sergio méndez
28-Diciembre-2009
He de confesar, muy en primer lugar, que no siempre me parece estar de acuerdo con todas y cada una de las opiniones vertidas por los foristas de Atrio, lo cual no tiene absolutamente nada de extraño ni de anómalo, pues no en vano la libertad, parafraseando uno de los parlamentos de D. Quijote, es una de las mayores glorias o dones que Dios ha dado a la humanidad. Y además la Iglesia misma (ICAR), aunque a menudo ha conculcado casi por sistema las libertades, proclama aquello de “con la libertad propia de los hijos de Dios”.
Pero en fin, yo también deseo opinar sobre la manifestación profamilia católica, apostólica y romana de este pasado domingo en Madrid. Ni que aclarar casi que no asistí, pues yo resido en Gran Canaria y, la verdad, me queda más bien lejos Madrid para casi todo.
En primer lugar, las palabras del cardenal Antonio María Rouco Varela y las intervenciones de Kiko Argüello. Me siento un tanto confuso y extraño por las mismas, pues en verdad a mí no me parece estar en modo alguno en contra del llamado modelo tradicional de familia, sólo que sí creo estarlo de la pretensión de que ese modelo sea el único posible, el único apoyable, el único bueno, el único capaz de garantizar el futuro de Europa. Aventurar tales afirmaciones, bajo la forma de exhortaciones que algunos tratadistas no han dudado en calificar de apocalípticas, me parece, como mínimo, irrespetuosas hacia otros modelos de familia y de convivencia en pareja que, nos gustarán más o menos, pero que de hecho la experiencia “desprejuiciada” nos informa de que no son ni muchos menos abominablemente ruines, malos, desechables…
De manera que yo diría que lo que me chirría más de lo que afirman Rouco y compañía no es lo que podríamos denominar como “no verdad” de sus palabras, cuanto que son excluyentes de otras realidades actuales de convivencia que, pongamos que puede que sean menos “válidas” que el modelo llamado tradicional -mo es ésta una afirmación que yohaga, es una hipótesis de trabajo-, sólo que, repito, no es justo ni respetuoso condenarlas de plano, satanizarlas.
Si no, veamos lo que nos dicen al respecto principalmente los antropólogos y sociológicos que, más allá o más acá de las exigencias del discurso católico, se empeñan en estudiar las conductas y relaciones humanas en sociedad y en pareja a lo largo de la historia de la misma humanidad; en general concluyen con que ha habido innúmeros modelos convivenciales.
Desde luego, no sé si es que estoy muy errado o es que mi fe es endeble, pero lo cierto es que en los discursos de los obispos católicos españoles, salvo honrosas excepciones, escucho más bien palabras de condena de todo aquello que no casa perfectamente con la más estricta catolicidad. Y sin embargo, mi propia experiencia me informa de que parejas con valores (acogedoras, solidarias, críticas con las injusticias sociales, etcétera) por supuesto que las hay al margen del sacramento del matrimonio católico; y de igual modo,matrimonios católicos hay que no exhiben en modo alguno gracia sacramental alguna, ni actitud de servicio, ni compromiso solidario… De ahí que no puedan sino desconcertarme las palabras del cardenal Rouco y resto de prelados, no digamos ya las de Kiko Argüello y otros líderes carismáticos.
ATRIO
28-Diciembre-2009
He de confesar, muy en primer lugar, que no siempre me parece estar de acuerdo con todas y cada una de las opiniones vertidas por los foristas de Atrio, lo cual no tiene absolutamente nada de extraño ni de anómalo, pues no en vano la libertad, parafraseando uno de los parlamentos de D. Quijote, es una de las mayores glorias o dones que Dios ha dado a la humanidad. Y además la Iglesia misma (ICAR), aunque a menudo ha conculcado casi por sistema las libertades, proclama aquello de “con la libertad propia de los hijos de Dios”.
Pero en fin, yo también deseo opinar sobre la manifestación profamilia católica, apostólica y romana de este pasado domingo en Madrid. Ni que aclarar casi que no asistí, pues yo resido en Gran Canaria y, la verdad, me queda más bien lejos Madrid para casi todo.
En primer lugar, las palabras del cardenal Antonio María Rouco Varela y las intervenciones de Kiko Argüello. Me siento un tanto confuso y extraño por las mismas, pues en verdad a mí no me parece estar en modo alguno en contra del llamado modelo tradicional de familia, sólo que sí creo estarlo de la pretensión de que ese modelo sea el único posible, el único apoyable, el único bueno, el único capaz de garantizar el futuro de Europa. Aventurar tales afirmaciones, bajo la forma de exhortaciones que algunos tratadistas no han dudado en calificar de apocalípticas, me parece, como mínimo, irrespetuosas hacia otros modelos de familia y de convivencia en pareja que, nos gustarán más o menos, pero que de hecho la experiencia “desprejuiciada” nos informa de que no son ni muchos menos abominablemente ruines, malos, desechables…
De manera que yo diría que lo que me chirría más de lo que afirman Rouco y compañía no es lo que podríamos denominar como “no verdad” de sus palabras, cuanto que son excluyentes de otras realidades actuales de convivencia que, pongamos que puede que sean menos “válidas” que el modelo llamado tradicional -mo es ésta una afirmación que yohaga, es una hipótesis de trabajo-, sólo que, repito, no es justo ni respetuoso condenarlas de plano, satanizarlas.
Si no, veamos lo que nos dicen al respecto principalmente los antropólogos y sociológicos que, más allá o más acá de las exigencias del discurso católico, se empeñan en estudiar las conductas y relaciones humanas en sociedad y en pareja a lo largo de la historia de la misma humanidad; en general concluyen con que ha habido innúmeros modelos convivenciales.
Desde luego, no sé si es que estoy muy errado o es que mi fe es endeble, pero lo cierto es que en los discursos de los obispos católicos españoles, salvo honrosas excepciones, escucho más bien palabras de condena de todo aquello que no casa perfectamente con la más estricta catolicidad. Y sin embargo, mi propia experiencia me informa de que parejas con valores (acogedoras, solidarias, críticas con las injusticias sociales, etcétera) por supuesto que las hay al margen del sacramento del matrimonio católico; y de igual modo,matrimonios católicos hay que no exhiben en modo alguno gracia sacramental alguna, ni actitud de servicio, ni compromiso solidario… De ahí que no puedan sino desconcertarme las palabras del cardenal Rouco y resto de prelados, no digamos ya las de Kiko Argüello y otros líderes carismáticos.
ATRIO
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