“Dice el teólogo Juan José Tamayo...”
Mi trayectoria cristiana
militante ha coincidido, innúmeras veces, en frentes de lucha común con no
pocos cristianos progres (en su mayoría, católicos o que se dicen católicos);
sin embargo, afirmaciones como unas recientes de Juan José Tamayo a propósito
del inicio de las Jornadas de Teología de la Asociación de Teólogos Juan XXIII,
de la que es secretario el teólogo palentino, me parecen increíblemente
difíciles de asimilar incluso por parte de católicos con conciencia crítica,
con conciencia social, y que se siguen considerando militantes de la izquierda.
Me explico. Podemos los católicos
rezar a Dios por el Papa, pedir al Espíritu que lo ilumine en su delicada labor
de pastor de la Iglesia universal; incluso, es lícito, me parece, desear que el
Santo Padre sea más "siervo de los siervos de Dios" que
"gobernador monárquico de la Iglesia universal" -cosa que un
Francisco de Asís, por ejemplo, que se arrodillaba ante los obispos, también
quería-. Hasta es legítimo, me parece, pedir que se revise si debe seguir
siendo Jefe de Estado y si debe tolerar que se le llame con esos títulos en
principio tan poco evangélicos de “santo padre, santidad, santísimo padre”...
Pero de ahí a afirmar, como hace Tamayo, que "el papado es la institución
fundamentalista por naturaleza". Al
tiempo que lanza la piedra, como suele ser habitual en él, dejando caer que
vendrían a ser fundamentalistas todos los católicos deseosos de ser fieles al
Papa... "Qué fuerte", que dirían nuestros adolescentes. El teólogo
palentino, también profesor de la Universidad civil Carlos III, ¿hace tiempo
que se pasa tres pueblos? Muchos en la Iglesia católica sospechan y hasta están
convencidos de que sí; por la parte que me toca, me merece el máximo respeto su
persona, aunque no dejan de desconcertarme algunas de sus posiciones
ideológicas.
Pero prosigamos. El Magisterio
-incluido el beato Juan XXIII- condena la contracepción; los teólogos y
teólogas de la Asociación Juan XXIII, no; por no hablar de muchas de las
católicas feministas, no pocas de las cuales viven, en lo profesional, gracias
a la Iglesia católica (técnicas de Cáritas y demás). Siendo así, ¿quién sirve
al diálogo eclesial en la pluralidad, ciertamente, pero con vocación en pro de
la unidad de la Iglesia universal, siguiendo la invitación del papa Pío XII,
pongamos, que exhortaba a que hubiera una libre discusión en el seno de la
Iglesia en materias “opinables”?
El Magisterio -incluido,
inequívocamente, Juan XXIII- condena el aborto, el divorcio, la posibilidad del
acceso de la mujer al ministerio ordenado, la ideología de género, la
eutanasia, la permanente convocatoria a la desobediencia más o menos disidente
a los pastores de la Iglesia... Los católicos progres de la Asociación de
Teólogos y Teólogas Juan XXIII y demás convocados en torno a ésta, no,en
absoluto. De modo que siendo así las cosas, ¿quién honra aquí la memoria y
sobre todo la herencia espiritual y teológica del llamado "Papa
bueno"?
En su delicioso libro Orar,
compendio de su pensamiento espiritual (editado en España por Planeta), el
beato Juan XXIII, el "Papa bueno", exhorta a los católicos a ser
obedientes a la Iglesia, Madre y Maestra. Los que se autoconsideran herederos
espirituales del "Papa bueno", justo apelan a todo lo contrario, a
una permanente actitud de disidencia eclesial, apelando constantemente al
espíritu del Concilio y pasándose al tiempo la letra, de ese mismo Concilio,
por el forro. Extraño fenómeno, como poco, toda vez que esta Iglesia católica,
sin duda está atestada de incoherencias, hipocresías e imperfecciones, pero de
ahí a zaherirla permanentemente, como por sistema, como “por encargo”
-sospechan no pocos analistas, “por encargo” proveniente de fuerzas laicistas
enemigas de la Iglesia-.
En ese mismo libro, Juan XXIII
exhorta a los matrimonios a vivir las bondades y noblezas del matrimonio
cristiano, iglesia doméstica, escuela de solidaridad abierta generosamente a la
vida (rechazo implícito y explícito de la contracepción) y a la espiritualidad
en comunión con la Iglesia. Como buen hijo de campesinos, en la Italia
profunda, el papa Roncalli debía tener muy claros cuáles eran los principios o
fundamentos axiales de la vida. Empero, en los congresos de la Asociación de
Teólogos y Teólogas Juan XXIII, se habla elogiosamente de la contracepción, de
la posibilidad del aborto, de los "nuevos modelos de familia"
incluidos los formados por personas homosexuales, del feminismo de género
-quien conozca el magisterio de Juan XXIII o haya leído un librito como Orar,
convendrá conmigo en que no tienen nada que ver con el feminismo de género,
radicalmente incrustado en el seno de la Iglesia-, de que la Iglesia fundada por Cristo “no subsiste” únicamente
en la Iglesia católica, de la aceptación del divorcio, de desobediencia sistemática
a los obispos, de relativismo teológico...
Acabo. Puede que los congresos de
Teología promovidos por la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII sean
absolutamente verdaderos, audaces, militantes, críticos, revolucionarios,
proféticos y hasta clarividentes. A decir verdad, el modelo de Iglesia
“horizontalista, laical, fraterno, igualitario y desclericalizado” lo comparto
plenamente, sólo que la insistencia en proclamar la disidencia o heterodoxia
con respecto a verdades axiales del “depósito de la fe”... Comoquiera que
vengan a ser, tengo dificultades en aprehender que en efecto son católicos y
que buscan la unidad de la fe católica desde el aprecio a la herencia
espiritual y teológica de Juan XXIII -porque ya conocemos que lo que Juan XXIII
alentó y predicó y dejó escrito, no coincide prácticamente en nada con lo que
en tales congresos se defiende bajo el paraguas protector del papa Roncalli-.
Puede que sean cualquier otra cosa, no afirmo que mala, puede que excelente -en
verdad, quien estas líneas escribe sabe pocas cosas; muchas perplejidades,
pocas certezas, y más en vista de esta Iglesia que tenemos en España, donde el
espíritu funcionarial o burocrático parece estar ganando la batalla al espíritu
o talante militante-, pero sí que no parecen expresar el “sentir de la Iglesia
cum Petro et sub Petro”, algo muy querido por el papa Juan XXIII, de quien se
siguen reivindicando herederos espirituales.
Septiembre, 2011. Islas Canarias. Luis Alberto Henríquez
Lorenzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario