El papa Francisco, al igual que cualquier fiel católico de esta o de la otra condición y del lugar que sea o fuere, puede ser mejor. En efecto, mejor cristiano, sí, porque Dios nos quiere perfectos ("Sed perfectos, como vuestro Padre es perfecto", es, nada más y nada menos, la exhortación del propio Cristo Jesús). Ser más santo: pongamos, más enérgico en sus anuncios y “condenas” a la luz del Evangelio, en sus exhortaciones, en el ejercicio de su ministerio petrino, en su amor filial y dócil a Cristo y a su Iglesia, en la virtud personal de su vida más o menos profética, ascética o carismática, etcétera.
Sin embargo, el que tenga previsto rezar, en el transcurso de su próxima visita a Corea, en un cementerio de víctimas del aborto, me parece formidable. Porque es muy probable pero que muy muy probable que ese gesto papal de hacer oración sobre el escenario en que se hace “real” ese monstruoso drama que es el aborto, signifique principalmente esto: no hay fisuras en el pensamiento del Papa argentino por lo que respecta a la ilegitimidad del aborto, desde la perspectiva de la moral católica.
Y en esto particular de su enérgico rechazo al aborto, sin duda el Papa nos confirma en la fe a los católicos. Me parece a mí. Reconocido empero esto desde otra noticia que también tengo sobre el papa Francisco y que más bien formulan los católicos de tendencia más tradicionalista: el papa Bergoglio es un desastre porque no ceja en el empeño destructor de manifestar su odio visceral a la Tradición.
Que no es muy amigo del esplendor litúrgico es una obviedad que no exige mayor esfuerzo investigador o policial, pero de ahí a afirmar que odia la Tradición, cuando tradicionalmente en la Iglesia la figura del Papa ha sido entendida en no poca medida como figura garante de la Tradición misma. Que sorprende que haya auspiciado todo un proceso de comisariado para investigar qué se cuece en el seno de los Franciscanos de la Inmaculada y las Franciscanas de la Inmaculada, órdenes religiosas que, como se sabe, tienen vocaciones, y son muy fieles a la Tradición, incluida la celebración eucarística según el Vetus Ordu (popularmente, misa tridentina o en latín según el misal de san Pío V: la misa que nace de Trento...), siguiendo a su vez las recomendaciones o directrices del Summorum Pontificum de Benedicto XVI, al tiempo que ha levantado la suspensión a divinis que decretó san Juan Pablo II contra el sacerdote sandinista y filomarxista Miguel D'Escoto, quien, deseoso de volver a celebrar la Eucaristía (según confesión del propio D'Escoto), ha celebrado una primera misa, en efecto, luego de levantada esa suspensión a divinis, sin ni siquiera ponerse una estola, nada, con ropa del día no más...
Todo ello me sorprende a mí mismo, sin duda, y sobre este particular, como sobre cualquier otro, tengo mis propias consideraciones, mi sensibilidad particular, etcétera. Pero aun así, reconociéndome yo propio tan pecador, tan limitado, tan falible, ¿cómo podría yo condenar al Papa?
13 de agosto, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
2 comentarios:
Hay que conservar según que tradiciones. Pensemos que Jesús en algún sentido también fue enemigo de la tradición.
Pido a Dios por todos y por mi que me considero pecadora en especial por el Papa para que el espíritu santo lo ilumine en su ministerio.
Un cordial saludo.
Gracias por su visita. Por todas...
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