domingo, 31 de marzo de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLII)"



Si los gestos del papa Francisco son, en efecto, delicada expresión de una sensibilidad franciscana reformista, bendito sea Dios: la Iglesia universal y el mundo necesitan, como agua de mayo, como maná de la Alto, esos gestos, esa renovación, esos aires de reforma, en la línea de depurar la Iglesia católica, “semper reformanda”, llevándola más hacia las directrices eclesiales maestras que nacen del mismísimo Evangelio.
 
Sin embargo, me parece que determinados análisis progresistas están yendo demasiado lejos. En la línea o el sentido de augurar que nuestro nuevo Papa va a ponerlo todo patas arriba en la Iglesia, incluidos aspectos nucleares de la doctrina (pongamos: el aborto, la eutanasia, la legitimación de las relaciones homosexuales, el acceso de la mujer al ministerio ordenado, la legitimación de la anticoncepción…).
 
Para nada: ya verán ustedes cómo nada de eso va a cambiar; el papa Francisco confirmará la doctrina tradicional de la Iglesia en todos esos aspectos y en tantos otros (relaciones prematrimoniales, por ejemplo, aceptación de los 5 puntos innegociables para un fiel católico según el magisterio de Benedicto XVI, aceptación de la Iglesia como estructura jerárquica, y un largo etcétera), mientras una inmensa mayoría del Pueblo de Dios, por una parte seguirá manifestándose capaz de vitorear al nuevo sucesor de Pedro y por otra continuará pasando o haciendo de su capa un sayo en lo tocante a la vivencia de algunos contenidos de la fe católica, especialmente los referidos a la moral sexual y familiar.
 
Al menos en Canarias, sospecho que el 95% de las personas pertenecientes a las generaciones más jóvenes -y puede que me quede corto-, pongamos que de 55 años para abajo, pasan más o menos olímpicamente de la doctrina moral de la Iglesia católica. No hay más que ver lo adelgazadas que están la inmensa mayoría de las familias jóvenes formadas por bautizados católicos: casi ninguna pasa de la parejita; ergo, lo más probable es que usen de métodos anticonceptivos en sus relaciones, salvo casos excepcionales que solo Dios conoce en verdad… Incluso aunque expliquen en sus “cátedras” de profes de la escuela católica, o en facultades de teología la enseñanza oficial de la Iglesia, en su vida recortan o actúan según les convenga. “Religión a la carta” suele llamarse esto.
 
Y esto es tan así en la Iglesia -o sea, tan mezquino, tan hipócrita y tan desleal con relación a la doctrina de la Iglesia misma-, que yo me temo que el nuevo Papa, a quien yo mismo saludé con entusiasmo, y con pública declaración de fidelidad y de respeto, nada va a poder hacer. Que ese es un “cáncer” muy extendido en el tejido de la Iglesia; y sobre todo, no veo voluntad alguna de extirparlo.
 
Al contrario: si te manifiestas como militante fiel al Magisterio -modestamente, creo que es así mi propia experiencia-, te linchan en la propia Iglesia, te ningunean, te putean, te “ignorantan”. Es decir, pasan de ti, te mandan directamente a la mierda, a la papelera de reciclaje, incluso al precio de tratar de anularte como persona, aun a base de difamarte públicamente. Sé de lo que hablo: he sufrido en mis carnes y en mi atribulado espíritu todo esto que mismo que denuncio.
 
O dicho de otra manera: conozco a tipos y tipas “enchufados” como profes de la escuela católica o como profes de Religión en la escuela pública, que todo el mundo conoce que son unos hipócritas de cojones que hacen acto de presencia en movidas eclesiales con el fin principal de mantener sus puestos de trabajo eclesial. Este especimen de arrivista es muy frecuente en la Iglesia católica hoy día; y empero, no veo que se haga gran cosa por extirparlo de raíz, y además nada va a poder hacer el nuevo Papa para extirparlos del tejido de la Iglesia, aunque en esto espero equivocarme.
 
Nada. Y conste: no soy pesimista al decirlo -ni mucho menos resentido o envidioso, según acusan algunos imbéciles que me difaman-, sino que más bien no me tengo por tonto del todo.
 
Pero bueno: tiempo al tiempo y a ver hasta dónde llegan las reformas del papa Francisco.

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