“ La Carta a Pedro Sánchez de Joaquín Leguina ”
Y es que los que compartimos las ideas, las «creencias» que emanan de la doctrina joseantoniana, no nos resignamos a reservarnos un lugar en el «estilo», en la «poesía que promete», en la manera «de ser y de estar» que le ha dado el lustre a la idealizada imagen del Fundador… , sino que aspiramos a participar en el día a día de nuestros compatriotas y, simultáneamente servir a España, al «señor que no puede morir…»
Corresponde el párrafo anterior (cursivas nuestras) al artículo «Tras las nuevas promesas», firmado por Carlos León para la sección «Cartas al Director» del Correo de España (6/5/2021).
Reparemos en que su autor se confiesa falangista joseantoniano. Acaso podría resultar pesado, por repetitivo, al menos para algunos de mis lectores, el que vuelva a reconocer en este escrito que nunca he sido falangista, al proceder más bien quien estas líneas escribe de los movimientos sociales comúnmente vinculados al pensamiento o ideario de izquierdas: anarquistas, librepensadores, laicistas, comunistas, socialistas, católicos de base, feministas… Empero, joseantonianos conozco, a quienes de hecho tengo por amigos, que me aseguran que la sed de justicia social que anidaba en los cuadros de la Falange fundacional (a la conquista de los consabidos lemas de Dios, Patria, justicia social), sin complejo alguno cabe ponderarla como mucho más auténtica, militante y generosa que toda posible sed de justicia social rastreable hoy por hoy en los cuadros del PSOE actual. Y por descontado que más en consonancia con la doctrina católica.
Dicho con otras palabras: el fervoroso católico José Antonio Primo de Rivera -quien entró en política, no se olvide este dato, para salvaguardar la verdadera memoria y herencia política de su padre Miguel Primo de Rivera- fue un idealista, un hombre honesto, un patriota, un enamorado de España, y un entusiasta de la justicia social, especialmente acrisolada en la recta final de su vida; diríamos, en expresión comúnmente usada para analizar la obra de literatos, artistas o filósofos, que en el último José Antonio, con una Falange en la que no faltaban los conversos procedentes del anarquismo y el marxismo. Frente a su testimonio, frente a su legado todo, frente a su hombría, socialistas y comunistas como los actuales (desde Pedro Sánchez hasta José Luis Ábalos, pasando por Adriana Lastra o qué lastre de Adriana, y por Iceta hasta llegar al farsante vividor comunista y ya multimillonario Pablo Iglesias) son justamente la ignominia que muestran sus obras, actitudes, decires y omisiones.
No los quisiera uno ni en pintura. De manera que entonces, siendo las cosas así, ¿qué aportan de positivo a la sociedad española el PSOE, Podemos, Más Madrid, los separatistas, los nacionalismos periféricos…? Pero sobre todo, ¿qué aportan de positivo, noble, justo, auténtico, humanizante, verdadero, loable y consecuente o coherente con la identidad católica, con la España tradicional hija de las raíces cristianas que fecundaron Europa, todos los partidos izquierdistas mencionados que defienden el aborto, la ideología de género, el marxismo cultural, la invasión migratoria según los planes del Nuevo Orden Mundial, los separatismos, el multiculturalismo, el ultralaicismo, la ideología LGTBIQ, la Agenda 2030…?
Alguien, aun en los tiempos que corren, podría intentar convencerme de que las citadas organizaciones políticas de izquierdas afortunadamente lo que defienden es un modelo de sociedad sustentado en los ideales de justicia social, propia o hija de un más equitativo reparto de la riqueza. Pero esto no me lo creo (para mí, sencillamente no es verdad, y a las evidencias históricas me remito). De suerte que, salvo las honrosas excepciones de rigor que puedan suponer los testimonios de personas sí verdaderamente militantes de la causa comunista y aun socialista (diríase que tan militantes como errados en seguir tales ideales), lo que sí es cierto es que los que acaban enriqueciéndose son los dirigentes socialistas y comunistas que predican la justicia social; el pueblo al que dicen representar y defender, entre tanto, más bien se empobrece.
No hay sino que considerar a los sátrapas que, enarbolando la bandera roja asesina del comunismo, han esclavizado a las naciones que han tenido la desgracia de padecer el comunismo: la inmensa mayoría de tales dictadores ha acabado engrosando las filas o listas conformadas por las más cuantiosas fortunas del orbe. De manera que siempre con los comunistas se ha evidenciado este hecho: gobierno de rojos, hambre y piojos. Evidencia es incontestable en este particular.
Que los socialistas y los comunistas tienen el faro de Bruno Alonso, Julián Besteiro, Miguel Hernández, Marcelino Camacho, Nicolás Redondo, Gerardo Iglesias, Julio Anguita, Almunia, Leguina, y asimismo el de otros tantos que han pasado por este mundo y por las filas socialistas y comunistas desde el anonimato casi, pues sí. Solo que insistamos en lo mismo: si la justicia social que estos ansiaban desde la izquierda no es más noble que la de lo mejor de los cuadros o cuerpos fundacionales falangistas, ¿por qué preferir a socialistas y comunistas y no a los falangistas, si estos, además de justicia social, reivindicaban ayer y siguen reivindicando hoy fidelidad, aunque sea sin confesionalismos de Estado, a la identidad tradicional y católica patria?
¿O será que determinados aspectos y logros de la justicia social solo son contemplables y alcanzables a través de esas organizaciones de izquierda? Lo dudo (por no decir que directamente lo rechazo).
De manera que llegados a esta encrucijada, he de reconocerlo con todos mis respetos pero con la debida claridad, señor Joaquín Leguina, a la sazón usted expresidente socialista de la Comunidad de Madrid, y hombre usted de incuestionables capacidades intelectuales manifiestas como escritor. A saber: he leído la carta que usted ha escrito, en su nombre y en el del también histórico del PSOE Nicolás Redondo Terreros (hijo a su vez del historicísimo, digámoslo así a lo mexicano, del PSOE y de la UGT Nicolás Redondo Urbieta), al presidente del Gobierno Pedro Sánchez, líder máximo de su partido. Y lo que le puedo asegurar es que si hubiera más socialistas como usted…
A buen entendedor… En la misiva se queja usted de la apertura nada menos que de un expediente de expulsión de su partido de toda la vida, el PSOE, por parte de la Ejecutiva presidida por Pedro Sánchez, al parecer por apoyar ustedes, o simpatizar con ella al menos en alguna medida, la candidatura de Isabel Díaz Ayuso a las recientes autonómicas madrileñas. Desde luego, como mínimo la carta le honra a usted, les honra, y pone de paso en evidencia, una vez más, las muchas vergüenzas (o mejor, desvergüenzas) de este indignísimo Pedro Sánchez que nos desgobierna y nos lleva al desastre, si Dios no pone su santa mano...
Ahora bien, yo no puedo dejar de preguntarme para qué harían falta en España socialistas como usted, señor Leguina, por más cualificados que ustedes sean en comparación con los actuales sociatas, que no pasan de ser unos oportunistas y sacamantecas vividores: los ya señalados Abalos, Iceta, Marlaska (todos capitaneados por Pedro Sánchez). ¿En verdad merecen ustedes el apoyo del votante católico porque en efecto ustedes son indubitablemente más honestos, sensatos, respetuosos con la Constitución y con todo nuestro marco legal, y aun críticos con los separatismos enemigos de España y desde luego más militantemente solidarios que los socialistas actuales -quienes, insistamos, son una panda de sacamantecas, farsantes, trepas, corruptos y traidores a España-, si resulta que ustedes también apuestan por el aborto, la ideología de género, el globalismo, la invasión migratoria, la ideología LGTBIQ, la masonería, los planes del NOM y su siniestra Agenda 2030, el globalismo y el ultralaicismo (la sociedad con fundamentos al margen de las leyes de Dios)?
Porque la ideología socialista es un mal para la sociedad, toda vez que lo único noble que pudiera aportar (la sed de justicia social), ya lo aporta inmensamente mejor el Evangelio, e incluso en alguna medida ciertas formaciones de la derecha identitaria y patriota que ustedes acostumbran a satanizar.
Más allá de la clásica y ciertamente muy gastada por el uso distinción del tronco común de las ideologías entre izquierdas y derechas, el mundo actual se ha ido configurando en torno a dos bloques fundamentales. A saber: por una parte los globalistas, los identitarios y patriotas por otra. Globalista y por ende impulsor de la invasión migratoria y la islamización resultante de Europa y aun de todo el Occidente sería Jorge Mario Bergoglio, devenido en papa Francisco ya hace siete años y medio casi; identitario y patriota, justamente por católico fiel al Magisterio, a la tradición doctrinal y bimilenaria católica, sería el arzobispo Carlo María Viganò, no en vano hoy por hoy el principal crítico-opositor al magisterio de Francisco-Bergoglio.
Me parece habérselo escuchado o tal vez leído nada menos que al siempre estimulante César Vidal; estimulante hasta para atreverse uno a discrepar a veces de él, siempre desde la admiración por sus muchos talentos, saberes y capacidades. A saber: «El llamado pensamiento de izquierdas está totalmente gastado hoy día, desgastado, infecundo en realidad. Y en todo caso, solo sirve para apuntalar las políticas del Nuevo Orden Mundial». De manera que me siguen produciendo asombro, también consternación, y por supuesto ganas de mearme de la risa, confesiones del tipo: «Soy cristiano y militante de Podemos; pido el voto, de cara a las próximas autonómicas madrileñas, para la formación liderada o ya exliderada por Pablo Iglesias”; macho alfa para algunos de sus enemigos, y marqués de Galapagar para algunos otros de entre sus, también -dicen-, muchos enemigos.
Aunque de verdad, más allá de Iglesias y de Errejón, los dos jefecillos fundadores de Podemos, antaño amigachos y hogaño enemistados, ¿cómo se puede ser católico y militar en Podemos o en Más Madrid? Jefecillos ambos del socialismo bolivariano del siglo XXI en total connivencia con los planes del NOM, apoyan desde el aborto hasta el marxismo cultural, pasando por toda la Agenda 2030 hasta acabar en las formulaciones perrofláuticas más débiles e infundadas, ¿pueden y deben ser referentes de la militancia y el voto católicos?
Según nuestro añorado Benedicto XVI, no, en absoluto. Y yo, desde luego, más en sintonía me siento con el magisterio de Benedicto XVI que con la disidencia y la heterodoxia de los llamados progreeclesiales, que recomiendan el voto para cualquier partido político menos para PP y aún menos para VOX. Y no digamos para la llamada extrema derecha de falanges, democracias nacionales y alternativas españolas, por más que tampoco para SAIN (Solidaridad y Autogestión Internacionalista), que se reivindica de izquierdas (y globalista bergogliano, una de las razones por que ha dejado de interesarme SAIN). De suerte que no en vano los progreeclesiales suelen pedir el voto católico para la PSOE y más aún para formaciones políticas a la izquierda de la PSOE: Podemos, Más España, Nueva Canarias, Equo…
Desde luego, vivir para ver. De suerte que siendo esta la deriva actual de la Iglesia, ¿a quién puede extrañar el propósito de un sector de la Iglesia católica que peregrina por Alemania de acabar rompiendo con la fidelidad doctrinal debida a Roma, provocando con ello un cisma, al empeñarse en aceptar la legitimidad de las parejas formadas por homosexuales, a las que incluso se daría una bendición especial?
10 de mayo, 2021. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.
A la luz de este prolijo y erudito ensayo de este autor, urge entrar en detalles. Quiero indicar que es preciso concretar cuáles son las supuestas o reales herejías de los llamados papas del Concilio Vaticano II, desde el santo papa Juan XXIII hasta nuestros días actuales.
Ojo que no vale con hacer acusaciones más o menos ad hominem del tipo: Juan XXIII y Pablo VI se conoce probadamente que han sido masones. ¿Dónde están esos documentos que probarían fehacientemente, sin asomo de duda, que en efecto han pertenecido a la masonería? ¿Se pasa a ser simpatizante de la masonería desde el momento mismo en que uno reconoce posibles aspectos positivos en el ideario masónico? Por ejemplo: el desligamiento de Inglaterra hasta la independencia por parte de los Estados Unidos de América no es concebible sin los ideales masónicos de la práctica totalidad de los fundadores de la patria norteamericanos. ¿Este hecho histórico es intrínsecamente malo? ¿Reconocerlo como positivo es de suyo guiñar un ojo a la masonería? Defender el sistema democrático, como hicieron ambos papas, especialmente Pablo VI (simpatías incluidas hacia el humanismo cristiano vía neotomista y personalista a través de su amigo Jacques Maritain), ¿implica obligatoriamente ser masón?
Desde luego, ni que decir que los sedevacantistas y los lefebvristas que sostienenen estas hipótesis, sospechas o enmiendas a la totalidad deben saber mucha más teología que yo, solo que resulta que con la que yo sé, hoy por hoy, no me parece haber advertido en los escritos del papa Juan Pablo II, pongamos, esas carencias, ese irenismo, esas heterodoxias que pudieran minusvalorar el dato teológico tradicional sobre la dimensión salvífica única de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre (la segunda persona de la Trinidad Santísima), entre otros aspectos doctrinales que pudieran ser conculcados.
Así las cosas, es imprescindible concretar al máximo los datos doctrinales objeto de estudio, discusión, duda y aclaración. Sobre todo considerando el destinario que somos todos los que constituimos el Pueblo de Dios como Iglesia discente. Tenemos derecho a que la llamada Iglesia docente (conformada por los pastores cum Petro et sub Petro) no nos oculte, escamite o ampute la totalidad de la fe. Porque esta es precisamente la encomienda de Jesús el Señor a los Apóstoles con Pedro a la cabeza: «Pedro, apaciente a mis ovejas, conviértete y confirma en la fe» (Juan 21, 15-25; Lucas 22, 31-32).
Una evidencia que es incuestionable es que la Iglesia en nuestro tiempo histórico vive sumida en la más espantosa y tenebrosa de las apostasías imaginables. Hasta el extremo de que no escasean precisamente los estudiosos y analistas que contundentemente se dan en afirmar que estamos ante la peor crisis sufrida por la Iglesia en sus 2.000 años de historia. Una crisis más dramática incluso que la llamada crisis arriana acontecida en los primeros siglos de la era cristiana. Como tampoco desconocemos que una eminencia como el venerable arzobispo norteamericano Fulton Sheen vaticinó en buena medida la realidad de esta crisis eclesial que a todos los bautizados debe asombrarnos, entristecernos y compungirnos pero, a la vez, animarnos a querer estar más cerca del Señor que nunca y aun de su esposa la Iglesia.
Ya nos hemos referido a la acusación de homosexual vertida contra el papa Pablo VI, quien incluso habría tenido amantes cuyas identidades trascendieron en su momento. Asunto gravísimo, sin duda. No obstante, ¿dónde están las pruebas que demostrarían esto sin ningún género de dudas, con incontestable y meridiana certeza? Con relación al santo papa Juan Pablo II, es frecuente echarle en cara que al convocar los encuentros ecuménicos e interreligiosos de Asís lo que ha exhibido es que su visión soteriológica o salvífica no era ortodoxa con la Tradición de la Iglesia, de suerte que la afirmación doctrinal de que Cristo Jesús es el solo salvador, el camino, la verdad y la vida, que nos enseña el evangelista Juan, el único camino para llegar al Padre (cfr. Juan 14, 6-7), quedaría en entredicho en la teología de Juan Pablo II.
Parece fuera de toda duda la filtración masónica y marxista en la Iglesia; lo que ya no es tan sencillo ni de recibo es el acusar directamente a los papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI de masones o de vendidos totalmente a la masonería, en connivencia total con la masonería.
Usted aporta el dato de que «Montini fue pillado en un garito de homosexuales en su época de sacerdote o de obispo incluso». Podría ser que estuviera en ese garito buscando contacto con homosexuales en efecto, con chaperos. O podría ser que no, que no estuviera con ese propósito. De suerte que un famoso cardenal y teólogo vinculado al Concilio Vaticano II (usted seguro que conoce que me refiero al cardenal francés Jean Daniélou) encontró la muerte en el apartamento de una prostituta, y empero la opinión más unánimemente aceptada al respecto es que el cardenal no estaba en el burdel como cliente sexual sino por razones directamente espirituales y pastorales, y justo en tal ocasión la muerte lo pilló. Con todo, ya estuviera «de putas» el cardenal o buscando chaperos el futuro Pablo VI, estos hechos, tan viejos como la historia misma de la Iglesia (y de la humanidad), de suyo no son fuente de herejía sino de pecado, en el peor de los casos.
Lo anterior queda suficientemente aceptado y claro, me parece. Y no hace falta mentar, como suele hacerse, el caso del papa Borgia español Alejandro VI: miserable, mujeriego, degenerado y corrupto a más no poder, no se conoce que profiriera ni de palabra ni por escrito herejía alguna contra la doctrina de la fe de la Iglesia. Por lo demás, lo que usted apunta sobre ese actor italiano que al parecer llegó a ser pareja sexual del ya papa Pablo VI, más de lo mismo, a saber, no está demostrado fehacientemente. Es un rumor, una acusación, pero no queda fuera de toda duda el que fuera así. Si fue así, es de confiar en que Dios haya perdonado a Pablo VI. Total, en 20 siglos de historia de la Iglesia ha habido papas asesinos, pederastas, simoniacos, corruptos, fornicadores empedernidos, homosexuales, conspiradores, hipermujeriegos, asesinos, ultrasoberbios, guerreros, despiadados, golfos de lo peor (hasta uno hubo que fue pillado in fraganti por un esposo cornudo en el lecho conyugal, y al parecer este se cargó al mismísimo papa a martillazo limpio) …
Yo es que no soy sedevacantista; usted sí, señor Ángel Benigno. Y por esto acusa de usurpadores del Trono de Pedro a los papas desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI. Y por esto mismo, por esta perspectiva suya, por estos ojos sedevacantistas con que usted mira es por lo que porque usted tiene tendencia a poner de relieve las debilidades, pecados, múltiples fallos y descaradísima y avisa intención de demoler desde dentro la Iglesia de los papas del Concilio, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, al tiempo que minusvalora o directamente no cita o rechaza las bondades, virtudes, dones y valores de tales sucesores de Pedro, a quienes usted mismo por sí solo se considera autoridad en la Iglesia para declarar que son usurpadores, con lo cual usted se convierte en juez de ellos.
Prosiguiendo con el papa Pablo VI, Ángel Benigno, al que usted acusa, con total seguridad por su parte, de haber sido homosexual activo (esto es, gay), pongamos que en efecto fuera ese homosexual activo que usted asegura que fue. Como ministro ordenado que era, celebraba misa diaria. ¿La celebraba en pecado mortal siempre, dada su práctica habitual de la homosexualidad? Esto usted no lo puede asegurar, ni nadie lo pudiera, pues aun en el supuesto de que Pablo VI tuviera esa «doble vida», tuviera amantes hombres, ¿es que siempre estaba en pecado mortal tras haber consentido una y otra y otra vez el pecado para mí también nefando de la homosexualidad? ¿Es que usted está afirmando que los 365 días del año el católico Montini vivía en pecado mortal como consecuencia de su homosexualidad activa? ¿Cómo conoce usted esto?
Cualquier persona puede tener un desliz en el ámbito de la vivencia de la castidad. Pongamos que tal desliz lo cometiera con fecha exacta un 21 de julio, en pleno verano: ya se sabe, el verano, la playita, los ligues, el calor... Antes de ese desliz, la persona que nos estamos imaginando supongamos que vivió con equilibrio la castidad; luego de ese desliz que tuvo un 21 de julio -seguimos suponiendo-, se arrepintió ipso facto y a los pocos días confesó y comulgó. Y el resto del año y el año siguiente, no volvió a consentir esos deslices en materia sexual. Siempre suponiendo como usted supone con total certeza que el católico Montini (papa Pablo VI) fuera homosexual activo, ¿no pudo ser que en efecto tuviera algunas caídas en el pecado de la homosexualidad, de las que él amargamente acabara arrepintiéndose cada vez que ocurría una de ellas, hasta el extremo de acabar superando esa tendencia? ¿Usted niega que esto pudiera suceder? ¿Usted por su parte afirma que el católico Montini, devenido en papa Pablo VI a la muerte de Juan XXIII en el año 1963, siempre fue un gay contumaz e irredento que celebraba la Eucaristía en pecado mortal? ¿En qué se basa usted para afirmar esto?
Se habrá dado cuenta de que en ningún momento de mis comentarios en este hilo me he referido a Jorge Mario Bergoglio, devenido en papa Francisco en marzo de 2013. Y justo ahora en que reparo en esta omisión intencionada mía considero que los progreeclesiales, también llamados progresaurios o directamente pseudocatólicos, en sus terminales mediáticas (Redes Cristianas, Atrio, Religión Digital, etcétera) siguen presentando a Francisco como el esperado Papa para esa primavera eclesial que nunca llega y que, ciertamente en el caso que toca a la contribución y responsabilidad eclesial que han desplegado tales pseudocatólicos (pseudocatólicos por herejes), no pasa de crudo invierno. De demolición y de crudo invierno.