“Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia”, según el papa Francisco, o según escriben que él dice. No deja de ser cierto, si bien yo mismo habría preferido afirmar “somos cristianos porque seguimos a Cristo, en la Iglesia católica o universal”.
También podemos seguir a Cristo y llamarnos admiradores o correligionarios de Martin Luther King o de Dietrich Bonhöefer, pongamos, pero somos católicos. y a esta pertenencia se querrá referir el Papa, me supongo.
Cristianos, así pues, por seguir a Cristo, católicos por ser hijos o hijas de la Iglesia, que es madre y maestra, experta en humanidad, por más que hoy día también sea lugar donde abunda la ignominia, el pecado de mezquindad, el nepotismo, la injusticia, la hipocresía de muchos y muchas, la mundanización más grosera y aun diabólica, la degradación-descomposición doctrinal, el desorden, el caos...
Pero no quería aburrir con estas generalidades básicas; querría no sé si aburrir una vez más con mis cuitas, digo certezas, o advertir, llamar la atención… Llamar la atención volviendo a acordarme de esta afirmación de ese místico de nuestro tiempo que se llama Marcelino Legido: “El mundanismo se ha colado hasta el mismísimo cenáculo”.
Y es trágica verdad, realidad constatable. Esto es, ya no es el humo de Satanás de que hablara el hamletiano Pablo VI a poco de clausurarse el Concilio Vaticano II, es la “persona” de Satanás toda, con “rabo, cuernos” y demás atributos satánicos (perdón por la gracieta, ante tema tan grave: bendito sea el Hermano Humor también en estos momentos) la que ha entrado a saco en la Iglesia.
El espíritu del mundo instalado cómodamente en la Iglesia, compitiendo con la Verdad de Cristo, y a menudo suplantándola, conculcándola. El espíritu del mundo, sí, lo mundano, lo ultramundano.
O lo que es lo mismo, la Gran Apostasía. La Gran Apostasía, sí. La cual explica que toda una legión de chupópteros, trepas, medradores y arribistas, figurones, meros enchufados, burócratas antimilitantes, feministas proabortistas, mundanizantes, espiritualistas desencarnados y antinatalistas pululen por la Iglesia, acomodando sus tiendas e intereses antievangélicos en la acogedora atmósfera de la Esposa de Cristo.
No pocos de los tales aludidos muerden de cuando en cuando la mano que les da de comer, solo que fuera hace frío, a la intemperie del mundo, y dentro se está bien, calorcito, y hasta te pueden “enchufar” -aunque no seas militante, ni fiel al Magisterio- para dar clases en alguna facultad teológica, como educador de la escuela católica, tal vez como técnico de Cáritas aunque sigas siendo feminista proabortista e incluso lesbiana…
Y sin embargo, si la descomposición-degradación del catolicismo nos ha traído a estos lodos, ¿de dónde sacar fuerzas, Dios mío, para no tirar la toalla y mandarlo todo a la mierda, en vista, insisto, de tanta hipocresía eclesial, de tanta mundanización eclesial, de tanto nepotismo eclesial, de tanto fiel de mentalidad funcionarial antimilitante y políticamente correcta viviendo en lo profesional gracias a la Iglesia, de tanta traición eclesial a Cristo?
26 de junio, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
2 comentarios:
Y justamente es que satanás entra con "engaños" en la vida de los católicos que siguiendo sus propios intereses y comodidades se permiten hacer cualquier cosa que se les antoje pensando según sus pobres criterios que no está mal, que no se daña a nadie y una larga lista de justificaciones que incluso llegan a etiquetar como "la voluntad de Dios".... Nada más absurdo que esto en muchas decisiones que sirven más al mundo y su oferta de pecados que al mismo hombre, ¿Entonces como hablar de la voluntad de Dios si lo primero que se percibe es la contradicción a su palabra, a su mandato y a lo que mismo Jesucristo hizo? ¡Alerta! que el lobo vendrá con piel de oveja...
Gracias a ti en particular, Gabriela, y a todos en general, por sus comentarios. Y por sus visitas.
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