sábado, 29 de mayo de 2021

¿Es Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini un santo de segunda categoría?



Santos y santas hay en la Iglesia de cuya santidad hay consenso universal, esto es, aceptación indiscutible sobre que, en efecto, pasaron por este mundo totalmente entregados a la imitación de Cristo. Aun así, tal vez pueda haber algún tipo de reserva o resquemor de parte de ciertos sectores de la Ortodoxia con respecto a algunos de estos santos venerados en la Iglesia católica de rito latino (sabidas las seculares reservas que persisten en la mentalidad y psicología del cristiano ortodoxo hacia el mundo católico latino), pero el caso es que los nombres de santos de la categoría de Agustín de Hipona, Antonio de Padua, Francisco y Clara de Asís, Teresa de Ávila o de Jesús, Juan de la Cruz, Felipe Neri, Teresa de Lisieux o el padre Pío de Pietrelcina son efecto universalmente aceptados. Son modelos seguros para tratar de seguir más de cerca a Cristo, que es el Señor, el Salvador de la humanidad, el único mediador entre los hombres y el Padre. En expresión nacida del oremus y del sensus fidei del Pueblo creyente en camino, decimos que son santos que Dios manda a la humanidad, del Cielo mismo a la Tierra.

Pero santos y santas hay de cuya santidad ya no hay tanto consenso universal. Dos de estos santos podrían ser los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Alegan al respecto, algunos de sus críticos, que en la actualidad las exigencias de la Iglesia para declarar beato o santo a un fiel católico se han rebajado muchísimo, de manera que estos pasarían por ser, a lo sumo, santos de segunda categoría, de segunda división, santos de saldo, de rebajas, de andar por casa en pantuflas, como de "todo a cien". Puesta a funcionar a pleno rendimiento la fábrica de hacer santos por el propio Juan Pablo II, dicen algunos críticos y estudiosos de estos asuntos que ya hoy día llegar a beato o a santo en la Iglesia no es tan exigente como antes, durante los primeros siglos del cristianismo, en verdad durante casi los dos milenios de la historia de la Iglesia. Así, durante esos casi 2.000 años anchos y largos transcurridos, hasta la llegada misma del Vaticano II y sobre todo hasta la irrupción de ese torbellino de papa que habría sido Juan Pablo Segundo, llegar a ser declarado beato o santo era algo al alcance de un puñado de elegidos. Mientras que desde que el papa polaco puso a funcionar a destajo la fábrica de hacer santos, hoy día, a beato o santo puede llegar cualquiera, por así decirlo. 

Me parece que tampoco para tanto, que estos son asuntos muy serios. A decir verdad, sabido es que el entusiasmo de san Juan Pablo II por canonizar a fieles inicialmente declarados siervos de Dios y venerables no obedeció sino a su propósito, perfectamente católico, perfectamente legítimo, completamente misionero y pastoral, de ofrecer al mundo innúmeros modelos de santos a seguir, ¡en una variedad tal como que hiciera imposible que alguien pudiera pretextar que con ningún santo se sentía finalmente identificado, también por razones meramente biográfricas! Comoquiera que sea, en todo caso asuntos muy serios, muy graves, muy complejos, totalmente comprometedores de la autoridad de la Iglesia, y de los cuales quien estas líneas escribe es todo menos un experto.

Solo que dentro de este grupo de santos y santas discutibles aun podríamos establecer un subgrupo (y ojo, conste, que hablamos de católicos de santidad así oficialmente estudiada, reconocida y declarada por la Iglesia), de cuyas heroicas y santas virtudes cristianas ya se duda abiertamente, como por sistema. Uno de tales santos se llamó en el siglo Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, aupado con 65 años a la Silla de Pedro, para la que tomó el nombre de Pablo VI, para así suceder a Juan XXIII.

A Montini se le niega el pan y la sal, esto es, su santidad de vida, porque críticos y desafectos tiene este sapientísimo hijo de la Iglesia que aseguran que fue durante toda su vida un activo homosexual, es decir, un gay. Y que en verdad nunca, aseguran, se arrepintió de este nefando pecado. Dan nombres de supuestos o reales amantes hombres que tuvo, de sitios de alterne y chaperos homosexuales a los que acudía en algún momento que otro de su vida anterior a su elección como papa. Se le acusa de masón y encubridor de masones, de conspirador contra el propio papa Pío XII, de pésimo administrador de la Iglesia, de vendido al comunismo en las relaciones de la Iglesia con los países del Este de Europa (países del llamado Telón de Acero). Se le acusa de haber elevado al cardenalato a prelados indeseables como Tarancón; se le echa en cara su desafección hacia el régimen del general Franco; se le reprocha su excesiva simpatía con la Democracia Cristiana, su excesiva apertura a la cultura secular, la excesiva dosis de personalismo comunitario y de nouvelle theologie que hay en su propio pensamiento.

En todo caso, asuntos muy complejos que escapan a mi competencia. Incluso entre esos críticos y desafectos no faltan los que aseguran que su muy amarga queja sobre "el humo de Satanás que había penetrado en la Iglesia por alguna rendija de esta", pronunciada por primera vez en el año 1971, el papa Montini en realidad la decía en plan irónico, casi burlesco, a sabiendas de que él era uno de los principales responsables o causantes de la secularización-mundanización interna de la Iglesia, con su como imparable vaciado de iglesias y templos, con las secularizaciones a mansalva de su clero regular y diocesano, con los abusos litúrgicos a que de suyo era más proclive el discutido Novus Ordo Missae (obra del masón y finalmente desterrado prelado Annibale Bugnini), con la mentalidad antinatalista conculcadora de la doctrina tradicional católica expuesta por el propio santo padre Pablo VI en su Humanae Vitae.

Me parecen acusaciones muy graves, que directamente suponen una mala actitud en la persona del papa Montini (una mala intención, un deseo consciente de hacer daño a la Iglesia), allende los errores, debilidades y pecados personales que él debió sin duda cometer, como hombre pecador que fue. Ignoro si entre los que despliegan todos estos desafectos, críticas y desconfianzas hacia Pablo VI haya católicos que no sean lefebvrianos o sedevacantistas; más bien sospecho que no debe haber, salvo en lo estrictamente tocante a la acusación de que Giovanni Batista Montini fue homosexual activo, de suerte que, como cabe suponer, sobre este particular se dan a abonar la opinión de que en efecto Montini fue homosexual activo o gay personas simpatizantes de la causa homosexual que aprovechan casos como este que aquí seguimos para lanzar puyas contra la esposa del Esposo. Comoquiera que sea, también conozco los testimonios, las opiniones, los estudios, los ensayos y las loas de quienes sostienen que  Giovanni Battista Montini fue un católico ejemplar, excepcional; vamos, un santo (y desde luego, un gran sucesor del apóstol Pedro).

Entonces, en qué quedamos, ¿de qué parte está más la verdad? No hace falta aclarar que no siendo yo un experto en este asunto particular que aquí seguimos, no debo aportar una palabra determinantemente autorizada al respecto. Solo que sí que me cuesta aceptar la hipótesis de que en la intención del papa Montini lo que hubo fue una voluntad aviesa, retorcida, premeditada, masónica y hasta satánica de demoler la Iglesia. O dicho con otras palabras: aceptar que debió cometer miles de errores, desaciertos, pecados incluso, durante toda su vida incluidos sus tiempos como seminarista "con permiso especial para quedarse en casa y no en el Seminario, por causa de sus problemas de salud", sí, sin duda, no hay problema; aceptar que hubo en Montini mala baba, mala fe, deseo de destruir la Iglesia, rendición a la masonería, mentalidad mundana invencible, pues lo acabo de confesar: me cuesta mucho creer que haya sido así. De manera que de momento al menos, lo que sí hago es aceptar que Pablo VI es el sucesor de Pedro que siguió a Juan XXIII y antecedió a Juan Pablo I; ergo, no soy sedevacantista, tampoco lefebvrista, auque simpatice algo con la línea lefevbvrista, y nada con la sedevacantista.

Así las cosas, expuesto este asunto paso ahora a reescribir una controversia que como forista he tenido ocasión de mantener con uno de esos críticos o desafectos al papa Pablo VI; ni detallaré dónde tuvo lugar la controversia ni el nombre como forista de mi contrincante (le cambiaré el alias). Veamos: 


  1. A la luz de este prolijo y erudito ensayo de este autor, urge entrar en detalles. Quiero indicar que es preciso concretar cuáles son las supuestas o reales herejías de los llamados papas del Concilio Vaticano II, desde el santo papa Juan XXIII hasta nuestros días actuales.

  2. Ojo que no vale con hacer acusaciones más o menos ad hominem del tipo: Juan XXIII y Pablo VI se conoce probadamente que han sido masones. ¿Dónde están esos documentos que probarían fehacientemente, sin asomo de duda, que en efecto han pertenecido a la masonería? ¿Se pasa a ser simpatizante de la masonería desde el momento mismo en que uno reconoce posibles aspectos positivos en el ideario masónico? Por ejemplo: el desligamiento de Inglaterra hasta la independencia por parte de los Estados Unidos de América no es concebible sin los ideales masónicos de la práctica totalidad de los fundadores de la patria norteamericanos. ¿Este hecho histórico es intrínsecamente malo? ¿Reconocerlo como positivo es de suyo guiñar un ojo a la masonería? Defender el sistema democrático, como hicieron ambos papas, especialmente Pablo VI (simpatías incluidas hacia el humanismo cristiano vía neotomista y personalista a través de su amigo Jacques Maritain), ¿implica obligatoriamente ser masón?

    Desde luego, ni que decir que los sedevacantistas y los lefebvristas que sostienenen estas hipótesis, sospechas o enmiendas a la totalidad deben saber mucha más teología que yo, solo que resulta que con la que yo sé, hoy por hoy, no me parece haber advertido en los escritos del papa Juan Pablo II, pongamos, esas carencias, ese irenismo, esas heterodoxias que pudieran minusvalorar el dato teológico tradicional sobre la dimensión salvífica única de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre (la segunda persona de la Trinidad Santísima), entre otros aspectos doctrinales que pudieran ser conculcados.

    Así las cosas, es imprescindible concretar al máximo los datos doctrinales objeto de estudio, discusión, duda y aclaración. Sobre todo considerando el destinario que somos todos los que constituimos el Pueblo de Dios como Iglesia discente. Tenemos derecho a que la llamada Iglesia docente (conformada por los pastores cum Petro et sub Petro) no nos oculte, escamite o ampute la totalidad de la fe. Porque esta es precisamente la encomienda de Jesús el Señor a los Apóstoles con Pedro a la cabeza: «Pedro, apaciente a mis ovejas, conviértete y confirma en la fe» (Juan 21, 15-25; Lucas 22, 31-32).

    Una evidencia que es incuestionable es que la Iglesia en nuestro tiempo histórico vive sumida en la más espantosa y tenebrosa de las apostasías imaginables. Hasta el extremo de que no escasean precisamente los estudiosos y analistas que contundentemente se dan en afirmar que estamos ante la peor crisis sufrida por la Iglesia en sus 2.000 años de historia. Una crisis más dramática incluso que la llamada crisis arriana acontecida en los primeros siglos de la era cristiana. Como tampoco desconocemos que una eminencia como el venerable arzobispo norteamericano Fulton Sheen vaticinó en buena medida la realidad de esta crisis eclesial que a todos los bautizados debe asombrarnos, entristecernos y compungirnos pero, a la vez, animarnos a querer estar más cerca del Señor que nunca y aun de su esposa la Iglesia.

  3. Ya nos hemos referido a la acusación de homosexual vertida contra el papa Pablo VI, quien incluso habría tenido amantes cuyas identidades trascendieron en su momento. Asunto gravísimo, sin duda. No obstante, ¿dónde están las pruebas que demostrarían esto sin ningún género de dudas, con incontestable y meridiana certeza? Con relación al santo papa Juan Pablo II, es frecuente echarle en cara que al convocar los encuentros ecuménicos e interreligiosos de Asís lo que ha exhibido es que su visión soteriológica o salvífica no era ortodoxa con la Tradición de la Iglesia, de suerte que la afirmación doctrinal de que Cristo Jesús es el solo salvador, el camino, la verdad y la vida, que nos enseña el evangelista Juan, el único camino para llegar al Padre (cfr. Juan 14, 6-7), quedaría en entredicho en la teología de Juan Pablo II.

  4. Volviendo con Pablo VI, observemos que en el caso de que quedara probada sin ningún género de dudas su homosexualidad activa (conozco la rumorología que usted aduce a propósito, señor Ángel Benigno), ser homosexual no es de suyo una herejía. Desde la perspectiva tradicional católica (contestada, negada y conculcada por los progreeclesiales y su particular magisterio herético y alternativo en sus redes, atrios, foros y demás portales digitales) es un pecado, un estado de vida reprobable, lamentable, contrario a la sexualidad según el plan de Dios enseñado por nuestra madre la Iglesia. Igual Pablo VI fue homosexual y sufrió por ello; igual no lo fue y se le difama con pruebas falsas; igual fue homosexual y quiso dejar de serlo, evitar ese pecado. Comoquiera que sea, el que lo fuera o no lo fuera no es de suyo una herejía; en todo caso, si lo fue, para él debió ser una prueba, una fuente de sufrimiento personal y pecado, una cruz tremendamente mortificante. A menos que, como usted señala, él viviera tan tranquilo con esa doble vida, pues, sigue usted afirmando, en verdad nunca mostró verdadero arrepentimiento. 
  5. Con respecto a la protección de Juan Pablo II al pederasta y degenerado sexual mexicano Marcial Maciel (mujeriego, etcétera), puede que estemos ante un caso reprobable en el debe del papa polaco. O podría ser que no fuera tanta la culpabilidad achacable a Karol Woytila sino que más bien todo acabó siendo producto de su ingenuidad, que fue excesiva, y de ahí entonces que el muy degenerado Marcial Maciel le metiera un gol por toda la escuadra al mismísimo papa. O en efecto, pongamos que en este aspecto o particular Juan Pablo II se equivocara escandalosamente. Pero aun así, esto por sí solo no constituye una herejía, un atentado contra el depósito de la fe. Ni tampoco es señal de que Juan Pablo II quisiera demoler la Iglesia, destruirla por dentro, que es lo que se desprende de sus palabras, señor Ángel Benigno, al acusar a todos estos papas, desde Juan XXIII a Benedicto XVI, de ser usurpadores, apóstatas, herejes, antipapas. Y que es, desde luego, lo que se desprende muy a menudo de las palabras recusatorias de no pocos católicos situados en el ala más a la extrema derecha de la Iglesia. A saber: los antipapas todos hijos del Vaticano II han pretendido destruir la Iglesia desde dentro.
  6. Este es el modus discendi de los sedevacantistas; ergo, usted es sadevacantista, no puede no serlo. Pues como dice el estupendo Iñaki Piñuel para referirse a los narcisistas malignos y a los psicópatas subclínicos, si un ave tiene patas de pato, alas de pato, plumas de pato, y emite graznidos de pato, es que es un pato, no puede ser un búho, esto es, es un psicópata el que obra como psicópata, esto es, es un sedevacantista el que afirma que todos los papas desde Juan XXIII hasta la actualidad son apóstatas, usurpadores y herejes.
  7. Parece fuera de toda duda la filtración masónica y marxista en la Iglesia; lo que ya no es tan sencillo ni de recibo es el acusar directamente a los papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI de masones o de vendidos totalmente a la masonería, en connivencia total con la masonería.

    Usted aporta el dato de que «Montini fue pillado en un garito de homosexuales en su época de sacerdote o de obispo incluso». Podría ser que estuviera en ese garito buscando contacto con homosexuales en efecto, con chaperos. O podría ser que no, que no estuviera con ese propósito. De suerte que un famoso cardenal y teólogo vinculado al Concilio Vaticano II (usted seguro que conoce que me refiero al cardenal francés Jean Daniélou) encontró la muerte en el apartamento de una prostituta, y empero la opinión más unánimemente aceptada al respecto es que el cardenal no estaba en el burdel como cliente sexual sino por razones directamente espirituales y pastorales, y justo en tal ocasión la muerte lo pilló. Con todo, ya estuviera «de putas» el cardenal o buscando chaperos el futuro Pablo VI, estos hechos, tan viejos como la historia misma de la Iglesia (y de la humanidad), de suyo no son fuente de herejía sino de pecado, en el peor de los casos.

    Lo anterior queda suficientemente aceptado y claro, me parece. Y no hace falta mentar, como suele hacerse, el caso del papa Borgia español Alejandro VI: miserable, mujeriego, degenerado y corrupto a más no poder, no se conoce que profiriera ni de palabra ni por escrito herejía alguna contra la doctrina de la fe de la Iglesia. Por lo demás, lo que usted apunta sobre ese actor italiano que al parecer llegó a ser pareja sexual del ya papa Pablo VI, más de lo mismo, a saber, no está demostrado fehacientemente. Es un rumor, una acusación, pero no queda fuera de toda duda el que fuera así. Si fue así, es de confiar en que Dios haya perdonado a Pablo VI. Total, en 20 siglos de historia de la Iglesia ha habido papas asesinos, pederastas, simoniacos, corruptos, fornicadores empedernidos, homosexuales, conspiradores, hipermujeriegos, asesinos, ultrasoberbios, guerreros, despiadados, golfos de lo peor (hasta uno hubo que fue pillado in fraganti por un esposo cornudo en el lecho conyugal, y al parecer este se cargó al mismísimo papa a martillazo limpio) …

    Yo es que no soy sedevacantista; usted sí, señor Ángel Benigno. Y por esto acusa de usurpadores del Trono de Pedro a los papas desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI. Y por esto mismo, por esta perspectiva suya, por estos ojos sedevacantistas con que usted mira es por lo que porque usted tiene tendencia a poner de relieve las debilidades, pecados, múltiples fallos y descaradísima y avisa intención de demoler desde dentro la Iglesia de los papas del Concilio, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, al tiempo que minusvalora o directamente no cita o rechaza las bondades, virtudes, dones y valores de tales sucesores de Pedro, a quienes usted mismo por sí solo se considera autoridad en la Iglesia para declarar que son usurpadores, con lo cual usted se convierte en juez de ellos.

    Prosiguiendo con el papa Pablo VI, Ángel Benigno, al que usted acusa, con total seguridad por su parte, de haber sido homosexual activo (esto es, gay), pongamos que en efecto fuera ese homosexual activo que usted asegura que fue. Como ministro ordenado que era, celebraba misa diaria. ¿La celebraba en pecado mortal siempre, dada su práctica habitual de la homosexualidad? Esto usted no lo puede asegurar, ni nadie lo pudiera, pues aun en el supuesto de que Pablo VI tuviera esa «doble vida», tuviera amantes hombres, ¿es que siempre estaba en pecado mortal tras haber consentido una y otra y otra vez el pecado para mí también nefando de la homosexualidad? ¿Es que usted está afirmando que los 365 días del año el católico Montini vivía en pecado mortal como consecuencia de su homosexualidad activa? ¿Cómo conoce usted esto?

  8. Cualquier persona puede tener un desliz en el ámbito de la vivencia de la castidad. Pongamos que tal desliz lo cometiera con fecha exacta un 21 de julio, en pleno verano: ya se sabe, el verano, la playita, los ligues, el calor... Antes de ese desliz, la persona que nos estamos imaginando supongamos que vivió con equilibrio la castidad; luego de ese desliz que tuvo un 21 de julio -seguimos suponiendo-, se arrepintió ipso facto y a los pocos días confesó y comulgó. Y el resto del año y el año siguiente, no volvió a consentir esos deslices en materia sexual. Siempre suponiendo como usted supone con total certeza que el católico Montini (papa Pablo VI) fuera homosexual activo, ¿no pudo ser que en efecto tuviera algunas caídas en el pecado de la homosexualidad, de las que él amargamente acabara arrepintiéndose cada vez que ocurría una de ellas, hasta el extremo de acabar superando esa tendencia? ¿Usted niega que esto pudiera suceder? ¿Usted por su parte afirma que el católico Montini, devenido en papa Pablo VI a la muerte de Juan XXIII en el año 1963, siempre fue un gay contumaz e irredento que celebraba la Eucaristía en pecado mortal? ¿En qué se basa usted para afirmar esto?

  9. Se habrá dado cuenta de que en ningún momento de mis comentarios en este hilo me he referido a Jorge Mario Bergoglio, devenido en papa Francisco en marzo de 2013. Y justo ahora en que reparo en esta omisión intencionada mía considero que los progreeclesiales, también llamados progresaurios o directamente pseudocatólicos, en sus terminales mediáticas (Redes Cristianas, Atrio, Religión Digital, etcétera) siguen presentando a Francisco como el esperado Papa para esa primavera eclesial que nunca llega y que, ciertamente en el caso que toca a la contribución y responsabilidad eclesial que han desplegado tales pseudocatólicos (pseudocatólicos por herejes), no pasa de crudo invierno. De demolición y de crudo invierno. 

    De lo cual sí creo estar seguro, con la guía inestimable de ese predicador en el desierto que es hoy por hoy el arzobispo Carlo María Viganò, quien sostiene verdades como las que siguen:
  10. El propósito de Gates, Soros y otros «magnates» comprometidos con la agenda globalista es la diezma de la población mundial, la esclavización de las masas y la concentración del poder y las finanzas en manos de unos pocos criminales que tienen como objetivo la dominación mundial y la preparación de la llegada del Anticristo. Frente a este plan infernal, la herramienta del virus Covid-19 para imponer vacunas que enfermen crónicamente a miles de millones de personas es perfectamente coherente con sus pretensiones y con la lamentable complicidad de líderes religiosos y políticos de todo el mundo, incluido Jorge Mario Bergoglio, que, como sabemos, ha traicionado a los católicos chinos con el acuerdo de Beijing, entregando a los laicos y a la jerarquía en manos de la secta cismática bajo las órdenes del Partido Comunista, a cambio de una generosa financiación.

A decir verdad, muy pocos obispos católicos se atreven a pronunciar discursos como los que pronuncia monseñor Viganò, si es que alguno queda. Sin embargo, este obispo católico italiano, exnuncio en USA y supercrítico con el pontificado de Bergoglio, a quien pone a caer de un burro un día sí y otro también, al argentino lo llama Bergoglio a secas pero lo considera Francisco (esto es, lo reconoce como el Papa actual de la Iglesia). Ya, pero entonces ¿es que no es cierto que se ha demostrado, con el derecho canónico en la mano, que el Papa sigue siendo Benedicto XVI, a quien dieron un golpe de Estado masónico hasta obligarlo a presentar su renuncia, de manera que su renuncia, al quedar viciada de raíz, resulta inválida, adrede inválida?

La impresión que se tiene es que algo gordo va a pasar en la Iglesia, como que algo muy grave se está cerniendo sobre ella. Como si todo se hubiese ya consumado: tiempos apocalípticos, la Parusía próxima...


29 de mayo, Festividad de san Pablo VI, 2021. Luis Alberto Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

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