La Iglesia católica hecha unos zorros: curas y monjas con el último modelo de automóvil, sí. Que es lo que lamenta el papa Francisco, ante un auditorio conformado por alrededor de 6.000 seminaristas.
Y la casa sin barrer, estábamos: iglesias cada día más vacías, juventud occidental que pasa casi toda de la Iglesia, la gente que, en abrumadora mayoría, pasa de casarse por la Iglesia: "se arrejuntan", cohabitan, parejas de hecho... Y tienen pocos hijos; o sea, que usan, lo más probable, de métodos anticonceptivos, de los que ecahn mano hasta la mayoría de los tecnoburócratas enchufados en trabajos de la Iglesia (escuela católica, facultades teológicas, centros asistenciales...)...
Obispos "aristocráticos" y autoritarios, de vida muy regalada, sobre los que hay que echar a volar mucho la imaginación para hacerse a la idea de que son en efecto pastores, y no meros burócratas hipócritas y despectivos, distantes, encerrados en sus palacios episcopales, mientras el papa Francisco no cesa de prodigar gestos "evangélicos" para muchos y de cara a la galería para otros muchos.
Esta es también la Iglesia. Creo. Que es también la institución que ha pasado hipócritamente de servidor, a quien ni siquiera se ha dignado contestar -quiero decir, algunos de sus canariensis eclesiásticos, pero en verdad de otras muchas partes de la geografía española-, cuando insistentemente ha tocado a sus puertas. Pidiendo ayuda, auxilio, una manita amiga, compresión. Nada: la más implacable de las indiferencias decretada contra mí.
Y eso que llevo 25 años cultivando una espiritualidad de encarnación o conversión fiel al Magisterio; pero nada, a "ese ni agua", parecen haber convenido. Y eso que renuncié por idealismo y por ingenua imprudencia a mi trabajo autoexcluyéndome de las listas de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, a propósito de mi ingreso en el Seminario Diocesano Canariensis en el año 2001; pero nada, como si les importara un bledo la suerte o desgracia de mi vida. Y eso que habré podido ir atesorando una cierta cultura interdisciplinar (literatura, filosofía, filología, teología, arte, cine, personalismo comunitario, historia de la Iglesia, actualidad de la vida de la Iglesia, historia del Movimiento Obrero, movimientos sociales...); pero ni con esas: el más inmisericorde de los olvidos decretado contra mí. Y eso que muy probablemente una de las razones de no haberme podido casar no sea otra que la de haber seguido creyendo yo en el matrimonio cristiano militante: compromiso por el Reino de Dios y su justicia, espiritualidad conyugal, apertura generosa a la vida, compromisos que hoy día casi ninguna mujer joven casadera parece querer asumir en su vida, ni siquiera entre las que van de católicas.
Y todo esto que ocurre en la Iglesia y que me ha ocurrido a mí en la Iglesia y por causa de la Iglesia, acaece al tiempo que toda una pléyade de trepas, burócratas, arribistas, pelotas, mediocres, figurones, antimilitantes, mundanizantes, antinatalistas y meros enchufados que muy poco o nada arriesgan en el camino de la fe viven en lo profesional gracias a sus trabajos eclesiales; vamos, como para estar contento con la "suerte" que me ha tocado. Es decir, claro que estoy contento, esencialmente contento, porque amo la vida, la vida que viene de Dios, pongamos, sea por gracia divina, por pelagianismo o por mis huesos por lo que la amo, pero a los que no consigo tener en especial estima es a toda la patulea de mediocres hipócritas que han pasado de mí inmisericordemente.
Sobre todo porque no creería en sus excusas y coartadas: "Ay paciencia, hermano, Dios te ama, son pruebas que Dios te pone en la vida para acrisolar tu fe, para hacerte madurar..." Y tan panchos se quedan, sí, los mismos que previamente te han puteado. Que me hayan puteado sin ninguna clase de pudor es algo que no he podido evitar, y sí más bien sufrir, pero sí que me gustaría evitar que encima pretendieran quedar bien, como los buenos de la película, con sus justificaciones y coartadas hipócritas.
En fin, que esta es también la Iglesia y que, quien no se consuela es porque no quiere. Ya estoy harto no solo de soportar la tremenda canallada de que he sido víctima, con todo el estropicio que ha ocasionado a mi vida, sino la impotencia de no poder hacer nada. Solo que no les daré encima a tales hipócritas que han pasado inmisericordemente de mí el gustazo de que vean cómo naufraga mi vida.
6/8/2013
2 comentarios:
No se exactamente con que palabras calificar el hecho de que muchos ven en la vida religiosa o consagrada el trampolín que necesitan para vivir bien, para mejorarse las condiciones de vida propia y hasta de la familia. Grave error el de muchos que se empeñan en que un hijo o hija tengan vocación para dedicar sus vidas a Dios, si es proeza en estos tiempos el llevar una vida de testimonio cuando es Dios el que llama, cuán imposible será lograrlo cuando intereses y situaciones mundanas son las que llevan a la vida religiosa.
Completamente sensato y lúcido, como es habitual, tu comentario. Un saludo.
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