miércoles, 16 de enero de 2013

"Pedro Casaldáliga me recuerda a Milton Nascimento"


El portal de Internet Religión Digital ha ofrecido la noticia (la ofrece con solo un "pinchazo" en el enlace correspondiente) de la vuelta a casa del obispo Pedro Casaldáliga, español de origen catalán, misionero claretiano, hace más de 40 años incardinado en Brasil. 

Prelado católico atípico, su ordenación episcopal aconteció en plena selva brasileña, sin báculo, sin mitra, sin anillo episcopal, acaso símbolos de poder... reemplazados, en el caso del obispo Casaldáliga, por un sombrero de paja campesino en lugar de la mitra correspondiente, por una pala de barquichuela en representación del báculo episcopal de rigor, por un anillo de madera rústica de árbol de la selva en sustitución del preceptivo anillo de oro... De manera que con todas las luces y sombras de su ya larga vida (tiene 84 años), lo cierto es que sigue siendo una figura de referencia de la Teología de la Liberación, y aun de la izquierda iberoamericana, por no decir mundial.

Lo de "vuelta a casa", porque en las últimas semanas, el que fuera obispo de la Diócesis de Sao Felix do Araguaia, en la Amazonía brasileña (es decir, nos seguimos refiriendo obviamente al obispo Casaldáliga, dato que conoce cualquier persona mínimamente informada de la actualidad de la Iglesia), ha sido sujeto de amenazas de muerte, causadas, lo más probable, por el compromiso del obispo a favor de la causa indígena.

No pretendo analizar ni la vigencia o no vigencia de la Teología de la Liberación ni la implicación del obispo Casaldáliga en ella (no es este el espacio ni el momento para tal menester, ni soy el más cualificado para hacerlo), sino simplemente plantear "en voz alta" si en una época como la actual dramáticamente condicionada por el consumismo a escala mundial, por el nihilismo de corte descafeinado más o menos pragmático o escéptico, por el individualismo y el desamor, por el hedonismo más descarado, por el neoliberalismo que sigue oprimiendo a grandes mayorías de la humanidad, y en definitiva, por mil y una formas de atentar contra la dignidad de las personas (esclavitud infantil, hambre de cientos de millones de personas, paro de otros tantos cientos...), lo más adecuado es defenestrar a las personas.

Además, con respecto a estos asuntos creo tener bastante presente la enseñanza evangélica contenida en los siguientes pasajes o perícopas :  Mt 5, 38-48; 18, 21-35; Lc 6, 27-42; 15, 11-32: referidas a la exhortación a perdonar las ofensas del prójimo, a rezar y hacer el bien a los que nos persiguen y malquieren, a mirar más nuestros defectos que los del prójimo (la viga en nuestros ojos más que la pelusa en los ajenos), y a reconocernos "hijos pródigos" necesitados de la misericordia de Dios. Digo presente en la teoría; en la práctica, reconozco que soy muy mal alumno a la hora de aplicar a mi vida la enseñanza que contienen.

De ahí que escribiera hace un par de días en Religión Digital el apunte que incorporo a esta breve reflexión. Es el que sigue:


kanario XVI
Para el bloguero Fernández de la Cigoña, Casaldáliga es uno de los peores obispos del último medio siglo de la historia de la Iglesia católica. Como lo que reproduzco lo tiene él publicado y lo ha repetido varias veces -que yo sepa, desde luego lo habrá dicho más veces-, no creo estar difamando al ilustre bloguero por lo que cito.


Sin embargo, yo planteo algo así como lo siguiente: ¿No es posible, incluso reconociendo todos los errores de la Teología de la Liberación, y todos los del marxismo, y por supuesto todos los errores y pecados del propio Pedro obispo, reconocer, decía, que con el religioso misionero claretiano catalán nos encontramos ante un "hombre bueno", en el sentido machadiano del término, un hombre traspasado por el Evangelio, un discípulo de Cristo de vida voluntariamente humilde, profética y desposeída, un pastor sin oropeles ni fastos de grandeza ni de pompa y poder?

Planteo lo anterior toda vez que me resulta difícil de entender el tenor o jaez de las críticas sumarísimas que se formulan contra el obispo Pedro Casaldáliga, pues no en balde, me parece, nos encontramos ante un pastor de la Iglesia universal que ciertamente se caracteriza por sus ideas teológicas y pastorales fronterizas, un tanto heterodoxas, y por su cercanía a posiciones políticas filomarxistas, pero de ahí a descalificar globalmente toda su obra, todo su compromiso a favor de los marginados (los indígenas de la Amazonía brasileña, los sin tierra, etcétera)...


Casaldáliga se ha presentado siempre como un obispo cercano, afable, fraterno, servicial, acogedor hasta el tuteo. Pero esto al señor Cigoña parece que le dice poco, o nada, o le dice algo que es malo. Acaso porque él prefiera a obispos de corte más conservador, principesco, clerical, jerárquico; yo, desde luego que no. Me repugna cada vez más ese modelo eclesial (disculpen el "repugna", reconozco que es verbo contundente), máxime luego de haber conocido, muy en primera persona, cómo se las gastan en la Iglesia católica no pocos jerarcas que sí, exigen para sí mismos y para la Iglesia que representan, ese respeto reverencial de los fieles, pero que luego despliegan un comportamiento de lo más hipócrita, autoritario y despectivo.


Y creo que mucha gente, pero lo que se dice mucha gente, que pasa de la Iglesia católica, sostiene lo que yo: urgencia de una Iglesia más fraterna, igualitaria, menos clerical, más evangélica... Y estos y estas son inmensamente más, en número y hasta en activismo social, que todos los católicos más bien conservadores de derechas que cierran filas en torno al Papa, poniendo de paso a caer de un burro a obispos como  Pedro Casaldáliga... 



Me parece a mí...



Cfr. http://ayporquenosoycomodonquijote.blogspot.com.es





Comparto con el obispo y poeta Pedro Casaldáliga no solo el cultivo de la poesía (él, ni que decirlo habría, más estimable que yo, digo como poeta), sino la admiración por la música del brasileño Milton Nascimento. De este ha llegado a decir nuestro obispo: "Canta Milton: no es posible que las estrellas no parpadeen". (¿Verdad, Carlos Galilea, presentador que eres de Cuando los elefantes sueñan con la música, estupendo programa de Radio3RNE, exquisitamente centrado en la músicas populares de Brasil?)



En efecto: como asegura el también genial Caetano Veloso, otro de los grandes de la MPB (música popular brasileña), en su libro Verdad tropical, la voz de Milton es incomparable: para Veloso (hermano de María Bethania, una de las divas de la música popular brasileña, a la que soy tan devoto), la más hermosa voz en el universo de la música popular a escala mundial. Casi nada esa afirmación.

Escuchémosle...




Y como la tentación es grande... Como es tan grande como mi pasión por esa música, no he podido evitar "tomar prestados" de Youtube otros tantos vídeos musicales: del citado Caetano Veloso, de Chico Buarque de Hollanda (gran letrista, novelista de mérito, luchador social...), de Gilberto Gil, de María Creuza, de Gal Costa, de Joao Bosco, de Tom Jobim, de Vinicius de Moraes, de Elis Regina, de Djavan, de Toquinho, de Joao Gilberto... A sabiendas de que Brasil es muy probablemente el país iberoamericano de más rica tradición musical...

Que ustedes disfruten de esta selección de canciones; como no podía ser de otra manera, una de las cientos de selecciones posibles, de miles en verdad, de entre el riquísimo repertorio de la MPB. 



































   

martes, 15 de enero de 2013

"Pese a los males del mundo, la alegría"


Luis González Morán, un último apunte:

A pesar de mis críticas a la Iglesia católica -o acaso gracias a ella, cualquiera sabe-, la breve reflexión siguiente expresa lo que de profundis creo. Desde luego, si en la Iglesia universal abundasen creyentes no de la altura creyente de mi vida -que seguro es escasa, cortita, a mi pesar-, sino de la de la santa a la que me refiero yo mismo en un breve apunte que enseguida reproduciré, inicialmente pensado para un blog amigo…

Pero no, a pesar de luminosos testimonios como el de la joven italiana a la que me referiré en un momento, la Iglesia católica en la actualidad sobreabunda en toda clase de mediocridades, pactos con lo peor del mundo, entendimientos con los poderosos… Todas, actuaciones de no pocos de sus hijos e hijas que contradicen abiertamente el Evangelio, como parece querer poner de manifiesto Antonio Duato en el post que nos convoca a este hilo.

Es el que sigue (ese breve apunto a que me he referido supra):



Santa Gema Galgani, colosal santa italiana que murió con apenas 25 años, fue la primera santa canonizada del siglo XX.

Según lo que cuentan sus hagiógrafos, es imposible no estremecerse al conocer su vida; estremecerse desde el asombro. Lo que pasó esta chica: un auténtico calvario de desgracias familiares, orfandades, pruebas y tentaciones del Maligno, enfermedades, incomprensiones, estrecheces económicas…

En vida, fue estigmatizada, esto es, recibió, en las palmas de sus manos, la gracia de los estigmas de la Pasión de Cristo. (Como seglar, fue pasionista, y hoy día goza de gran predicamento en esa orden de origen italiano.) Como el P. Pío, también italiano, entre otras personas del siglo XX de intensa espiritualidad crística (también estigmatizada, la mística alemana Teresa Neuman).


Recuerdo un retrato de la santa en la alcoba de mi abuela materna. Y puede que en otras alcobas de tías abuelas y otras viejas que ya no están en este mundo…


Creo que porque la sociedad en Occidente se ha ido descristianizando, desmisterizando, desacralizando, la Iglesia universal está sufriendo la crisis de fe, de identidad y de credibilidad que está sufriendo en la actualidad.



De manera que lo que acabo de escribir es también parte esencial de lo que creo, lo cual no impide la aparición de algunas críticas que con determinada frecuencia me permito hacer públicas en un portal como Atrio. Siempre, me creo, desde la perspectiva y desde la experiencia de considerar que Jesús el Señor, el Cristo, la tercera persona de la Trinidad, vino al mundo a sanar enfermos, a acoger a pecadores, a prostitutas y publicanos, a marginados sociales y locos, a hambrientos y desquiciados (cfr. Mt 11, 28-30; 12, 1-14; 14, 13-21)...





Por ende, o así las cosas, la meta del cristiano es la                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    alegría, reto que tendría que comenzar a aplicarme muy en primer lugar yo mismo, pues a menudo las tristezas y las angustias me invaden de tal modo que...: Máxime teniendo en cuenta que al final de los tiempos, como nos enseña san Pablo en una de sus cartas, todo será recapitulado en Cristo: Cristo alfa, Cristo omega.

Y el mal (el dolor, la injusticia, la enfermedad, la muerte...) no tendrá la última palabra.

Postdata

Sospecho que lo mejor del genio musical de J. S. Bach permanecerá, hasta la consumación de los tiempos, entre lo más elevado del arte jamás creado por mente humana.

Así que igual mi breve reflexión no merece el broche o guinda de la excelsa obra maestra de Bach que tomo prestada a Youtube, pero sí que la merece nuestro humano deseo común de alegría pese a la crisis que no cesa, pese al dolor que no avisa, pese a la enfermedad que traiciona, pese a la masacre contra docenas de estudiantes que ha sucedido hoy en Siria, sumida en una tremenda guerra interna o civil... 

Pese a la muerte (columna vertebral del misterio de iniquidad que pertenece a la entraña o estructura del mundo), contra la que nada pueden ni los versos de Mario Benedetti ni el cine de I. Bergman.




viernes, 11 de enero de 2013

"¿Privilegios eclesiales en época de crisis?"



Me parece muy cierto que la Iglesia católica en España goza en efecto de ciertos privilegios que, como poco, resultarían muy discutiblesComo también es cierto que sufre la incompresión y el rechazo de no pocos colectivos y sectores sociales, políticas partidistas y administraciones, etcétera. Lo cual a su vez no es menos cierto que el hecho de que la propia Iglesia católica -me refiero ahora especialmente a sus pastores: obispos, sacerdotes…- ha ido labrando su propio descrédito social a base de incurrir, un día sí y otro también, en toda clase de incoherencias, hipocresías, alianzas con los poderosos; en definitiva, traiciones al Evangelio.

Hasta el extremo de que es una de las instituciones peor valoradas en España. Tal valoración, entiendo, no es solamente consecuencia del laicismo en sus versiones más desafectas hacia la Iglesia, que es la tesis principal que manejan nuestros obispos, sino que también tiene que ver, y mucho, con errores de la propia institución.

Entonces, henos aquí con la pregunta-perplejidad inevitable: ¿Para qué quiere mantener la Iglesia católica en España esos acuerdos firmados en el año 1977 entre el Vaticano y el incipiente Gobierno democrático español? Respuesta inmediata y lógica: los quiere mantener para evangelizar, para difundir el mensaje de su Señor…

Y claro, entonces uno exclama un no poco sorprendido “Ah, conque los quiere mantener para eso”… Está bien, si es así. Pero la verdad, a menudo no lo parece; es decir, a menudo no parece que los privilegios fiscales, sanitarios, educativos, militares, entre otros privilegios de esos, la Iglesia los esté usando debidamente para evangelizar, sino más bien para mantener todo un aparato burocrático en buena parte de sus movidas evangelizadoras, que no hace otra  cosa que secuestrar el Evangelio.

Postdata: hace unos días anuncié que dejaba de participar en Atrio como forista, al menos durante un tiempo, tras haber sufrido, entendía yo, la provocación y los anatemas de un forista. Sin embargo, considero que, salvado ese incidente, no tengo razones de peso para dejar de participar en este portal, salvo que expresamente me lo ruegue su coordinador, el señor Antonio Duato, o en su defecto una suerte de comité de foristas indignados con mis ideas, o así.

Sigo considerando que este portal es muy progresista, y yo no soy propiamente progresista (tampoco me considero de derechas, ni facha ni vainas por el estilo). Sin embargo, frente a una mayoría de voces progresistas, críticas con la jerarquía y desafectos, más o menos, con el Magisterio, la mía, que apenas se levanta un palmo del suelo en su vuelo -perdón por el pareado-, puede ofrecer un cierto contrapunto.

Porque además, aunque no soy crítico con la doctrina de la fe, con lo que frecuentemente llamo yo mismo hipocresía eclesiástica, sí suelo ser muy crítico. Hasta el extremo de llegar a plantearme reflexiones como esta que expresa el escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti en su poema “Defensa de la alegría”: “Defender la alegría como una certidumbre/ defenderla a pesar de Dios y de la muerte/ de las buenas costumbres y de los apellidos (…)” 


Esto es: no digo el defenderla “contra Dios” -porque si existe, y yo creo que sí, Dios es la fuente de la alegría-, sino contra “el mal rollo” de muchos que se consideran sus representantes en el planeta Tierra y que empero, más allá de ser pecadores (pecadores y pecadoras somos todas las personas), son unos mezquinos de cojones, unos hipócritas autoritarios…

Me parece conocer, por propia experiencia personal, que la Iglesia católica está llena de ese tipo de personajes.

jueves, 10 de enero de 2013

"¿Palabras de Él?"


¿Palabras de Él?”


Palabras preliminares

El 26 de enero del año 2012, el portal de Internet Atrio tuvo a bien publicar este artículo. El único que he logrado publicar en ese portal que pretende concitar el diálogo sobre lo profano y lo sagrado. Habiendo protagonizado en ese portal algunas controversias, entiendo que por defender un servidor la doctrina del Magisterio y, empero, la mayoría de los foristas de Atrio la heterodoxia, la disidencia eclesial, etcétera, quiero agradecer la acogida que siempre me han dispensado. En nombre de la libertad de buscar la verdad como hijos e hijas de Dios: lo cortés no quita lo valiente.

    Sin ninguna duda, también discrepando de muchos de los foristas de ese portal o web, he salido ganando, en lo cultural y en lo espiritual y hasta en lo eclesial católico. Agradecido, impulsores de Atrio.

     El artículo a que me quiero referir se titula “¿Palabras de Él?” A punto de cumplirse un año de su publicación en esa página, vuelve monseñor Demetrio Fernández, actual obispo de Córdoba, a ser protagonista de una polémica, aireada en algunos medios de comunicación de masas y aun en sectores de la sociedad española, por causa de un artículo de prensa en que se muestra muy crítico con la ideología de género, a la que acusa de ser una de las causantes de la crisis de la familia tradicional.

     Como tengo ocasión de reconocer en Atrio, concretamente en la encendida controversia suscitada por el artículo "El Obispo y el género: ¿incultura o maldad?", del economista Juan Torres López, en esta ocasión me alineo con la postura del obispo católico, que entiendo es la del Magisterio, con todo lo que ello comporta de crítica y de rechazo a mi posicionamiento, por parte de amplios sectores de la progresía, incluida la eclesial o paraeclesial, no poca de la cual, o alguna de ella, al menos, sin embargo -o sin que parezca importar o estorbar-, sigue comiendo, en lo profesional, en lo existencial, de la mano de la Iglesia a la que muerde. Realidad cuya denuncia pública te lleva a ser incluso descalificado en el seno de la Iglesia misma, digo en amplios sectores de ella.

     En el artículo “¿Palabras de Él?” me muestro no obstante un poco más crítico con las declaraciones del obispo español D. Demetrio. Sin por ello mostrarme opuesto a la doctrina del Magisterio, por más que sigo sin entender cómo es posible que la Iglesia católica, por boca de sus pastores (en esta oportunidad, monseñor Demetrio Fernández) condene la ideología de género, el feminismo, siquiera en sus formas más radicales, y las movidas de los colectivos LGTB, y sin embargo consienta en su seno la realidad de cierto número de más bien burócratas (mujeres y hombres) que, en lo profesional, viven gracias a la Iglesia católica (escuela católica, facultades teológicas, centros asistenciales confesionales...) pero que doctrinalmente se apartan de aspectos o núcleos esenciales de la doctrina de la fe católica.

     No lo entiendo. Y por no entenderlo y por protestar contra ello, a estas alturas de la película, es decir, de mi vida, ya conozco que soy difamado ácidamente, también en conciliábulos eclesiales católicos: “que si loco, que si cátaro, que si fanático, que si resentido, que si integrista, que si difamador de la Iglesia...” En lo que constituye una rastrera estrategia de golpear bajo, en toda la línea de flotación personal: acusarlo a uno de haber perdido el juicio, para así machacarlo y anularlo a uno. Ni caso.

     De ahí que a menudo me sienta tentado a profundizar en el universo existencial que expresan poemas como el titulado “Momentos felices”, del comunista y ateo Gabriel Celaya; como que se trata de un largo texto, conversacional, de poesía intencionadamente prosaica, reivindicante de una reconciliación con la finitud. En una línea socialista, esto es, comprometida (verbigracia, uno de sus más ilustres representantes en España, D. Enrique Tierno Galván), y no postmoderna, individualista, nihilista (tipo o vía Lipovetsky: La era del vacío).

     Vamos, pues, con ese artículo publicado hace algo menos de un año. Artículo que me gustaría encabezar con esa obra maestra de la canción popular de todos los tiempos titulada “Ne me quitte pas”, del cantautor e inimitable intérprete belga Jacques Brel, que sigue siendo uno de mis preferidos de su género.

     Se trata de una de las canciones de amor más desgarradoras, trágicas, desesperadas y a la vez conmovedoras jamás escritas. La forma interpretativa de Jacques Brel -ilustre belga que llegó a veranear en Gran Canaria, al igual que llegó a entrenar aquí, según me aseguraba mi padre, que en paz descanse, nada menos que Eddy Merck, otro ilustre belga, acaso el mejor ciclista de todos los tiempos-... Se queda uno sin palabras: gozo total. Y eso que es una pieza magistral interpretada (en verdad, una de las canciones más versionadas de la música popular moderna) por gigantes de la talla de Edith Piaf, Charles Aznavour, Nina Simone, Frank Sinatra, Marlene Dietrich, Shirley Bassey, Johnny Halliday, Yves Montand, Ray Charles... Casi nada al aparato.

     A decir verdad, la génesis de la canción es poco “católica”, en el sentido de que, compuesta por Jacques Brel en 1959, viene a ser una crónica de su ruptura con Suzanne Gabriello, embarazada en el momento de la ruptura, y que acabaría abortando tras rehusar Brel a su paternidad. Ciertamente, me importa nada que nada tenga que ver con el contenido del artículo de marras, ni con la trayectoria del obispo Demetrio, que acaso ni guste de esa canción; únicamente querría un cierto consentimiento del público lector.

     Por último o por lo demás, al final del artículo, como postre digestivo, me nace de mi deseo de vivir invitar a los lectores a que sean por unos minutos felices, a que vuelvan a serlo, como lo suelo ser yo siempre que la escucho, con la también desgarradora tristeza de “La chanson des vieux amants”, igualmente de Jacques Brel. Otra historia de amor trágica, desgarradora, incomparablementre cantada por el ilustre ciudadano belga. Está a la altura de “Ne me quitte pas”, sin duda, hasta el extremo de que no puedo sino preferirlas a las dos, por igual. Por fortuna, no son dos mujeres a las que amar por igual -si esto fuera posible, que no lo sé-, sino dos inmortales canciones a las que preferir al mismo tiempo.


Meollo del artículo (o cuerpo de la cuestión)




Desde luego, sí que han alcanzado notable eco mediático unas recientes declaraciones públicas de monseñor Demetrio Fernández, actual obispo de Córdoba (España, no la Córdoba argentina), a propósito de su última carta pastoral. Hasta el extremo de que el propio prelado acaba de manifestar a distintos MCS (medios de comunicación social) que “se alegra de que la palabra de Dios suscite mucho atractivo”.

     Recordemos: en su carta pastoral, al parecer extensa -y que quien estas líneas escribe no ha leído entera, mea culpa-, el obispo católico exhorta a que los cristianos no caigan en el pecado de la fornicación. En realidad, la carta pastoral en cuestión es una explicación más o menos exegética y catequética de la lectura evangélica de una misa dominical, no recuerdo si de este domingo pasado (l5-l-20l2) o del anterior. Convencido al parecer el prelado católico de que no pocos medios de comunicación de masas, el cine, la televisión y hasta la escuela pública fomentan el libertinaje sexual, no ha tenido pelos en la lengua y lo ha denunciado. Con la consecuencia inevitable, una vez altavoceadas mediáticamente sus palabras: tirios y troyanos lanzan, respectivamente, loas y flechas no precisamente de Cupido contra el obispo, contra sus opiniones.

     A nuestro juicio, las opiniones del obispo Demetrio no inventan nada que no esté ya bimilenariamente inventado; esto es, explican la que viene siendo doctrina moral de la Iglesia católica desde hace 20 siglos. Basada en los Evangelios, la Tradición y el Magisterio, en efecto es esa, esa es la doctrina moral de la Iglesia. Nada que objetar al obispo: la humanización de la sexualidad, según la doctrina moral de la Iglesia católica (la propuesta moral de la Iglesia ortodoxa, que excepcionalmente acepta el divorcio y aun los métodos anticonceptivos, es un pelín más suave, y no digamos la de los grupos del protestantismo liberal, que aceptan incluso la homosexualidad entre sus fieles y la bendice), sigue siendo ardua tarea, un auténtico camino estrecho frente al ancho y regalado que propone el mundo.

     Sin embargo, nos preguntamos si, sabedor el obispo Demetrio del eco mediático que iban a poder alcanzar sus opiniones sobre tan delicado asunto, por qué no aprovechó para reconocer públicamente que también la Iglesia católica está llena de fieles pecadores -empezando por quien estas líneas escribe, siguiendo por él, obispo, etcétera-: los cientos y cientos de pederastas, por ejemplo, que hacen y han hecho inmensamente más daño que el que puedan hacer dos adultos que, libremente, deciden mantener relaciones sexuales al margen del matrimonio. ¿Quizá porque no era el momento de reconocerlo? ¿Quizá porque la doctrina de Iglesia católica “en bloque” a menudo da la impresión de defender más los derechos de los “no nacidos” (oposición al aborto, a toda posibilidad de anticoncepción, etcétera) y aun los de los enfermos y personas mayores para el “bien morir” (oposición a la eutanasia, por ejemplo) que los derechos de mera justicia por el “bien vivir” desde la solidaridad, la libertad, la fraternidad y la justicia, que son precisamente, estos últimos del “bien vivir”, valores que anticipan el Reino de Dios?

     Consideramos que también podría haber aprovechado el obispo Demetrio la ocasión para denunciar el turbio asunto de Cajasur, gordísima corrupción bancaria y financiera en la que se vieron implicados personalidades y sectores de la Iglesia católica en toda Andalucía. ¿Tampoco lo denunció porgue no era el momento? ¿No lo denunció porque ni se le pasó por la cabeza? ¿No lo denunció porgue la Iglesia católica tiene una especie de doble vara de medir: rigorismo con respecto a todo lo relacionado con la sexualidad humana; flexibilidad con respecto a lo relacionado con el dinero, las riquezas materiales, las finanzas (Cajasur, Banca Ambrosiana, apoyo a dictaduras militaristas y neocapitalistas...).

     Asimismo, podría haber aprovechado, al tiempo que predicaba su exhortación a huir de la fornicación, para denunciar que algunos obispos católicos, compañeros suyos en el episcopado español -algunos críticos aseguran que serían “no pocos prelados”-, es un secreto a voces que son “eminentemente” hipócritas, trepas, intelectualmente muy mediocres, burócratas y figurones. Qué pasa, ¿que no lo hizo porgue haberlo hecho habría sido juzgar a esas personas? ¿Sucede que no lo hizo porgue tampoco lo creyó oportuno o porque lo cree falso de toda falsedad o porque practica una suerte de muy católico corporativismo? Sospecho que mucha gente en España se pregunta lo que yo con estas dudas.

     Y por si todo lo anterior fuera poco, ¿no podía y aun debía el obispo Demetrio Fernández haber aprovechado para denunciar los bajísimos niveles de fe comprometida o militante que imperan en la Iglesia católica española, progresivamente suplantados por altas dosis de hipocresía, nepotismo, burocratismo y falso progresismo mundanizante? Qué vuelve a pasar, ¿que los obispos españoles no tienen ninguna responsabilidad en que la situación sea la que es en la Iglesia católica en España?

     Nos preguntamos. Simplemente.


Postdata: aunque no pocos lectores van a considerar que se me “ve demasiado el plumero” con este anuncio que incluyo en la sección Postdata, dado que no estoy encontrando más que indiferencia, evasivas y desprecios sobre todo por parte de las autoridades de la Iglesia católica en la Diócesis de Canarias, a la hora de difundir mi libro ¿La Iglesia católica? Sí; algunas consideraciones, por favor (Madrid, Vitruvio y Nostrum, noviembre, 20ll), si no me suprimen las líneas de este apartado los medios que estimen conveniente publicar este mi artículo, aprovecho para dar las gracias. Porque es que justamente en el citado ensayo desarrollo más detenidamente lo denunciado en este mi “¿Palabras de Él?”

     Y porque mantener el espíritu libertario no puede sino pasar por intentar actuar de forma diferente a como actuaría el expresidente Zapatero, pongamos: le ponen sobre la mesa 700.000 euros por publicar sus memorias, con las que no sé si venderá algo más que humo y “milongas”, en tanto uno... En fin.

Enero, 2012. Luis Henríquez Lorenzo


 

martes, 8 de enero de 2013

"Mi regalo de Reyes"


Nota externa

Hace justamente un año, escribí este artículo que hoy subo a mi blog, transcurridos dos días desde el Día de Reyes, o Epifanía del Señor. Precisamente lo titulé en su momento "Mi regalo de Reyes"; lo mantengo, ese título, pues no me descontenta.

Las autoridades de la Iglesia católica, siempre santa y pecadora y, por ende, semper reformanda, se lamentan a menudo por causa del muy beligerante laicismo que impera en nuestra sociedad española. Creo que con legítima razón se lamentan y se preocupan por lo dicho. Sin embargo, no me parece que se preocupen tanto por el mal ejemplo que da a menudo la Iglesia católica, esto es, no pocos de sus hijos e hijas, yo entre ellos, sin duda. 

El mal ejemplo de la falta de compromiso militante. O lo que es lo mismo, el no tomarse en serio las exigencias del bautismo, que nos incorpora al Pueblo de Dios como sacerdotes, profetas y reyes, por gracia del sacerdocio universal de los fieles. El mal testimonio de no tomarse en serio la familia cristiana: hoy no predica con el ejemplo de la solidaridad, la espiritualidad conyugal y la apertura generosa a la vida (tener hijos desde el plan de Dios) casi ninguna mujer joven católica (en España, acaso un puñado de miles de matrimonios, no más); ni siquiera las que gozan de la fortuna de contar con un trabajo gracias a la Iglesia católica (escuela católica, facultades teológicas, centros asistenciales confesionalmente católicos...)... Nada de nada. Qué pasada. Qué patética la crisis de fe y de credibilidad que asola la Iglesia católica en nuestros días.   

Para mis "intereses personales", esto que sea así es una gran putada, una gran canallada que han perpetrado contra mí, por injusta, por hipócrita, por desagradecida, por incoherente; para la "imagen de la Iglesia", una vergüenza, algo patético. Por menos de lo que me han hecho a mí (en pequeños conciliábulos eclesiales, se me despelleja vivo además, a base de difamaciones muy subidas de tono, aparte de que han pasado completamente de mí, de la suerte o no suerte de mi vida...), cualquiera mandaría la Iglesia católica a paseo,a la gran puñeta; de hecho, es algo frecuente esto que digo: la apostasía silenciosa viene a ser una hemorragia abundante... 

Todo esto lo denuncio en mi libro, en mi último libro del que me ocupo en "Mi regalo de Reyes". Lo denuncio, sí, lo denuncio, pero ¿para qué?, ¿qué habré sacado con ello? Pues esto: más enemigos, más incompresión, más vacío, más ninguneo, más rechazo, más desprecio, más difamación...

"Quizá porque mi niñez sigue"... No, Serrat no, aquí no es así; tal vez sí lo es porque los burócratas que se han ido adueñando de la Iglesia católica no toleran así como así la propuesta de compromiso militante permanente. Tal vez porque la mentalidad pequeñoburguesa ha ido reemplazando la fidelidad debida al Evangelio. Tal vez porque el Maligno hace lustros que acecha oculto en el seno mismo de la Iglesia universal...

Para mí, desde luego, el panorama eclesial es desolador. Y sin embargo, sobre todo luego de haber llegado a conocer, me parece, por experiencia propia, cómo se las gastan muchos en la Iglesia (nepotismo, burocratismo funcionarial, autoritarismo, hipocresías varias, carrerismo...), celebro mi pasión por ese deporte llamado balonmano -que no es el único que me gusta, obvio-, celebro en general a granel la vida (me espera el volver a escuchar toda la discografía de Pink Floyd, de la que dispongo, más casi toda la de Genesis...), y a la vez me parece ir comprendiendo cada vez más el alcance completo de lo que me solía decir una compañera de seminario de Lengua española en uno de los institutos públicos por los que he pasado: "Tú no sabes, Luis, el daño que me han hecho desde la Iglesia" -se lamentaba ella-. "Llegué a sentir mi vida tambalearse; hay gente tan mezquina ahí que..."

Hace años que no sé nada de ella, de esa chica. En su momento la conocí alejada de la práctica sacramental, conviviendo en pareja de hecho, madre de un niño, luego de haber sido durante una partida de años profesora de Religión católica en la escuela pública. "Suerte" que tuvo, desde luego; a mí, empero, me lo han negado todo, el pan y la sal, luego de haber sido generoso, imprudente, idealista, ingenuo con mis renuncias... (Y sé que se ríen de esta cantinela mía, se descojonan.) 

No obstante, habrá reanudado hoy martes 8 de enero de 2013 el trajín de sus clases, dondequiera que esté, puesto que es profesora funcionaria de Secundaria. Yo, apartado de la escuela pública canaria por decisión propia cuando ingresé en el Seminario Diocesano de Canarias (quemé las naves autoexcluyéndome de las listas de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, por idealismo, por imprudencia, por generosidad...), escribo estas líneas y subo un artículo a mi blog, mientras estoy sopesando si apagar la radio (escucho ahora a Chavanel y a su equipo de colaboradores en Radio Faycán) y preferir celebrar que escribo lo que escribo, alejado de las aulas, escuchando Aulaga, un hermoso trabajo discográfico de Domingo Rodríguez Oramas el Colorao.

De modo que sí, escucharé ahorita mismo el timple de el Colorao, en efecto, y la guitarra de Juan Carlos Pérez Brito, más las voces de Maribí Cabo, Mariola Socas, Antonio Corujo, Juan Manuel Padrón, Dacio Ferrera, Beatriz Alonso, Manuel Navarro, Perico Lino, Abelardo García el Tormento... Porque ciertamente, el desprecio tan grande que han perpetrado contra mí, desde la Diócesis de Canarias pastoreada por Cases Andreu, es tan mezquino y miserable que no puedo dejar escapar de mi vida ni un segundo de felicidad o de deseo de felicidad. Hipócritas. 

O lo que es lo mismo: si algunos eclesiásticos y su entramado de poder eclesial me han ninguneado como me han ninguneado, luego de haberse sido yo delicadamente generoso e idealista y militante fiel, la conquista de la felicidad... Gracias, Berty, por tu magisterio; y eso que no soy ateo, pero no crean que no me entran como ganas o curiosidad siquiera por tratar de serlo (mucha gente no se lo piensa dos veces), sobre todo en vista de cómo se las gastan muchos en la Iglesia católica...


Mi regalo de Reyes


Antes de que viera la luz de la publicación mi libro ¿La Iglesia católica? Sí; algunas consideraciones, por favor (Madrid, Vitruvio y Nostrum, noviembre, 20ll), ya creía ser plenamente consciente, quien estas líneas escribe, no crean que no, de que el susodicho ensayo no iba en modo alguno a suscitar especial júbilo ni suelta de voladores en la Diócesis de Canarias; mejor, en el ánimo de sus principales autoridades, secretariados, movimientos católicos, plataformas informativas o mediáticas incluso. Sin embargo, mis realistas expectativas se han visto, apenas mes y medio después de recibir los primeros ejemplares de mi libro, confieso que ampliamente sobrepasadas por la contundente realidad de los hechos: no es que no haya habido ni júbilo ni suelta de voladores, es que se ha decretado sobre el libro en cuestión el más implacable de los silencios, de los ninguneos, de los desprecios.


     
     Sostiene el editor de mi libro -los escritores consagrados dirían mi editor, uno no llega a tanto- que aún es muy pronto para hacer una valoración sobre el éxito o no éxito de público y crítica de la obra. Por mi parte, a la espera de ese éxito de público y crítica y confiando plenamente en la experiencia y el buen hacer editorial y gestor de Pablo Méndez, poeta, crítico literario y responsable de Vitruvio, en apenas mes y medio de labor de promoción y difusión del libro ya me siento validado para afirmar lo que acabo de apuntar: la indiferencia y el desprecio son las monedas con que me están pagando desde la Diócesis de Canarias muchos que, pudiendo no actuar así para conmigo y sobre todo para con mi libro, actúan desde el hipócrita desprecio. Y luego hablan de solidaridad, fraternidad, espíritu del Concilio Vaticano II, Iglesia Pueblo de Dios, Iglesia como comunidad de iguales... Hasta los jerarcas a menudo hablan así; eso sí, exigiendo que ellos son ilustrísimas, eminencias reverendísimas y demás zarandajas completamente ajenas al espíritu de Jesús. De manera que sí: cuánto estoy aprendiendo... La hipocresía eclesial ya es gigantesca.

     Y significativo todo, sí. Significativo de que si me pagan con el desprecio y el ninguneo no es sino por la carga de verdad que mi libro contiene. (Para los más escépticos, asumo plenamente la afirmación que acabo de aventurar.) En efecto: poner el dedo en la llaga sobre la patética crisis de fe y sobremanera de credibilidad que afecta a la Iglesia católica en España, por no irnos más lejos sin salir de Europa, es algo que no gusta nada, parece, ni a los propios jerarcas de la Iglesia, comodones, trepas, mediocres, burócratas e hipócritas a tope algunos de ellos. Como tampoco gusta, ni interesa gran cosa, denunciar no solo los altos niveles de hipocresía eclesial actuales, también el descarado nepotismo imperante en la Iglesia (enchufismo, amiguismo, tráfico de influencias...), el burocratismo antimilante y desencarnado, el trepismo de no pocos, o el falso progresismo mundanizante de otros tantos, todo ello bendecido por curas supuestamente chachipirulis, muy progres ellos, en realidad afectos a un descaradísimo afán de protagonismo.

     Como bien reconoce el bueno de Santiago Gil -acaso uno de los jóvenes escritores más interesantes del panorama literario canario de nuestros días-, abrirse paso en el mundillo literario es complicado, es una empresa que es carrera de fondo, pues el propio mundo literario, local y nacional y allende las fronteras patrias, no solo es realidad compleja, diríase que vanidosa, sujeta a equívocos y volubles intereses mercantilistas, sino que es realidad que está en constante transformación merced a la sorprendente revolución tecnológica que estamos viviendo: Internet, aparición del libro electrónico, impacto y papel de las redes sociales...

     Con todo, repito por tercera vez, aun asumiendo el reto que a mí mismo me imponen como escritor las dificultades que acabo de señalar, que en apenas mes y medio de vida de mi último libro (como puede colegirse, apenas un bebé que ni gatea aún) al menos he alcanzado a comprender que el tremendo y despectivo silencio decretado contra el mismo por no pocos de la Iglesia católica en Canarias, es la mejor demostración de la verdad que contiene mi ensayo; ergo, cabalgamos, amigo Sancho.

     Gracias por este regalo de Reyes. Total, el Niñojesús en su pesebre, al abrir los ojos... En fin, ya adulto diría aquello de “El discípulo no puede ser mayor que su maestro”.

Enero, 20l2. LUIS HENRÍGUEZ LORENZO

lunes, 7 de enero de 2013

¿"Tercera ola" del feminismo?





Una de las puntas de lanza del laicismo es el feminismo de género. Lo acaba de denunciar claramente en un artículo de prensa monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.




Y cataplún: algunos medios informativos, caracterizados por su activismo laicista, han saltado enseguida a la yugular del prelado católico. Por haberse atrevido a decir en público la verdad de la doctrina de la Iglesia católica; esto es, por comportarse como "obispo cavernario, machista, retrógrado, anticuado y obseso sexual".



No tengo el gusto de conocer en persona al actual obispo de la Diócesis de Málaga, pero incluso en el caso de que sea o fuera un mal mensajero (un mal cristiano, un pésimo obispo, un torpe intelectual; supongamos, es un suponer...), como de él aseguran muchos progresistas, laicos y aun católicos, el mensaje, esto es, lo que dice en ese su artículo de marras, es cierto. Es muy cierto por muy católico. Es la fe de la Iglesia que él, como pastor diocesano, se ha decidido a predicar. 


(El papa Alejandro VI, de los Borgia de muy mundana vida muchos de ellos y ellas, fue muy ortodoxo en sus formulaciones de fe, de sapiencia teológica, aunque ya se sabe lo escandalosa que fue su vida, lo mundana que fue. Naturalmente, no estoy comparando, en modo alguno, al obispo Demetrio Fernández con el depravado papa renacentista de origen español.)



El feminismo de género de nuestros días, que pertenece a la llamada tercera ola del feminismo -que arranca de principios de los años 90 del siglo XX-, es descaradamente antinatalista, pansexualista, freudo-marxista, deconstructivista (tras los pasos de Derrida, Foucault...), abortista...


Yo mismo, que sobre todo he ejercido en mi vida de profesor de Secundaria, he sido testigo de cómo, sobre todo en los cursos de Bachillerato, en que cursan sus estudios chicos adolescentes o incluso ya jóvenes de 19 o 20 años, no es tan difícil encontrarse con alumnas jovencitas muy influidas por las ideas feministas que te espetan con toda tranquilidad, desde la frescura de sus 16, 17, 18, 19 años: "Yo paso de ser madre; la maternidad es castantre; yo quiero viajar, conocer mundo, practicar sexo por gusto; paso de ese rollo patriarcal y machista"


En realidad, es una total radicalización de las reivindicaciones de la mujer propias de la llamada segunda ola feminista -sucedida en torno a los años 1960-70 del siglo XX-, que ya de por sí era abortista y antinatalista -aunque se inscribiera en el marco de una ética aún prometeica, y no claramente narcisista, que es la que en la actualidad predomina-, y ciertamente se distancia muy mucho del feminismo de las etapas clásicas, que fue sobre todo un movimiento social tendente a lograr cotas de igualdad jurídica, social, política y cultural de la mujer con respecto al hombre.



La mentalidad propia de la "cultura de la muerte" (aborto, eutanasia, anticoncepción, crítica radical a la maternidad y al papel de la mujer como esposa y madre...) anida en el feminismo de género. Que hoy día, es un hecho que se ha radicalizado al máximo. 


Por otra parte, el feminismo es hijo epigonal del marxismo (muerto ese gran relato que es el marxismo, o que fue, el feminismo, el ecopacifismo, el antimilitarismo, entre otros, son sus hijos "pródigos", de menor aliento que el gran "padre rojo marxista", hoy día macrorrelato hecho añicos), y que como buen hijo o fruto del marxismo huye de metafísicas, de esencialismos filosóficos, de ontologías teístas, de sistemas axiológicos personalistas o "revelados"...



Porque en última instancia, "arrojados y aun condenados a ser libres" (Sartre dixit), lo único identitario es la existencia, a la que estamos arrojados. O la cultura: todo es o deviene constructo cultural. He ahí el reto además.


Incluso el sexo; de ahí que del sexo como "algo dado, concedido por la naturaleza", se pase al género "construido": construido-deconstruido y vuelto a construir...

Por desgracia, la mentalidad antivida o antinatalista -"incoculada" por el feminismo, sobre todo a lo largo y ancho de los últimos 50 años, desde principios de los sesenta hasta la actualidad- se ha ido infiltrando en la conciencia "aburguesada y poco militante" de la mujer católica actual. De la joven mujer católica. Esta, salvo honrosas excepciones, participa de la misma mentalidad neoburguesa y antinatalista de la que participan las mujeres más influidas por el laicismo. 



E incluso -y ya sé que esta denuncia mía molesta a algunos opinadores que desean pasar por teólogos, pero que siempre andan prestos a endilgarle a uno esa chorrada-sambenito de "integrista, fanático, cátaro, difamador, resentido"...-, aunque se ganen la vida gracias a la Iglesia católica (escuela católica, centros asistenciales confesionales católicos, facultades teológicas...), no suelen tener otra mentalidad que la de hacerle más caso a las propuestas del feminismo que a las de la doctrina de la Iglesia católica sobre la familia. 



Y eso que viven de la Iglesia católica, monseñor Demetrio. Y eso que viven, profesionalmente hablando, de la mismísima Iglesia católica. Habráse visto...

7-1-2013. Luis Henríquez Lorenzo

jueves, 3 de enero de 2013

"Ahora que es verano, Bárbara Castro García..."


Ahora que es verano, Bárbara Castro García...”


Preámbulo (de ajuste, para mi blog)

Nada más conocer la noticia en verano del recién rebasado 2012, en un abrir y cerrar de ojos escribí este artículo. Qué menos. Tuvo poco eco en los medios informativos de Internet, a los que lo envié en su momento, como es costumbre que haga con todos los míos que, según mis luces me dan a entender, considero publicables.

Considero sobre el mismo ahora lo mismo que consideré hace medio año: ante opciones finales como la de la joven protagonista de mi artículo, sobran las palabras. Pero no quisiera deshonrar la memoria de la joven andaluza incluyendo, siempre como una forma de aperitivo o de abrir boca antes de la lectura de mi artículo, una pieza musical. En este caso, una pieza estética de la nobleza estética y la elevación espiritual del Requiem de Mozart.


Cuerpo del artículo

Empezando por la mucha mediocridad que aporta a la Iglesia católica quien estas líneas escribe y siguiendo por la mucha que aportan todos los trepas, los figurones, los burócratas antimilitantes, las feministas partidarias del aborto y de la ideología de género, los falsos progresistas mundanizantes, el común denominador de los fieles que no se toman en serio la exigente doctrina de la Iglesia sobre la familia, los muchos curas que se oponen al Magisterio y que haciendo de su capa un sayo difunden el laicismo a menudo bajo la coartada de dialogar con la cultura y la modernidad, y los meros enchufados que muy poco o nada arriesgan en el camino de la fe cristiana, en la Iglesia católica que peregrina por España un testimonio de vida como el de la joven católica española Bárbara Castro García sorprende, descuella.

Nacida en el año 1981, acaba de fallecer (su funeral en Córdoba se ha celebrado este pasado 7-7-2012): víctima de un cáncer durante su embarazo, se negó a recibir tratamiento que pudiera perjudicar la vida del bebé que llevaba en su vientre: su bebé, sano y salvo; ella, fallecida. Sin duda, ha dado la vida por otra persona, como Cristo que... Al igual que la ya santa Gianna Beretta Moya (patrona de los movimientos provida, por más que algunas responsables de la movida provida en Gran Canaria esto ni lo sepan), pediatra italiana fallecida a los 39 años de edad en el cuarto de sus embarazos por circunstancias completamente similares a las sufridas por la joven católica española. Y al igual que otra joven italiana llamada Chiara Corbella, también fallecida hace unas semanas por las derivas y complicaciones de un tumor maligno que se negó a que le trataran para evitar dañar la vida del bebé que llevaba en su vientre.

Ante el testimonio de preferir ofrendar la vida en fidelidad a unos valores superiores que se profesan -lo del filósofo francés Emmanuel Mounier: “Hay fidelidades por las que vale la pena dar la vida”-, hasta se me adelgazan las razones ateas y deicidas de ese filósofo a un bigote pegado llamado Niezsche: total, aunque no es ciertamente un criterio objetivamente universalizable de validación (falsación diríamos desde ciertas escuelas filosóficas) de una verdad el preferir entregar la vida por fidelidad a las convicciones éticas, morales o religiosas profesadas, la fuerza del testimonio martirial...

Pero sobre todo ahora que es verano, Bárbara Castro García, por más que tú goces ya de ese prado sin otoños que es el cielo -según dicen los místicos que es el paraíso-, y ahora que tus íntimos te lloran, creo caer en la cuenta de que testimonios como el tuyo son los que nos salvan, a todos los que somos mediocres y contumaces negadores de la eficacia santificante de la gracia del Espíritu, precisamente de ello mismo: de la desgracia de una vida sin gracia. Tú al menos has podido repetir con el talentoso y converso escritor francés Leon Bloy aquello de “Al final de la vida, solo hay un tristeza: la de no ser santo”, mientras nosotros nos sorprendemos ante tu gesto, atrapados por la mediocridad de nuestras vidas y por la contumaz crisis económica que ya, más que económica solamente o propiamente, parece se ha hecho cósmica, epidérmica, consubstancial, consuetudinaria.

Por lo demás tu gesto, descomunal, al alcance de muy pocos -y sin embargo todos los católicos estamos llamados a la santidad, a defender con la propia vida la fe recibida en el bautismo-, también me hace caer en la siguiente reflexión, que me llena de alguna zozobra y de no poca perplejidad: si no existe ese Dios capaz de ofrecer una última palabra de justicia a todas las víctimas de la historia, a todas las innúmeras víctimas inocentes que la historia de la humanidad ha conocido -esto ya comenzaron a intuirlo, desde posiciones ateas o agnósticas, los filósofos de la Escuela de Frankfurt-, tu gesto heroico y santo tendrá el mismo final (el pudridero, en modo alguno el camposanto, la gloria, el triunfo sobre el mal, sobre la muerte aniquiladora) que cualquiera de los gestos perversos, asesinos y genocidas que la historia de la humanidad también ha conocido: la mezcla de trigo y de cizaña que es la vida terrenal, la existencia humana.

Solo que entonces, ¿nos consuela aceptar que justamente es así de darviniana y de fatalista la existencia humana? ¿O será más bien que mis conceptos de darvinismo social y de fatalismo están viciados por una determinada concepción moral? Aunque ciertamente, desde esta misma “regla de tres”, cabría que acusáramos al darvinismo social y a ese fatalismo a que me he referido de venir a ser a esta controversia similares conceptos éticos o morales viciados...

Fenomenológicamente hablando, casi todo es intencionalidad en la existencia humana, en la humana existencia. Pero me quedo con la intuición, aún entre atea y agnóstica pero “sedienta de eternidad y de infinito” (Unamuno dixit) de los filósofos de la Escuela de Frankfurt: “¿Quién se encargará escatológicamente de otorgar la justicia a todas las víctimas de la historia, a todos los inocentes que han sido, a todas las anafrank que por la historia han pasado, a todas las que, como la joven católica española Bárbara Castro García...?

Julio, 2012, Luis Alberto Henríquez Lorenzo     

miércoles, 2 de enero de 2013

"Según Alfredo Pérez Rubalcaba..."


[Ya casi cumple 14 meses de publicado este artículo, de "nacido al mundo de la luz" en algunos medios de Internet. Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, no ha llegado a ser finalmente presidente del Gobierno de España, lo cual era lo que casi todo el mundo vaticinaba; sin sorpresa alguna en el frente, lo es Mariano Rajoy, el de “los recortes”, sí, no el vecino del 5º B sino "el chico de los recortes": lo recorta todo (sanidad, educación, prestaciones sociales, pagas extras, el sueldo de los funcionarios, partidas para la solidaridad internacional...), mete tijera a casi todo; menos a los privilegios de las grandes fortunas, menos a los desvergonzados privilegios de la llamada clase política, en la que no obstante brilla con luz propia el muy loable testimonio de políticos honestos, sin duda, leales servidores de la "res pública"... 

Amenazado en nuestro país (¿de muerte crónica?) el Estado del Bienestar, mi artículo no va a solucionar absolutamente nada, nada que no sea matar en mí el gusanillo de la escritura y propiciar -ojalá- algunas pocas visitas a este blog. Se trata de un artículo corto que se puede leer en un par de minutos; empero, como ya viene siendo habitual en las cosillas que promuevo en este mi blog, lo introduzco con un vídeo de Youtube que nada tiene que ver con el contenido de mi post, salvo en que el contenido del vídeo de Youtube es un delicioso tentempié para el espíritu, ahora que estrenamos año y que seguimos profundizando en la crisis económica que nos asola y ensombrece la vida. 

Con decir Federico Fellini, Amarcord, Nino Rota...]


Según Alfredo Pérez Rubalcaba...”


Yo soy de izquierdas, y empero estoy en contra del aborto, de la eutanasia, de las movidas LGTB (metidas a tope en la propia Iglesia, por obra y gracia del progresismo católico o, para algunos analistas, ya decantadamente pseudocatólico), y de la ingeniería social impulsada por el P$O€. Por ser o considerarme de izquierdas, no me considero fascista, ni falangista, ni franquista, tampoco carlista, etcétera. Me considero discípulo de los discípulos del personalismo comunitario, que es una forma acaso un tanto refinada de afirmar que soy cristiano de la Iglesia católica, siempre santa y pecadora, pero nunca tan pecadora que no sea capaz de acogerme a mí, contumaz pecador, ni de abrigar sobrados motivos para la esperanza; más en concreto, para la fe, la caridad y la esperanza.

Revelo lo anterior porque el gran problema de la derecha es su complejo de inferioridad frente al discurso y las chorradas de los dirigentes o mandarines de la izquierda en el poder. Por chorradas quiero referirme especialmente a toda esa tradición de comentarios anatematizadores surgidos del maquiavélico cerebro del ínclito Alfonso Guerra (otro listillo claramente más "sociolisto" que socialista; no digamos ya José Bono, Pepiño Blanco, López Aguilar, Jerónimo Saavedra: estos son directamente ya caraduras farsantes, que viven muy aburguesadamente a costa de la herencia militante del socialismo histórico, algunos de ellos incluso con beneplácito clerical, con palmadita en la espalda): "Españoleee, que viene la derechaaa".


La inmensa mayoría de dirigentes del PSOE llevan un tren de vida muy aburguesado, muy propio de ricos; han trepado y trepan socialmente gracias a la política y, sobre todo, no ejercen de socialistas, de militantes, de solidarios, de "descamisados". Hasta el extremo de que un militante falangista "auténtico" -dejando a un lado la índole autoritaria de su visión del Estado, la democracia, etcétera- le da mil vueltas en compromiso por la justicia social a cualquiera de esos jerifaltes del PSOE; vamos, ni punto de comparación.

Y sin embargo tenemos que seguir escuchando las chorradas y mentiras de siempre: ese "Españoleee, que viene la derechaaa". Volvió a sugerirlas el otro día, cierto que con alguna elegancia, en el Debate Electoral el candidato a la presidencia del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba, otro que tal baila: otro "sociolisto" al que no tiembla el pulso a la hora de defender como bueno el crimen del aborto y en general toda la ingeniería social del PSO€, tan teñida de masonería; yo diría incluso que de luciferismo: el propio de querer construir un mundo al margen completamente de Dios, empresa que lo acabará volviendo irremediablemente contra el hombre, como bien supo advertir ese gran teólogo católico que se llamó Henry du Lubac en su obra El drama del humanismo ateo. Y al que no se le cae la cara de la vergüenza -claro, vive de ello, y a base de bien, por cierto, percibiendo un sueldazo y unos privilegios de aúpa en la España de los 5.000.000 de parados- a la hora de prometer que de salir elegido como presidente del Gobierno de la nación sacará al país del caos económico y laboral del que él es tan responsable como el que más, en su condición de alto cargo del Gobierno de Zapatero.

De modo que ante una promesa salvadora como la suya surgen dos perplejidades principales: si aseguras, Alfredo Rubalcaba, que sacarás a España de la crisis, ¿por qué no lo has hecho hasta ahora? ¿Eres acaso un cínico? Y si aseguras que nos sacarás de la crisis y reconoces en tu fuero interno que es ello es imposible, vamos, que es mentira, ¿es que eres un mentiroso? .

El humanismo cristiano, intrínsecamente solidario, por ende apasionado por la justicia y por la humanización de la sociedad, le da mil vueltas por la izquierda y por la derecha y por donde haga falta al programa político del P$O€, a la ideología del P$O€, que no tiene de izquierda real ya más que el nombre y poco más. A condición de que sea defendido, ese humanismo cristiano, sin complejos.

Noviembre, 2011. LUIS ALBERTO HENRÍQUEZ LORENZO