lunes, 31 de mayo de 2021

 

La Carta a Pedro Sánchez de Joaquín Leguina





Y es que los que compartimos las ideas, las «creencias» que emanan de la doctrina joseantoniana, no nos resignamos a reservarnos un lugar en el «estilo», en la «poesía que promete», en la manera «de ser y de estar» que le ha dado el lustre a la idealizada imagen del Fundador… , sino que aspiramos a participar en el día a día de nuestros compatriotas y, simultáneamente servir a España, al «señor que no puede morir…» 



Corresponde el párrafo anterior (cursivas nuestras) al artículo «Tras las nuevas promesas», firmado por Carlos León para la sección «Cartas al Director» del Correo de España (6/5/2021).

Reparemos en que su autor se confiesa falangista joseantoniano. Acaso podría resultar pesado, por repetitivo, al menos para algunos de mis lectores, el que vuelva a reconocer en este escrito que nunca he sido falangista, al proceder más bien quien estas líneas escribe de los movimientos sociales comúnmente vinculados al pensamiento o ideario de izquierdas: anarquistas, librepensadores, laicistas, comunistas, socialistas, católicos de base, feministas… Empero, joseantonianos conozco, a quienes de hecho tengo por amigos, que me aseguran que la sed de justicia social que anidaba en los cuadros de la Falange fundacional (a la conquista de los consabidos lemas de Dios, Patria, justicia social), sin complejo alguno cabe ponderarla como mucho más auténtica, militante y generosa que toda posible sed de justicia social rastreable hoy por hoy en los cuadros del PSOE actual. Y por descontado que más en consonancia con la doctrina católica.

Dicho con otras palabras: el fervoroso católico José Antonio Primo de Rivera -quien entró en política, no se olvide este dato, para salvaguardar la verdadera memoria y herencia política de su padre Miguel Primo de Rivera- fue un idealista, un hombre honesto, un patriota, un enamorado de España, y un entusiasta de la justicia social, especialmente acrisolada en la recta final de su vida; diríamos, en expresión comúnmente usada para analizar la obra de literatos, artistas o filósofos, que en el último José Antonio, con una Falange en la que no faltaban los conversos procedentes del anarquismo y el marxismo. Frente a su testimonio, frente a su legado todo, frente a su hombría, socialistas y comunistas como los actuales (desde Pedro Sánchez hasta José Luis Ábalos, pasando por Adriana Lastra o qué lastre de Adriana, y por Iceta hasta llegar al farsante vividor comunista y ya multimillonario Pablo Iglesias) son justamente la ignominia que muestran sus obras, actitudes, decires y omisiones.

No los quisiera uno ni en pintura. De manera que entonces, siendo las cosas así, ¿qué aportan de positivo a la sociedad española el PSOE, Podemos, Más Madrid, los separatistas, los nacionalismos periféricos…? Pero sobre todo, ¿qué aportan de positivo, noble, justo, auténtico, humanizante, verdadero, loable y consecuente o coherente con la identidad católica, con la España tradicional hija de las raíces cristianas que fecundaron Europa, todos los partidos izquierdistas mencionados que defienden el aborto, la ideología de género, el marxismo cultural, la invasión migratoria según los planes del Nuevo Orden Mundial, los separatismos, el multiculturalismo, el ultralaicismo, la ideología LGTBIQ, la Agenda 2030…?

Alguien, aun en los tiempos que corren, podría intentar convencerme de que las citadas organizaciones políticas de izquierdas afortunadamente lo que defienden es un modelo de sociedad sustentado en los ideales de justicia social, propia o hija de un más equitativo reparto de la riqueza. Pero esto no me lo creo (para mí, sencillamente no es verdad, y a las evidencias históricas me remito). De suerte que, salvo las honrosas excepciones de rigor que puedan suponer los testimonios de personas sí verdaderamente militantes de la causa comunista y aun socialista (diríase que tan militantes como errados en seguir tales ideales), lo que sí es cierto es que los que acaban enriqueciéndose son los dirigentes socialistas y comunistas que predican la justicia social; el pueblo al que dicen representar y defender, entre tanto, más bien se empobrece.

No hay sino que considerar a los sátrapas que, enarbolando la bandera roja asesina del comunismo, han esclavizado a las naciones que han tenido la desgracia de padecer el comunismo: la inmensa mayoría de tales dictadores ha acabado engrosando las filas o listas conformadas por las más cuantiosas fortunas del orbe. De manera que siempre con los comunistas se ha evidenciado este hecho: gobierno de rojos, hambre y piojos. Evidencia es incontestable en este particular.

Que los socialistas y los comunistas tienen el faro de Bruno Alonso, Julián Besteiro, Miguel Hernández, Marcelino Camacho, Nicolás Redondo, Gerardo Iglesias, Julio Anguita, Almunia, Leguina, y asimismo el de otros tantos que han pasado por este mundo y por las filas socialistas y comunistas desde el anonimato casi, pues sí. Solo que insistamos en lo mismo: si la justicia social que estos ansiaban desde la izquierda no es más noble que la de lo mejor de los cuadros o cuerpos fundacionales falangistas, ¿por qué preferir a socialistas y comunistas y no a los falangistas, si estos, además de justicia social, reivindicaban ayer y siguen reivindicando hoy fidelidad, aunque sea sin confesionalismos de Estado, a la identidad tradicional y católica patria?

¿O será que determinados aspectos y logros de la justicia social solo son contemplables y alcanzables a través de esas organizaciones de izquierda? Lo dudo (por no decir que directamente lo rechazo).

De manera que llegados a esta encrucijada,  he de reconocerlo con todos mis respetos pero con la debida claridad, señor Joaquín Leguina, a la sazón usted expresidente socialista de la Comunidad de Madrid, y hombre usted de incuestionables capacidades intelectuales manifiestas como escritor. A saber: he leído la carta que usted ha escrito, en su nombre y en el del también histórico del PSOE Nicolás Redondo Terreros (hijo a su vez del historicísimo, digámoslo así a lo mexicano, del PSOE y de la UGT Nicolás Redondo Urbieta), al presidente del Gobierno Pedro Sánchez, líder máximo de su partido. Y lo que le puedo asegurar es que si hubiera más socialistas como usted…

A buen entendedor… En la misiva se queja usted de la apertura nada menos que de un expediente de expulsión de su partido de toda la vida, el PSOE, por parte de la Ejecutiva presidida por Pedro Sánchez, al parecer por apoyar ustedes, o simpatizar con ella al menos en alguna medida, la candidatura de Isabel Díaz Ayuso a las recientes autonómicas madrileñas. Desde luego, como mínimo la carta le honra a usted, les honra, y pone de paso en evidencia, una vez más, las muchas vergüenzas (o mejor, desvergüenzas) de este indignísimo Pedro Sánchez que nos desgobierna y nos lleva al desastre, si Dios no pone su santa mano...

Ahora bien, yo no puedo dejar de preguntarme para qué harían falta en España socialistas como usted, señor Leguina, por más cualificados que ustedes sean en comparación con los actuales sociatas, que no pasan de ser unos oportunistas y sacamantecas vividores: los ya señalados Abalos, Iceta, Marlaska (todos capitaneados por Pedro Sánchez). ¿En verdad merecen ustedes el apoyo del votante católico porque en efecto ustedes son indubitablemente más honestos, sensatos, respetuosos con la Constitución y con todo nuestro marco legal, y aun críticos con los separatismos enemigos de España y desde luego más militantemente solidarios que los socialistas actuales -quienes, insistamos, son una panda de sacamantecas, farsantes, trepas, corruptos y traidores a España-, si resulta que ustedes también apuestan por el aborto, la ideología de género, el globalismo, la invasión migratoria, la ideología LGTBIQ, la masonería, los planes del NOM y su siniestra Agenda 2030, el globalismo y el ultralaicismo (la sociedad con fundamentos al margen de las leyes de Dios)?

Porque la ideología socialista es un mal para la sociedad, toda vez que lo único noble que pudiera aportar (la sed de justicia social), ya lo aporta inmensamente mejor el Evangelio, e incluso en alguna medida ciertas formaciones de la derecha identitaria y patriota que ustedes acostumbran a satanizar.

Más allá de la clásica y ciertamente muy gastada por el uso distinción del tronco común de las ideologías entre izquierdas y derechas, el mundo actual se ha ido configurando en torno a dos bloques fundamentales. A saber: por una parte los globalistas, los identitarios y patriotas por otra. Globalista y por ende impulsor de la invasión migratoria y la islamización resultante de Europa y aun de todo el Occidente sería Jorge Mario Bergoglio, devenido en papa Francisco ya hace siete años y medio casi; identitario y patriota, justamente por católico fiel al Magisterio, a la tradición doctrinal y bimilenaria católica, sería el arzobispo Carlo María Viganò, no en vano hoy por hoy el principal crítico-opositor al magisterio de Francisco-Bergoglio.

Me parece habérselo escuchado o tal vez leído nada menos que al siempre estimulante César Vidal; estimulante hasta para atreverse uno a discrepar a veces de él, siempre desde la admiración por sus muchos talentos, saberes y capacidades. A saber: «El llamado pensamiento de izquierdas está totalmente gastado hoy día, desgastado, infecundo en realidad. Y en todo caso, solo sirve para apuntalar las políticas del Nuevo Orden Mundial». De manera que me siguen produciendo asombro, también consternación, y por supuesto ganas de mearme de la risa, confesiones del tipo: «Soy cristiano y militante de Podemos; pido el voto, de cara a las próximas autonómicas madrileñas, para la formación liderada o ya exliderada por Pablo Iglesias”; macho alfa para algunos de sus enemigos, y marqués de Galapagar para algunos otros de entre sus, también -dicen-, muchos enemigos.

Aunque de verdad, más allá de Iglesias y de Errejón, los dos jefecillos fundadores de Podemos, antaño amigachos y hogaño enemistados, ¿cómo se puede ser católico y militar en Podemos o en Más Madrid? Jefecillos ambos del socialismo bolivariano del siglo XXI en total connivencia con los planes del NOM, apoyan desde el aborto hasta el marxismo cultural, pasando por toda la Agenda 2030 hasta acabar en las formulaciones perrofláuticas más débiles e infundadas, ¿pueden y deben ser referentes de la militancia y el voto católicos?

Según nuestro añorado Benedicto XVI, no, en absoluto. Y yo, desde luego, más en sintonía me siento con el magisterio de Benedicto XVI que con la disidencia y la heterodoxia de los llamados progreeclesiales, que recomiendan el voto para cualquier partido político menos para PP y aún menos para VOX. Y no digamos para la llamada extrema derecha de falanges, democracias nacionales y alternativas españolas, por más que tampoco para SAIN (Solidaridad y Autogestión Internacionalista), que se reivindica de izquierdas (y globalista bergogliano, una de las razones por que ha dejado de interesarme SAIN). De suerte que no en vano los progreeclesiales suelen pedir el voto católico para la PSOE y más aún para formaciones políticas a la izquierda de la PSOE: Podemos, Más España, Nueva Canarias, Equo…

Desde luego, vivir para ver. De suerte que siendo esta la deriva actual de la Iglesia, ¿a quién puede extrañar el propósito de un sector de la Iglesia católica que peregrina por Alemania de acabar rompiendo con la fidelidad doctrinal debida a Roma, provocando con ello un cisma, al empeñarse en aceptar la legitimidad de las parejas formadas por homosexuales, a las que incluso se daría una bendición especial?


10 de mayo, 2021. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

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