Hans Küng:
Usted es un hombre culto, un erudito de la teología ecuménica, amén de un testigo excepcional de la historia de la Iglesia católica, sobre todo en Europa, en los últimos sesenta años. En algunas cuestiones, usted tiene razón, “más razón que un santo”, como se dice popularmente. Sin embargo, el camino de reformas que usted viene reivindicando para la Iglesia católica desde hace décadas, en sus libros y resto de publicaciones, charlas, seminarios y conferencias, usted sabe que no es nuevo; a decir verdad, es casi idéntico al que llevan aplicando a sus comunidades, sectas e iglesias, no pocos cristianos protestantes de corte liberal, con el desalentador resultado de que esas comunidades cristianas están mucho más en crisis que la Iglesia católica, la cual, ciertamente, está sobre todo en crisis en la vieja Europa, esto es verdad, no cabe negarlo, pero no tanto en Iberoamérica -aunque en este gran continente, también en no poca medida, pues el fantasma de la secularización ha avanzado mucho en los últimos lustros en aquel continente “hermano e hijo” de España-, y mucho menos en África, continente donde el catolicismo es bastante pujante.
Usted sabe, o debería saber, que las comunidades cristianas, casi sin excepción salidas de la Reforma, que han aplicado modelos de reforma casi idénticos a los suyos que desea para la Iglesia católica, señor Küng, han quedado al borde de la quiebra definitiva, de la desaparición y cierre por falta de fieles y de celo pastoral.
Así que todo eso de aceptar el aborto, el divorcio, la contracepción, la homosexualidad, la eutanasia, las mujeres al ministerio ordenado, etcétera, ya existe en todas esas comunidades cristianas. Y desde luego, todo parece indicar que esas medidas de reforma teológica y eclesial no han fortalecido a esas comunidades cristianas, y sí más bien todo lo contrario, según los hechos cantan, o según me parece a mí que cantan.
Con decirle a usted que a mi juicio -compartido hasta por el papa saliente Benedicto XVI-, uno de los más graves problemas de la Iglesia católica es el de su secularización interna; es decir, toda esa abrumadora cantidad de fieles trepas, burócratas, figurones, desencarnados, antimilitantes, arribistas, mundanizantes y meros “enchufados” que han plantado sus tiendas y sus aposentos en la Iglesia católica, no para comprometerse en la construcción del Reino de Dios y su justicia, en comunión con el Magisterio, y sí más bien para la salvaguarda de intereses menos evangélicos por más partidistas: el trabajito, la parcela de dominio y de poder, el “enchufe” de turno… Esto es un auténtico cáncer en la Iglesia que, me temo, no podrá extirpar así como así el próximo papa, por muy bueno que sea, cosa que me gustaría fuese así, cierta: un papa que fuera un gran creyente, un hombre de Dios, un enamorado de Jesucristo y de su Iglesia.
Ojalá -que es expresión heredada en castellano del idioma árabe, por cierto-, o sea, Amén.
Saludos. Buen fin de semana.