"Mis intuiciones de entonces no me parece hoy que estuvieran del todo erradas"
Comentario de Héctor Meditabundo para Infocatólica (28/02/10 7:00 pm)
He de confesar que durante un tiempo no muy remoto, fui
de los que quisieron creer que, en efecto, de una lectura radical del Vaticano
II se iba a desprender la necesidad de construir todo eso de Otra Iglesia es
Posible.
O lo que es lo mismo: la persistente
cantinela progresista de apelar al Concilio Vaticano II -bien es cierto que más que a
la letra propiamente, al espíritu de esa letra, al famoso espíritu del
Concilio- para alentar y justificar reformas teológicas, pastorales y
eclesiales injustificables. A decir verdad, tales reivindicaciones suscitaron en mí, como buena acción -que no hay mal que por bien no venga- el llevarme a una
lectura serena, lenta pero sin tregua, de ese al aparecer tan añorado -añorado
como incomprendido y manipulado o tergiversado- Concilio Ecuménico Vaticano II.
Y
hete aquí, oh sorpresa de las sorpresas, que fui redescubriendo, precisamente a
la luz del Concilio, cada una de las reformas progresistas como lo que son, reformas
que en apariencia puede que parezcan muy interesantes y tal cual, pero que no pueden proceder del
Concilio Vaticano II. Ni de ninguno, si bien
esta afirmación la hago con reservas, dígase que con temor y temblor, puesto que no me sé de memoria el
Dezinger, ni mucho menos, aunque casi que apostaría por que no hay casi nada o nada evangélico ni
católico en aplaudir para la Iglesia supuestas reformas inspiradas en el
Concilio Vaticano II (es decir, en su espíritu) como estas: sí al aborto en
algunos supuestos -que cada vez serán más numerosos, claro, pues basta con dar
vía libre a la caza de la libre para...-, sí al divorcio porque es que es ya una
demanda social, sí al sacerdocio ministerial de la mujer porque es que de lo
contrario no sería posible el diálogo ecuménico para contento de muchos
protestantes y general contento de muchas feministas...
De modo que cada
vez que un católico progresista se decide por apelar al Concilio Vaticano II
para protestar por el supuesto o real invierno eclesial actual y añorar esa primavera eclesial
que al parecer quedó trunca por culpa de la deriva y la perfidia conservadoras
del último Pablo VI, el pontificado que casi no fue de Juan Pablo I, las
tinieblas reaccionarias de Juan Pablo II y las más reaccionarias aún y actuales
de Benedicto XVI, lo que yo suelo echar en falta es que al menos se concrete de
qué reformas se habla, cuáles son los documentos que se citan de ese concilio,
etcétera. Porque lo cierto es que se cita el Vaticano II pretendiendo pasar gato
por liebre, es decir, el espíritu por la letra y cosas así.
Postdata: 8 años después de escrita la anterior reflexión, Francisco ha sucedido a Benedicto XVI, desde marzo de 2013. Y esto significa, entre muchas otras significaciones que ahora no vienen a cuento en este breve apunte, que ya son un clamor las voces en Internet que no solo ponen permanentemente en solfa el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, sino que también con similar alarma e insistencia señalan que el Vaticano II es culpable directo de la desoladora crisis actual de la Iglesia.
28 de mayo, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
Postdata: 8 años después de escrita la anterior reflexión, Francisco ha sucedido a Benedicto XVI, desde marzo de 2013. Y esto significa, entre muchas otras significaciones que ahora no vienen a cuento en este breve apunte, que ya son un clamor las voces en Internet que no solo ponen permanentemente en solfa el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, sino que también con similar alarma e insistencia señalan que el Vaticano II es culpable directo de la desoladora crisis actual de la Iglesia.
28 de mayo, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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