"He
aquí la Iglesia, que vive actualmente su Pasión"
Por
Luis Alberto Henríquez
Según
información del periodista argentino Nicolás Morás, en carta
personal enviada a él mismo nada menos que por monseñor Carlo Maria
Viganò,
este, a la sazón exnuncio del Vaticano en USA, ya al parecer reconocería que
Jorge Mario Bergoglio es un «hereje, usurpador del trono de Pedro».
En la citada misiva y siempre según el joven informador y youtuber argentino, Viganò se atreve a llamarlo «un anticristo»; no dice el
Anticristo, no, a tanto no llega, pero sí que lo califica de "un
anticristo".
Esto
es lo que sostiene en su canal de Youtube el joven periodista
argentino Nicolás Morás. Sin embargo, el también comunicador, en este caso español,
Vicente Montesinos, director de la plataforma de
evangelización Adoración
y Liberación, asegura
que la filtración del argentino Morás sobre esa supuesta carta
escrita de puño y letra por el mismísimo monseñor Carlo María Viganò es
totalmente infundada y falsa; el propio Viganó, siempre según
Montesinos, habría desmentido la veracidad de lo que sostiene Morás.
Comoquiera
que sea, por razones que ignoramos -al menos quien estas líneas
escribe las ignora- lo cierto es que monseñor Carlo María Viganò
sigue aceptando que Bergoglio es Francisco, con lo cual sigue sin
confesar que el Papa es Benedicto XVI. Para todo lo cual me
fundamento en canales como Arturo,
Periodista Católico,
en sacerdotes como el italiano Don Minutella, o aun en canales
también de Youtube como Radio
Rosa Mística Colombia.
Con lo cual lo que seguimos teniendo es que Viganò al seguir sin reconocer que el Papa continúa siendo Benedicto XVI, por más que echa pestes de Bergoglio, un día sí y otro también, no termina de dar el paso de reconocerlo como lo que es: un falso papa,
antipapa, hereje, usurpador del Trono de Pedro.
Mayor
confusión doctrinal, litúrgica, disciplinar y pastoral no cabe en
la Iglesia de nuestro tiempo histórico, cuya crisis actual es
probablemente más sangrante y grave que la sufrida en los primeros
siglos del cristianismo, la llamada crisis arriana, a cuyo frente se
situó un gigante de la fe, uno de esos hombres proverbiales, santos
y sabios que el cielo manda a la tierra una vez cada 50 o 100 años
(nos referimos a san Atanasio, Doctor y Padre de la Iglesia).
Así,
con trazos gruesos podríamos detectar que por una parte porfían en
sus extremismos, intolerancias, fanatismos, rigorismos y herejías
los sedevacantistas, que se han situado voluntariamente fuera de la
comunión con la Sede de Pedro. A mi juicio, a estos dizque
católicos, ni caso, por muchos que sigan siendo los anatemas e
insultos que se empeñen en prodigar contra los católicos que sí
aceptamos el Concilio Vaticano II y la consiguiente legitimidad de
sus papas, se entiende que hasta Benedicto XVI. Los sedevacantistas
deben ser un grupo de fanáticos con una comprensión de la dinámica
de la Tradición completamente averiada y contraria al sentir de la
Iglesia.
Luego
estarían los lefebvrianos, más numerosos y organizados que los
sedevacantistas. Estos en general son bergoglianos, esto es, aceptan
a Bergoglio como Francisco, como papa legítimo, en buena medida
porque el aceptarlo les da una coartada para segiir disparando contra
el Vaticano II, que a lo que parece nunca jamás aceptarán, no en
balde haciéndolo máximo y único culpable del desastre actual de la Iglesia. Estos
tradicionalistas no en plena comunión con la Santa Sede están
aglutinados en torno a la obra y herencia espiritual de monseñor
Lefebvre.
En
tercer lugar tendríamos a los tradicionalistas que, en muchos casos
habiendo comenzado en las filas del lefebvrismo, han acabado viniendo
a la plena comunión con Roma, aceptando al menos de boquilla o de
boca para afuera el Concilio, por más que entre ellos aún haya más
o menos simpatizantes de la causa de Lefebvre. En esta sensibilidad
eclesial me parece que sigue habiendo una mayoría de católicos
«oficialistas» que aceptan que Jorge Mario Bergoglio es Francisco
(esto es, el Papa reinante actualmente en la Iglesia). Con todo, no
me extrañaría particularmente llegar a la comprensión de que en
este grupo hay cada vez más católicos convencidos de que el Papa
sigue siendo Benedicto XVI.
En
cuarto lugar contamos con los modernistas, también llamados progres,
progreeclesiales, secularistas, liberales, o incluso progresaurios (dada la edad proterva de casi todos ellos).
Son la izquierda pseudocatólica antimagisterio o Magisterio*
paralelo. Son la izquierda pseudocatólica en la que no faltan
voceros que siguen prefiriendo alinearse con la mugre asquerosa de
Podemos y sus marcas y mareas blancas pero no impolutas de corrupción (Más Madrid, la Izquierda Anticapitalista de la andaluza Teresa Rodríguez, etcétera), con los separatismos criminales o con la PSOEZ (partido también conocido como PSOE y hoy por hoy, en plena efervescencia sanchista, convertido en una fábrica de enchufismo, estómagos agradecidos y general colocación de parados afines al partido) que es solo
corrupción y mera corrupción, al precio de echar pestes contra VOX y resto de realidades afines.
Son la izquierda pseudocatólica en la que prácticamente todos sus
miembros o cuadros son voceros del globalismo y de la invasión
migratoria. Por lo común no se manifiestan como profesantes de pasión por la verdad y sí por cada uno de sus kilométricos egos (a confeccionar pajas mentales, pocos les ganan). Ni que decir que estos siguen siendo entusiastas
bergoglianos, y así lo ponen de manifiesto en sus sitios y espacios digitales, atrios, redes y
demás plataformas. Entre estos además hay tipos de un
narcisismo en verdad enfermizo, patológico, insoportable; individuos insufriblemente altaneros que se sienten y creen el ombligo del mundo, en su soberbia,
petulancia y vanidad, en su descarado afán de protagonismo, desde el
que desprecian a los demás, sintiéndose superiores tras una máscara
de solo aparente humildad, bonhomía, solidaridad y bla bla bla con los pobres.
Pasteleo: son pequeñoburgueses; son la vanidad personificada, y su
afán de protagonismo llega a las estrellas. Se creen que se lo
merecen todo y que los demás deben aplaudir invariable y en todo
momento sus ocurrencias orales o escritas.
Por
último, en quinto lugar estarían todos los que, tan pecadores y
falibles como los adscritos a los cuatro sectores o sensibilidades
eclesiales anteriores, reconocen que el Papa sigue siendo Benedicto
XVI. Aceptan el Concilio Vaticano II, aceptan a los papas de este
Concilio. Ni que reconocer habría que con este sector o grupo es con
el que me identifico plenamente. De manera que lamento que algunas
personas que me lean, y así lleguen a conocer mi posición
eclesiológica actual -que por otra parte es la de siempre, cum
Petro et sub Petro-,
puedan sentirse desilusionadas con mi ubicación eclesial, si es que
de mí esperaban otra clase de lealtad. Comoquiera que sea, cum
Petro
et sub Petro
(en la persona de Benedicto XVI) es como deseo vivir mi fe
católica, apostólica y romana, con esperanza y caridad sobre el muy
proceloso vaivén de estos tiempos de apostasía máxima que, sin
duda, parecen los
tiempos últimos, apocalípticos, preparusiacos.
Postdata.
Ya fuera de los límites visibles de la Iglesia, también habría que
considerar a todos los que, siendo legión desperdigada por la vieja
piel de toro llamada España, viven al margen, a menudo totalmente,
del sentir de la Iglesia. Serían todos esos hijos e hijas alejados a
los que la propia Iglesia, siempre madre y maestra, considera sujetos
para la nueva evangelización. Personas, personajes y personajillos
que, en vez de construir el Reinado Social de Cristo, o lo que es lo
mismo, el Reinio de Dios y su justicia (la Ciudad de Dios
agustiniana), construyen la Ciudad Secular, el antirreino de Dios.
Son los Pedro Sánchez de turno que por trepar, enriquecerse y sentir
la erótica del poder están dispuestos a lo que sea, incluso a
prometer el llamado bono joven o bono cultural de 400 euros a los
jóvenes a las puertas de cumplir los 18 años, en un descarado
intento de comprarles el voto, su primer voto,
su estreno democrático.
Son los Antonio Miguel Carmona de turno y su fraudulenta ética
socialista, que se diluye como un azucarillo en el café cuando
alguna puerta giratoria y eléctrica asoma con sus muy tentadoras
antenas. Son el Pablo Iglesias, el Errejón, el Kichi, la Teresa
Rodríguez, la Adriana Lastra, el Gabriel Rufián, la CUP, el Alberto Rodríguez y la
Colau de turno que, de no ser por la politiquería a la que han
llegado, casi siempre con malas artes, con el propósito principal de
trincar, no serían como mucho sino vocales de una asociación de
vecinos. Son las Irene Montero de turno que, carentes de cualquier
argumento que merezca tal nombre, no condenan las agresiones sexuales
a mujeres cuando estas no son progres, podemitas y sí más bien
parecen ser simpatizantes de lo que ellas mismas llaman "extrema
derecha fascista" (en descarada referencia a Vox), y además son
cometidas por manadas de ilegales, casi siempre magrebíes. En tales
casos, a estas bocaburro (la
expresión la tomo prestada del léxico insobornable del comunicador
tinerfeño Pepe López) lo que les da es por criticar el fascismo y
la extrema derecha (en descarada referencia a Vox) que amenaza la
democracia en España, que amenaza las libertades constitucionales...
cuando en verdad los únicos que amenazan la libertad, la justicia
social y los valores constitucionales y democráticos son los
filoetarras, los separatistas catalanes y los podemitas con sus ya 15
cargos públicos, que se dice pronto, imputados por lo social, lo
civil y lo penal.
Y
no lo perdamos de vista ni un segundo: en Canarias hay un llamado
“pacto de las flores”, que ponderan sus adalides como pacto de
progreso y de cambio para Canarias. Se trata de un pacto de
gobernabilidad firmado por PSOE, Nueva Canarias, Sí Podemos y
Agrupación Socialista Gomera, partido este último del gran cacique
Casimiro Curbelo, quien resulta que tiene la llave de la
gobernabilidad en Canarias. En fin, todo esto en vísperas del Día
del Pilar y de la Hispanidad, de modo que ¡viva la madre del Señor,
quien es el camino, la verdad y la vida, el Hijo del Dios vivo, la
segunda persona de la Santísima Trinidad, que es el Dios Uno y
Trino! Y viva la Hispanidad frente a la mezquina y fraudulenta
Leyenda Negra en la que creen personajes como Andrés Manuel López
Obrador (AMLO para los amigos), actual presidente de mi admirado
México, ¡y el mismísimo Jorge Mario Bergoglio parece creer
también, madre mía!