lunes, 14 de mayo de 2018

"Mis intuiciones de entonces no me parece hoy que estuvieran del todo erradas"





Comentario de Héctor Meditabundo para Infocatólica (28/02/10 7:00 pm)
 
 
He de confesar que durante un tiempo no muy remoto, fui de los que quisieron creer que, en efecto, de una lectura radical del Vaticano II se iba a desprender la necesidad de construir todo eso de Otra Iglesia es Posible. Resultado de imagen de OTRA IGLESIA ES POSIBLE

 
O lo que es lo mismo: la persistente cantinela progresista de apelar al Concilio Vaticano II -bien es cierto que más que a la letra propiamente, al espíritu de esa letra, al famoso espíritu del Concilio- para alentar y justificar reformas teológicas, pastorales y eclesiales injustificables. A decir verdad, tales reivindicaciones suscitaron en mí, como buena acción -que no hay mal que por bien no venga- el llevarme a una lectura serena, lenta pero sin tregua, de ese al aparecer tan añorado -añorado como incomprendido y manipulado o tergiversado- Concilio Ecuménico Vaticano II. Resultado de imagen de OTRA  IGLESIA ES POSIBLE

 
Y hete aquí, oh sorpresa de las sorpresas, que fui redescubriendo, precisamente a la luz del Concilio, cada una de las reformas progresistas como lo que son, reformas que en apariencia puede que parezcan muy interesantes y tal cual, pero que no pueden proceder del Concilio Vaticano II. Ni de ninguno, si bien esta afirmación la hago con reservas, dígase que con temor y temblor, puesto que no me sé de memoria el Dezinger, ni mucho menos, aunque casi que apostaría por que no hay casi nada o nada evangélico ni católico en aplaudir para la Iglesia supuestas reformas inspiradas en el Concilio Vaticano II (es decir, en su espíritu) como estas: sí al aborto en algunos supuestos -que cada vez serán más numerosos, claro, pues basta con dar vía libre a la caza de la libre para...-, sí al divorcio porque es que es ya una demanda social, sí al sacerdocio ministerial de la mujer porque es que de lo contrario no sería posible el diálogo ecuménico para contento de muchos protestantes y general contento de muchas feministas...

 
De modo que cada vez que un católico progresista se decide por apelar al Concilio Vaticano II para protestar por el supuesto o real invierno eclesial actual y añorar esa primavera eclesial que al parecer quedó trunca por culpa de la deriva y la perfidia conservadoras del último Pablo VI, el pontificado que casi no fue de Juan Pablo I, las tinieblas reaccionarias de Juan Pablo II y las más reaccionarias aún y actuales de Benedicto XVI, lo que yo suelo echar en falta es que al menos se concrete de qué reformas se habla, cuáles son los documentos que se citan de ese concilio, etcétera. Porque lo cierto es que se cita el Vaticano II pretendiendo pasar gato por liebre, es decir, el espíritu por la letra y cosas así.


Postdata: 8 años después de escrita la anterior reflexión, Francisco ha sucedido  a Benedicto XVI, desde marzo de 2013. Y esto significa, entre muchas otras significaciones que ahora no vienen a cuento en este breve apunte, que ya son un clamor las voces en Internet que no solo ponen permanentemente en solfa el pontificado de Jorge Mario Bergoglio, sino que también con similar alarma e insistencia señalan que el Vaticano II es culpable directo de la desoladora crisis actual de la Iglesia.


28 de mayo, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
 

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