jueves, 19 de noviembre de 2020

 “Como si fueran heraldos del Pathos


El peruano César Vallejo es el más grande poeta católico desde Dante, y entiendo por católico lo universal.

Thomas Merton.



"Los heraldos negros"


Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!



De este celebrado poema afirma lo que sigue Claudia Gómez Molina ( graduada en Literatura y Humanidades y traductora) en un sitio de Internet que se hace llamar Cultura Genial:



 

El poema "Los heraldos negros" es una de las grandes obras maestras de la lengua hispanoamericana. Fue escrito por César Vallejo a los 25 años y publicado en su primer libro, también titulado Los heraldos negros, en 1919. Es, quizás, el poema más conocido de Cesar Vallejo, y también el más querido.

El poema trata de la condición humana: el ser humano en tanto que da cuenta de su dolor. Especialmente, el dolor que es difícil definir, decir o comprender.



Adviértase que esta autora pondera esta composición poética de “una de las grandes obras maestras de la lengua hispanoamericana”; por derecho o méritos propios, “quizás el poema más conocido de César Vallejo, y también el más querido”, concluye Claudia Gómez, contundente.

Vamos a ponderar por nuestra parte la suya como opinión valiosa. Sobre todo porque para mí Los heraldos negros sigue siendo, particularmente, uno de mis poemarios favoritos de la literatura en español; y en general, César Vallejo, su autor, uno de mis poetas favoritos, no en balde uno de los más señeros de todo el siglo XX (para algunos, exactamente el más grande, en cualquier lengua y lugar).

De hecho, cuando yo barajaba la posibilidad de realizar una tesis doctoral sobre la obra poética del peruano, acabó sorprendiéndome que la crítica especializada coincidiera en este dictamen: Los heraldos negros está bien, qué duda cabe; en efecto, una obra no poco estimable; solo que el César Vallejo realmente rupturista, innovador, decantadamente original, vanguardista y genial (autor de una obra poética de voz o estro inconfundible, digamos que inimitable) es el de Trilce, el de Poemas humanos, el de España, aparta de mí este cáliz, toda vez que Los heraldos negros exhibe algo así como una deuda excesiva con el modernismo.

Sí: la exhibe. Pero nunca entendí muy bien, ni siquiera entonces en que me ocupaba más de este particular, por qué tal deuda, tal influjo, había de entenderse necesaria o inevitablemente como algo negativo, impropio, como en este caso, de un gran poeta. Porque en todo caso tal deuda convive, en la selva de versos que constituye Los heraldos negros, con poesías de una profunda humanidad desgarrada y desgarradora, aspecto nuclear en la obra literaria toda del peruano (incluida su prosa).

Para mi gusto (a mi juicio), en Los heraldos negros hay poemas que, si bien todavía teñidos de una estética modernista que acabó siendo postmodernista antes de desaparecer desembocando en ese río común que nos lleva de la poesía, ya exhiben una estética alejada del modernismo. Y sobre todo exhiben una condición que es el sello inconfundible de la poesía toda de Vallejo, a saber: la inconsolable amargura como agridulce que produce la sola toma de conciencia de la condición humana.

Recuerdo y considero ahora una composición poética de ese libro como esta que reproduzco:



«A mi hermano Miguel»

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: «Pero, hijos…»
Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.



Ciertamente, con el permiso de los tres títulos más celebrados de nuestro poeta (Trilce, Poemas humanos, España, aparte de mí este cáliz), los versos reproducidos de Los heraldos negros constituyen, “por méritos, por derecho propio”, una de las composiciones poéticas de más intensa emoción contenida (emoción humana) que creo haber leído en mi vida. De suerte que su lectura, una y otra vez sucedida en el tiempo, me estremece, me eriza la piel.

Como me ha erizado la piel (me ha estremecido todo, hasta las fibras más recónditas de mi alma) el conocimiento de un caso. He sabido del mismo a través de Caso cerrado, de Telemundo. Este programa, reproducido a través de Youtube y tengo entendido que muy seguido en gran parte de Hispanoamérica, lo conduce muy bien la cubano-estadounidense Ana María Polo, abogada (tiene un doctorado en Derecho), cantante y presentadora de televisión. Programa que trata de casos o asuntos desde una perspectiva que calificaríamos de sensacionalista, hipermundana y morbosa, "reales como la vida misma" y en verdad incluso moralmente depravados: Fulano se separa de su pareja tras esta descubrir que practica zoofilia para el negocio de la pornografía, prostituta que queda embarazada de uno de sus clientes, tía que mantiene relaciones íntimas con su sobrino de apenas 18 años, joven prometida con Fulano que acaba yéndose con Mengano, joven que se siente depredadora sexual, embarazada del papá del novio, mujer que mantiene la leche nutricia y natal de sus senos para ofrecer a hombres unos minutos de lactancia previo pago... Casos y testimonios todos de personas que a todas luces no parecen vivir en verdad en el temor de Dios; que no caminan con paso medido, escrutador y sereno por el camino espinoso y estrecho que conduce a la salvación. 

Pero en fin, siempre viene bien pedir en oración: creo, Señor, pero aumenta mi fe. Con todo, me quiero referir a uno de esos casos sucedido a una chica mexicana. Ni que reconocer habría que ignoro si por hacer públicas tales intimidades pagan a los invitados que las exponen morbosas -me figuro que sí-, ni hasta qué punto los guionistas y realizadores de un programa como este reconducen hacia espacios ya pactados a los personajes que desnudan parte de su intimidad ante las cámaras, solo que vamos a dar crédito a lo confesado por la chica mexicana. Ergo, según su testimonio, a los siete años queda huérfana de madre; seis años más tarde, cuando ella es una púber de trece, muere su padre. Fallecidos los progenitores, quedan su hermano y ella, él dos años mayor. Sus destinos se separan, tal vez para siempre, pues, huérfanos que son, salen acogidos por distintas familias. Pero no sin antes hacerse una promesa: una vez alcanzada la mayoría de edad de ella, se reencontrarían.

Y así lo hicieron. Sin embargo, al poco de tal reencuentro él muere, en accidente automovilístico. Entonces a ella el mundo se le viene abajo, hecho añicos. Completamente sola en el mundo, desolada y rota le sobreviene una crisis existencial que la lleva a querer rebelarse contra Dios vengándose de este bajo la forma de seducir a sus ministros ordenados.

En furiosa rebeldía contra Dios, tras múltiples aventuras amorosas con hasta tres sacerdotes (en las que no faltan episodios de tríos con una monja, un cura y ella), se queda embarazada de un muy joven sacerdote, recién ordenado. Él también aparece en el episodio correspondiente de Caso cerrado, y da su visión de los hechos. Solo que el drama en la vida de esta chica no acaba con lo dicho. No: en plena gestación de la criatura que lleva en su vientre los médicos le comunican que padece un cáncer del que prácticamente no tiene esperanzas de sanación.

Con todo ella decide no abortar; la poca salud que pueda quedarle, la aplicará en lograr la feliz gestación de su nasciturus. Ella desea que en efecto la criatura nazca, por más que ella esté convencida de que inmediatamente luego de haber dado a luz le tocará morir. La criatura, una vez nacida, es su deseo darla en adopción, a una familia “como Dios manda”. El padre biológico, el joven sacerdote, está en desacuerdo: él manifiesta estar dispuesto a colgar sus hábitos para ejercer de esposo y padre, aunque como esposo sea por un breve tiempo, dando por seguro que la joven madre morirá.

Morbo y sensacionalismo aparte, no encuentro palabras para describir el desgarro que me produce la peripecia vital de la joven mexicana (el caso este es de hace como cuatro años; ignoro su desenlace). Inevitablemente me ha llevado un caso así a los versos reproducidos de “Los heraldos negros” de César Vallejo, porque, en efecto según testimonio de la protagonista, tantos palos recibidos en su vida, tanta desgracia, tantos “golpes como del odio de Dios” (el quedarse sola en este mundo con apenas 20 años tras el fallecimiento de toda su familia directa), la llevaron a querer tomar venganza de ese Dios injusto con ella seduciendo a algunos de sus sacerdotes o ministros ordenados.

Qué fuerte, que diría cualquier joven de nuestro tiempo. Y sobre todo cómo nos pone un caso como este en una experiencia de fe tan bíblica, tan veterotestamentaria, como es la experiencia del santo Job, justo entre los justos: en la rica abundancia y también en la más nociva y dramática adversidad, dar gracias a Dios.

Pero ciertamente que no es fácil ese dar siempre gracias a Dios, también en los momentos de más desgarradora tragedia existencial, o incluso de persecución por causa de la fe. Solo que no otra es la petición del Padrenuestro: “No nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal”. 

La tentación de acabar queriendo tirar la toalla ante el peso que parece como insoportable de las cruces y pruebas de la humana existencia, máxime en este mundo nuestro tan despiadadamente paganizado, secularizado, descristianizado, sumido en el desamor, individualista a tope y tremendamente vacío de Dios (en plena apostasía), en el que el lema de muchos asumido no parece ser otro que el de sálvese el que pueda.

Sálvese el que pueda, sí. Y que es como si los demonios estuviesen desatados, enloquecidos, sintiendo que el final se acerca: la certeza de que, desde la experiencia de la fe en Cristo y en su Iglesia, la única obsesión del Maligno y de toda su corte de demonios es la de engañar a cuantas más personas puedan, a fin de llevarlas a la perdición eterna.


21 de noviembre, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social, 

sábado, 14 de noviembre de 2020

 

"15 dubitaciones frente a un mundo que agoniza"

Por Luis Henríquez Lorenzo





Una. El sacerdote argentino Carlos Spahn (eminente predicador y exorcista), me parece más sugestivo y nutricio que todos los ateos, agnósticos, descreídos, librepensadores, materialistas y cientifistas que he tenido la ocasión de escuchar en un canal de Youtube como Razón o fe.

Dos. En un canal como Razón o fe proclaman el júbilo liberador de ser ateos. Sin embargo, sería una mala noticia que Dios no existiera. De liberación, nada; la auténtica liberación es que Dios exista, pues solo la existencia de Dios garantizara que el absurdo existencial no tuviera la última palabra. De suerte que la existencia de Dios sería especialmente buena noticia para todos los que tratan de conducirse por la vida haciendo el bien, practicando la justicia, anhelando la humana bondad, resistiendo al mal ofreciendo la respuesta del bien, restableciendo la misericordia allí donde haya sido hecha añicos...

Tres. Ergo, si Dios no existiera irían al pudridero -nunca al campo santo, nunca a ese prado sin otoños que, según algunos místicos, el paraíso es- lo mismo el tirano dictador y genocida que cualquiera de sus víctimas. Si Dios no existiera daría lo mismo pasar por la vida como el santo padre Pío o como Madre Teresa de Calcuta que como un terrorista, pongamos, de suerte que al no existir Dios ni cielo ni infierno, pues todo viniera a ser materialismo e inmanencia... Así las cosas (entonces), o Dios o el absurdo. De hecho, dos de los más grandes ateos del siglo XX (Albert Camus y Anthony Flew), en la recta final de sus vidas comenzaron a percibir la razonablemente cálida (por loable, justa y buena) posibilidad de la existencia de Dios.

Cuatro. Afirmaba de sí mismo Cioran, uno de los más lúcidos (¿u oscuros?) ateos del siglo XX: "Mi insomnio majadero haría palidecer el testimonio de los mártires". Sin embargo, me causan más asombro la santidad de Manuel Lozano Garrido Lolo (hoy día ya beato, periodista católico, inválido en silla de ruedas y ciego durante décadas de su vida, hasta su fallecimiento), la de santa Beretta Moya (médico pediatra italiana, fallecida a los 39 años en el cuarto de sus embarazos, por negarse a recibir tratamiento contra un tumor maligno que padecía y que pudiera poner en peligro la vida de su bebé que llevaba en su vientre) y la de los cristianos perseguidos en África, Asia y Medio Oriente, que el insomnio de Emil Cioran y que las razones y argumentos ateos, agnósticos, descreídos, librepensadores, materialistas y cientifistas de un canal como Razón o fe.

Cinco. Hay quien afirma que acaba siendo superficial, solo que a mí, allende su agnosticismo-ateísmo, el filósofo argentino Darío Sztajnszarajber sí me parece muy brillante como divulgador de la filosofía. Sin embargo, brillante y simpático Darío (nos tuteamos), con su Tratado de Ateología el francés filósofo y anarcoide Michel Onfray no desmonta las bases y fundamentos del cristianismo (me he prometido volver a leer con más calma este libro: igual ahora lo acabaría comprendiendo más y mejor); lo que demuestra es que no le gusta la idea de Dios, ni particularmente la verdad del cristianismo, de suerte que "lo que le mola es la fundamentación hedonista, epicureísta, atea y pagana de la ética", y en última instancia, la radical secularización de la cultura. 

Seis. Michel Onfray se reivindica continuador de la tradición libertaria, muy arraigada en su país, Francia, en el nuestro, España, en el de Mateo Salvini, Italia... Yo todavía me sorprendo y reconozco en parte en la tradición libertaria, y por ende me pregunto cómo es posible que el mismísimo Buenaventura Durrutti tuviera como secretario personal nada menos que a un cura, de suerte que Buenaventura Durrutti sí creía en la acción saboteadora y terrorista para hacer avanzar la Idea, y no exclusivamente en la vía pacífica a lo León Tolstoi, pongamos. 

Siete. Anarquistas hubo pacíficos, justísimos y nobles como Diego Abad de Santillán, Melchor Rodríguez (el Angel Rojo) o Cipriano Mera, pero como católico que me confieso me causa más perplejidad y significación la persecución a la Iglesia perpetrada en su tiempo por anarquistas, comunistas y socialistas. 

Ocho. La Iglesia católica está tan sumida en la más espantosa de las apostasías, que uno no logra explicarse cómo es que nos ha salido un arzobispo tan profético y de tanta parresía como Carlo Maria Viganò. Sin embargo, ¿por qué no surgen más como él, Dios mío, empeñados en criticar la agenda globalista del Nuevo Orden Mundial masónico y anticristiano, y en ofrecer la voz profética y necesaria que denuncie tantos males, mundanismos, traiciones e injusticias incrustados en el cuerpo, el rostro, el seno de la esposa del Esposo? Esto me quita más el sueño que el interés que alimento desde hace algunos años por el pensamiento del sacerdote católico y libertario de origen austriaco Iván Illich.

Nueve. Por más que me gustaría ser tan buen filósofo como Iván Illich, a mi pesar sé y reconozco que estoy a años luz de su tamaño intelectual. Por esto mismo, me acojonan muchos ateos a los que juzgo o pondero como mucho más cultos y leídos que yo (desde Fernando Savater hasta Javier Sábada, pasando por..., por tantos y tantas), pero a la vez me indignan y sacan de mis casillas ciertos ateos (y cientifistas, agnósticos, librepensadores, materialistas...) que se tienen a sí mismos por deicidas de Dios capaces de referirse a la religión como "estupideces beatas, mierdas, chorradas, absurdeces". ¿Qué se habrán creído?

Diez. Mis tres grandes pasiones: Cristo y su Iglesia (la nueva evangelización, la apologética católica, mis estudios teológicos y filosóficos...), mi obra literaria (inevitablemente modesta a mi pesar; ignorada, despreciada y preteriada por casi todos, a mi pesar) y mi pasión por la cultura. Las vivo en la cocina de este mundo radicalmente desacralizado, en el que la práctica totalidad de los que critican a la Iglesia, desde la indiferencia religiosa y el materialismo, ni que aclarar que tampoco lo hacen desde el titánico corazón de Prometeo y sí desde los múltiples espejos de Narciso.

Once. Como los católicos reconocen y aun muchas personas no católicas pero interesadas en conocer de esto y de aquello, de lo divino y lo humano, se dicen cosas tan maravillosas (milagrosas, portentosas) de una personalidad como la del santo italiano P. Pío de Pietrelcina, que o todo ello es mentira, un montaje, una manipulación, o es una verdad cuya fuente o procedencia no puede ser otra que la de la acción de la gracia del Espíritu Santo. Por esto me parece deleznable lo que he llegado a escuchar en ciertos canales y bitácoras de Internet: nada menos que a personas que se confiesan ateas, descreídas, agnósticas, librepensadoras, cientifistas o materialistas afirmar que la religión es "mierda, porquería, embuste, trampa, superstición..." 

Doce. Si Donald Trump (hombre de vida afectiva o sexual un tanto disoluta, ciertamente, protestante, magnate multimillonario, etcétera) es hoy por hoy una de las pocas esperanzas que nos quedan frente a la dictadura totalitaria de la agenda globalista, masónica y anticristiana del Nuevo Orden Mundial, ¿por qué una mayoría de pastores de la Iglesia se sigue alineando con la agenda globalista, la cual es lo mismo que decir desmantelación y persecución del cristianismo, con todo eso del cambio climático, la invasión migratoria, los derechos reproductivos sexuales, o incluso la promoción de corruptos y cantamañas furibundamente anticatólicos de la catadura amoral de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Gabriel Rufián  y compañía...?

Trece. Ojalá remonte y gane Trump, contra todo pronóstico ahora, tras demostrar el fraude electoral del indignísimo Biden (católico abortista, globalista y sobón, ejem, masón). Toda vez que Trump es lo que el periodista católico (mejor, católico y periodista) Enrique de Diego proclama en un artículo suyo titulado "El diablo no quiere que gane Trump porque Donald proclama a Dios" (en Rambla Libre: 14/11/2020) y que es, como ya su autor nos tiene acostumbrados, contundente, salvo que esta vez de un solo párrafo (bendito aquello gracianiano de "lo bueno, si breve, dos veces bueno"). Es este:



El diablo no quiere que gane Trump, lo odia porque proclama a Dios como escuchamos en este vibrante discurso ante la Cámara de Representantes, porque habla de la oración como el concreto que une a los hombres. “Se han unido poderes muy fuertes contra él”, me dice un político. Los poderosos están contra él. La coalición es amplia y ha puesto toda la carne en asador de satanás: George Soros, los Rockefeller, satanistas confesos, los Rothschild, Bill Gates, Warren Buffet, los medios de comunicación, especialmente todas las televisiones, el Partido Demócrata, baboso Biden. Pero Dios tiene siempre la última palabra. Son estos tiempos para saborear los versículos de Salmo 2: “¿Por qué se han amotinado las naciones y los pueblos meditaron cosas vanas? Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su Cristo. Rompamos, dijeron, sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros su yugo. El que habita en los cielos, se reirá de ellos, se burlará de ellos el Señor. Entonces, les hablará en su indignación, y les llenará de terror con su ira. Mas yo constituí mi rey sobre Sión, mi monte santo. Predicaré su decreto. A mí me ha dicho el Señor: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Pídeme, y te daré las naciones en herencia, y extenderé sus dominios hasta los confines de la tierra. Los regirás con vara de hierro, y como a vaso de alfarero los romperás. Ahora, pues, ¡oh reyes!, entendedlo bien: dejaos instruir, los que juzgáis la tierra. Servid al Señor con temor, y ensalzadle con temblor santo. Abrazad la buena doctrina, no sea que al fin se enoje, y perezcáis fuera del camino, cuando, dentro de poco, se inflame su ira. Bienaventurados serán los que hayan puesto en El su confianza”  



Catorce. Así que frente a la estupidez decadente, nihilista y solipsista de los poetas postmodernos, tan laureados ellos y ellas  (canarios, peninsulares...), con sus versos trufados de pastiches, vacuidades, trizaduras, alienaciones, narcisismos varios, enajenaciones e injertos, prefiramos los entusiasmados versos del sapientísmo Dr. Antonio Caponnetto (historiador, profesor, pensador católico, apologeta, poeta), entre otras no poco abundantes preferencias líricas que habríamos de preferir. 

Quince. En bitácoras y canales de Internet y de Youtube, respectivamente, escuchamos y leemos confesiones de fe cristológicas tradicionales: ¡duc in altum!, ¡viva Cristo rey!¡Christus vincit!, ¡Christus regnat!, ¡Christus imperat! Son expresión del Reinado Social de Cristo al que nos exhortaran en su tiempo santos papas como Pío X (con su "recapitulemos todo en Cristo") o el propio Juan Pablo II (este con su "¡No tengáis miedo de abrir las puertas de par en par a Cristo!"). Comparando -y en este caso no cabe recusar por odiosas las comparaciones-, sorprende, desconcierta y desconsuela comprobar cómo una mayoría de pastores de la Iglesia -excepción hecha de los Viganò, Schneider y un escaso puñado más de prelados- aplaude a políticos totalmente contrarios a ese Reinado Social de Cristo, siendo que son políticos alineados con la agenda del Nuevo Orden Mundial masónico, anticristiano, luciferino.

Desconsolados, como ovejas sin pastor, miramos a María, la toda llena de gracia.



14 de noviembre, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

miércoles, 4 de noviembre de 2020