lunes, 11 de octubre de 2021

 

"He aquí la Iglesia, que vive actualmente su Pasión"

Por Luis Alberto Henríquez





Según información del periodista argentino Nicolás Morás, en carta personal enviada a él mismo nada menos que por monseñor Carlo Maria Viganò,1 este, a la sazón exnuncio del Vaticano en USA, ya al parecer reconocería que Jorge Mario Bergoglio es un «hereje, usurpador del trono de Pedro». En la citada misiva y siempre según el joven informador y youtuber argentino, Viganò se atreve a llamarlo «un anticristo»; no dice el Anticristo, no, a tanto no llega, pero sí que lo califica de "un anticristo".



Esto es lo que sostiene en su canal de Youtube el joven periodista argentino Nicolás Morás. Sin embargo, el también comunicador, en este caso español, Vicente Montesinos, director de la plataforma de evangelización Adoración y Liberación, asegura que la filtración del argentino Morás sobre esa supuesta carta escrita de puño y letra por el mismísimo monseñor Carlo María Viganò es totalmente infundada y falsa; el propio Viganó, siempre según Montesinos, habría desmentido la veracidad de lo que sostiene Morás.



Comoquiera que sea, por razones que ignoramos -al menos quien estas líneas escribe las ignora- lo cierto es que monseñor Carlo María Viganò sigue aceptando que Bergoglio es Francisco, con lo cual sigue sin confesar que el Papa es Benedicto XVI. Para todo lo cual me fundamento en canales como Arturo, Periodista Católico, en sacerdotes como el italiano Don Minutella, o aun en canales también de Youtube como Radio Rosa Mística Colombia. Con lo cual lo que seguimos teniendo es que Viganò al seguir sin reconocer que el Papa continúa siendo Benedicto XVI, por más que echa pestes de Bergoglio, un día sí y otro también, no termina de dar el paso de reconocerlo como lo que es: un falso papa, antipapa, hereje, usurpador del Trono de Pedro.



Mayor confusión doctrinal, litúrgica, disciplinar y pastoral no cabe en la Iglesia de nuestro tiempo histórico, cuya crisis actual es probablemente más sangrante y grave que la sufrida en los primeros siglos del cristianismo, la llamada crisis arriana, a cuyo frente se situó un gigante de la fe, uno de esos hombres proverbiales, santos y sabios que el cielo manda a la tierra una vez cada 50 o 100 años (nos referimos a san Atanasio, Doctor y Padre de la Iglesia). 



Así, con trazos gruesos podríamos detectar que por una parte porfían en sus extremismos, intolerancias, fanatismos, rigorismos y herejías los sedevacantistas, que se han situado voluntariamente fuera de la comunión con la Sede de Pedro. A mi juicio, a estos dizque católicos, ni caso, por muchos que sigan siendo los anatemas e insultos que se empeñen en prodigar contra los católicos que sí aceptamos el Concilio Vaticano II y la consiguiente legitimidad de sus papas, se entiende que hasta Benedicto XVI. Los sedevacantistas deben ser un grupo de fanáticos con una comprensión de la dinámica de la Tradición completamente averiada y contraria al sentir de la Iglesia.



Luego estarían los lefebvrianos, más numerosos y organizados que los sedevacantistas. Estos en general son bergoglianos, esto es, aceptan a Bergoglio como Francisco, como papa legítimo, en buena medida porque el aceptarlo les da una coartada para segiir disparando contra el Vaticano II, que a lo que parece nunca jamás aceptarán, no en balde haciéndolo máximo y único culpable del desastre actual de la Iglesia. Estos tradicionalistas no en plena comunión con la Santa Sede están aglutinados en torno a la obra y herencia espiritual de monseñor Lefebvre.



En tercer lugar tendríamos a los tradicionalistas que, en muchos casos habiendo comenzado en las filas del lefebvrismo, han acabado viniendo a la plena comunión con Roma, aceptando al menos de boquilla o de boca para afuera el Concilio, por más que entre ellos aún haya más o menos simpatizantes de la causa de Lefebvre. En esta sensibilidad eclesial me parece que sigue habiendo una mayoría de católicos «oficialistas» que aceptan que Jorge Mario Bergoglio es Francisco (esto es, el Papa reinante actualmente en la Iglesia). Con todo, no me extrañaría particularmente llegar a la comprensión de que en este grupo hay cada vez más católicos convencidos de que el Papa sigue siendo Benedicto XVI.



En cuarto lugar contamos con los modernistas, también llamados progres, progreeclesiales, secularistas, liberales, o incluso progresaurios (dada la edad proterva de casi todos ellos). Son la izquierda pseudocatólica antimagisterio o Magisterio* paralelo. Son la izquierda pseudocatólica en la que no faltan voceros que siguen prefiriendo alinearse con la mugre asquerosa de Podemos y sus marcas y mareas blancas pero no impolutas de corrupción (Más Madrid, la Izquierda Anticapitalista de la andaluza Teresa Rodríguez, etcétera), con los separatismos criminales o con la PSOEZ (partido también conocido como PSOE y hoy por hoy, en plena efervescencia sanchista, convertido en una fábrica de enchufismo, estómagos agradecidos y general colocación de parados afines al partido) que es solo corrupción y mera corrupción, al precio de echar pestes contra VOX y resto de realidades afines. Son la izquierda pseudocatólica en la que prácticamente todos sus miembros o cuadros son voceros del globalismo y de la invasión migratoria. Por lo común no se manifiestan como profesantes de pasión por la verdad y sí por cada uno de sus kilométricos egos (a confeccionar pajas mentales, pocos les ganan). Ni que decir que estos siguen siendo entusiastas bergoglianos, y así lo ponen de manifiesto en sus sitios y espacios digitales, atrios, redes y demás plataformas. Entre estos además hay tipos de un narcisismo en verdad enfermizo, patológico, insoportable; individuos insufriblemente altaneros que se sienten y creen el ombligo del mundo, en su soberbia, petulancia y vanidad, en su descarado afán de protagonismo, desde el que desprecian a los demás, sintiéndose superiores tras una máscara de solo aparente humildad, bonhomía, solidaridad y bla bla bla con los pobres. Pasteleo: son pequeñoburgueses; son la vanidad personificada, y su afán de protagonismo llega a las estrellas. Se creen que se lo merecen todo y que los demás deben aplaudir invariable y en todo momento sus ocurrencias orales o escritas.



Por último, en quinto lugar estarían todos los que, tan pecadores y falibles como los adscritos a los cuatro sectores o sensibilidades eclesiales anteriores, reconocen que el Papa sigue siendo Benedicto XVI. Aceptan el Concilio Vaticano II, aceptan a los papas de este Concilio. Ni que reconocer habría que con este sector o grupo es con el que me identifico plenamente. De manera que lamento que algunas personas que me lean, y así lleguen a conocer mi posición eclesiológica actual -que por otra parte es la de siempre, cum Petro et sub Petro-, puedan sentirse desilusionadas con mi ubicación eclesial, si es que de mí esperaban otra clase de lealtad.  Comoquiera que sea, cum Petro et sub Petro (en la persona de Benedicto XVI) es como deseo vivir mi fe católica, apostólica y romana, con esperanza y caridad sobre el muy proceloso vaivén de estos tiempos de apostasía máxima que, sin duda, parecen los tiempos últimos, apocalípticos, preparusiacos.



Postdata. Ya fuera de los límites visibles de la Iglesia, también habría que considerar a todos los que, siendo legión desperdigada por la vieja piel de toro llamada España, viven al margen, a menudo totalmente, del sentir de la Iglesia. Serían todos esos hijos e hijas alejados a los que la propia Iglesia, siempre madre y maestra, considera sujetos para la nueva evangelización. Personas, personajes y personajillos que, en vez de construir el Reinado Social de Cristo, o lo que es lo mismo, el Reinio de Dios y su justicia (la Ciudad de Dios agustiniana), construyen la Ciudad Secular, el antirreino de Dios. Son los Pedro Sánchez de turno que por trepar, enriquecerse y sentir la erótica del poder están dispuestos a lo que sea, incluso a prometer el llamado bono joven o bono cultural de 400 euros a los jóvenes a las puertas de cumplir los 18 años, en un descarado intento de comprarles el voto, su primer voto, su estreno democrático. Son los Antonio Miguel Carmona de turno y su fraudulenta ética socialista, que se diluye como un azucarillo en el café cuando alguna puerta giratoria y eléctrica asoma con sus muy tentadoras antenas. Son el Pablo Iglesias, el Errejón, el Kichi, la Teresa Rodríguez, la Adriana Lastra, el Gabriel Rufián, la CUP, el Alberto Rodríguez y la Colau de turno que, de no ser por la politiquería a la que han llegado, casi siempre con malas artes, con el propósito principal de trincar, no serían como mucho sino vocales de una asociación de vecinos. Son las Irene Montero de turno que, carentes de cualquier argumento que merezca tal nombre, no condenan las agresiones sexuales a mujeres cuando estas no son progres, podemitas y sí más bien parecen ser simpatizantes de lo que ellas mismas llaman "extrema derecha fascista" (en descarada referencia a Vox), y además son cometidas por manadas de ilegales, casi siempre magrebíes. En tales casos, a estas bocaburro (la expresión la tomo prestada del léxico insobornable del comunicador tinerfeño Pepe López) lo que les da es por criticar el fascismo y la extrema derecha (en descarada referencia a Vox) que amenaza la democracia en España, que amenaza las libertades constitucionales... cuando en verdad los únicos que amenazan la libertad, la justicia social y los valores constitucionales y democráticos son los filoetarras, los separatistas catalanes y los podemitas con sus ya 15 cargos públicos, que se dice pronto, imputados por lo social, lo civil y lo penal. 



Y no lo perdamos de vista ni un segundo: en Canarias hay un llamado “pacto de las flores”, que ponderan sus adalides como pacto de progreso y de cambio para Canarias. Se trata de un pacto de gobernabilidad firmado por PSOE, Nueva Canarias, Sí Podemos y Agrupación Socialista Gomera, partido este último del gran cacique Casimiro Curbelo, quien resulta que tiene la llave de la gobernabilidad en Canarias. En fin, todo esto en vísperas del Día del Pilar y de la Hispanidad, de modo que ¡viva la madre del Señor, quien es el camino, la verdad y la vida, el Hijo del Dios vivo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que es el Dios Uno y Trino! Y viva la Hispanidad frente a la mezquina y fraudulenta Leyenda Negra en la que creen personajes como Andrés Manuel López Obrador (AMLO para los amigos), actual presidente de mi admirado México, ¡y el mismísimo Jorge Mario Bergoglio parece creer también, madre mía!




1No hace ninguna falta reconocer que monseñor Carlo María Viganò sabe mucha más teología que yo y que probablemente sea mucho mejor católico que quien estas líneas escribe. Y tan amigos. No me gustan sus formas que me parecen conservadoras, ni que al parecer haya que preferir llamarlo “excelencia, eminencia”, pues considero que lo más evangélico es lo que reivindicaban los obispos que tras finalizar el Concilio Vaticano II firmaron el llamado Pacto de las Catacumbas (entre estos estaba el famoso Dom Hélder Cámara). A saber: “Como obispos nos comprometemos a llevar un estilo de vida sencillo, modesto, alejado de las formas de poder. Un modus vivendi y modus credendi que no aparezcan como distantes, imperiales, principescos, clericales, clasistas. Nos comprometemos a vivir sencillamente en medio de la comunidad del Pueblo Creyente”. Esto un obispo como nuestro estimado Ramón Echarren se lo tomó en serio, de manera que a todos decía que lo tutearan (llámame Ramón, solía decir), por más que luego fumara en toda tu cara cigarrillos muy elegantes y caros, incluso aunque te molestara el humo, o se alineara claramente con la socialdemocracia. Tampoco estoy reivindicando el tuteo generalizado a los eclesiásticos, menos a los obispos y cardenales, solo que considero que llamar monseñor a un obispo ya es suficientemente respetuoso, o llamarlo don Fulano o Mengano. No más. El 99,5% de mis alumnos me tutea, todo el mundo me tutea, casi todo el mundo. Y siempre he imaginado que si yo fuera o hubiera sido cura, me seguiría gustando que me tutearan y que nada me impediría o habría impedido entrar a una cafetería a tomarme un café o una cerveza, de cuando en cuando, ni habría dejado o dejaría de seguir las músicas y el cine que me interesan y gustan. Pero a lo que íbamos: no comparto su rechazo del Vaticano II y de la reforma litúrgica resultante de este (es la postura teológica y eclesiológica de D. Carlo María Viganò), pero sí que me convencen sus críticas permanentes a la deriva de la Iglesia actual sumida en la apostasía y el caos doctrinal, litúrgico y disciplinar. Y me convence su permanente crítica a la doctrina católica adulterada de Jorge Mario Bergoglio. No obstante, ¿cuántos obispos valientes como Viganò hay actualmente en la Iglesia? Escuchas y lees a este o a aquel o a aquel otro, y todos coinciden en cerrar filas en torno a quien es, para Viganò, el máximo responsable actual del extravío de la Iglesia. Y lo que es aún peor: si te alineas con alguien como monseñor Viganò, por más que no del todo por su filolefebvrismo pero sí que al menos en su encendida crítica al desastre de esta jerarquía que parece servir no a Cristo y su Iglesia sino al Nuevo Orden Mundial, entonces barruntas lo peor, porque temes que desde la propia Iglesia te vayan a desacreditar, a desautorizar. Naturalmente, los dizque católicos encendidamente vanidosos, prepotentes, soberbios, patológicamente narcisistas, en su descarado y deleznable afán de protagonismo y de creer sabérselo todo también van a pasar olímpicamente de uno, que para eso te miran con total desprecio.

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