domingo, 13 de mayo de 2018

sergio méndez

Porque además -se me olvidaba-,leyendo la “Caritas in veritate” de Benedicto XVI, concretamente su número 16, en el que el Papa afirma algo que el monje benedictino e historiador Hilari Raguer ha puesto de manifiesto en un artículo reciente publicado en Redes Cristianas, a saber, “sin Dios el hombre no sabe adónde ir, de modo que el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”, he pensado enseguida, por pura intuición o casualidad, no puedo saberlo, claro, en un filósofo ateo y nihilista como Emil Cioran, rumano de origen (hijo de un pope rumano) pero francés de elección y destino.
Cuenta en algún lugar de su humanísima y hermosísima obra el escritor argentino Ernesto Sabato, aún vivo y próximo al centenario de vida, que en cierta ocasión visitó a Cioran en su modestísima casa en París, en la que convivía con su esposa. Se sintió especialmente acogido y agasado el autor de “El túnel”,precisamente por un autor cuyas tesis críticas, filoateas y filonihilistas (aunque el propio Cioran descreería de ese supuesto nihilismo de que se le suele acusar) harían concebir la imagen de una persona incapaz de mostrar esos valores humanos.
Pero es que la historia de la humanidad no solamente son los regímenes marxistas ateos causantes de millones de muertos, sino que es también la crónica de personalidades también “ateas” como Rosa Luxemburgo, Cipriano Mera, Ángel Pestaña, y un sinfín de militantes de la solidaridad más, que no obstante su profesión de ateísmo (ateísmo militante) fueron capaces de vivir una vida entregada, a menudo al precio de la entrega de la propia vida, a los más nobles ideales.
Así que me desconciertan las palabras del Papa que aquí nos ocupan. No pretendo pasar por irrespetuoso hacia ellas, ni mucho menos ofender al que llaman sumo pontífice y santo padre -títulos tan poco o nada evangélicos, como afirman,entre otros muchos, Pedro Casaldàliga y José Ignacio González Faus, los dos tan defenestrados por los neoinquisidores-, pero no dejan de desconcertarme, puesto que no terminan de coincidir con los datos culturales de que yo mismo, simple ciudadano de a pie, dispongo.

Postdata: recientemente Benedicto XVI ha comido con los pobres de uno de esos tantos comedores populares repartidos por toda la geografía del mundo, esta vez en el Trastévere romano. Es un gesto precioso, vale. Y el papa de Roma es el papa, alguien hace siglos dotado de tales poderes que el solo hecho de estar yo escribiendo esta opinión mía podía ser interpretado como una falta de respeto espetada contra su casi divina dignidad. Sin embargo, creo ser consciente de que para muchos ese gesto no pasará de ser eso, un simple gesto “de cara a la galería”, pues no en vano todo el entorno del sucesor de Pedro (Vaticano, Curia…) no es precisamente un espacio proclamante de la buena nueva de Jesús a los pobres.

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