domingo, 31 de marzo de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XLVIII)"



Hasta donde sé, el papa Francisco no se ha caracterizado por ser enemigo de la fe  ni de la moral de la Iglesia universal; de lo que sí parece no ser muy amigo es de la llamada misa en latín, en efecto. Y de ello, de ese desafecto o poca estima, ya dejó notorias evidencias desde su época de arzobispo en Buenos Aires.
 
Desde luego, a mi juicio la misa tridentina o en latín, preconciliar, no es lo nuclear de la fe cristiana vivida en el seno de la Iglesia católica; lo nuclear es a lo que nos invita la Eucaristía, corazón de la vida de la Iglesia: a lavar los pies de tantos hermanos y hermanas que sufren toda clase de oprobio e injusticia.
 
A mi juicio -siempre a mi juicio, que puede estar errado-, más allá de la belleza litúrgica de la misa en latín, que no niego, ni de sus efectos espirituales sobre los fieles devotos de esa forma de celebración extraordinaria, los tradicionalistas católicos suelen coger el rábano por las hojas: el “rábano” sería la esencia del Evangelio, y las “hojas”, lo accesorio, lo fluctuante, lo no nuclear.
 
El papa Francisco ha besado los pies de una chica, igual los de esa joven musulmana, tatuados (centro de menores, lo más probable es que sean los de una chica marginada…); mientras, los tradicionalistas católicos lo que reivindican es que los obispos celebren con esos guantes típicos que se llaman manípulos, en lo que siempre me ha parecido un gesto no poco maniqueo, mejor, gnóstico, que planteara algo así como que nuestro cuerpo es “indigno” de tocar el cuerpo del Señor, que empero se hizo hombre, se encarnó hace 2.000 años, Emmanuel, Dios con nosotros.
 
El papa Francisco ha besado los pies de dos chicas jóvenes, de dos chicas internas de centros de menores, directamente, sin manípulo, sin máscaras… En su tiempo, Francisco de Asís besó más de una vez la piel llagada de los leprosos, auténticos apestados de la época. Se dice que Guillermo Rovirosa, alma máter de la HOAC, estando preso y ya en proceso claro de conversión, besó el cuerpo llagado y completamente “repulsivo” de un preso mortalmente enfermo. Y sobre todo, Jesús permitía que los pecadores, enfermos de toda condición y marginados sociales lo tocaron, le tocaran el manto, a todo un Dios encarnado o hecho hombre, y…
 
Y no termino de entender a los tradicionalistas, la verdad.
 
Mi adhesión al Papa, sucesor de Pedro, que hoy ha elegido el nombre de Francisco desde su identidad de Jorge Mario Bergoglio, y que mañana podrá llamarse Periquillo de los Palotes (perdón por la expresión, no quiere ser ofensiva, sino simpática) y venir a Roma desde la Reconchinchina.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLVII)"



PEPE SALA:
 
Considero que lo que dices poco tiene que ver con mi comentario. Veamos: si los religiosos profesos católicos (y también los monjes ortodoxos, y las monjas ortodoxas, e incluso los monjes budistas que son célibes) hacen voto de castidad, yo soy de los que piensan, creen y suponen que no todos esos religiosos y religiosas católicos, ortodoxos o budistas, son mentirosos, falsos, y por ende traidores a ese voto o carisma de castidad celibataria. Entre ellos hay pederastas, fornicarios, tipos muy chungos y hasta monstruos como el mexicano Maciel, pero también entre tantos miles de hombres y mujeres religiosos profesos, los hay buenos, fieles a su vocación; esto es, castos y castas.
 
El problema es cuando, siendo seglar, uno contempla lo que abunda en la calle, en la sociedad actual. Ciertamente, siendo seglar y por tanto no estando “obligado” por ningún voto formal ni por promesa de celibato alguna, se me antoja que es más difícil, hablemos así -o es en otro grado de dificultad-, el vivir la virtud de la castidad. La cual sigue siendo, a pesar de estar tan poco de moda en los tiempos que corren, una virtud cristiana muy estimada.
 

JAVIER RENOBALES:
 
Gracias por tu comentario. Prefiero no entrar a comentar por qué me siento impelido o exhortado a creer cum Petro et sub Petro, pero el caso es que, misteriosamente -o estúpida o irracionalmente, pensarán algunos-, en mi vida es así.
 
Igual es un añadido de la gracia, o del don de la fe.
 
Feliz Domingo de Resurrección.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLVI)"



Agradezco a Javier Renobales la lanza que trata de romper a mi favor en esta gresca que se ha armado por haber usado yo, en un primer comentario a este artículo o post, expresiones al parecer machistas como: la señora presidenta argentina Cristina “está de buen ver”, o  la presidenta Cristina “está bastante buena”. (Gracias, amigo atriero Javier, porque creo que te muestras al menos sensato y cordial, y eso que tú y yo discrepamos mucho más que las discrepancias que mantienes con Ana Rodrigo.)
 
¡La que se ha armado! Pues anda con esto: la de veces que hombres de toda época y condición habrán dicho o pensado esas expresiones u otras más subidas de tono, referidas a mujeres guapas, sin duda superarán en número a las estrellas del cielo. Lo cual no indica que sea por ello solo algo que esté bien, no lo ignoro, pero tampoco hay que rasgarse las vestiduras por ello, me parece. Pues las mujeres también las dicen y las piensan y las desean, y cada vez más, pues las mujeres se han “liberado”, desinhibido, despendolado. Así, casos que conozco de mujeres jóvenes con nombres y apellidos que piensan y sienten hacia los hombres con expresiones mucho más soeces que las mías, ufff, la lista sería (vamos, lo más “inocente” que dicen las chicas es...).
 
Y aun así, tampoco estoy afirmando que esto deba ser lo bueno, lo noble, lo verdadero, lo evangélico. Pero es lo real; y yo, atento a lo real, he querido, más que juzgar al prójimo, hacerme eco de algo muy común que sienten y desean y hasta escriben los hombres, y también las mujeres, muchas mujeres, cada vez más mujeres.
 
Ana Rodrigo, por si no hubiera quedado claro en Atrio, reitero que mi moral sexual, es decir, mis convicciones sobre sexualidad humana, tratan de ir de la mano de la doctrina al respecto del Magisterio. Igual estoy equivocado o soy gilipollas, pues en medio de una sociedad en la que no deben ser muchas las personas -aunque en esto, solo Dios conoce en profundidad- empeñadas en vivir la castidad… Lo cual (mis ideas católicas al respecto) ya sé que ha producido fricciones y controversias en Atrio, pero ello no es al caso ahora, sino que más bien lo apunto porque creo que te pasas al insinuar que tengo serios trabes sexuales, de psiquiatra casi; en realidad, creo que los principales devienen de mi condición de católico que trata de ser fiel a la vivencia de la sexualidad como seglar a la luz del Evangelio en la Iglesia. En una sociedad hipersexualizada como la española actual, esto es arduo, muy espinoso, muy cuesta arriba, pero me supongo que es el precio de la Cruz de Cristo.
 
Por cierto: tú en Atrio sí te has manifestado, más de una vez, partidaria del feminismo actual, es decir, del aborto, el divorcio, la homosexualidad, la anticoncepción, la libertad sexual… Yo (minoría entre las minorías, junto con el sacerdote Luis G Morán, Santiago Hernández y alguno que otro más), no sin dudas, sin perplejidades, sin tropiezos incluso, me manifiesto deseoso de comunión con la doctrina moral de la Iglesia católica. En esto, creo que cuento con el apoyo del papa Francisco, admitida la inmodestia de citar al Papa aquí y ahora.
 
Y por último, con respecto al feminismo, Ana Rodrigo (por cierto, eres de la misma edad que mi madre), con el que choco es con el feminismo revanchista “antihombre”, partidario del aborto y de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer; con el feminismo que se entiende como igualdad de oportunidades de hombres y mujeres en la sociedad, y que entiende que el amor entre hombre y mujer es complementario y fuente de vida no solo biológica, con este estoy de acuerdo, sin duda.
 
 
Feliz Vigilia Pascual.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLV)"



Ana Rodrigo:
 
Tú misma: si te empeñas en sacar las cosas de quicio, por ahí no voy a seguir. Lo que he escrito, que ni siquiera asumiría como absolutamente propio sino que pretendía ser expresión de un sentir general de muchos hombres, no es para tanto, me parece a mí; de hecho, muchas mujeres también sienten así, en sentido inverso, obviamente, es decir, piensan, sienten y fantasean sexualmente con imágenes de hombres muy cachas, muy metrosexuales, etcétera. Como que esto último es algo propio de la llamada “liberalización de la mujer”.
 
Lo anterior es tan viejo como la humanidad: hombres y mujeres que suspiran por buenos individuos de la especie, machos o hembras. Yo personalmente no lo asumo como bueno, moralmente bueno, pero hoy día es así, de tan trivializada como está la sexualidad, de tan degradada, descristianizada, deshumanizada. Creo que el papa Francisco lo que desea es ayudar a rehumanizarla a la luz de la verdad del Evangelio.
 

PEPE SALA:
 
No creo que en tu familia haya más trabajadores de la construcción que en la mía propia, en la cual cuento con padre, hermanos, tíos y primos que han trabajado en la construcción (lo mío es anecdótico en este sector). Sin embargo, como no se trata de competir a “ver quién es más”, a ver quién cuenta con más familiares obreros, etcétera,  lo que pretendía es señalar que ciertamente hoy por hoy la vulgarización de la sexualidad humana está muy extendida en el sector de la construcción; y en general, en toda la sociedad española, en todos sus estamentos, y aun en la europea, pues sabido es que la sexualidad humana se ha ido trivializando, vulgarizando, animalizando. Lo cual no significa, volviendo al sector del trabajo en la construcción, ni que siempre fuera así, ni que tenga que ser así, ni que todos los trabajadores del sector sean así; de hecho, no lo son: conozco, con nombres y apellidos, casos de excelentes trabajadores y excelentes personas de ese gremio o sector.
 

ANA RODRIGO:
 
Lo que sí me parece yo diría que diabólico es lo que protagonizaron algunas feministas en no sé qué provincia española, hace algunos días de esto, o puede que fuera en Iberoamérica (¿Argentina podría ser?). Sacaron en procesión una gran vagina de mujer, tamaño estatua procesional, y la pasearon por calles, en clara mofa anticatólica, lanzando proclamas a favor del aborto, el libertinaje sexual, la homosexualidad -homosexualidad que el papa Francisco, fiel a la doctrina de la Iglesia, nunca admitirá, para disgusto de algunos que frecuentan Atrio-, y contra la Iglesia, of course.
 
Apunto esto porque estoy convencido de que el papa Francisco desaprobaría rotundamente esa mofa de manifestación a que me refiero, y además porque me temo que tú, Ana Rodrigo, no la vas a condenar, puesto que con casi todo lo que esas feministas proclaman estás de acuerdo, si no me equivoco (con el aborto, la anticoncepción, la libertad sexual, la homosexualidad…). Y empero resulta que la Iglesia universal que quiere el papa Francisco no creo que coincida con prácticamente nada de lo que sí reivindicaban esas feministas, casi siempre al grito de “Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios”.
 
Feliz Viernes Santo.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLIV)"



Ana Rodrigo:
 
Creo que te has pasado… Cierto que he escrito esas expresiones, pero más que por hacerlas mías, por tratar de hacerme eco con ellas de un sentimiento o impresión que juzgo muy común entre los hombres de todo el orbe, a saber, la consideración de que en efecto la presidenta argentina Cristina es guapa; pero aunque fuese muy fea, achacosa, viejita, arrugada, o llena de llagas… Y es más: cuando las hice en realidad estabas más bien pensando en la mentalidad “machista y promiscua” muy común en el mundo obrero de la construcción, al que me referí en párrafos posteriores de mi comentario.
 
A mí no tienes que explicarme que las muestras de afecto hacia una persona, sean las que sean, van más allá de la belleza física. Uno ama a la persona como ella es, con todas las “marcas” que la vida va grabando en la biografía de esa persona en cuestión, y en su cuerpo sobre todo. Hasta ahí podríamos llegar…
 
Buen Viernes Santo.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLIII)"



Ana Rodrigo:
 
En efecto, el papa Francisco parece “distinto”. Así, no lleva anillo de oro, sino de plata (entre el valor o precio del oro y el de la plata…). Se permitió el “lujazo” de acercarse él a besar cariñosamente, saltándose todos los protocolos, a la presidenta de su país de origen Argentina, la señora Cristina de Kischner -que “está aún de muy buen ver”, eufemismo en sustitución del más grosero “que está aún muy buena”: en ambos casos, espero no ofender al personal atriero con expresiones real o supuestamente machistas-. Se le ha visto fundirse en un abrazo con su compatriota Adolfo Pérez de Esquivel; gesto impensable en un papa, pues el abrazo entre dos personas supone igualdad, entraña un clima de confianza, de horizontalidad, de freternidad… Hasta ahora, no ha usado -o apenas los habrá usados, tampoco soy como cronista de todo lo que hace y dice- capisayos, roquetes ni mucetas. En la recepción a personas de muy diverso origen y condición social, se le ha visto “satisfecho” con recibir a la persona en cuestión desde un clima de confianza, respeto y cordialidad, sin “exigir” que la persona se incline reverencialmente ante él, hasta arrodillarse incluso, tal vez considerando aquel pasaje del Nuevo Testamento en que el apóstol Pedro amonesta a Cornelio, quien, al ver al rudo pescador de Galilea, se arrodilló en señal de sumisión reverencial…
 
Desde luego, ninguno de estos gestos y otros por el estilo que se le han visto al papa Francisco me los puedo imaginar en Benedicto XVI; y ni siquiera en Juan Pablo II, quien, pese a todo su tirón mediático, popular y hasta “teatral” (en el buen sentido del término), nunca dejó de ser, entiendo, un papa al uso, es decir, plenamente revestido de autoridad piramidal, clerical, jerárquica… Como que salta a la vista que ambos precedentes, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han sido mucho más conservadores en las formas que el papa Francisco.
 
Sin embargo, quiero una vez más llevar el ascua a mi sardina. Ahora en el sentido de que me gustaría escuchar, frecuentemente, de boca de los pastores de la Iglesia, de boca de su autoridad máxima el papa Francisco, algo tan elemental como lo que acabas de reconocer tú misma: casi nadie del Pueblo de Dios les hace caso -subrayaría lo de “casi nadie”-, a menudo ni el más mínimo caso, en lo tocante a la moral sexual.
 
Entonces, como casi nadie les hace el más mínimo caso, qué hacer, ¿seguir empeñado en ser fiel a una doctrina a la que no le es fiel ni el que la enseña profesionalmente, ser fiel sobre todo en circunstancias que en mi caso han sido difíciles, como las de haberme visto obligado, hace años, a trabajar en la construcción, luego de mi traumática salida del Seminario Diocesano de Canarias, sin trabajo y sin un céntimo y cerradas todas las puertas en la Iglesia…? Con frecuencia, escuchando a obreros, en aquel entonces reciente de mi vida, que no hacían más que hablar de follar y follar (empleo los términos típicos, por fidelidad a los hechos, no por provocar), y viéndome yo tan puteado por una institución cuyos teólogos, docentes, catequistas y demás profesionales -en su mayoría, salvo honrosas excepciones que solo Dios conoce-, hacen de su capa un sayo en esos asuntos… y en otros no directamente vinculados a la moral sexual católica, empecé a plantearme creo que muy gravemente la tremenda contradicción que se vive en el seno de la Iglesia católica.
 
Hasta la fecha. Y no le veo solución, me parece, ni siquiera con el buen hacer del papa Francisco. No le veo solución porque estoy con la siguiente mosca: muchas autoridades de la Iglesia católica no parecen desear solución alguna, se limitan a transigir con lo que hay, a tirar balones fuera, o querer justificarlo todo. O se empeñan en predicar A ante auditorios católicos a sabiendas de que los propios que los están escuchando, en su inmensa mayoría, ni caso les hacen.
 
Permítanme una vez más mi recurso frecuente a referencias autobiográficas propias, que he traído aquí y ahora para ponderar, una vez más, las tremendas contradicciones de la Iglesia católica. Tan contradictorias, tan incoherentes y tan hipócritas, que lo peor que te podría pasar es tener que ocuparte de ellas, pues no teniendo fácil remedio, ¿para qué ocuparse de ellas?
 
Concluyo: me conozco la doctrina moral católica, creo que bastante bien, y por ende sé distinguir según toda esa filigrana del Magisterio sobre que no es lo mismo un acto sexual intrínsecamente cerrado a la transmisión de la vida que otro intrínsecamente abierto a la misma, pero cuando la contrasto con lo que suele hacer la población católica, y no precisamente los obreros de la construcción con que yo me vi obligado a trabajar hace años, que después de todo no se ganan la vida gracias a la Iglesia católica sino en el duro tajo del mundo de la construcción…
 
Vamos, de risa, si no diera pena la cosa, si no produjera consternación. Buen Viernes Santo.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis propios pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XLII)"



Si los gestos del papa Francisco son, en efecto, delicada expresión de una sensibilidad franciscana reformista, bendito sea Dios: la Iglesia universal y el mundo necesitan, como agua de mayo, como maná de la Alto, esos gestos, esa renovación, esos aires de reforma, en la línea de depurar la Iglesia católica, “semper reformanda”, llevándola más hacia las directrices eclesiales maestras que nacen del mismísimo Evangelio.
 
Sin embargo, me parece que determinados análisis progresistas están yendo demasiado lejos. En la línea o el sentido de augurar que nuestro nuevo Papa va a ponerlo todo patas arriba en la Iglesia, incluidos aspectos nucleares de la doctrina (pongamos: el aborto, la eutanasia, la legitimación de las relaciones homosexuales, el acceso de la mujer al ministerio ordenado, la legitimación de la anticoncepción…).
 
Para nada: ya verán ustedes cómo nada de eso va a cambiar; el papa Francisco confirmará la doctrina tradicional de la Iglesia en todos esos aspectos y en tantos otros (relaciones prematrimoniales, por ejemplo, aceptación de los 5 puntos innegociables para un fiel católico según el magisterio de Benedicto XVI, aceptación de la Iglesia como estructura jerárquica, y un largo etcétera), mientras una inmensa mayoría del Pueblo de Dios, por una parte seguirá manifestándose capaz de vitorear al nuevo sucesor de Pedro y por otra continuará pasando o haciendo de su capa un sayo en lo tocante a la vivencia de algunos contenidos de la fe católica, especialmente los referidos a la moral sexual y familiar.
 
Al menos en Canarias, sospecho que el 95% de las personas pertenecientes a las generaciones más jóvenes -y puede que me quede corto-, pongamos que de 55 años para abajo, pasan más o menos olímpicamente de la doctrina moral de la Iglesia católica. No hay más que ver lo adelgazadas que están la inmensa mayoría de las familias jóvenes formadas por bautizados católicos: casi ninguna pasa de la parejita; ergo, lo más probable es que usen de métodos anticonceptivos en sus relaciones, salvo casos excepcionales que solo Dios conoce en verdad… Incluso aunque expliquen en sus “cátedras” de profes de la escuela católica, o en facultades de teología la enseñanza oficial de la Iglesia, en su vida recortan o actúan según les convenga. “Religión a la carta” suele llamarse esto.
 
Y esto es tan así en la Iglesia -o sea, tan mezquino, tan hipócrita y tan desleal con relación a la doctrina de la Iglesia misma-, que yo me temo que el nuevo Papa, a quien yo mismo saludé con entusiasmo, y con pública declaración de fidelidad y de respeto, nada va a poder hacer. Que ese es un “cáncer” muy extendido en el tejido de la Iglesia; y sobre todo, no veo voluntad alguna de extirparlo.
 
Al contrario: si te manifiestas como militante fiel al Magisterio -modestamente, creo que es así mi propia experiencia-, te linchan en la propia Iglesia, te ningunean, te putean, te “ignorantan”. Es decir, pasan de ti, te mandan directamente a la mierda, a la papelera de reciclaje, incluso al precio de tratar de anularte como persona, aun a base de difamarte públicamente. Sé de lo que hablo: he sufrido en mis carnes y en mi atribulado espíritu todo esto que mismo que denuncio.
 
O dicho de otra manera: conozco a tipos y tipas “enchufados” como profes de la escuela católica o como profes de Religión en la escuela pública, que todo el mundo conoce que son unos hipócritas de cojones que hacen acto de presencia en movidas eclesiales con el fin principal de mantener sus puestos de trabajo eclesial. Este especimen de arrivista es muy frecuente en la Iglesia católica hoy día; y empero, no veo que se haga gran cosa por extirparlo de raíz, y además nada va a poder hacer el nuevo Papa para extirparlos del tejido de la Iglesia, aunque en esto espero equivocarme.
 
Nada. Y conste: no soy pesimista al decirlo -ni mucho menos resentido o envidioso, según acusan algunos imbéciles que me difaman-, sino que más bien no me tengo por tonto del todo.
 
Pero bueno: tiempo al tiempo y a ver hasta dónde llegan las reformas del papa Francisco.

domingo, 17 de marzo de 2013

"Para venir a ser el papa Francisco"


(El pasado lunes 11 del corriente mes de marzo, ya en pleno Cónclave la Iglesia universal, se me ocurrió escribir esta reflexión al artículo o post del periodista José Manuel Vidal titulado "Cardenal Jorge Mario Bergoglio, ¿un nuevo Roncalli?" Fue publicado en Atrio ese mismo 11 de marzo. No recuerdo haber jugado nunca a futurólogo y ni siquiera soy devoto de los juegos de azar o de apuestas, pero no deja de resultarme curioso que, publicados este post y mi comentario dos días antes de la lección como papa del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, dos días después, en efecto los cardenales eligieran a Bergoglio como sucesor de Pedro...)






Pues qué curioso: un conocido bloguero, que está en las antípodas ideológicas, teológicas y eclesiológicas de Atrio, ha llegado a calificar al cardenal jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio de “canalla miserable” (sic). Y otros foristas de esa misma cuerda ideológica y eclesial, integristas seguidores del cismático Marcel Lefebre no pocos de ellos, también han zaherido de malos modos al cardenal primado de la Iglesia católica que peregrina por Argentina. ¿Una de las razones? Al parecer, el rechazo expresado por el entonces cardenal primado de la Iglesia católica en Argentina y actual papa Francisco, a la normalización en todo Buenos Aires de la llamada misa tradicional o tridentina, también llamada misa según el rito extraordinario.
 
Como desear es gratis, quiero decir, soñar, no estaría mal soñar con que resultase elegido papa el actual cardenal arzobispo de Buenos Aires. ¿Por qué no? Entonces habría que estar atento a ver qué diría el susodicho bloguero, si es que algo dice, o pide disculpas… Pero sobre todo, yo mismo querría estar muy atento a analizar si en efecto un prelado considerado del ala progresista moderada de la Iglesia católica, es “capaz” de transformar aspectos esenciales de la doctrina de la Iglesia católica.
 
Me parece que no. Verbigracia: el aborto seguirá siendo condenado sin fisuras de ninguna clase. Y el divorcio. Y seguirán siendo “innegociables” los principios provida que propuso en su pontificado Benedicto XVI. Esto es, o es más, la doctrina sobre los sacramentos, sobre la acción pública y política de los fieles católicos, sobre la sexualidad y la familia, etcétera, seguirán siendo en esencia exactamente las mismas.
 
En España, en toda Europa, las relaciones afectivas se viven en general muy al margen de la doctrina oficial de la Iglesia católica (incluso por parte de no pocos católicos). Sobre todo por parte de las generaciones jóvenes, intensamente secularizadas, descristianizadas; y galopantemente también, en continentes como Iberoamérica. Dimensiones esenciales o nucleares de la moral católica como la sexualidad al servicio del amor, la castidad en las relaciones prematrimoniales o de noviazgo, la apertura a la vida al margen de la anticoncepción, la fidelidad en el matrimonio, o la propia indisolubilidad del matrimonio como sacramento, son tan infrecuentes en el día a día de la vida de las mayorías sociales secularizadas de la vieja Europa, que uno no sabe si echarse a reír, a llorar, a reflexionar, a creerse lo que ve, o a no creérselo, o a lo que sea siempre desde la consideración de que es muy grande, cada vez parece que más, el abismo entre la enseñanza moral de la Iglesia católica y lo que vive el común de los mortales, quiero decir en este caso, el común de los bautizados.
 
Los obispos católicos, sucesores de los Apóstoles, son conscientes de que es así. Hasta el extremo de que me los quiero imaginar preocupados por la situación. Sin embargo, sea el que sea el papa que resulte elegido para suceder a Benedicto XVI (aunque el próximo papa viniese a ser el moderadamente progresista Jorge María Berboglio; vamos, sea el que sea, del país o continente que sea, negro o blanco o del Oriente), lo que no cabe es imaginarse al próximo sucesor de Pedro repartiendo preservativos ni otorgando licencia para pasar de los sacramentos y de la vida de la gracia ni legitimando el uso, abusivo o no o por los fines que sean, de sustancias estupefacientes.
 
Me imagino al próximo sucesor de Pedro, sea el que sea, exhortando al orbe católico a ser fiel a la fe de la Iglesia, al Magisterio, en tanto una mayoría de fieles de todo el orbe católico se va a limitar a pasarse por el forro -por las razones que sean, no juzgo, solo Dios sondea los corazones- aspectos nucleares de ese Magisterio.
 
Esto es: estoy convencido de que por muy bueno que venga a ser el próximo sucesor de Pedro -y es lo que yo deseo, en la confianza de que con más conciencia que en cónclaves anteriores, en este me “sonará”, lo más probable, el nombre del próximo Papa-, los estragos que ha causado lo peor de la secularización-descristianización, en el tejido de las sociedades europeas y en la propia Iglesia católica, es de tal envergadura que…
 
No sé. Hoy la inmensa mayoría de las parejas que se casan por la Iglesia -cada vez en menor medida-, ya conviven premaritalmente. Repito: son inmensa mayoría. Hasta el extremo de que hay voces que piden a las autoridades de la Iglesia católica que esta, como madre y maestra que es, acepte esa nueva sensibilidad postmoderna relativa a los nuevos modelos de convivencia en pareja, y a la nueva sensibilidad afectiva y sexual de las nuevas generaciones (del “todo es pecado” de nuestros abuelos al libertinaje sexual actual). Pero el próximo Papa, sea el que sea, no aceptará nada de eso, porque el ideal del matrimonio cristiano seguirá siendo el mismo, por más que cada vez haya menos bautizados jóvenes dispuestos a vivirlo.
 
En fin, que yo no sé cómo la Iglesia católica, digo en esta ocasión por iniciativa de sus pastores, va a afrontar los grandes retos de la nueva evangelización de un continente como Europa que está radical y rabiosamente descristianizado. Pero bienvenido a la silla de Pedro, quienquiera que vayas a ser, santo padre, siervo de los siervos de Dios, y confírmanos en la fe, en este tiempo de mucha oscuridad y crisis que nos toca vivir en Occidente.

(Como resulta que el cardenal Jorge Mario Bergoglio es el que ha sido elegido y ya es nuestro papa Francisco, de mirada limpia, bondadosa y profundamente espiritual, humilde y franciscana, pidamos a Dios por él, para que lo conforte y oriente en todo momento y sea un buen pastor de la Iglesia universal, en este tiempo histórico en que la Iglesia padece una tremenda crisis, al parecer de las peores de su bimilenaria historia. Y a mí -y a todos los católicos en general-, disponibilidad para escuchar la voz de nuestro Papa, respeto y confianza.)

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XLI)"


Si Francisco de Asís volviera a nacer, casi un milenio transcurrido del tiempo de su paso histórico por este mundo, en todo manifestaría voluntad de fidelidad al vicario de Cristo, que en la actualidad, desde hace un par de días escasos, es el papa Francisco, jesuita y argentino.
 
Esto es, si el papa Francisco, fiel a la enseñanza de la Iglesia universal, condena la legalización del llamado matrimonio homosexual, y la práctica misma de la homosexualidad, antes como cardenal de la Iglesia y ahora como pastor supremo de la misma, Francisco de Asís el Poverello trataría de vivir en plenitud la comunión doctrinal con la fe de la Iglesia universal.

Siendo cardenal, Jorge María Bergoglio, nuestro "flamante" papa Francisco, ya condenó las idolatrías de nuestro tiempo: el relativismo, el narcisismo, el materialismo, el paganismo y el pansexualismo son, en efecto, modernas o postmodernas idolatrías que comportan el peligro de alejarnos de Cristo.

Así que en la esperanza de que el buen Dios ilumine a nuestro papa Francisco, recemos por su ministerio petrino, en este tiempo histórico de especial dificultad, para que él sea un buen pastor de la Iglesia católica.

sábado, 9 de marzo de 2013

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XL)"



Hans Küng:
 
Usted es un hombre culto, un erudito de la teología ecuménica, amén de un testigo excepcional de la historia de la Iglesia católica, sobre todo en Europa, en los últimos sesenta años. En algunas cuestiones, usted tiene razón, “más razón que un santo”, como se dice popularmente. Sin embargo, el camino de reformas que usted viene reivindicando para la Iglesia católica desde hace décadas, en sus libros y resto de publicaciones, charlas, seminarios y conferencias, usted sabe que no es nuevo; a decir verdad, es casi idéntico al que llevan aplicando a sus comunidades, sectas e iglesias, no pocos cristianos protestantes de corte liberal, con el desalentador resultado de que esas comunidades cristianas están mucho más en crisis que la Iglesia católica, la cual, ciertamente, está sobre todo en crisis en la vieja Europa, esto es verdad, no cabe negarlo, pero no tanto en Iberoamérica -aunque en este gran continente, también en no poca medida, pues el fantasma de la secularización ha avanzado mucho en los últimos lustros en aquel continente “hermano e hijo” de España-, y mucho menos en África, continente donde el catolicismo es bastante pujante.
 
Usted sabe, o debería saber, que las comunidades cristianas, casi sin excepción salidas de la Reforma, que han aplicado modelos de reforma casi idénticos a los suyos que desea para la Iglesia católica, señor Küng, han quedado al borde de la quiebra definitiva, de la desaparición y cierre por falta de fieles y de celo pastoral.
 
Así que todo eso de aceptar el aborto, el divorcio, la contracepción, la homosexualidad, la eutanasia, las mujeres al ministerio ordenado, etcétera, ya existe en todas esas comunidades cristianas. Y desde luego, todo parece indicar que esas medidas de reforma teológica y eclesial no han fortalecido a esas comunidades cristianas, y sí más bien todo lo contrario, según los hechos cantan, o según me parece a mí que cantan.
 
Con decirle a usted que a mi juicio -compartido hasta por el papa saliente Benedicto XVI-, uno de los más graves problemas de la Iglesia católica es el de su secularización interna; es decir, toda esa abrumadora cantidad de fieles trepas, burócratas, figurones, desencarnados, antimilitantes, arribistas, mundanizantes y meros “enchufados”  que han plantado sus tiendas y sus aposentos en la Iglesia católica, no para comprometerse en la construcción del Reino de Dios y su justicia, en comunión con el Magisterio, y sí más bien para la salvaguarda  de intereses menos evangélicos por más partidistas: el trabajito, la parcela de dominio y de poder, el “enchufe” de turno…  Esto es un auténtico cáncer en la Iglesia que, me temo, no podrá extirpar así como así el próximo papa, por muy bueno que sea, cosa que me gustaría fuese así, cierta: un papa que fuera un gran creyente, un hombre de Dios, un enamorado de Jesucristo y de su Iglesia.
 
Ojalá -que es expresión heredada en castellano del idioma árabe, por cierto-, o sea, Amén.
 
Saludos. Buen fin de semana.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XXXIX)"



Y si además del sueño de Giovanni Franzoni y del apunte también onírico de Antonio Vicedo (mujeres trabajadoras, en la mísmísima cúspide de la Iglesia católica, elevadas a la condición de cardenalas…), el Papa ya no fuese Jefe de Estado y fuese por ende más cercano, sencillo, asequible, revestido solo de “Evangelio y de sandalia”, según el sueño del obispo y poeta Pedro Casaldáliga…
 
Pero no: he estado por lo menos 45 minutos escuchando, desde muy temprano, la programación sabatina del canal televiso de la COPE (13 Televisión), y no, cualquier parecido entre lo que ahí escuché y lo que propone el italiano Franzoni, y por extensión con lo que se propone en Atrio, o hasta con lo que me atrevo a proponer yo mismo, simple seglar mondo y lirondo del Pueblo de Dios que ni siquiera comulga, pobre de mí, con todo el ideario de reformas del progresismo eclesial… Loas constantes e inmaculadas a Benedicto XVI, y ningún asomo, ni remoto, de crítica eclesial, de posibilidad de reformas en el Vaticano, en la institución del papado… Nada de nada.
 
De modo que sea el papa que sea elegido, los cardenales seguirán siendo un selecto grupo de hombres célibes, casi al 100%, obispos: la mayoría, poderosos; algunos de esa mayoría, hasta nostálgicos de las largas colas cardenalicias de no sé cuántos metros; otros, acaso los menos -pienso en el testimonio que al respecto ha revelado Celso Alcaina, desde su experiencia de lustros en el Vaticano-, sencillos, “humilde gente” que vive hasta sin servidumbre; muchos, quiero creerme, de apariencia tan “normal” como la del cardenal hondureño Óscar Rodríguez de Madariaga, quien no tuvo reparos en aceptar comer en un restaurante de La Playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria, sin ninguna ínfula de grandeza, al menos aparente, en un reciente paso por la Isla suyo, no sé a cuento de qué
 
De modo que sea quien sea el papa que resulte elegido, seguirá siendo inquilino del Vaticano, jefe de Estado, con todo lo que ello conlleva de honores mundanos y de honores eclesiásticos (santidad, santo padre, sumo pontífice, santísimo padre…).
 
Con todo, pese a haber visto y escuchado 45 minutos, o acaso más, de la programación de 13 Televisión, y teniendo muy claro que creo de verdad que el papa saliente Benedicto XVI es un teólogo sabio y un enamorado de Jesucristo y de su Iglesia, para mí el gran nudo gordiano de toda esta parafernalia del papado y del Vaticano tiene que ver con la dificultad que tengo, al menos yo -sospecho que también mucha otra gente- para asociar papado y Vaticano con el modus vivendi de Jesús de Nazaret, aquel judío piadoso y empero muy suyo, muy libre, muy amigo de pecadores, publicanos y prostitutas.
 
Buen día. Sin servidumbre doméstica alguna, pues yo en la medida en que puedo y sé -que es poco, me temo-, soy mi propio servicio doméstico, hoy sábado he de comprar y hacer otros menesteres caseros; así que saludos.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XXXVIII)"



Ante tanta miseria como hay en este mundo; ante tanto paro, sin ir más lejos en España (el paro que no cesa, como un “jinete apocalíptico desbocado”, mes tras mes, insaciable); ante el hambre de cientos de millones de personas; ante la miseria y la explotación del hombre por el hombre perpetradas contra cientos de millones de personas; ante el clasismo social que aún existe, más extendido de lo que creemos; ante la economía sumergida como única alternativa para millones de personas…
 
Ante todo lo anterior, yo creo captar que la cúpula de la Iglesia católica sigue muy distante. La cúpula de la Iglesia, salvo acaso muy raras excepciones, se mueve a otro nivel, a un nivel que está muy lejos de las dramáticas condiciones de vida en que malviven cientos de millones de personas.
 
Ahora el papa dimisionario Benedicto, a quien se nos exhorta a seguir, a respetar -y a quien yo mismo he considerado bueno, sabio, enamorado de Jesucristo y de su Iglesia…-, renuncia a su ministerio petrino y seretira a una vida de oración, piedad, estudio, meditación, música y escritura. Con cuatro religiosas domésticas a su servicio, amén de secretario. Y como pienso -siempre he creído que a ejemplo de Jesús, siendo yo un simple seglar mondo y lirondo del Pueblo de Dios-, en tanta gente ciudadana española que se ha ido empobreciendo en los últimos años por causa de la crisis económica… Señores y señoras, ¡gente que está malviviendo en España casi sin nada, gente que recurre a la economía sumergida, a comedores populares, a centros de acogida asistencial, a recursos sociales municipales, a la mendicidad, o a la desesperación debajo de un puente! De ahí que pregunte qué sentido tiene el retiro del papa Benedicto desde la perspectiva del Evangelio.
 
Y lo hago temiendo que algunos y algunas puedan sospechar que resulto irrespetuoso, desafecto o mal católico por atreverme a poner en tela de juicio una decisión vital del mismísimo Papa. Pero es que si no lo hago reviento, la verdad, lo confieso. Porque no logro entender cómo ante tantísimo drama y aun tragedia sufridos por millones y millones de personas en este mundo por causa de la crisis económica -si se me permite: un servidor que estas líneas escribe, también, también la sufre, con el agravante además de todo elputeo que ha sufrido mi vida por parte de la miserable y nauseabunda hipocresía eclesiástica, sobre lo cual no voy a volver a cansar al personal atriero-, en el papado y en las jerarquías católicas y especialmente vaticanas siguen existiendo unas movidas tan antievangélicas, tan elitistas, tan clasistas, tan alejadas del dolor y el drama de tanta gente…
 
Es como si ante tamaña realidad, que juzgo como muy incoherente, contradictoria y aun hipócrita, se me hicieran muy ciertas algunas tesis que suelen sostenerse en un portal como Atrio, por foristas como Javier Renobales, por ejemplo: “la ICAR actual es una traición permanente al sueño de Jesús de Nazaret”.
 
Saludos.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis pecados y tentaciones, pese a los de la propia Iglesia (XXXVII)"



No es solo lo que usted dice, José Mª Castillo, muy bien escrito y concisamente (a saber, la Iglesia católica como institución, está metida de lleno en el perverso sistema neocapitalista que nos está ahogando hoy por hoy), sino que es el hecho, a la vista de quien lo desee ver, de que en la Iglesia católica, especialmente en la que peregrina por Europa, se sufre una patética y pavorosa crisis de fe y de credibilidad de la misma institución como consecuencia de la crisis de fe.
 
La gente no cree, simplemente: está cansada, quemada, decepcionada, cómodamente instalada en sus seguridades, en su espiritualismo burgués y desencarnado… De modo que no hace falta pormenorizar qué es eso de la “crisis de fe”; baste con señalar la obviedad de que la crisis de fe es hacer A cuando el Evangelio dice B -o viceversa-; es hacer D cuando el Magisterio, que es vinculante para un católico, dice E -o viceversa-.
 
Buen domingo.

"Fiel a la Iglesia católica, pese a todo: pese a mis tentaciones y pecados, pese a los de la propia Iglesia (XXXVI)"


En algún comentario a artículos recientes de Atrio relativos a la renuncia del papa Benedicto, he dejado caer esta perplejidad: a la luz del ejemplo de Jesús de Nazaret, que no tenía ni dónde reclinar la cabeza, al contrario que las zorras, que poseen madrigueras, y de los pájaros, que construyen sus nidos, ¿es de recibo el retiro que se ha preparado el Papa?

Con la que está cayendo… ¿tiene justificación evangélica esa decisión papal? Conozco familias enteras que viven del puro milagro de la beneficencia (alguna de ella, de  tal beneficiencia, gestionada por la Iglesia católica); y conozco licenciados con idiomas que están trabajando “en negro” como peones de la construcción, por 700 u 800 euros mensuales. De manera que como resulta que Jesús de Nazaret, el Señor, el Cristo, tenía entre sus predilectos a los pobres, a  los marginados, a los hambrientos…
Me cuesta entender ese gesto, porque me parece muy ajeno al espíritu que anima el Evangelio. Sé que en la prensa católica más conservadora o de derechas, en vez de poner en solfa esa decisión del papa Benedicto me afaerán mi asomo de crítica, mi perplejidad siquiera, acusándome acaso de desleal y de mal hijo de la Iglesia católica (algunos ya lo han hecho por opiniones menos críticas mías). Con todo, en un foro como este vuelvo a manifestar mi estupefacción ante un hecho así. Por la sencilla razón de que no veo ninguna correspondencia o afinidad entre el espíritu del Evangelio, como ya he dicho, entre el modus vivendi de Jesús de Nazaret y el de tantos jerarcas de la Iglesia universal,  permanentemente alejado, distante y distinto (segregado) del común de las gentes del Pueblo, de las gentes que son Juan Pueblo.
Mientras que de Jesús de Nazaret relatan los Evangelios, unánimemente, que era un judío piadoso pero al mismo tiempo muy libre, muy suyo, hijo del Pueblo -en expresión un poco ácrata que me ha salido-, los papas y resto de jerarcas, salvo acaso honrosas excepciones, no me parece que sean hijos del Pueblo, no son Juan Pueblo (o John Done en inglés, como reza el título de la estupenda película de Frank Capra). Conozco algunos casos de personas de avanzada edad pertenecientes a la alta burguesía, a la crema de la sociedad, que se han visto obligadas a despedir o reducir al máximo sus respectivos servicios domésticos. Repito: personas que, desde siempre, han pertenecido a la flor y nata de la alta sociedad. Y sin embargo se dice de nuestro papa que cuatro mujeres, religiosas profesas, se van a ocupar de todo lo relativo al servicio doméstico de tan ilustre católico. Y esto es algo que no puedo entender, por la sencilla razón de haber sido Benedicto XVI quien ha sido: nada menos que el sucesor de Pedro…
No lo entiendo, la verdad. No lo entiendo incluso a riesgo de que no pocos católicos de mentalidad derechista y conservadora juzguen que con lo que opino y como lo opino aquí en Atrio, manifiesto que soy un mal católico, un mal hijo de la Iglesia universal, etcétera.
Saludos.