A ver, monseñor Mühler: no soy tan tonto ni tan desinformado, de modo que creo saber que en no poca medida autores como Juan José Tamayo no estarían tanto en la línea buena y eclesial de la Teología de la Liberación que usted señala cuanto sí en la vía equivocada.
Pienso ahora en la benedictina Teresa Forcades, cuya fe solo Dios conoce y a mí en modo alguno me compete poner en solfa. Mi coetánea Teresa también parece apartarse de buena parte de esa Teología de la Liberación buena, solo que me gustaría estar entre los que se empeñan en tratar de aprehender también lo que hay de bueno en su reflexión teológica, esto es, en lo que hay de buena Teología de la Liberación en la trayectoria humana e intelectual de la médico y monja catalana.
De todas formas, ya que usted se ha pronunciado al respecto, monseñor Müller, el Pueblo de Dios que camina siempre espera una palabra de orientación autorizada, incluso para ver lo bueno de Tamayo, que lo tiene, sin duda.
Postdata: como sigue esperando, me temo que en vano, una actuación más coherente de ustedes, señores obispos, y también más coherente por parte de tantos y tantos curas. En Canarias, le diré, monseñor Müller, que ya hay no poca gente buscando restos de comida en los contenedores de basura: la dureza de la crisis que estamos pasando ya llega a tales extremos. Y mientras, las autoridades de la Iglesia siguen empeñadas en promocionar burocracias, que no militancias; empeñadas en promocionar trepas y enchufados y enchufadas, que no en promocionar militantes; empeñadas en hacer la vista gorda ante tanta mentalidad funcionarial contraria al Evangelio y al Magisterio, siempre en contra del compromiso militante.
La situación eclesial resultante, monseñor Muüller, prefecto que eres de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es tan ruinosa por hipócrita, por ruin, por mezquina, por nepotista, por incoherente, que ya empiezo a estar harto y cansado de denunciarla para nada.
Como tantas veces he repetido en este mi blog, monseñor Müller, hasta acabar aburriendo a las ovejas sin conseguir que las piedras hablen, la hipocresía eclesiástica de la Iglesia católica de cuya ortodoxia tú eres guardián (el guardián de la fe), me ha jodido la vida a tope (quiero decir, principalmente aunque no solo, desde la Diócesis de Canarias), pero nada sustancial creo captar que cambie en la Iglesia católica, a pesar del vendaval y de la primavera del papa Francisco.
Yo sigo puteado por la Iglesia siendo un militante que cumple sus bodas de plata con la vivencia o cultivo de una espiritualidad de conversión o encarnación. Y mientras, toda suerte de trepas y de burócratas antimilitantes que pasan del Magisterio, viven en lo profesional gracias a la Iglesia. Yo sigo puteado por la ruin hipocresía eclesiástica, yo que alguna suerte de formación humanística interdisciplinar he debido acumular durante el trayecto de mi vida hasta aquí (filosofía, literatura, teología, personalismo comunitario, arte, movimientos sociales, anarquismo, cine, historia y presente de la Iglesia...), mientras individuos que lo ignoran casi todo de la Iglesia viven en lo profesional gracias a esta; que lo ignoran todo, que no son militantes, que no han construido familias cristianas militantes...
Es una canallada, monseñor Müller, lo que me han hecho, lo que han perpetrado contra mí... Pero en fin: su ministerio o responsabilidad al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe... Ojalá el Espíritu de Dios y su amor a la Iglesia lo iluminen a usted para, en efecto, discernir la buena teología de la liberación de la mala teología de la liberación.
LUIS HENRÍQUEZ. 22 de mayo, 2013.
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