viernes, 17 de julio de 2020

¿Qué compasión para con sus víctimas van a tener tales verdugos o victimarios que, para empezar con la descripción de su museo de los horrores, niegan todo maltrato, lo justifican en el mejor de los casos, lo achacan a la culpabilidad-responsabilidad de la propia víctima...? En definitiva, que de tan perfectos, perfectísimos, pluscuamperfectos, de conducta intachable y de proceder impecable, ni se equivocan ni pecan nunca ni tienen por ende necesidad u obligación de disculparse ante sus víctimas; muy al contrario, son precisamente estas las que no deben olvidar en ningún momento "quién es el macho de las cabras, el número uno, quién es el que manda, el que tiene siempre e invariablemente la razón, quién es el semidiós al que hay que rendir adoración y pleitesía". Desde luego, uno analiza una por una cada una de las pretensiones delirantes del psicópata integrado o del narcisista perverso, y comprueba ipso facto que son tan absurdas, tan descabelladas, que llega sin solución de continuidad a la siguiente conclusión: solo un consumado manipulador, mentiroso compulsivo y abusivo que hostiga y afrenta y amedrenta a sus víctimas, es capaz de pretender hacer pasar por verdaderas ideas tan alucinadas, locas, aberrantes, inhumanas, dañinas, tóxicas y despiadadas. O lo que es lo mismo: sin la máscara de su falso yo grandioso, sin los delirios de grandeza y sin su sentimiento de superioridad, que precisamente ha sido eregido en el lugar que debiera corresponder al complejo de inferioridad propio del yo real reemplazado y sepultado, la persona del abusador-manipulador no sería nada: un alfeñique.

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