sábado, 16 de febrero de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XXXII)"



Santiago Hernández:
 
Aclarado todo. Yo soy católico practicante, o militante mejor: participo de la vida de la Iglesia, de sus sacramentos, de la vida de oración, procuro estar al día de lo que en ella pasa, conozco algo de su teología y de su historia, llevo 25 años o más tratando de hacerme presente en ella desde una experiencia de espiritualidad de conversión o militante…
 
No soy modelo de nada, no soy militante ejemplarmente virtuoso o carismático; y sin embargo, lo que me parece apreciar en la Iglesia católica es un tejido muy tupido de seglares que hasta en lo profesional viven gracias a la Iglesia católica -y yo entiendo que he sido puteado-machacado en ese aspecto por la Iglesia católica, luego de haber sido muy ingenuo y generoso con ella y el Reino: de ahí mi rabia, mi “resentimiento y todo eso” según dicen algunos, acusación que ya ni me preocupa, me resbala- sin “dar la talla”.
 
A ver: ante el Señor cierto que todas las personas somos siervos inútiles a la caída de la tarde, digámoslo así, pero con la expresión “que no dan la talla” me refiero a toda esa cantidad de seglares que no habiendo sido nunca jamás militantes cristianos arriban y permanecen en la Iglesia universal más que por servir al Reino de Dios y su justicia, por defender sus intereses partidistas, particulares, económicos, profesionales.
 
En la Iglesia católica, son legión los que actúan así. En tanto a mí -espero que sea la última vez que torture a los lectores de este portal con estas rumias de mi vida pasada-, me han visto apaleado en la cuneta, en el camino de mi vida. algunos que considero muy impresentables e hipócritas eclesiásticos, y han pasado de largo, como el levita y el sacerdote de la parábola del buen samaritano. Considerándome más preparado intelectualmente (humanísticamente, teológicamente, literariamente…), más comprometido (esto es, más militante, aun siendo el pecador que soy), más fiel al Magisterio (con todo lo que ello comporta, y con toda la carga de perplejidades y dudas y tentaciones que ello comporta también) que la inmensa mayoría de esa legión a que me refiero, ¿cómo crees tú, amigo, que me puedo sentir, que me deba sentir, que me tenga que sentir?
 
Dicho con otras palabras igual de apasionadas o encendidas -que no incendiarias-: los hipócritas eclesiásticos que han pasado de mí tan miserablemente me parecen unos clericanallas: conmigo no han tenido entrañas de misericordia, todo lo contrario. Con todas las letras lo escribo. Puede que yo sea más pecador que ellos, pero sin duda creo que ellos son eso que digo. Y lo que experimento es que tales tipos hasta se alegrarían de que me fuera mal en la vida; hasta ese extremo me parece que llega su hipocresía.
 
De modo que quizá por lo que he sufrido en esta Iglesia es por lo que me viene gustando entrar en un portal como este llamado Atrio. Por activa y por pasiva he reconocido que discrepo de bastantes de las tesis y opiniones que se vierten aquí, por Fulano o por Mengana, por quien sea, pero que, sorprendentemente tal vez, al menos en los últimos tiempos he sabido o creído encontrar una cierta sintonía entre las críticas que contra la Iglesia vierten foristas como Javier Renobales, Pepe Sala, Pepe Blanco, Ana Rodrigo, etcétera, y mi propia experiencia, y mi propia realidad.
 
Mira: en otros blogs, de católicos más conservadores, más de derechas, puedo estar de acuerdo cuando hacen fuerza para oponerse al aborto, por ejemplo, a la eutanasia -porque a pesar de todos los pesares, me siento fiel al Magisterio, fidelidad que una nada desdeñable cantidad de seglares de esa “legión” a que me refiero parecen pasarse por el forro-, pero no me siento nada bien cuando despliegan mucho pero que mucho botafumerio en honor del clero, de los obispos, del clericalismo…
 
Me pareciera no poco adulona y hasta hipócrita esa querencia, esa predilección; prefiero la noción de Iglesia como comunidad fraterna de iguales (hombres y mujeres libres, hermanados en torno a un único Señor, que no es el Papa, sino Cristo), como Pueblo de Dios en camino, anunciante y militante del Reino en el mundo. Y esa noción me parece detectarla más en los escritos de un portal como este, a pesar de que luego discrepe de algunos posicionamientos feministas (no de todos, no me considero “antifeminista”: ahora mismo ultimo con prisas este comentario porque tengo que ir a hacer la compra semanal…), de la justificación del aborto, de cierta contumaz oposición a la doctrina del Magisterio…
 
Mientras no se me señale lo contrario, seguiré participando en este foro, pero confío en que en mis próximos comentarios no vuelve a tener que sacar los trapos sucios de mi reciente experiencia con la Iglesia universal, de la que nunca, creo que en ningún momento de mi vida, he dudado de su grandeza, inevitablemente mezclada con toda clase de miserias humanas, incluidas las mías.


Febrero, 2013. Doramas de Luis.

4 comentarios:

Josefa dijo...

A la Iglesia le debemos respeto. Porque cada cristiano es iglesia viva de Cristo. Lo que debemos hacer según mi humilde parecer es difundir el amor de Dios con nuesro ejemplo y amor fraterno exento de todo egoismo.
Espero tu visita en el blog de Josefa.
Un beso.

ayporquenosoycomodonquijote dijo...

Gracias por tu comentario. De todo se puede -y debe- aprender. En la medida de lo posible, devuelvo visitas.

Buena semana.

Esilleviana dijo...

Las creencias personales son muy respetables.

un saludo

ayporquenosoycomodonquijote dijo...

Bueno: más que las creencias, lo respetable son las personas que las profesan. Porque hay creencias que son muy poco respetables, desde luego, por la sencilla razón de que tales creencias constituyen un peligro real para la convivencia de las sociedades.

Así, que haya grupos humanos que crean que para defender y extender sus ideas deben machacar a otras personas hasta el exterminio, no me parece que sea "respetable". Más un largo etcétera de casos aducibles.