lunes, 14 de mayo de 2018



Comentario de agustín mínimo expósito

 

“Breve apunte de un católico de a pie –que no de base- para el fomento del diálogo ecuménico”

 

 

Con independencia de su denominación de origen (que si luteranos, calvinistas o reformados, anglicanos, episcopalianos, bautistas, presbiterianos, pentecostales...: miles de variantes y denominaciones posibles para los seguidores de la sola fe, sola gracia, sola Escritura ), lo cierto es que –ni que aclarar que desde la perspectiva católica, que quien estas líneas escribe plenamente asume- los protestantes predican un Evangelio simplificado y deformado. Un Evangelio en el que, siguiendo la estela iniciada por Lutero -e incluso, como precedentes remotos, por J. Hus y Wyckliffe principalmente-, han metido mucha tijera. Y la siguen metiendo; determinación muy suya, muy de ellos, muy protestante, para la cual hoy día me parece como muy claro (de ahí mi apuesta por lo de “cristiano de a pie –que no de base-“) que cuentan con el muy estimable apoyo de no pocos católicos progresistas o secularistas empeñados en meter tijera y hacer borrón y cuenta nueva de considerables momentos de la Tradición de la Iglesia -y no digamos de las Sagradas Escrituras y del Magisterio mismo-.

     No obstante lo anterior, cristianos protestantes ha habido, hay y gracias a Dios habrá, ejemplares, magníficos testigos de la fe en el Dios vivo de Jesucristo. Junto a los santos y mártires de la Iglesia universal, deben formar esa especie de martirologio ecuménico de todos los discípulos de Cristo que, pese a las muchas diferencias doctrinales, pastorales y de todo tipo vividas en el siglo que a cada uno les tocó vivir, ya en "el escatón de la vida del mundo futuro" han lavado todas esas diferencias y las propias culpas, en la sangre redentora o salvífica  del Cordero.

     Junto a estos, sin embargo, junto a la nutritiva memoria, espiritualmente hablando, de todos los que ejemplarmente han vivido la fe cristiana desde los parámetros derivados de la Reforma, no escasean los fanáticos, los sectarios; en efecto, los anticatólicos: suelen ser más que propiamente cristianos protestantes, resentidos anticatólicos; a tales sujetos, a mi juicio tratando de comprender su situación, su dolor y hasta las causas próximas o remotas de su animadversión hacia o contra la Iglesia católica (la única en la que subsiste en plenitud de la Iglesia de Cristo), habría que plantarles la mosca de manera enérgica, pues a los tales si les das la mano, en nombre de la tolerancia, el diálogo ecuménico y el general respeto, enseguida te cogen del brazo, te pasan la mano por el hombro..., al tiempo que en un pispás y sin haberte dado apenas cuenta has comenzado a notar el cosquilleo característico que se deriva de escuchar, como si tal cosa, toda clase de idioteces, injurias, memeces, chorradas y mentiras contra la Iglesia católica, la Esposa de Cristo, no lo olvidemos, fundada sobre la roca de Pedro, etcétera.

     A mi modo de ver y entender las cosas, creo que un claro mecanismo psicológico de autojustificación debe funcionar en las mentes y conciencias de los cristianos protestantes: como en el fondo de sus conciencias deben creer, salvo excepciones de extraño y muy arraigado convencimiento, me supongo, que en efecto la Reforma debió de hecho suponer una ruptura con la Iglesia de la cristiandad, se ven diríamos que inconscientemente impulsados a desplazar a la Iglesia católica para resituarse ellos.

     Nadie puede vivir feliz en la mentira, la ignominia o el engaño permanente; por ello, el asesino convicto y confeso busca justificaciones posibles para su conducta criminal, lo mismo que el ladrón que roba buscará disculparse pretextando que roba para dar de comer a sus hijos, o la prostituta argumentará -con razón o sin ella, cosa que no viene ahora al caso dilucidar- que ejerce esa profesión para mantener a su familia. De modo que cierto que hay verdades que se incluyen, pero las hay que no pueden convivir con otras afirmaciones tenidas por verdades, porque sencillamente es que se excluyen: la verdad católica de que Cristo mismo eligió a Pedro como cabeza de la Iglesia universal no puede convivir con la verdad protestante que afirma justamente lo contrario. Dicho un poco a la manera salsera: "Quítate tú pa' ponerme yo, quítate tú…".

     A decir verdad, por más consideraciones del tipo "Lutero no quiso romper con la Iglesia universal, la Iglesia del Papa estaba corrompida, Lutero y demás reformadores pretendieron volver a la Iglesia de los primeros siglos" (cosa falsísima, por cierto, a poco que se conozca la Iglesia de los primeros siglos, el monaquismo de los padres del desierto, la doctrina de los santos padres de Oriente y de Occidente, etcétera), y resto de típicas reivindicaciones protestantes, hoy arrumbadas casi completamente por la investigación histórica, una buena manera de defender la integridad de la fe cristiana desde la barca de Pedro -resistiendo, así pues, cualesquiera ataques a la integridad de la fe provenientes de los hermanos separados- es acudiendo a la patrística, a la patrología, a los escritos y experiencias de los padres del desierto: un buen conocedor de esos textos creo que es prácticamente imposible que pueda ser cristiano protestante. Entusiasmarse con la Ortodoxia (ya se sabe, la rica tradición de las Iglesias orientales, de experiencia espiritual tan apofática todas ellas), acaso sí, pero con la Reforma, me parece que no.

 

02/03/10 2:24 PM

 

LUIS ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO. Gran Canaria, Islas Canarias, marzo, 2010.
 

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