El aborto ciertamente no, pero la anticoncepción está muy extendida, a la hora de la verdad (es decir, en la práctica de la sexualidad humana), en el Pueblo de Dios.
La doctrina de la Iglesia la rechaza, pero por lo común los fieles católicos hacen caso omiso de tal prohibición. Este es un secreto a voces que los pastores conocen, sin duda, y ante el cual no sé qué estrategias pueden estar planteando, pues lo cierto son los hechos que cantan: la mayoría de los fieles católicos en edad fértil pasan de las normas sobre moral sexual de la Iglesia.
(Como en tantas otras ocasiones he querido reconocer o denunciar, no parecen ser fieles a esa exigente doctrina ni los que, en lo profesional, viven de la Iglesia católica: facultades de teología católicas, escuela católica, cuerpo docente de Religión católica en la escuela pública... Y entretanto a mí, que soy capaz de denunciar esta situación -por despecho, odio, resentimiento y rabia, apostillan no pocos-, habiendo renunciado a un trabajo por idealista y por ingenuo tras mi ingreso en el Seminario Diocesano de Canarias, y habiendo sido invariablemente militante cristiano fiel al Magisterio desde mis escasos 20 años hasta la actualidad de mis 46, y teniendo una cierta formación intelectual interdisciplinar y creyendo en el matrimonio cristiano militante -acaso una de las causas de no haberme podido casar: es muy difícil en España encontrar una mujer joven que realmente esté dispuesta a fundar una familia católica de verdad, según la fe de la Iglesia-, en la Diócesis de Canarias me han pagado con la más despectiva de las indiferencias.)
En fin.
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