Racionalmente no es posible entender a san Maximiliano Kolbe; esto es, no es posible entender la razón última de la entrega vicaria de su vida por salvar la de otro prisionero condenado, injustamente como él, en el horror de los campos de exterminio nazis .
Fue Adorno (pensador adscrito a la llamada Escuela de Frankfurt, conformada por marxistas heterodoxos…) quien acuñara aquello de “después de Auschwitz, no hay lugar para la razón, para la poesía; en definitiva, para la esperanza en pro de un mundo en verdad humano”. Con lo cual lo que quería dar a entender no era sino que tamaña sinrazón genocida invalidaba todo espacio para cualquier posible humanización de las relaciones humanas, mucho menos para seguir proclamando la existencia de un Dios bondadoso y bueno tras el espantoso horror de los campos de exterminio nazis.
Sin embargo, como bien señala el filósofo Carlos Díaz en su libro Maximiliano Kolbe -la victoria sobre Auschwitz- (Madrid, Acción Cultural Cristiana, 1995), donde “abundó” el más espantoso, trágico y cruel pecado (ya hemos señalado: los campos de exterminio, de muerte nazis, en los que murieron millones de personas en las más crueles condiciones imaginables, la mayoría judías), destaca una figura como san Maximiliano Kolbe, quien llevó la caridad hasta el extremo más “radical” imaginable: pidió ser ajusticiado en un búnker él, en lugar de un obrero, padre de familia numerosa. Haciendo en él vida lo de Juan 15, 13: “No hay mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos”.
15 de mayo, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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