El papa Francisco, acompañado por la curia vaticana, de ejercicios espirituales cuaresmales, dirige la mirada de la fe al profeta Elías; mejor dicho, dirige la mirada al Dios trinitario, tomando inspiración en la fe veterotestamentaria de Elías, ejemplar testigo de la fe del pueblo de Israel, primer depositario de las promesas del Señor, de la Primera Alianza. Predica un religioso carmelita italiano que se llama P. Bruno Secondin…
Como casi siempre en la vida cristiana, lo que está en juego es el reto entre la teoría y la praxis. Desde la “teoría”, con el profeta Elías, con el conjunto de profetas mayores y menores y con toda la Revelación en peso, conocemos que en efecto los preferidos por Dios son los pobres, los que sufren, los marginados, los perseguidos por causa de la justicia y de su fe (verbigracia, millones de cristianos en territorios por todo el mundo en que hoy día son minoría).
Pero en la práctica, falla el Papa y falla el último monaguillo de la parroquia más alejada y “periférica” del orbe. Fallamos todos los miembros de la Iglesia. Y falla “en su conjunto” toda la Iglesia que, en vez de promocionar militantes, o sea, evangelizadores entusiasmados con Jesucristo y con su Iglesia en fidelidad así pues al Evangelio, la Tradición y el Magisterio, promociona burócratas amoldados al espíritu del mundo, trepas, arribistas, carreristas, figurones, secularistas, demoledores de la fe, apóstatas, tibios (“A los tibios vomitaré de mi boca”, dice el Señor), feministas proabortistas (he conocido a algunas de estas, por años y lustros viviendo en lo profesional de la Iglesia, mordiendo así la mano que les daba de comer), antimilitantes, antinatalistas…
Este es el “cáncer” de la Iglesia, la piedra de escándalo en la que todos tropezamos, más o menos, como víctimas y a la vez victimarios, en una media que solo Dios puede conocer en verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario