Olga:
Buenos días desde España; buenos días sin el “doña”, permítame, que es una forma más propia de un portal como este.
Yo debo ser un tipo raro: puteado a tope por la canallesca y miserable hipocresía eclesiástica, especialmente desde mi diócesis de origen, y empero sigo queriendo ser fiel al Magisterio. Lo debo haber reconocido en Atrio más de 25 veces, calculo. Una pasada; habré aburrido a todo quisque con mis cuitas. Pero es así; por lo cual tengo amigos que ya no dudan: “Tú es que eres medio bobo”, no dudan en decirme, "cualquiera por menos de lo que te han hecho a ti, los habría mandado ya a la mierda”.
Será. Pero esta extraña fidelidad mía a la Iglesia ahí persiste. Y no crea usted, Olga, que no me preocupa a mí mismo: estoy convencido de que del muy grave retraso profesional, económico, anímico y afectivo de mi vida, no son solo culpables mi ingenuidad idealista, mi gilipollez incauta, más la crisis económica que nos golpea sin piedad, sino muy especialmente esa canallesca y miserable hipocresía eclesiástica a que me vengo refiriendo. Como ve, no ahorro adjetivos descalificadores que a más de uno sorprenderán, molestarán y hasta escandalizarán. Y que a los hipócritas eclesiásticos que los han propiciado igual les lleva a la hipocresía de recomendarme -luego de haber pasado de mí mandándome a la mierda, a la papelera de reciclaje-: “Paciencia, mi niño, Dios te ama, serenidad, son pruebas que te manda el Señor”…
Hipócritas, capaces de tragarse un elefante y colar un mosquito. Hipócritas, capaces de haber convertido la Iglesia en una suerte de recinto de mercaderes…
Olga, ahora el PP reformará la Ley del aborto, y los obispos exigirán aún más reformas en esa ley, porque lo que desean es aborto cero. Y mientras desean aborto cero, seguirán “haciendo de las suyas” apuntalando privilegios de la Iglesia: en sanidad, educación, fiscalidad…
Y yo seguiré estando en contra del aborto y a favor del “buen hacer” del papa Francisco, a la vez que no dejaré de reconocer lo hipócritas y ruines que han sido para conmigo algunos de esos eclesiásticos a los que se les hace la boca agua denunciando el aborto y denunciando esto y lo otro, al tiempo que se comportan de manera mezquina y hasta cínica.
Con lo cual no habrá más remedio que seguir jodiéndose uno. O hacer como hace usted y como hacen tantos y tantas que pasan por Atrio: situar por encima de cualquier otra instancia la primacía de la conciencia y también una cierta primacía del pensamiento libre, del libre pensamiento. Yo, tentado a hacerlo -lo confieso, sobre todo tras haber conocido cómo se las gastan muchos eclesiásticos, cuán poco humanos y misericordiosos pueden llegar a ser, todo lo contrario a Cristo Jesús-, sin embargo no puedo. Acaso porque desde mi más tierna infancia he estado vinculado a la Iglesia, a las faldas de los curas (literalmente, pues muchos en mi infancia aún llevaban sotana y había que besarles la mano, etcétera), y mi mente ha sido amoldada desde entonces… No sé.
Buen día.