La política partidista es un caramelo muy goloso: salvo algún caso que otro, que precisamente confirma la regla, lo normal es que una persona que entra en política “para servir a la ciudadanía”, cuando abandona la política lo hace considerablemente más rica, más pudiente, con un patrimonio mucho más lustroso o engordado. No pocos, lo hacen escandalosamente, incluso habiendo metido la mano en lo ajeno de manera tramposa y puede que impune. Es lo que ocurre a menudo. Solo que mientras esto ocurre delante de nuestros ojos, cientos de millones de personas de nuestro atribulado mundo pasan hambre, toda clase de miserias, explotación del hambre por el hombre, paro de larga duración...
Entonces, ¿qué se podría hacer? Creo que lo mínimo que se debería hacer es bajar el sueldo (a menudo sueldazo) de todos los cargos políticos: si los cargos políticos son de dedicación exclusiva, incompatibilidad con cualquier otra actividad profesional; en caso de conflicto, habría que decidirse por una. Y en todo caso, los sueldos de los cargos políticos deberían ser considerablemente reducidos (todos: alcaldes, consejales, parlamentarios, senadores…), como poco, a la mitad de lo que actualmente ascienden, con la idea de que se acabe cobrando, en números redondos, un tercio de lo que actualmente se percibe. Esta medida traería como consecuencia una salida masiva de la vida política de tanto mangante que se mete en política con los preponderantes “ideales” de enriquecerse.
Naturalmente, salvo alguna que otra fuerza política minoritaria y utópica, lo anterior (o medidas similares, similarmente solidarias, y por supuesto técnicamente mejores que la que yo aventuro) casi casi la práctica totalidad de los partidos políticos no desea cumplirlo. Por eso para un ciudadano como yo no moverán un dedo, digo los políticos, esto lo tengo claro, ninguno me sacará las castañas del fuego, ninguno hará gran cosa por mí, pero desde luego lo que de mí no podrán obtener es mi voto ni mi conciencia.
Dicho de otra manera: falta ética en la política, compromiso militante, solidaridad real con los empobrecidos (parados, desahuciados, inmigrantes…), socialismo real. Sobran burócratas, trepas y sinvergüenzas que están en el ruedo político sin entrañas de misericordia, sin solidarias intenciones, sin altos niveles de honradez.
Yo mismo me he encontrado en la política "a escala" local canaria a tipos tan mediocres, tan intelectualmente ineficaces, tan faltos de verdadera cultura política... Algo penoso, por no decir esperpéntico.
Creo que fue nada menos que san Juan de Ávila (Doctor de la Iglesia) quien sostuvo que, después del estado de vida contemplativa, el honesto ejercicio de la política es el más noble de los estados en que puede permanecer un hombre (esto es, una persona).
Me supongo que el santo estaba pensando sin saberlo en la forma como ejercieron su “vida política” personalidades como los militantes del Movimiento Obrero, o como Mahatma Gandhi, o como Martin Luther King, o como tantos políticos y políticas de verdad de izquierdas, honestos, solidarios y autogestionarios…
Pero señoras y señores, en España gobierna un partido descaradamente de derechas. Con lo cual no estoy apuntando que necesariamente pertenecer a un partido de derechas sea sinónimo de corrupción (el descafeinado y descolorido PSOE es ejemplo paradigmático de cómo se puede querer pasar por ser de izquierdas y solo parecerlo o no serlo en absoluto a base de corrupciones por un tubo), solo que la historia está ahí, es siempre maestra. Y gracias a ella los hechos cantan: los dirigentes de un partido como el PP en España, casi sin excepción conviven con los más pudientes de la sociedad, con los centros del poder económico empresarial. Me figuro que conviviendo con los grandes magnates del poder económico en España, tales dirigentes políticos del PP no hablarán del hambre en Somalia, de los que mueren en cayucos y pateras, de los desahuciados que han de mudarse a vivir en la calle, de los que hace años que no pueden permitirse veranear, de los cientos de millones de niños y niñas esclavizados…
Y lo más dramático o esperpéntico, según se mire: estamos gobernados por una mayoría de políticos, de todo pelaje y color, que miran más con deseo emulativo para los altos niveles de buena vida burguesa, para el tren de vida de las grandes fortunas de este país y del mundo, que para las necesidades y derechos de los que menos tienen.
De manera que con políticos así, nada me extraña que haya tanta corrupción, tanta impunidad, tanta mentira, tanta golfería en las administraciones públicas; lo raro sería que no hubiera todo lo anterior.
En la película Gandhi, de Richard Attenborough (producción del año 1982), en el plano secuencia final del entierro del gran Mahatma, la voz en off del narrador sentencias que una de las más grandes perplejidades que ya en vida comenzó a suscitar Gandhi es esta: "¿Cómo ha podido pasar por este mundo una persona así?"
Con todos los errores y pecados de su vida -que aunque parezca increíble, también los tuvo-, Gandhi eligió el camino estrecho que lleva a la vida eterna. Ese camino es más tortuoso y sacrificado, amén de estrecho, pero recorrerlo, a la postre, escatológicamente a la postre, suscita mayores niveles de humanización en las sociedades humanas.
De manera que en esta hora turbia de tanta golfería politiquera, aunque sea más exigente y sacrificado deberíamos seguir prefiriendo dejarnos interpelar por el legado de personalidades tan descomunales como la del Mahatma Gandhi (entre cientos y cientos de grandes personalidades que la Historia ha conocido), que por la golfería de tanto político sin escrúpulos.