal y colectiva, deficiencias sanitarias, falta de infraestructuras ciudadanas de todo tipo, fuerte estratificación social, clasismo, superstición, comportamientos de imperioso convencionalismo social y aun hipócrita...); pero a la vez se nos aparece como que debió ser un tiempo densamente humano, en el que las prisas apenas debían existir; por ejemplo, la urgencia de tener que coger el coche para estar en media hora en el mismo lugar en el que hace cien años se tardaba en llegar dos, tres, cuatro horas, o tal vez más. Sin duda, se caminaba más por necesidad. Verbigracia, tratemos de imaginarnos un día laboral por la zona aruquense conocida como Las Vegas, pongamos hace medio siglo: alpendes, trasiego de cuadrillas de labradores, jornaleros, ganaderos, mujeres cereto en mano o cesta de mimbre a la cabeza... Hoy día, como cosa impensable hace apenas esos cincuenta años que proponemos, también hay trasiego de docenas y docenas de personas por la zona, solo que ni van ni vienen de las labores del campo: van y vienen de caminar o para caminar por la avenida conocida como Avenida del colesterol. Para caminar por gusto, por ocio, por estar sanos con el ejercicio físico... Para nuestros abuelos, el ejercicio físico quedaba de algún modo garantizado por la muy esforzada jornada de trabajo, aún en ese tiempo heredera de la jornada laboral ejercida de sol a sol, o incluso aún jornada de sol a sol; impensable, así pues, para la mentalidad de ese entonces, la conversión de Las Vegas en una zona de paseo deportivo.
Volviendo a la zona conocida como La Hoya de la Campana, en que vivió la madre del maestro J. Manuel González Santana, sujeto de la glosa a cargo del cronista actual de Arucas, y sobre todo tirando nuevamente de la madeja de la memoria, de la fuente dormida de mis recuerdos, mi memoria me lleva a una infancia en la que, muy episódicamente, veo a un grupo de chiquillos del barrio de La Montañeta (modesto barrio cuyo origen poblacional-fundacional debe sin duda estar muy ligado al cultivo de la cochinilla en Arucas hacia la segunda mitad del siglo XIX) llegarse hasta las fértiles fincas de la zona a que nos referimos y volver con el premio de trozos de caña de azúcar o caña dulce. Hoy día, ni rastro de la dulcísima caña de azúcar queda por la zona; en Arucas, únicamente unas mínimas fanegadas se dedican aún, tengo entendido, a cultivar caña de azúcar en la zona conocida por Las Vegas, producción destinada a rones añejos en la propia Destilerías Arehucas. Y pensar que entre las fotos familiares guardamos una, fechada lo más probable sobre la primera mitad de la década de los cincuenta del siglo XX, en la que aparece mi padre junto a sus padres y varios de sus muchos hermanos en una instantánea que inmortaliza el cultivo y la zafra de la caña de azúcar en la zona de Padilla, en Firgas...
Contemplados los hechos de mi infancia aludidos desde la perspectiva que otorgan 35 años transcurridos, calculo aproximadamente, año arriba año abajo, saco una conclusión: yo y los ya jóvenes maduros de mi generación (segunda mitad de los años sesenta) puede que pasemos a ser algo así como una pequeña parte de los últimos testigos de los coletazos finales de la cultura agrícola y rural en Canarias. Admito que lo que digo puede sonar o parecer exagerado, acaso pretencioso e, incluso, incierto. En realidad, lo que estoy queriendo plantear es que la llamada civilización científico-técnica (era de la información, sociedad del conocimiento, etcétera) está suponiendo, al menos en Occidente, la génesis de una nueva etapa civilizatoria caracterizada por el carpetazo o estocada final a la precedente cultura campesina, con todo lo que esta suponía o implicaba. Vamos, que estamos ante un evidente cambio de era.
Incluso en la Iglesia católica manifiesto ese cambio de era: de la promoción de militantes, única razón de ser de toda evangelización posible, se viene pasando, desde hace lustros, a la predilección por toda suerte de burócratas y espiritualistas desencarnados que, incluso -lo cual es tan vergonzante como patético- a menudo profesionalmente viven gracias a la Iglesia católica misma, pero "sin dar el callo", sin compromiso apostólico o militante alguno. Si bien, a decir verdad, el cambio de era manifiesto en el seno de la Iglesia católica es obvio que no se refiere, ni modo, como dicen en México y en amplias zonas de Centroamérica, exactamente a ese dejar el arado y la yunta de bueyes, pongamos, por el tractor; el cambio de era operado en el seno de la Iglesia universal es consecuencia directa de la espantosa crisis de valores que ha traído consigo el heterogéneo movimiento -no siempre o en todo negativo- conocido como postmodernidad. La postmodernidad es hija de la civilización científico-técnica, de la era de Internet, y como tal aparece en una etapa de la humanidad que trata de arrumbar todo lo que suena o huele a cultura campesina. Sin embargo, repito: la debilidad actual de la fe en el seno de la Iglesia católica, detectable hasta por los que ni ven ni oyen, muy cierto es que no es consecuencia directa del abandono del campo y la ruralidad existencial, sino consecuencia de haber ido dejando colar en el seno de la Iglesia universal el secularismo, es decir, el espíritu del mundo contra el Evangelio, o el ideal de familia burguesa frente o contra el ideal de familia cristiana militante abierta a la solidaridad desde la vivencia de una espiritualidad conyugal o de conversión y la apertura a la vida (traer hijos a este mundo). De modo que henos aquí adonde quería llegar: no llego a plantear, como sí planteara en su siglo el genial filósofo personalista ruso N. Berdiaev (1874-1948), que esta crisis civilizatoria debe ser superada volviendo los ojos a la Edad Media; sin embargo, esta crisis civilizatoria en general y la patética crisis de fe que asola la Iglesia católica en particular, pueden, a mi juicio, comenzar a ser superadas recuperando los viejos valores que se han ido perdiendo: apuesta por el misterio, recuperar la pregunta por Dios, seguir apostando por la solidaridad, por el ser frente al tener, por modos de vida amicales, fraternos y sencillos frente a las vorágines maquinales y despersonalizadoras del consumismo... Y claro, en ese movimiento de búsqueda de recuperación de todos esos valores que se han entre debilitando y perdiendo, el volver los ojos a nuestras raíces enterradas entrañablemente en la entraña del Pueblo, en absoluto viene mal sino justo lo contrario.
Abundando en lo dicho en el párrafo precedente, cierto que ni la agricultura ni el llamado sector primario productivo o económico "en su conjunto" o de forma global (pesca, agricultura, ganadería) van a desaparecer de Occidente, y menos de Canarias, archipiélago atlántico históricamente supeditado al sector primario, antes de que inglesas soñadoras como Olivia Stone y otras se llegaran a estos rincones, inicialmente a Las Palmas de Gran Canaria y al Puerto de la Cruz, en Tenerife (años iniciáticos del nacimiento o despegue del turimso en Canarias, hacia la segunda mitad del siglo XIX) ; pero sí que ha sufrido una transformación tal que "parece otra cosa". Esto es, cultivar la tierra sigue siendo esencialmente lo mismo que fue hace miles de años en pleno Neolítico, cuando el hombre descubre la agricultura y, con ella, la necesidad de establecerse de forma sedentaria, más allá del nomadismo, al tiempo que con los productos del campo "descubre" asimismo la propiedad privada; sin embargo, entre cultivar la tierra con instrumentos como el arado y una yunta de buelles y arar la tierra con tractor y utilizar plaguicidas... En fin, a buen entendedor... Con todo, no podemos obviar la emoción "romántica y de la tierra" que nos produce la sola contemplación, excepcionalmente aún en nuestros campos, de una yunta de bueyes en plena faena de arado de los terrenos de cultivo: es una emoción que, aunque la hayamos sentido una y cientos de veces, nunca cansa, nunca ahíta, porque se trata de una emoción radical y esencialmente humana; una emoción que es como si nos quisiera devolver al origen del que somos. Al polvo del que venimos.
Volviendo a la emoción de mi madre por "culpa" de la lectura del artículo de la sección "Nombres Propios" en La Cantonera nº 11, y además retomando mis propias impresiones de la lectura de ese trabajo -como ya sabemos, impresiones que son fruto del manantial de mis recuerdos, frutos de mi mirar hacia mi propia intrahistoria y hacia mi propia percepción del paso del tiempo-, quiero constar por escrito que el haber tenido conocimiento de la madre del glosado J. Manuel González Santana, a cuya casa en La Hoya de la Campana mi madre acudía de pequeña a comprar queso, me puso inmediatamente en contacto con un episodio de mi infancia, esto es, con uno de esos innúmeros episodios anónimos que, como ya he tenido ocasión de reconocer supra, van conformando el perfil de los pueblos, la vida misma, el devenir de la Historia con mayúsculas. Me quiero referir a la impresión que me produjo el haber alcanzado a conocer a la abuela de un tío político mío, la cual, según mi madre, fue muy amiga de la madre de J. Manuel González Santana. (No sé si ya se han dado cuenta, amables lectores, de que estoy contando sobre lo sorpredente que es plantear que aún viven muchas personas que trataron a mujeres que, de vivir, tendrían entre 120 y 130 años; y más, lo "increíble" de que yo mismo, que tampoco soy tan viejo, pues pertenezco a la generación de los nacidos en la segunda mitad de los celebrados años sesenta del siglo XX, llegué a conocer en mi infancia a varias de esas personas, ya muy ancianas cuando yo alcancé a conocerlas.) Así, recuerdo con nitidez varias veces en que, en compañía de ese tío político mío llamado Antonio Pérez, natural de El Cerrillo, entré en la habitación de aquella vieja. Como si de repente hubiera retrocedido en el tiempo, 50, 80, 100 años, o acaso más, sigo teniendo muy presente esta impresión que diré: me parecía estar viendo a una anciana convertida en una especie de endeble y muy añosa, ajada muñequita, tapadísima hasta el cuello en la cama y que casi ni hablar podía.
Algunos lustros más tarde, acabaría asociando la visión de aquella vieja, guardada a buen recaudo en mi memoria -la memoria es selectiva, afirman: tiene tendencia a seleccionar aquello que fue amado, celebrado-, a la imagen que bien podía forjarme yo mismo de uno de los más emblemáticos y fundacionales personajes femeninos de la genial Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez.
Abundando en este mismo tipo de visiones, idéntica impresión me produjo el haber alcanzado a conocer -como ven, tirar de la madeja de los recuerdos...-, esta vez en compañía de mi padre que en gloria esté, a uno de mis bisabuelos paternos, un campesino de Firgas, como miles de campesinos para la posteridad anónimos, llamado en el siglo Manuel Cabrera. Antes o después de conocerlo en persona, mi padre recuerdo con precisión que me aseguró en varias ocasiones que su abuelo Manuel Cabrera había cogido 18 años del siglo XIX, ¿o eran 20? Por ahí. Cuando yo lo conocí, en la década de los setenta, yo podía rondar los 10 años, puede que menos, y ya pasaba él de los 90 y hablaba con una voz cavernosa que a veces parecía un hilo de voz y otras, un conato de vozarrón. Esto lo tengo grabado en lo más recóndito de mi memoria.
Mi bisabuelo Manuel Cabrera puede que naciera -me bastaría para afirmarlo con total exactitud, proceder a algunas pertinentes consultas familiares- antes de la fundación en Arucas de la fábrica de ron Destilerías Arehucas, en aquella época finisecular del siglo XIX en la que la economía canaria sufría los rigores de la crisis de la cochinilla, que en Arucas trató de resolverse, al menos parcialmente, con una vuelta al cultivo de la caña de azúcar, que tanto esplendor había dado a las Islas en el siglo XVI, a Gran Canaria misma, al precio de "irse cargando" irremediablemente la famosa Selva de Doramas: poco menos de un 1% de la superficie total que se calcula debió alcanzar en la Tamarán aborigen esa mítica selva, es lo que hay hoy día en Los Tiles de Moya, aproximadamente 67 hectáreas, patria chica del inmortal Tomás Morales, quien no pudo sustraerse a la elegíaca emoción de cantar la pérdida de ese mítico espacio natural de la isla de Gran Canaria. Pero comoquiera que sea o fuere ese dato fundacional de la fábrica de ron aruquense, ese mi bisabuelo Manuel Cabrera, a quien yo alcancé a conocer, si bien no traté prácticamente nada (alguna esporádica visita que otra a su casa y para de contar), aunque hubiera nacido al tiempo en que se fundaba la actual Destilerías Arehucas, o incluso hubiera nacido un año después, o dos o tres, ese mi bisabuelo, ya digo, perteneció a la misma mentalidad de los hombres y mujeres que conocieron, donde ahora está la fábrica de ron y la nueva rotonda de entrada a Arucas por la vieja carretera de Arucas a Bañaderos, la era que ahí debió haber y que hoy seguimos conociendo como era de san Pedro.
Esa ermita de san Pedro, que hace medio siglo o quizá algo más sirvió de herrería, según nos cuenta la tradición oral, y que en los años actuales sirve de escenario para que los miembros de la Tertulia Pedro Marcelino Quintana organicen sesiones de música y de poesía, hace 130 años era mirada por toda suerte de campesinos, labriegos, jornaleros y demás oficiantes de la tierra y del sector primario, que lógicamente nunca pudieron alcanzar a imaginar que a principios de este abril de 2011 yo que escribo estaría pensando en sus rostros y vidas desconocidos para mí. Como tampoco me es posible imaginar a mí cómo serán las vidas y los rostros de los vecinos aruquenses del año 2125, pongamos -si es que el mundo no va a su autodestrución, cosa en la que cada día que pasa parece haber más personas que se empeñan en creer-.
En fin, la madeja de los recuerdos...
De entre los cuales, de varias lecciones posibles querría dejar constancia de esta: ¿Cómo resignarse a aceptar que, ya una vez muertas, todas las personas que hemos amado en vida han desaparecido para siempre, desintegradas en una solución de nada o polvo cósmico, porque no existe sino esta vida, y porque no hay eternidad, siendo todo solo materia corruptible?
Cierto que el gran filólogo, crítico literario, poeta y sabio humanista Dámaso Alonso se resistía a creer, planteando paradojas como esta que solía repetir hacia el final de su vida: "Cuando uno llega a la vejez y ya ha comenzado a experimentar en su cuerpo los estragos, achaques y desgastes propios del paso del tiempo, comienza a sentir el fuerte deseo de experimentar que Dios existe... aunque positivamente crea estar convencido de que Dios no existe". Pero yo aún prefiero la compañía del gran filósofo francés Gabriel Marcel, para concluir que la conformidad con la finitud es contraria a la dinámica del amor humano, pues todo lo verdadero busca la permanencia, la eternidad, la prolongación en el tiempo -que dijera nada menos que el mismísimo F. Nietzsche-, puesto que, como sentenciera el susodicho Marcel, amar a alguien conlleva decirle a la persona amada: "Mientras yo viva, tú no morirás".
Conclusión
El inconmensurable Jorge Luis Borges imaginaba que el cielo debía ser una inmensa biblioteca, él que gastó sus ojos sobre el blanco y negro de miles de libros. A mí, que me sigue encantando leer, que me apasiona el mundo de los libros, me gusta más la idea -aunque abrigo dudas a veces, lo confieso: la principal acusación contra Dios sigue siendo la como omnipresencia presencia del mal en el mundo, la enfermedad, el dolor, la injusticia y la muerte en el mundo, solo que como sin Dios el misterio de esas iniquidades tendría la última palabra triunfante...- de figurarme que el cielo es la oportunidad de ver la gloria de Dios al tiempo que se mantienen conversaciones sin pausa pero sin prisa con todos los hombres (en vida, mujeres y hombres, niños y niñas) que hayan sido. Por ejemplo, hablar con el elegiaco poeta romántico canario pero de origen italiano José Benito Lentini, de vida brevísima, 27 años (como muchos escritores y artistas románticos, que o se suicidaban o morían de tuburculosis), sobre cómo era la vida en Las Palmas de Gran Canaria que él conoció en la primera mitad del siglo XIX y en la isla de Tenerife a la que marchó a vivir (murió en Tegueste, ese curioso municipio tinerfeño que no limita más que con otro municipio...). Departir con los pescadores canarios que, procedentes del sur de la isla de Gran Canaria, se llegaban a pescar hasta la playa de Las Canteras y la Bahía de Las Isletas, bordeando la costa sureste de la isla, hace siglos. Conocer las razones por las que las harimaguadas se retiraban en retiros solo interrumpidos por baños que se daban en el mar, ¿rituales de purificación? Conocer de su propia voz, de la voz del valeroso luchador indígena canario Doramas ("Addur amas", en lengua amazig aborigen), si verdaderamente se estaba dando baños de mar en algún lugar de la costa norte de Gran Canaria, donde tantas veces yo mismo me he bañado, cuando justo le comunican que las tropas invasoras castellanas se acercaban, a través de barrancos (los actuales de Tamaraceite y Tenoya, entre otros) a la prehispánica Arehuc desde el ya fundado El Real de Las Palmas, a la sombra o margen derecha del Guiniguada. O conocer sin lugar a dudas si en el siglo que le tocó vivir la santa y mística Juana de Arco padeció esquizofrenia, muchos siglos antes de que el socialista místico y converso cristiano Charles Peguy se ocupara ensayísticamente de ella, y el genial K. Theodor Dreyer la inmortalizara en el cine, en una de las joyas indiscutibles del séptimo arte. Y así por toda la eternidad.