viernes, 24 de julio de 2020


Mientras te van implacable e inmisericordemente maltratando, con sus tóxicos y manipulativos tentáculos van inoculando o descargando una suerte de somnífero que posibilita que otros miembros del entorno de la víctima (familiares, amigos, próximos de varia circunstancia...) se crean que la víctima inocente es el verdugo, el psicópata o el narcisita, el abusador, y que la desgraciada víctima es culpable o, en el mejor de los casos, merecedora del implacable castigo psicológico que recibe.


El mundo al revés: como un árbol con sus hojas enterradas como raíces y sus raíces al aire. El colmo por lo que dice a la aniquilación de la psique de la víctima, perpetrada tal aniquilación con sibilina y cínica impunidad por estos auténticos desgraciados y desalmados incapaces de sentir el más mínimo sentimiento de culpa y el más elemental de los remordimientos cuando lastiman, dañan y martirizan a sus víctimas.
Fríos, calculadores e implacables, desalmados (sin alma), para llenar su espantoso vacío interior vacían emocionalmente a sus víctimas. Para seguir engrandeciendo su falso yo endiosado se empeñan, ayunos de cualquier sentimiento noble y de piedad, en cosificar, lastimar, humillar, infravalorar, insultar, mentir, manipular, hostigar y calumniar a sus víctimas. Para sentirse importantes, irreemplazables, impecables, insobornables e intachables, minusvaloran al prójimo, especialmente a las víctimas empáticas a las que vampirizan emocionalmente, para así extraer de ellas el combustible emocional que necesitan. Para sanar la bajísima autoestima de su yo real y herido (arrinconado sabe Dios en qué lugar o espacio remotos de la infancia), le espetan a todo quisque que ellos son grandiosos y que merecen aplauso permanente, adoración y tributo, pleitesía. Reconociéndose intocables y perfectísimos, no toleran la más mínima crítica, ni piden perdón jamás de sus excesos, errores o faltas morales y de conducta, al tiempo que exigen y exigen a los demás que asuman en todo momento todas las culpas y todos los errores posibles.
Y encima, para más inri, cuando decides no hablar con ellos y se acaban enterando de tu decisión, tienen el cinismo y la poca vergüenza de sentenciar que rehuyes esos diálogos (por lo demás, de sordos o de besugos) "porque te sientes dialécticamente inferior a ellos", "porque has de reconocer que te han superado con argumentos en buena lid".

Ante lo cual uno no sabe si reír o llorar (o salir corriendo, mejor, que es la recomendación de Robert Hare y la de prácticamente el 100% de los estudiosos y víctimas de estos asuntos de psicopatías). ¡Que esto justamente lo piensen y se lo crean encima personas que detestan la verdad y las reglas básicas de todo diálogo que se precie; personas que ni reconocen en su interlocutor a una persona digna de respeto sino a un rival o presa a que vencer a toda costa, cueste lo que cueste, incluso usando para tal fin toda clase de trampas, marrullerías, mentiras, manipulación y juego sucio!

No hay comentarios: