domingo, 13 de mayo de 2018

gabriel angel del monte
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Deleznable artículo el del señor Juan José Tamayo Acosta -me cuesta mucho llamar teólogo a un laicista tan descarado como el profesor Tamayo-: poner a parir a los pastores de la Iglesia católica porque ésta rechaza, en conformidad con su doctrina, con su Magisterio, el aborto, el divorcio, la ideología de género, el mal llamado -por imposible, entre otras razones- matrimonio homosexual, y en general por rechazar el mundanismo, es algo que no puede sino llamarse, en la lengua de Cervantes, querer zaherir a la Iglesia.

Aunque también cabría plantear que lo que le molesta al profesor Tamayo es que la Iglesia no se amolde a las exigencias del secularismo mundano; en realidad, detrás de las soflamas en pro de la Teología de la Liberación lo que se esconde, principalmente, es el deseo de adaptar la Iglesia al espíritu del mundo, cosa que rechazaba, el primero de todos, el mismísimo Jesucristo, en textos del Evangelio que no es necesario traer aquí.

Por lo demás, gracias a Dios que el Papa y la mayoría de obispos católicos saben perfectamente ya a estas alturas de la película de qué pie cojea el señor Tamayo, y de qué pie cojean tantos que dan cancha a sus escritos.

Recuerden que ni los poderes del mundo ni las insidias, injurias, amenazas y engendros que algunos tratan de crear desde dentro de la Iglesia, podrán acabar con la Iglesia. Y no me hablen de pobres y pobres, pues los progres por lo común no son solidarios con los empobrecidos: al menos la inmensa mayoría de los que yo conozco, que he poco menos que crecido entre ellos y ellas, no pasan de ser un grupito de perfectos instalados en el sistema pequeñoburgueses.



ATRIO  

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