Solo Dios conoce en verdad la fe en Cristo y en su Iglesia del religioso y viñetista español José Luis Cortés. Por extensión o por lo mismo, digámoslo así, solo Él conoce la autenticidad de la fe en Cristo y en su Iglesia de los que siguen empeñados en defender las versiones más laicistas o secularizantes de la Teología de la Liberación: véase al respecto la última contribución en este sentido venida de la sesera del teólogo Juan José Tamayo en el portal progresista Atrio.
Yo no soy quién para juzgar, ciertamente, las intenciones y las conciencias de ambos católicos citados, por poner por caso. Pero sí soy quién para analizar hechos objetivos. Y veamos algunos. El propio san Juan Pablo II, uno de los principales adversarios de la Teología de la Liberación, quiso reconocer algunos aspectos positivos de la misma. Pero los aspectos negativos de la Teología de la Liberación son tan obvios que me cuesta, a mí mismo, tomarme especialmente en serio un artículo como el aludido del teólogo disidente Tamayo. A saber (solo algunos de esos aspectos negativos): secularización radical del mensaje cristiano; transformación de la noción de Cristo Redentor por la de Jesús liberador político en claves generalmente dialécticas, filomarxistas; debilitamiento de la noción de pecado (del que Cristo nos libera, nos sana), sustituida por la de mero combate contra las injusticias en claves igualmente filomarxistas, temporales, liberacionistas, inmanentes; incorporación al acervo teológico de doctrinas y planteamientos axiológicos y antroplógicos diametralmente opuestos a la Revelación cristiana, a la Tradición, al Magisterio (tales como el feminismo de género, o como algunas formas muy radicalizadas de ecumenismo, diálogo interreligioso, relativismo teológico, etcétera, que ni siquiera se encuentran validados mo respaldados en los documentos del Concilio Vaticano II); debilitamiento de todo lo que es en la Iglesia vida sacramental, oración, contemplación, auténtica devoción mariana, aspectos nucleares de la fe católica progresivamente sustituidos por diálogos y acercamientos y pactos radicalmente mundanizantes: apoyo, desde la Teología de la Liberación, a iniciativas como las reivindicaciones de los colectivos LGTB, apoyo del aborto, el materialismo, el ateísmo, o no rara identificación con las propuestas éticas más radicalmente laicistas...
Sí: en gran medida ha venido a ser cierto que los teólogos liberacionistas sí que quisieron otorgar especial protagonismo a los pobres (no juzgo ahora los logros que en tal empresa pudieran alcanzar), solo que los pobres, en un alto porcentaje al menos, han preferido irse no con los teólogos liberacionistas y sí con los grupos protestantes pentecostales, por ejemplo, por lo común rabiosamente anticatólicos y belicosamente proselitistas. De manera que cabría afirmar sin exageración alguna y sin faltar a la verdad que cantan los hechos, que las propuestas pastorales más laicistas (y la Teología de la Liberación es una de las más laicistas posibles) han contribuido a vaciar las iglesias de una manera asombrosa, dramática.
Reconozco que el asunto es mucho más complejo, y que yo solo lo enuncio, con gruesas pinceladas, solo que me asiste la certeza de que estas gruesas pinceladas mías no van muy desencaminadas.
11 de octubre, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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