No me extraña la resolución final, o provisionalmente final, si se quiere y aún se espera contra toda evidencia: el laicismo está ganando casi todas las batallas.
Infiltrado en la propia Iglesia, en la que, en vez de sobreabundar los militantes o evangelizadores entusiasmados con Jesucristo y su Iglesia, siempre en fidelidad al Evangelio, la Tradición y el Magisterio, abundan los tibios (sobre los que Dios mismo expresa palabras muy exigentes, muy duras: “A los tibios vomitaré de mi boca”), los burócratas antimilitantes, los mundanizantes (también llamados laicistas o secularistas), los arribistas (otros prefieren llamarlos trepas, medradores, carreristas), y aun los antinatalistas de mentalidad neoburguesa y políticamente correcta.
Contemplando esta tétrica realidad eclesial, para mí al menos es muy difícil encontrar consuelo, lo reconozco: pecador soy, por ende falible, mediocre, muy limitado.
5 de agosto, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario