13/4/2009
Hola, saludos, Cándida Sofía:
A mi juicio, y sin apenas dudas al respecto, quisiera sumarme al corro de todas las voces (con el Papa actual a la cabeza, auténtico oasis de conciencia moral y espiritual para nuestro tiempo de crisis adorador del Becerro de oro del materialismo relativista y nihilista) que afirman que la crisis de fe (de fe religiosa, se entiende, esto es, de confianza filial en DIOS) y de valores, especialmente considerada desde la pèrspectiva analítica, ontológica y axiológica de la tradición judeocristiana, pero igualmente desde la perspectiva de lo mejor de la tradición del humanismo laico, es uno de los más graves problemas a los que hoy día se enfrenta la humanidad.
Más allá de la caricatura que se hace de Benedicto XVI, perpetrada, entre otros sectores de la progresía falsamente compasiva y solidaria, por una cadena como la Sexta, o los periódicos Público o El País, lo cierto es que voces como la del sucesor de Pedro son absolutamente vitales para nuestro tiempo histórico. De manera que cabría que afirmáramos que el mundo se oxigena y respira a través del testimonio intelectual, moral y espiritual de personalidades de la talla de Benedicto XVI. Sin afán hagiográfico alguno, sin querer afirmar que el Papa actual es en todo perfecto e intachable: todos los días, al celebrar la Eucaristía, el vicario de Cristo pide perdón...; imaginémonos por un momento que se cree lo que pide; yo, al menos yo, sí me creo que él se cree lo que pide, lo cual no impide del todo, claro es, su condición de pecador necesitado de renovación y purificación permanentes... Así las cosas, el mundo necesita testigos, santos y santas, profetas, hombres y mujeres solidarios, militantes del Reino y su justicia...
Con Perogrullo repitamos que todas las personas somos pecadoras. Absoluta y completamente todas, incluidas las personas santas, estén o no en los altares. No obstante, lo que tú me envías, Cándida Sofía, parece a las claras la invitación de un grupo de gays activos, invitación para participar en una fiesta de ligoteo homosexual y de sexo seguro (por eso, obviamente, por ese "sexo seguro", el Papa actual "no se entera", está fuera de la historia, o mejor, sí se entera, pero es un octogenario aguafiestas).
Sin ánimo de juzgar a nadie, que los activistas gays esos se lo guisen y se lo coman como gusten o deseen: cada persona es libre de revolcarse, si quiere, acaso como en plan cerdo, juntamente con todos los cerdos que así lo deseen, sean del legendario rebaño de Epicuro o de cualesquiera otros rebaños más o menos postmodernos.
Sin ánimo de herir a nadie, sin ánimo de ofender a nadie, empero seamos valientes y salgamos a los areópagos modernos para afirmar, desde la barca de Pedro, que a menudo pareciera como que se hunde pero que no se hunde (como se afirma, creo que en algún lugar de la Carta a los Efesios, todo al final de los tiempos será recapitulado en Cristo), e insisto en que sin titubeos lo mismo que sin ánimo de injuriar, para afirmar que el homosexualismo es pecado.
Sin ánimo de injuriar ni herir a nadie afirmemos, por fidelidad al plan de DIOS y por filial amor a la Iglesia nuestra madre, santa y pecadora pero maestra en humanidad, que el homosexualismo es contrario a la auténtica naturaleza esponsal del amor humano.
Por lo demás, y como me cabía esperar, a mi retorno a las clases ha sucedido lo siguiente, es decir, lo de siempre, lo que ya viene siendo habitual en nuestra sociedad y en nuestros días: prácticamente nadie me ha preguntado si en Semana Santa participé en las celebraciones de lo que es específico de esa semana grande para los católicos, es decir, si celebré en comunidad la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Y es que el relativismo y el nihilismo, hijos putativos que vendrían a ser del laicismo excluyente, cabalgan, como si de un azote del bárbaro Atila se tratase, por esa piel de toro que sigue siendo España, y por el Viejo Continente, en realidad por todo Occidente...
Casi exclusivamente los comentarios de los compañeros y compañeras profesores, entre los que sin duda debe haber buenas personas y profesionales docentes estupendos, han girado en torno a viajes, acampadas, salidas, marchas, minivacaciones con hotel y playa... Salvo mis propias palabras confieso que pronunciadas con cierto miedo o reserva, esto es, con escaso eco, no he escuchado otras alusivas al sentido salvíficamente cristiano de la Semana Santa. Ni la que imparte Religión católica en el centro en que doy clases, Cándida, ni siquiera ella; a esta, que por lo demás ni me saluda -sospecho que por conocer mi pasado como seminarista católico y porque no querrá que yo le eche en cara toda la falsedad de su pasteleo como docente de Religión católica en la escuela pública-, por mero azar también tuve ocasión de escucharla ponderar "lo bien que lo pasó" en esta pasada Semana Santa.
A decir verdad, a mi modo de ver y de sentir nuestros obispos, ni que decir que sin caer en el pesimismo y sí por el contrario tratando en todo momento de presentar el rostro más humano, esperanzador, solidario y libertario del mensaje cristiano, deberían abandonar todos esos paños calientes con los que, por lo menos según lo que me parece a mí, tratan de presentar, ante las distintas opiniones públicas y sectores de nuestra sociedad, que la fe católica y apostólica y hasta romana aún goza de cierta buena salud en España porque 10.000 000 de personas fieles asisten a misa dominicalmente. Para mí casi sin duda, es falso que de 45.000 000 de españoles, 10. 000 000 asistan a misa regularmente, dominicalmente; yo creo que ni la mitad, ni 5.000 000 de fieles asisten a misa todos los domingos y fiestas de guardar, lo cual significa que serán muchos menos incluso los comprometidos militantemente.
En fin, que al mal tiempo buena cara, Cándida, mi Sofía preferida. Salud, paz y bien.
11/6/2013
2 comentarios:
Es una pena que la Semana Santa se haya convertido en días de vacaciones, en días de playa y diversión, se han olvidado los verdaderos motivos de esos días y lo que en realidad se celebra.Saludos
Sin lugar a dudas la semana Mayor es el tiempo en el que recordamos y celebramos el sustento de nuestra fe (la pasión, muerte y resurrección de Cristo -Dios y Hombre-) ya que en vana sería nuestra fe si tuviéramos un dios muerto. Los Días Santos debían ser eso -SANTOS- pero se ha ido perdiendo el sentido de ese tiempo de misericordia en las familias y hasta en algunas comunidades en donde los sacerdotes no impulsan con su testimonio la participación de estas celebraciones. Es tan simple reflexionar sobre como vivir esos días... bastaría con preguntarse
¿Que haría yo ante mi madre, padre o hermano agonizante o al borde de la muerte? ¿Y Dios... no lo merece?
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