[A
solo un día de su 92 cumpleaños, “nos dejaba” -que diría esa
auténtica enciclopedia humana del jazz llamada Juan Claudio
Cifuentes, Cifu
para
los amigos- ese gran pianista del jazz que se llamó Dave Brubeck
(6-12-1920/5-12-2012). Sagitario, como un servidor, su memoria ha
quedado inmortalmente asociada al cool
jazz, sobre todo al West
Coast
jazz, a un buen número de estándares, y a una fidelísima
colaboración con el saxo alto Paul Desmond (25-11-1924/30-5-1977),
desde el Dave Brubeck Quartet. Fiel colaboración musical que remite a otras tantas ilustres habidas en el mundo del jazz; verbigracia, la aún más longeva y fecunda establecida entre Duke Ellington, el gran Duke, y el saxo alto Johnny Hodges.
Con Paul Desmond, sí, quien precisamente habría de ser el compositor de, acaso, la pieza
jazística más conocida o celebrada del cuarteto: el fulgurante 5/4 “Take Five”. Que es la que
voy a ofrecer como aperitivo o tentempié antes de la “comida”
principal que ha de ser este artículo, que subo a mi blog hoy 31 de
diciembre de 2012, y que en su momento apareció en algunos medios de
comunicación digitales. Aún en plenas celebraciones navideñas, más
de un aspecto del artículo es de plena actualidad, entiendo, en
estas fiestas y en estas fechas de crisis que no cesa.]
“Del
borrico fundacional a las corruptelas administrativas y financieras”
Hace
algunos años, justo a las puertas del estallido internacional de la
crisis que ha convertido a España -y no precisamente por arte de
birlibirloque- en el país europeo con la más alta tasa de paro, me
vi forzado a trabajar, durante un semestre, como peón de la
construcción, aunque mi profesión normal sea, o haya sido, la de
profesor de Secundaria. Experiencia de kénosis, mundo obrero; en
fin, todo eso.
Recuerdo que el oficial “ a quien yo servía como peón” (notablemente iletrado, cosa por lo demás común en el mundillo o sector de la construcción, en el que aún es fácilmente perceptible el secular anticlericalismo obrero), solía replicarme, en plan sorna, seguro que por ser conocedor él de mis inquietudes religiosas: “Y piensa que empezaron hace 2.000 años con una burra...”
Me
hacía gracia siempre su comentario, que tenía desde luego muy a
mano, permanentente en la punta de la boca -como compartiendo
“escenario” con cigarros apagados en la comisura de sus labios,
costumbre típica de nuestros abuelos y bisabuelos canarios...-. Era
desde luego su respuesta preferida cada vez que surgía, por hache o
por be, cualquier asunto relacionado con la Iglesia católica. Como
si no supiera más teología que esa, que la del borrico y la de
tratar de hacer bien su trabajo de albañil...
Ciertamente,
no es tan simplona como a priori podría parecernos la socorrida
sentencia del que fuera “mi oficial albañil”. En efecto: la
Iglesia católica comenzó siendo una secta marginal desgajada del
tronco común del judaísmo y hoy, empero, ha devenido realidad
universal
que incuba en su seno tremendos casos de corrupción administrativa y
financiera acojonantes.
Como
los que acaba de destapar un curial monseñor italiano, Carlo Maria
Viganó, hace apenas unos meses exsecretario general de la
Gobernación (Governatorato) y en la actualidad, luego de ser
fulminantemente
removido de su anterior cargo, nuncio del Vaticano en EE.UU. Según
ha trascendido a medios de comunicación de todo el mundo en esta
aldea global en que el planeta se ha convertido merced a la
revolución tecnológica mediática, el arzobispo Viganó denuncia
“corruptelas y privilegios” en la gestión y administración de
los Museos Vaticanos, entre otras “lindezas” denunciadas.
Ciertamente,
más allá de tomar decidido partido por la verdad contenida en la
denuncia del arzobispo Carlo Maria Viganó, o por la posición del
salesiano también italiano Tarcisio Bertono, cardenal secretario de
Estado del Vaticano (es decir, más allá o más acá de creer que
esas corruptelas ahora denunciadas efectivamente se han dado), a
nadie medianamente informado se le esconde -ni siguiera a “mi ex
oficial albañil”, que tanto gustaba de hacer la gracieta del
borrico de Jesús en su entrada en Jerusalén- que en la Iglesia
católica no todo es trigo limpio -porgue hay “mucha cizaña
institucional”- y que no es oro todo lo que reluce, nunca mejor
dicho esto último ahora que nos ocupamos en este artículo de esas
sucias y corruptas martingalas en la administración de los Museos
Vaticanos, entre otras operaciones ilícitas.
De
ahí que estos días haya pensado a menudo en aquel “y hace 2.000
años comenzaron con un borrico”... Obviamente, no se trata de
negar el curso de la historia, la evolución normal de la humanidad,
el curso de la civilización con todos sus avances tecnológicos,
pero sí de reivindicar lo que podríamos llamar “el espíritu del
borrico”. Frente a los bastardos intereses mundanos, la sencillez y
simpleza de vida que emanan de tomarse en serio el Evangelio, “sin
aditamentos ni recortes”, como quería el poverello
de Asís.
Y
de paso, preguntarnos una y todas las veces que sean necesarias si
noticias como esta, insisto en que más allá acusaciones
particulares a Fulanito o a Menganito, no estarán sobre todo
poniendo de manifiesto al mundo entero, urbi
et orbi, la realidad
de que en la Iglesia católica actual tal vez haya mucho estómago
agradecido, mucho trepa, mucho figurón amigo de la buena vida, mucha
mediocridad, mucho nepotismo, mucha pobreza espiritual...
Cualquiera
que vaya a ser el resultado final de esas denuncias curiales contra
esos nuevo casos de probable corrupción administrativa y financiera
en el Vaticano, además nepotista y materialista -sí,
“materialista”, muy materialista, pese a que los jerarcas de la
Iglesia católica suelen denunciar los estragos del materialismo de
“fuera de la Iglesia”, obviando el muy abundante que se da de
puertas para adentro-, el mundo obrero, el borrico, los parados (en
España, sobre los 5.200.000 ciudadanos, que se dice pronto), los
marginados que tampoco van a misa los domingos y fiestas de guardar,
etcétera, uno piensa que pese a todo su pecado personal o
precisamente gracias a él, puede que estén más cerca del corazón
del Señor que tantos monseñores que... Que tantos monseñores que,
desde luego, no sé si por estar consagrados
a Dios o por qué,
¿acaso conocen en carne propia lo que es el drama del paro? ¿Conocen
la angustia que supone ir de puerta en puerta tocando en busca de
trabajo y empero regresar a casa, cabizbajo un día sí y otro
también con las manos vacías? Cómodamente instalados no pocos en
sus palacios episcopales, ¿se patean la calle?, ¿le toman el pulso
a la convulsa realidad...? Si la respuesta es la que me imagino es,
no me extrañan en absoluto la actitud y la opinión que con respecto
a la Iglesia católica perseveran en mantener ciertos ateos
intelectualmente muy sólidos, lúcidos...
Ojo
(advertencia final): planteo, en el antepenúltimo párrafo final,
que “puede que sea”, no lo sé ni querría entrar a juzgar...
Solo que lo del propio Jesús está clarísimo: “Los publicanos y
las prostitutas os llevarán la delantera en el Reino de los Cielos”
(Mt 2, 3lb-32). El Evangelio, siempre desconcertante, siempre
desestabilizador.
Enero,
20l2. Luis Alberto Henríquez Lorenzo.
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