viernes, 31 de julio de 2020

Siempre ha habido narcisitas malignos y psicópatas. De hecho, antiguamente, antes de que se generalizaran términos propios de la investigación psicológica y médica sobre estos asuntos, se les denominaba perversos, imbéciles morales, malignos, endemoniados. No obstante, en este tiempo de increencia religiosa, de apostasía, de muy escaso temor de Dios en las sociedades modernas, ya la gente en general, justamente al carecer de conciencia o sensibilidad religiosa como que no es capaz de captar la maldad de estos seres viles, tóxicos, cínicos, dañinos y canallas. Por lo cual ellos (y ellas, también son ellas) actúan con más impunidad que nunca, en efecto sabedores de que la pérdida generalizada de la conciencia moral y del "humus u oremos" propio de la sensibilidad religiosa inhibe o adormece en las personas la captación del mal, con lo cual reconocen que el terreno lo tienen particularmente abonado para la perpetración de sus maquinaciones y fechorías: en efecto, de todas sus perversas tecnologías de violencia psicológica. Dicho con otras palabras: estoy cada vez más convencido de que toda persona fiel a un genuino espíritu religioso, y aun las personas hondamente humanistas aunque no necesariamente espirituales ni religiosas, más pronto que tarde "desenmascaran" al psicópata y al narcisista maligno. Pero claro: como en esta sociedad nuestra hay cada día más narcisismo, más vacío existencial, más modas y costumbres despersonalizadoras, más aborregamiento, más inmoralidad y más amoralidad...

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