La Iglesia en modo alguno va a legitimar los actos homosexuales, a menos que se decrete magisterialmente que donde dice digo debe decir Diego, redactando otro Catecismo, por ejemplo, que se oponga a lo que el actual, sancionado por san Juan Pablo II, siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe el cardenal Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI.
Otra cosa es que la Iglesia, ahora que con el papa Francisco tanto acento se pone en la misericordia (misericordina, que pareciera medicina del santo padre Francisco), se empeñe en respetar pastoralmente a las personas homosexuales, como por otra parte sin duda debe ser. Y otro particular es también que la Iglesia acepte que las leyes civiles, emanadas de las sociedades laicas y a menudo laicistas (contrarias a la ley de Dios, por lo común de inspiración masónica, postmarxista, etcétera), puedan arbitrar determinadas soluciones jurídicas de reconocimiento de esas parejas. Pero siempre dejando claro que una cosa es aceptar, por imperativo de las leyes del juego democrático, esas leyes emanadas del ejercicio de las democracias, y otra muy distinta el ofrecer algún tipo de legitimidad moral a ese tipo de relaciones.
De manera que, a mi juicio (ni falta hace aclarar que no soy voz autorizada de la Iglesia, soy un católico más, forista y aun, si me permiten, apologeta de la fe en Cristo y en su Iglesia), considero que la Iglesia debe dejar muy claro que no impedir que se hagan esos reconocimientos civiles a los derechos de los colectivos homosexuales no implica mostrar connivencia con esas movidas. Connivencia o aplauso de la Esposa de Cristo a esas reivindicaciones, ninguna, creo.
Y claro, inevitable es preguntarse: esta iniciativa de los colectivos de personas homosexuales en Brasil y sobre todo ese “paso” que al parecer va a dar la Conferencia Episcopal Brasileña al reconocimiento de parte de las reivindicaciones de tales colectivos, ¿tiene por casualidad algo que ver con la respuesta, a muy juicio muy ambigua, del papa Francisco a las preguntas de los periodistas en el avión, cuando regresaba al Vaticano una vez hubieron finalizado las Jornadas Mundiales de la Juventud 2013 en Brasil? Recordemos su “si una persona gay tiene buena voluntad y busca a Dios ¿quién soy yo para juzgarla?”
Desde luego, una persona homosexual puede tener en efecto buena voluntad y buscar a Dios, y tener así una intensa experiencia de Dios, y descubrir la castidad, o hasta sanar su tendencia -logro perfectamente posible, como bien ha demostrado el exgay y psicoterapeuta norteamericano David Cohen, en su libro Para comprender y sanar la homosexualidad-. Pero ¿una persona “gay”? La diferencia etimológica entre gay y homosexual es bien clara: el gay es un homosexual activo, de modo que si busca a Dios desde su buena voluntad, es porque quiere seguir siendo activo, sexualmente activo.
Entonces, ¿qué quiso decir el papa Francisco con esas sorprendentes declaraciones?, ¿por qué no fue más claro?
Al momento de conocerlas me acordé del cardenal Carlo María Martini, ilustre jesuita, biblista de fama mundial, eminente cardenal que consintió algunas ideas heterodoxas. En sus últimos libros en forma de entrevista, el cardenal jesuita italiano -quien pudo haber sido papa, en fin, toda esa historia que regocijara en su momento sobre todo a los progresistas que detestaban a san Juan Pablo II-, también se muestra "comprensivo", contra el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, con las personas homosexuales. Con una diferencia con respecto a su hermano en el episcopado, hermano de orden religiosa y actual papa Francisco, a saber, al menos en sus obras últimas el cardenal Carlo María Martini seguía hablando -si no me fallan mis cálculos, el recuerdo vivo de cuando leí esos libros- de personas homosexuales, no de personas de tendencia gay.
Desconcertante. De modo que tiene algún sentido hablar hoy día de que la sombra de Carlo María Martini es alargada… Sabido es que en el cónclave del que salió elegido el cardenal Joseph Ratzinger, el segundo candidato -”favorito” en algún momento del cónclave- fue el cardenal jesuita Jorge Mario Bergoglio, el actual papa Francisco, a la sazón o no en balde hermano en el episcopado, en el cardenalato y hermano de orden religiosa del que fuera ilustre patriarca de Milán…
En fin, Dios nos asista en esta hora de tinieblas en el mundo y en la Iglesia. En esta hora en que el Maligno ha entrado a saco en la Iglesia de Cristo, que vive, para mí sin duda, en medio de una pavorosa y trágica apostasía.
17 de octubre, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.