Tengo entendido que durante los primeros siglos del cristianismo, también se comulgaba recibiendo la hostia consagrada o pan consagrado, en la mano; y puede que se comulgara también bajo las dos especies. De modo que la forma generalizada tras el Concilio Vaticano II de recibir la comunión de pie y en la mano, igual puede que algo tenga que ver con ideas protestantes que al socaire del ecumenismo se han acabado colando en la Iglesia católica, si bien parece probado, insisto, que en la mano y bajo las dos especies (pan y vino consagrados, Cuerpo y Sangre del Señor), ya se comulgó durante los primeros siglos del cristianismo.
Me parece cierto que la comunión en la boca y de rodillas es en principio más piadosa, o lo parece o lo puede ser, y cierto que es la forma que han preferido prácticamente todos los santos; pero también así, comulgando de rodillas y en la boca, se puede mantener la hostia consagrada en la boca, sin tragarla, sin ensalibarla, volverse al sitio, y seguidamente sacarla de la boca (ya sé: sacar de la boca el Cuerpo de Cristo) y guardarla, ocultándola, con destino a ser usada en alguna misa negra, que es, ciertamente, el culmen de la blasfemia en los rituales del satanismo.
Desde luego, lo que sí me parece impresentable es lo que he visto hacer a algunos fieles en algunas iglesias: recibir el Cuerpo de Cristo, se entiende que en la mano, y darse media vuelta, dar la espalda al sacerdote que le ha dado la comunión, y volverse tan tranquilo a su sitio, me figuro que habiendo llevado, como en secreto, sigilosamente, sin ser apenas visto, la hostia consagrada a la boca, pero ¿y si no?
Lo mínimo que se debería exigir es si se comulga en la mano, que el comulgante se lleve la sagrada forma a la boca sin volver la espalda, delante de los ojos del sacerdote. Es lo mínimo. Y es lo que yo hago.
22 de mayo, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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