domingo, 25 de octubre de 2020

"Y dicen que no existen los milagros*"


Jesús contestó: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocen a mí, también conocerán al Padre. Desde ya ustedes lo conocen y lo han visto."

Juan 14, 6-7

La pretensión de que la ciencia empírica sea la única fuente de conocimiento humano no es per se científica

William Lane Craig 



Me mandan por correo electrónico la siguiente noticia, de la que no tenía ni idea. En estos días, está de actualidad un caso semejante al caso del que nos ocuparemos en este escrito: el de actualidad es el del joven italiano Carlo Acutis, recientemente beatificado por el papa Francisco (10 de octubre de 2020). Este sí que ha llamado mi atención: testimonio ejemplar de seguimiento de Cristo y de su Iglesia el del joven beato italiano, fallecido con apenas 15 años.

En estos días en que he empezado a escuchar en Youtube un vídeo del filósofo argentino de origen rumano Tomás Abraham Spitzer sobre el genial y fulgurante Antonín Artaud (1896/1948: escritor, actor, poeta, uno de los más celebrados teóricos del teatro en los tiempos modernos), en el que el magistral divulgador argentino dedica palabras elogiosas a los tres hermanos Panero (a Leopoldo María lo tuvimos durante lustros entre nosotros, en Gran Canaria), me entero de la noticia que enseguida detalleremos.

Reparo en la noticia de marras. Y a la vez considero las magistrales clases de Filosofía impartidas por el escritor y profesor argentino Tomás Abraham Spitzer. Valoro lo suyo las clases del filósofo argentino mientras repaso algunas de las entrevistas que he escuchado recientemente en un canal de Youtube no caprichosamente o por mero azar llamado Razón o fe. Para sus fomentadores e intervinientes (todos ateos, agnósticos, librepensadores, escépticos, descreídos, materialistas, cientifistas...), la conjunción disyuntiva o no es "inocente": la razón excluye la fe, porque la razón es contraria a la fe, teorizan todos ellos y ellas.

Reparo en los elogios del filósofo Tomás Abraham a un poeta como Leopoldo María Panero, totalmente esquizofrénico, nihilista, blasfemo, maldito, ateo absoluto. Poeta genial e irreptible, afirman no pocos, hasta una vez lo invitaron a una lectura de sus versos, cómo no, en un foro jesuítico (hiperprogresista, of course). Y allá que se fue Leopoldo María -que Dios haya perdonado y acogido en su gloria-, a decir sus versos y a echar pestes del cristianismo y de la Iglesia, en tanto a otros autores locales empeñados en escribir también poesía como católicos, siempre han mantenido en la puerta del culo (lo siento, no puedo evitar esta grosería, de tanta impotencia acumulada), en ese tan jesuítico -que no ignaciano- foro. Comoquiera que sea, quien estas líneas escribe ha sido destetado en estas dos certezas: "Todo pensamiento no decapitado desemboca en la trascendencia". Y en una intuición que algunos de los autores de la llamada Escuela de Frankfurt (no perdamos de vista que, a fin de cuentas, escuela formada por pensadores hijos del marxismo) comenzaron a percibir. A saber: solo una justicia metafísica impartida por el Ser Supremo (más allá de esta terrenal existencia) podría salvar del absurdo y final destino de la sola muerte a las víctimas de la historia.

O dicho con otras palabras: si no hay Dios irán al pudridero, exactamente con la misma clase de suerte y de destino, la víctima inocente y su verdugo criminal y hasta genocida. Pero entonces, ¿este solo, no más, es el sentido que depara a la especie humana su paso por este mundo? De manera que pertrechado de estas dos certezas, me encuentro con un autor que niega la validez de los milagros según los entiende la Iglesia católica, y también la Iglesia ortodoxa y algunas otras comunidades cristianas que no son propiamente la Iglesia porque rompieron con la sucesión apostólica (la Comunión Anglicana, por ejemplo). También filósofo argentino, agnóstico-ateo, en la estela del marxismo, profesor-divulgador magistral de la filosofía y de contenidos literarios anexos, en efecto Darío Sztajnszrajber sostiene en una de sus muchas charlas, conferencias, clases magistrales y entrevistas subidas a su canal de Youtube (Facultad Libre), que los milagros son tramposos, porque presuponen la disposición del creyente para que, a través del milagro -que siempre tiene o tendrá una explicación científica-, acabe aceptando todo el corpus doctrinal de la fe de la Iglesia. 

Como si para el estupendo Darío Sztajnszrajber los milagros no probasen la fe sino al revés: sería la fe previa del fiel creyente la que predispondría a creer en un fenómeno que, o bien la ciencia explica o podría explicar a su debido tiempo.

Entonces he considerado la formación científica de un exateo como el profesor boliviano, conferenciante, escritor, divulgador y apologeta de la fe católica Ricardo Castañón, converso a Cristo y a su Iglesia, Dr. en Psicología e investigador de prestigio mundial en los llamados milagros eucarísticos. De manera que con estas rumias y meditaciones me entero de la noticia de que estoy prometiendo ocuparme en este escrito. Antes, aun reparo en Friedrich Nietzsche: en algún lugar de su obra, este filósofo a un bigote pegado, auténtico deicida,  se permite despreciar el testimonio de los mártires de la Iglesia, de los primeros siglos del cristianismo. ¿En su Genealogía de la moral? Tal vez. De modo que ahora me parece entender que si fue capaz de despreciar el testimonio de vida de los mártires cristianos, ¿cómo no iba a despreciar a mi admirado Sócrates, toda vez que Sócrates y los cristianos son fieles de una moral de esclavos, de resentidos con la vida?

Según Nietzsche, claro. Como si este filósofo, sin duda genial, hubiese entendido las Bienaventuranzas al revés. Y así las cosas, o entre tanto, por fin le llega el turno a nuestro protagonista niño. ¿Qué pensarían de un caso como este clásicos del ateísmo contemporáneo como Ludwig Feuerbach, Augusto Comte, Sigmund Freud, Bertrand Russell, Cioran...? Ante la imposibilidad manifiesta de encontrar respuesta a esta pregunta retórica (a este deseo imposible), confío al menos en conocer -y pronto- la respuesta que dan a un caso como este algunos de los que se consideran herederos del pensamiento contemporáneo de los clásicos citados.

Así que veamos el mensaje que he recibido:


Manuel Foderà fue un niño italiano que, con solo 9 años, dejó la vida terrena para alcanzar la celeste, por causa de un tumor muy grave que lo afligía. Un niño alegre, sociable, bromista, como él mismo se definía, que estaba convencido de tener una gran misión que cumplir en nombre de Dios: dar a conocer y amar a su gran amigo Jesús.

Cuenta el sacerdote Ignazio Vazzana, quien lo visitaba asiduamente en el hospital de Palermo, que el pequeño muchas veces no lograba entender las cosas que Jesús le revelaba.

Por ejemplo, un día le preguntó: “¿Por qué Jesús me dice siempre esta frase: tu corazón no es tuyo, es mío, y yo vivo en ti? No entiendo qué quiere decirme”.

Padre Ignazio se dio cuenta, reflexionando después, de que aquellas palabras reflejaban la frase de san Pablo en Gálatas 2,20: “…y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”.


Manuel decía que Jesús le había donado el sufrimiento, y que era necesario, porque tenían que salvar el mundo juntos, y que Jesús lo había proclamado “guerrero de la Luz”.


Padre Ignazio recuerda con mucha conmoción ver a Manuel con un gran sentimiento de pecado cuando iba a confesarse, y era tan grande, que a veces estallaba en lágrimas durante la confesión misma.


También recuerda que tenía una gran devoción por la Sagrada Eucaristía. Cada vez que la recibía se cubría su rostro y permanecía así por casi 20 minutos en absoluto silencio.


Este era el momento culminante de la Comunión, porque entraba en diálogo de manera espontánea con Jesús, como dos amigos íntimos.


El sacerdote le preguntaba si veía directamente a Jesús, a lo que respondía que no lo veía físicamente, pero sentía su voz en su corazón.


Don Ignazio fue su guía espiritual los dos últimos años de vida del niño, y nos cuenta que “Manuel siempre luchó como un verdadero guerrero, a imitación de Cristo, hasta entregar su vida por la salvación y la conversión de todos».


«Aún recuerdo muy vivamente la gran capacidad de soportar el dolor que tenía, solo por amor a Jesús. La madre me llamó en diversas ocasiones para que intentara convencer a Manuel de que se tomara, por lo menos, el Paracetamol y así aliviar los grandes dolores que tenía. Él me respondía que quería esperar un poco más antes de tomárselo, porque Jesús necesitaba su sufrimiento en ese día para salvar las almas».


«Hacia el final, después de una gammagrafía, los médicos se dieron cuenta de que tenía dos masas tumorales en la cabeza. Sin saberlo, Manuel nos reveló que Jesús le había hecho un gran regalo. En esos días Manuel tenía dolores de cabeza muy fuertes y no sabía realmente qué tenía».


«Un día, tras recibir la Comunión estalla en llanto y confía a su madre, y después a mí, lo que Jesús le había dicho. Nosotros le habíamos preguntado qué le pasaba, puesto que lloraba, y él nos dijo que Jesús le había hecho un regalo especial y al ser feliz lloraba por esto: Jesús le había entregado dos espinas de su corona y ahora las tenía en su cabeza. Yo me quedé estupefacto ante sus palabras, porque humanamente esto es inexplicable. Hubo una coincidencia perfecta en los hechos: dos masas tumorales y las dos espinas de la corona de Jesús, como don, en su cabeza”.


Dos meses antes de morir, en una noche de terrible sufrimiento, le dijo a su madre Enza: «Eres mi único testigo verdadero. Tendrás que escribir muchos libros sobre mí para que todos puedan conocer mi historia”.


No fue fácil para ella mantener su promesa, por tanto dolor después de la partida de su hijo, pero al final ganó el amor, el mismo que mantuvo unidos día y noche a madre e hijo, desde el momento de la concepción hasta su renacimiento en el Cielo.


El 20 de julio de 2010 Manuel subió a los Cielos y del diario que escribió Enza durante la larga agonía nace la conmovedora biografía 


Un libro con muchas enseñanzas de este pequeño amigo de Jesús que, como dijo Don Pierino Fragnelli, obispo de Trapani: «Desde su cama, tanto en el hospital como en casa, Manuel nos ha enseñado la lección de la confianza en la vida que no muere».



Es imposible, al menos para mí, no experimentar una honda conmoción del alma ante una historia como esta: se te remueven las fibras más recónditas y hondas de tu ser. Pero uno tiene como que sobreponerse y hacer de abogado del diablo. Y entonces reparar en las críticas y reservas que pondrían a un caso como el de este niño italiano los ateos, agnósticos, materialistas, descreídos, cientifistas, racionalistas, librepensadores e, incluso, no pocos seguidores de las religiones falsas -que son todas, salvo la cristiana, que es la única verdadera, la única que procede del Dios Uno y Trino-.


Ergo, se me ocurren varios acercamientos al caso. El primero lo enuncio pero advirtiendo que para mí queda descartado. A saber: esta noticia sería un burdo montaje de algunos católicos interesados en vender la burra de la fe de la Iglesia, usando el anzuelo de la historia de este niñito, sin duda emotiva y capaz por ende de conmover a incautos. El segundo acercamiento es o supone una pregunta a los psiquiatras, a los psicólogos (a los tenidos por especialistas en la psique humana). Esto es: desde las ciencias que estudian la mente humana ¿es posible una interpretación de la desconcertante entereza de ánimo de este niño, quien, aun siendo tan niño, debía sentirse y saberse mortalmente enfermo? El tercero espetaría directamente la pregunta a los ateos, agnósticos, incrédulos, escépticos, racionalistas, cientifistas, materialistas y resto de negadores del cristianismo. Y sería esta, obvio es: desde el solo auxilio de la razón humana, concebida como única fuente de acceso al conocimiento, ¿cómo cabe entender un caso como este?


El cuarto (en párrafo aparte) proclama el estado actual de mi fe en Cristo y en su Iglesia (don de Dios totalmente inmerecido). A saber: solo admitiendo la posibilidad, que está más allá de la sola ciencia empírica o experimental, de una honda experiencia de Dios vivida por el niño Manuel Foderà, es posible entender un caso como este suyo. 


En efecto: nacido el niñito italiano a la vida eterna un 20 de Julio de 2010, solo un pensamiento no decapitado, esto es, abierto a la trascendencia, experiencia de la fe vivida como gracia que viene del Espíritu de Dios, nos permitiera entender un caso como el del Manuel Foderà.


Y no solo entenderlo, sino que también debe permitir a sus familiares e íntimos asumirlo, luego del sufrimiento que pareciera insuperablemente desgarrador por la súbita pérdida de un ser tan inocente. Esto es: solo desde la perspectiva de la fe, esperanza y caridad en la eternidad beatífica junto al Dios Uno y Trino cabe ir encajando un sufrimiento tan desgarrador como el que debe ocasionar la muerte de un hijo, hermano, nieto, sobrino, primo o amigo de tan solo 9 años.


O Dios o el absurdo.




*Mi propio título con que llamo este escrito no termina de convencerme, toda vez que presenta un matiz sémico (una connotación) que bien pudiera dar a entender que pretendo ironizar con las opiniones de quienes niegan el pan y la sal a los milagros según los entiende la Iglesia universal. No pretendo tal cosa y sí más bien mostrar el estado actual de mi fe católica, en general y en este particular que nos ocupa en concreto. Por ende, creo en los milagros, por más que creo en ellos desde la comprensión de que, en efecto, sin fe previa se me figura como harto improbable el que los solos milagros te lleven a la fe, pues los milagros nunca son en verdad incontestables. Incontestable es el milagro de Calanda, sin duda (Aragón, España), acontecido en el siglo XVII. Es este: a un joven de 23 años, mendigo y con una pierna amputada cuando tenía 19 años por causa de un accidente trabajando en labores del campo (la rueda de un carro le aplastó y destrozó su pierna derecha, que hubo de ser amputada), entre las 22 y las 23 horas de la noche del jueves 29 de marzo de 1640 le crece la pierna amputada. Vamos, que la mismísima Virgen del Pilar le restaura la pierna amputada. Testigos del suceso prodigioso atestiguan que la pierna crecida al joven Miguel Juan Pellicer es ciertamente la misma, es su pierna amputada, toda vez que la nueva que le ha crecido presenta el grano y las cicatrices que presentaba la pierna amputada. Este milagro se extiende como la pólvora (por toda España, llega a Italia, al sur de Francia, por toda Europa), al parecer con incontestable base argumental, con las pruebas pertinentes y de rigor de informes médicos, etcétera. Muy devoto de la Virgen del Pilar el joven Miguel Juan Pellicer, este milagro que le acontece sí que es una excepción que parece incontestable a las leyes de la naturaleza. Solo que, dándolo por cierto que esta es otra, pues siempre habrá quien dude del mismo-, lo también cierto es que en la historia de la Iglesia universal no hay registro documental de un milagro igual. Sabido es que la Iglesia postula que todos los milagros aprobados por ella son per se una excepción a las leyes de la naturaleza. Aun así, muchos se niegan a creer en los milagros, de igual manera que eminentes hombres y mujeres de las ciencias, el arte, la literatura y el pensamiento se han reencontrado con la fe católica que tenían perdida, o como dormida, aletargada, tras la experiencia de entrar en contacto personal con el misterio de los milagros.



28 de octubre, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.  



sábado, 17 de octubre de 2020

"Extra Ecclesiam nulla salus, semina verbi, el espíritu de Asís..."



He leído y escuchado de ciertas voces católicas -o que al menos se presentan como tales: tengamos la fiesta en paz-, lamentos y rechazos hacia las Jornadas Mundiales de Oración por la Paz en Asís, la primera de las cuales fue convocada, en la homónima ciudad emblema del santo franciscano italiano, por el papa Juan Pablo II, el 27 de octubre de 1986.

Argumentan que no es de recibo que el sucesor de Pedro, como en pie de igualdad se reúna para orar con los líderes de "las falsas religiones, que son hijas de Satanás, el padre de la mentira". Luego de las primeras, presididas por san Juan Pablo II, le tocó el turno a Benedicto XVI, acaso no tan devoto de ellas como el papa polaco. Y ni que decir que el actual Francisco, no en balde tan partidario del diálogo ecuménico e interreligioso, sigue totalmente el llamado espíritu de Asís de estas convocatorias.

No entro a discutir el aserto falsas religiones. Considero que la expresión más común que en efecto la teología tradicional de la Iglesia ha usado para referirse a las otras religiones, especialmente las no cristianas, es justamente la que nos ocupa: falsas religiones. Solo que yo directamente no voy a poner en solfa este particular.

Mi posición de partida es esta: soy católico que acepta el Concilio Vaticano II, no sin dejar de intentar desplegar sobre el mismo una mirada que mezcle la gratitud, el reconocimiento y el sentido crítico. Por tanto, creo comprender este dato de la fe que trata de poner de relieve el Concilio. A saber: las otras religiones contienen semina verbi ("semillas del Verbo"); esto es, retazos o pedazos de la total verdad que los católicos reconocemos en plenitud en Cristo y en su Iglesia.

Expresada en los orígenes del critianismo por san Justino Mártir (Padre de la Iglesia del siglo II), la verdad católica de las semina verbi me ha conducido a una certeza que reconozco como, digámoslo así, confesantemente subjetiva, es decir, fruto de mis más íntimas convicciones y percepciones. Porque valga que no sea el caso teorizar sobre el concepto falsas religiones que, desde la teología tradicional, se ha aplicado a todos los demás credos, desde la verdad de la Iglesia, solo que otro particular es que yo niegue lo que me parece una meridiana certeza. A saber: en las otras religiones, al menos hasta donde alcanza mi conocimiento de ellas, en efecto hay aspectos loables, nobles, positivos, humanizantes, auténticos (semina verbi).  

De modo que no soy quién para teorizar y, mucho menos, pontificar sobre esta verdad tradicional católica: extra Ecclesiam nulla salus ("fuera de la Iglesia no hay salvación"). Proveniente de los escritos de san Cipriano de Cartago (obispo del siglo III), la acepto desde la comprensión católica de que "toda salvación viene de Cristo, la Cabeza, a través de la Iglesia, que es Su Cuerpo". Bien, vale. Solo que sigo experimentando la certeza que ya he confesado: en las otras religiones, no faltan trozos, jirones de la totalidad de la verdad que es el Dios Uno y Trino.

Para nada se me hace confl


icto el aceptar que toda salvación viene de Cristo; tampoco, que la Iglesia católica es la única Iglesia fundada por Cristo, sobre la roca de Pedro (cfr Mt 16, 18). Pero decididamente lo que no puedo admitir es que se afirme que las otras religiones ajenas a la católica son "fruto del engaño de Satanás, el padre de la mentira". 

Pongamos cuatro grandes tradiciones religiosas, todas nacidas en el Lejano Oriente siglos antes del cristianismo (al menos medio milenio antes de Cristo). A saber: jainismo, budismo, confucianismo, taoísmo. A mi juicio, desde las fibras más íntimas de mi sensibilidad, considero sin asomo de duda que no hace falta ser Julio Trebolle para caer en la cuenta de que estas cuatro grandes tradiciones religiosas -y podrían citarse otras tantas, desde luego- están salpicadas de verdad, de aspectos espirituales y sapienciales humanizantes, dignificadores de la condición humana; e incluso, capaces de conectar al seguidor de cada una de ellas con Dios, con el Totalmente Otro.

Ergo, qué necesidad tenemos de acusar a esas tradiciones religiosas de ser hijas de Satanás, el padre de la mentira, ¿para qué?  Pero sobre todo es que me parece tremendamente injusto; despiadadamente injusto, estoy pensando ahora mismo, una expresión como esa. Me parece desgraciadamente intolerante,  

Llegados a este punto, tal vez sería propicio el momento para emitir una palabra de un cierto calado o rigor sobre si las Jornadas de Oración por la Paz Mundial en Asís, convocadas por los papas desde Juan Pablo II hasta Francisco, son un bien o un mal, un error o un acierto, son más trigo o más cizaña, más sombra o más luz. 

Demasiada envergadura doctrinal para mí. Paso. Pero si hay verdades en los sistemas filosóficos de B. Spinoza o de A. Schopenhauer, pongamos (panteísta el uno, ateo el segundo), en principio el diálogo con el otro puede ser fecundo, enriquecedor, provechoso, a condición de que en nombre de un falso irenismo y un deseo de complacer al otro, al interlocutor que no cree, siente o ama como nosotros, no agüemos o desvirtuemos la doctrina de nuestro respectivo credo.

Con un ejemplo: en un diálogo posible con un budista, supongamos, yo le tendría que decir a mi interlocutor que, según mi conocimiento del budismo, este sistema contiene valores, hallazgos y aciertos para la comprensión de la condición humana, pedazos de verdad, aspectos positivos... Pero no negaría la centralidad de Cristo y de su Iglesia para la salvación 

No se me esconde que la doctrina tradicional de la Iglesia afirma algo así como que rezar con herejes no es grato a Dios. Sin embargo, convocar a líderes de las principales religiones mundiales desde el elemental llamado a rezar juntos en pro de la paz mundial, puede que equivalga a decir algo así como esto que sigue: "En verdad, con este gesto no es que esté manifestando que estoy de acuerdo con tu credo particular, con tu tradición religiosa -ya conocemos que allende sus aspectos positivos, sus semina verbi-, pero dada la verdad factual de que tu religión existe, y que por ende la siguen cientos de millones de fieles en todo el mundo, lo mínimo que tendríamos que pedirles, a todas en general y a cada una en particular, es que no tomen el nombre de Dios en vano para justificar guerras, violencias del hombre contra el hombre, terrorismos...

Así sí, me parece. 


Postdata. Infinitamente agradecido a las dos bitácoras de Internet que publican mis artículos, y además sorprendido por un canal de Youtube que se llama Razón o fe desde el que se promueve el librepensamiento, el agnosticismo, la increencia, el ateísmo, la razón construida al margen de toda fe religiosa, recibo por mi artículo respuestas como las que firman Eugenio y Miguel Echeverría.

Veamos. No pretendo canonizar a Siddhartha Gautama (más conocido como Buda), fundador del budismo. Aceptando que existió realmente, al menos cinco siglos antes del nacimiento de Jesucristo, fue un hombre de carne y hueso, de pecado y virtud, de trigo y cizaña, de sombra y luz. 

No pretendo afirmar que el budismo sea la verdad, y asimismo no es mi intención teorizar sobre si el budismo es un camino espiritual salvífico o no lo es. En este sentido, la doctrina tradicional de la Iglesia afirma (también la teología oficial del llamado postconcilio) que no lo es. No se me esconde que un teólogo como el alemán Karl Rahner (uno de los arquitectos del Concilio Vaticano II), considerado hereje sobre todo por los sectores más tradicionalistas del catolicismo, sí planteaba la posibilidasd de que las otras religiones pudiesen ser consideras caminos salvíficos válidos.

No se me caen los anillos por reconocer que una discusión como esta escapa a mi competencia teológica. De manera que yo acepto la doctrina tradicional de la Iglesia; digo la reflexión actual del Magisterio, que incluye a los papas del Concilio Vaticano II: verbigracia, me he leído dos veces el informe de la Comisión Teológica Internacional titulado El cristianismo y las religiones (publicado bajo el pontificado de Juan Pablo Segundo en 1996). Es un documento muy denso, me parece. 

Entonces o así las cosas, insisto en que no reivindico el carácter salvífico del budismo; tampoco, la verdad completa del Buda o Siddhartha Gautama a su paso por este mundo, hace ya 2. 500 años; tampoco, que no fuera un hombre digno de cometer mil y un errores, pecados, debilidades y hasta atropellos de toda índole. En verdad, lo que pretendo manifestar es, simple y llanamente esto: en la vida y obra del personaje Siddhartha Gautama o Buda hay aspectos nobles, loables, positivos, humanizantes, dignificadores de la condición humana.

Empero, para católicos como los foristas Eugenio, Jesús, Miguel Echeverría y otros, que me saltan a la yugular casi que cada vez que publico un artículo, tratándome como si yo fuera un infante intelectual, un indigente espiritual, personajes como el Buda, Laotsé o Confucio (por solo nombrar a tres clásicos de la espiritualidad oriental), no aportan nada positivo ni verdadero, de suerte que en sus vidas y en todo lo que escribieron o inspiraron a sus discípulos, solo fueron engañados por Satanás. De manera que estos foristas insinúan -por no decir que afirman- que apreciar estos valores presentes en tales autores, y en otros tantos próceres que pudieran citarse, es ceder a los engaños del Maligno, porque todo lo que procede de Buda, Confucio, Laotsé es falso y satánico. 

Con la mano en el corazón, querría una vez más reconocer que mi mente se rebela contra tal pretensión de los Eugenio, Jesús y Miguel Echeverría de turno. Y me sostengo entonces en lo que la propia Iglesia expresa en Nostra aetate 2, párrafo 2: "La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas."

No se me esconde que, de entre los documentos del Concilio Vaticano II, es precisamente la Nostra aetate (la Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas del Concilio Vaticano II) uno de los más polémicos, controvertidos y contestados. Comoquiera que sea, ¿lo que sostiene la cita reproducida sobre las semina verbi de las religiones no cristianas es verdadero o es falso? ¿Debe ser expulgado de ese documento del Concilio?

En un momento de esta postdata me he referido a un canal de Youtube que se hace llamar Razón o fe. Debo haber visto y sobre todo escuchado por lo menos una veintena de sus entrevistas a descreídos, escépticos, ateos, agnósticos, librepensadores, laicistas, racionalistas, cientifistas... Asimismo, conozco desde hace años al filósofo francés Michel Onfray, ateo y libertario, de quien he leído algunos libros y a quien he escuchado en algunas conferencias en Youtube. Recientemente, he descubierto al potente filósofo argentino Darío Sztajnszrajber, a todas luces magnífico divulgador y profesor de Filosofía (cfr su canal de Youtube Facultad Libre). Conozco otros sitios de Youtube y a otros autores, desde luego. Pero a lo que íbamos: en todos estos sitios, el tuteo, la naturalidad en el trato, la ausencia de protocolos y de etiquetas conforman la tónica, el estilo. De hecho, he visto al argentino Darío Sztajnszrajber en algunas de sus intervenciones luciendo camisetas más deslucidas y estropeadas que las que yo uso, hombre que soy muy informal en el calzar y en el vestir. Me gusta la cercanía en el trato personal que se respira en estos espacios de Internet a través de Youtube, de la misma manera que nunca me ha gustado tener que tratar de eminencia reverendísima, ilustrísima, reverendísimo padre, su beatitud, etcétera, a las dignidades eclesiásticas, y mucho menos a las dignidades civiles y militares.

En este respecto, al finalizar el Concilio Vaticano II (para ser más exactos, en su recta final, a pocas semanas de su clausura), un grupo de obispos encabezado por el brasileño Dom Hélder Cámara organizó y firmó el llamado Pacto de las Catacumbas (16 de noviembre, 1965). Proponían para ellos como pastores una reforma, precisamente a la luz del Concilio, que los invitara a huir de toda manifestación de ostentación de poder mundano, honores, boato, riquezas y espurios y abusivos privilegios sobre el Pueblo de Dios no inspirados en el Evangelio. No es el espacio aquí y ahora de profundizar en qué habrá sido de esa propuesta postconciliar del grupo de obispos en torno a monseñor Hélder Cámara, pero sea lo que haya sido de ella, yo me siento totalmente partidario de la llaneza de trato, de la cercanía, del tuteo generalizado, de la idea de igualdad fraterna de todos y todas en Cristo, el único Señor.  

Porque una cosa es el respeto debido a las personas por ser personas y otra... Puedo entender y hasta aceptar que a un obispo, por ejemplo, haya que tratarlo con respeto, en atención a su dignidad eclesiástica. Vale. Y sería bueno que los obispos pusiesen empeño en no ser paternalistas en su relación con los seglares. Puedo aceptar que no haya que generalizar el tuteo también para dirigirse a ellos pastores. Vale (por más que yo prefiera el tuteo, y a mí mismo casi todo el mundo me tutee: mis alumnos, por ejemplo, el 99 por ciento). Pero todo lo que no sea don, doña, señor, señora, usted, o monseñor, me parece excesivo: de suyo, no me nace usar todos los títulos de honor y protocolo, por la principal razón de que lo que yo capto como espíritu de Jesús de Nazaret casa incomparablemente más con la cercanía de trato personal que con todo ese sistema de protocolos y honores que no acerca sino que aleja.

Pues bien: siguiendo la condena que se permiten los Eugenio, Miguel Echeverría, Jesús y otros sobre todo lo que no sea rigurosa e integralmente católico, ¿yo tendría que despreciar y condenar sin remisión las ideas laicistas, descreídas, librepensadoras, cientifistas y ateas de todas las personas que participan en foros como Razón o fe

Insisto: me siento identificado con la propuesta de cercanía en el trato, llaneza, franqueza, tuteo generalizado, ausencia de boato y de signos de poder que capto en Razón o fe, Facultad Libre, Darío Sztajnszrajber, Michel Onfray, y en tantos y tantas más. Solo que sigo siendo católico: no concibo la vida sin la apertura a la idea (llámese necesidad, certeza, intuición, sed de infinito, sed de Dios...) de que tras la muerte me espere la nada, el pudridero, la aniquilación.

A veces la razón me invita a dudar de la existencia de Dios; otras veces las cruces de la vida me llevan a similares dudas; en otras ocasiones, el deseo de no ser distinto a la masa de agnósticos, ateos prácticos (aunque no militantes), pasotas, relativistas e indiferentes religiosos que parece abundar por todas partes; en otras, el deseo de disfrutar hedonistamente -pongamos, como propone el propio Michel Onfray- de los placeres de la vida (placer sexual, riquezas, lujos, dinero, poder...), también me lleva a la duda. Solo que me asiste esta certeza: si sufro lo que cuesta tratar de vivir la castidad, según mi estado, frente a una mayoría de personas que, según todas las evidencias, no parece empeñada en la vivencia de esa virtud, es con Cristo y sus padecimientos redentores o salvíficos con quien sufro (añadiendo mis sufrimientos a la cruz de Cristo). Si sufro (porque me cuesta) el evitar desear lo que tradicionalmente la Iglesia ha denominado los enemigos del alma (mundo, demonio y carne), es con Cristo con quien sufro.

En fin: vayamos ahora con los comentarios de los foristas; respeto lo que ellos han escrito, ni quito ni pongo; solo justifico los párrafos. Helos aquí:


  

Eugenio dice:

Creo que tienes un pequeño lío en tu corazón. Amar a Dios sobre todas las cosas, significa amar a Dios por encima de todo: de tus hijos, mujer,…; no porque dejes de quererlos, sino que DIOS es primero y los demás están en un segundo plano. Ya ni digo de los que profesan un inexistente o falso dios o a nada.
««¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;»
En concepto de evangelización pierde toda su esencia con: •… rezar juntos en pro de la paz mundial.”
Pones el punto más sentimental con los jainismo, budismo, confucianismo, taoísmo. Decirte que son más peligrosos que los deicidas judíos, o los perversos protestantes (a estos últimos se les ve venir pero a estas creencias orientales son más de lo mismo de distinta forma). Pones a N.S. JESUCRISTO a la altura del betún.
Desde Roncalli a hoy, todo es herejía. Su fruto es CVII.
Roncalli es del que menos datos se tiene, pero por poner un ejemplo: de sus actos oscuros está darle el ribete cardenalicio a Montini (en su “ficha personal” estaba prohibido promocionarlo a cardenal por Pío XII por ser sospechoso de alta traición junto con Tondi –su secretario particular- de entregar listado a los comunistas de sacerdotes y obispos detrás del telón de acero –hecho que ocasionó el encarcelamiento, tortura y asesinato de los mismos-).
Desde Roncalli a hoy, además de herejías, hay hechos oscuros y delictivos (todos objetivos) por los continuadores en la Silla de Pedro.
Vamos a quedarnos con lo adecuado: Las otras religiones ajenas a la católica son «fruto del engaño de Satanás, el padre de la mentira».
extra Ecclesiam nulla salus


  1. A lo que yo respondo (con el alias o seudónimo Alberto el Mínimo):

    1. Siddharta Gautama (príncipe que vivió en la frontera de los actuales India y Nepal, del 563 aC al 4dC), más conocido como el Buda Supremo, es el fundador del budismo, como todo el mundo sabe.
    2. Desde luego, no hace falta ni siquiera simpatizar particularmente con el budismo para reconocer aspectos positivos en la vida espiritual de este hombre, Siddhartha Gautama: de rico a pobre, de príncipe a mendicante totalmente dedicado a la meditación… Pero sí que para afirmar que su doctrina está inspirada por los engaños de Satanás, como hacen los sedevacantistas Eugenio, Jesús, y otros cortados por la misma tijera sectaria, es algo que solo se puede hacer desde un rigorismo fanático verdadertamente integrista, excluyente y odioso.
    3. Tú mismo, hermano, te retratas. Porque encima es que eres un soberbio de mil pares de demonios.

  2. Miguel Echeverría dice:

    1. Supongo que tu conocimiento del budismo se reduce al que transmite la ideologia de la nueva era y toda su mermelada de fresas. Pero, si fueras al budismo real, el que enseño ese señor llamado vaya usted a saber como, pero al que llamamos Buda, verías que el Budismo es simplemente una ideología antropocéntrica y nihilista que niega la realidad de todo incluido la de Dios. Y por tanto el Budismo es simplemente un ateísmo con formato religioso… Y bueno, si la Bblia dice que todos los dioses de los paganos son demonios, no hay que ir muy lejos para ver el budismo como es: una ideologia del resentimiento, llena de odio a Dios y a su creación.

       
    2. A lo que respondo, con el seudónimo Justino Hispano:


  3. Te equivocas, hermano, también tú: caes en el extremismo del integrismo, consistente en negar cualquier aspecto positivo fuera de la Iglesia visible.

    Esto es fanatismo, integrismo, rigorismo. Una pregunta: ¿no leíste en tu tiempo de joven Siddhartha, El lobo estepario o Demian, de Herman Hesse? Libros totalmente imbuidos de filosofa oriental. ¿Te parece también justo a ti afirmar que son una mierda, una caca, porquería orientalizante fruto del engaño de Satanás?

    ¿Conoces la literatura de la generación beat (norteamericana), la cual no habría sido posible sin la apertura a Oriente, al jazz, a la modernidad…? ¿Te parece también una mierda esta literatura? Y la poesía y el ensayo del mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, que tanto deben a cierta comprensión de la filosofía oriental, ¿también te parecen una mierda despreciable? Y la filosofía de A. Schopenhauer y la literatura de Jorge Luis Borges, que tanto deben a la filosofía y la cultura del Remoto Oriente, ¿te parecen también una caca no más que despreciable?

    ¿Y qué me dirías del góspel, la música propia del cristianismo baptista o bautista? ¿Conoces la obra musical de Mahalia Jackson, llamada la reina del góspel? ¿También es una mierda despreciable para ti?

    Gracias por tu dosis de fanatismo. Buenas noches.

  4. Reconozco que he sido muy duro en algunas partes de estas mis dos respuestas; no sé si en parte irrespetuoso, pongamos con esto mío de "gracias por tu dosis de fanatismo". Pero es que la paciencia tiene un límite. En otra bitácora local canaria en la que ya no colaboro, al final de mis colaboraciones para la misma fue un reguero constante de insultos, descalificaciones y ataques ad hominen: ahí se me atacaba por "facha, ultracatólico, reaccionario, de derechas, retrógrado...".Y ahorita en las que colaboro, varios foristas, entiendo que de sensibilidad lefebvrista o sedevacantista, me hacen comentarios como los que he reproducido. 


17/10/2020. Luis Alberto Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.