- Quién como Dios:De entrada, juegas con ventaja, porque yo ignoro todo sobre tu identidad; quien estas líneas escribe, con aciertos y errores en sus opiniones y desde el temor y temblor propio de vivir esta vida en este mundo…Tu reflexión sobre esas interioridades del Vaticano II está fundamentada, demuestra sólidos conocimientos. Chapó. Empero, mi referencia al Concilio Vaticano II solo fue para advertir que me parece excesivo condenar-satanizar a algunos que fueron sus principales teólogos peritos. Cosa que hace un forista muy asiduo a estenido o web. Quien no en balde se considera a sí mismo lefebvriano, por eso.Y asimismo, ante un comentario despectivo hacia un mi comentario anterior por parte del forista Batman -y yo creo que de paso despectivo hacia mi persona; a saber quién es Batman, hasta un obispo podría ser, quién sabe, o un sobrino-bisnieto del dominico Garrigou-Lagrange, puestos a suponer…- , yo quise asimismo intervenir, nada más.El Concilio Vaticano II es uno más, por supuesto, de entre todos los concilios celebrados por la Iglesia en 2.000 años de historia, y es acaso el menos dogmático de todos ellos. Vale. Pero hay contumaces negadores-conculcadores del Vaticano II que aprovechan su rechazo a ese concilio ecuménico para arremeter y hasta satanizar-condenar a algunos que fueron sus cabezas pensantes más destacadas, negándoles todo, hasta que su fe en Cristo y en la Iglesia fuera sincera. Vamos, claramente: los acusan de haber sido satánicos.Buena tarde
- Luis. henriquez.¿Qué se entiende por no aceptar el Concilio Vaticano II? ¿No aceptar la validez (entiéndase legalidad) del Concilio? Creo que en este sentido el Concilio no se cuestiona. Cierto es que en él se produjo un movimiento de revolución ya desde la primera sesión, con la intervención del Cardenal Liénart fuera de la legalidad conciliar y con prohibición expresa de la presidencia. El propio Liénart, consciente a posteriori de las consecuencias de sus actos, afirma en sus memorias: “Yo hablé solamente porque me encontré constreñido a hacerlo por una fuerza superior, en la cual debo reconocer la del Espíritu Santo”. El mismo Espíritu que impulsó a San Juan XXIII a convocar un Concilio y un sínodo (el Romano I), que según el propio Papa debía ser prefigura y realización anticipada del mismo (alocución de San Juan XXIII al clero y a los fieles de Roma del 29 de junio de 1960) y la encíclica “Veterum sapientia”, promulgada solemnemente en San Pedro ante todo el Colegio Cardenalicio (duró menos que la alegría en casa del pobre), movió a Liénart y sus colegas a promover un Concilio en el que sus conclusiones, y consecuencias, se parecen al imaginado por el Papa como un huevo a una castaña. Ahora se sabe, casi con seguridad, que el amigo Liénart mintió como un bellaco. Escribe Jean Guitton (miembro de la Academia Francesa. (Paul VI secret, Paris 1979, p. 123), una confidencia del Cardenal Tisserant (Decano del Sacro Colegio), ante un cuadro sacado de una fotografía en la que aparecen él y otros cinco cardenales: “Este cuadro es histórico, o más bien simbólico. Representa la reunión que habíamos mantenido antes de la apertura del Concilio, y en la que decidimos bloquear la primera sesión rechazando las reglas tiránicas establecidas por Juan XXIII”. El resto del Concilio fue por el estilo. Propuestas rechazadas por mayoría se debatieron por bemoles (me suena de algo el último sínodo de la familia). Desaparición de 334 firmas de padres conciliares que pedían una condena expresa del comunismo; condena que no podía hacerse al haberse comprometido, en este sentido, Juan XXIII con el metropolita Nicodemo de la Iglesia Ortodoxa (agosto de 1962 en Metz, Francia); compromiso del que se conocen todos los detalles por rueda de prensa de monseñor Schmitt, obispo de la diócesis. El representante de Juan XXIII fue el traidor Tisserant. Hoy se sabe por carta de su secretario, monseñor Georges Roche, que la iniciativa de los encuentros fue tomada personalmente por Juan XXIII a sugerencia del cardenal… ¡Montini! Y así un largo etc.Yo no dudo, por ejemplo, de que el Papa Francisco sea Papa. Sí dudo de muchas de las cosas que dice, según él mismo, en ejercicio de su magisterio. Puesto que el propio Concilio declaró que su carácter es pastoral y que solo existe obligación de creer los dogmas ya definidos que se contienen en él, no veo por qué el no aceptar, o incluso rechazar de plano, algunos de sus enunciados pastorales sitúa a nadie fuera de la Iglesia. Cosas hermosas tiene, cierto es. Pequeñas gotas de veneno mezcladas con altas dosis de ambigüedad premeditada, también. “Lo expresamos de una forma diplomática, pero después del Concilio extraeremos las conclusiones implícitas” (P. Shilleebeechs en la revista holandesa De Bazuin n. 16. 1965: Traducción francesa en Itinéraires n. 155 (1971, p. 40). Se dio la paradoja de que la propia Lumen Gentium tuvo que ser acompañada de una nota explicativa previa, para aclarar la prevalencia del Papa sobre el Colegio Episcopal.El día que se admita un syllabus de errores y se eliminen esas gotas de veneno que, como un pequeño grano de plomo, han enveneno la sangre de todo el organismo, algunos aceptaremos el Concilio en todos sus aspectos.
- 26 de marzo,2015. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor,bloguero, militante social
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miércoles, 25 de marzo de 2015
"Ahora vemos como a través de espejos"
jueves, 19 de marzo de 2015
"Sobre setenta veces siete"
En sus discursos, homilías, mensajes pastorales diversos e incluso puede que en algunas de las muchas entrevistas que concede, el papa Francisco ha confesado la certeza de que el infierno existe. Vacío o no vacío, según deseo del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar ("Creo en el infierno, mas confío en que esté vacío", llegó a decir el gran teólogo católico), Francisco parece fuera de toda duda que cree en su existencia. Hasta el extremo de que hace algunos meses, con palabras enérgicas conminó a los mafiosos italianos a cambiar de modus vivendi, a arrepentirse y dejar el crimen, bajo la amenaza del infierno o condenación eterna.
Mas católicos hay que ya han juzgado y condenado sumarísima e irreversiblemente al santo padre Francisco: sea anatema todo el que sigue a Bergoglio -como no lo consideran Papa, ni siquiera lo llaman Francisco-,y su falsa doctrina herética, relativista, sincretista, equívoca, mundana, populista, inmanentista, en definitiva, apóstata: vía segura para ir de cabeza al hades.
Es lo que hay. Y para que no se pierda de vista, aquí queda.
Postdata: a la luz de esta predicación del papa Francisco sobre el infierno, mi sensibilidad evangélica coincide en afirmar, en efecto, que lo cristiano es no desear la condenación eterna de nadie. Digo no desearlo, por más que podamos suponer que Fulano de Tal, conocido por sus horrorosos crímenes y pecados, pongamos, parece firme candidato a la condenación eterna. Solo que, insisto, ni siquiera debemos desear la condenación eterna de criminales de la peor ralea, toda vez, por cierto, que ya creemos saber que es Dios quien hará justicia a cada persona.
Mas a menudo, papa Francisco, son tantos malos ejemplos de los eclesiásticos, son tantos nepotismos, hipocresías y mundanismos de los pastores los que están en la génesis de tantas crisis y desafectos hacia la fe católica y hacia la Iglesia. Porque sí, admito que yo que estas líneas escribo debo dar cuenta de mis actos, debo perdonar yo, en lo que de mí depende, de acuerdo, pero ¡qué mal ejemplo dan muchos eclesiásticos que precisamente predican del perdón y son los primeros que no perdonan, los primeros que te desprecian, que te miran por encima del hombro, los primeros que practican el nepotismo, mal secular de la Iglesia! 
19 de marzo, festividad de san José. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social
martes, 16 de septiembre de 2014
"Luz entre las tinieblas"
¿Es correcto enfocar el problema en Bergoglio?.
Porque fuera de los lectores de este blog, todos los católicos están muy contentos con Francisco. Es lo que esperaban. Ratzinger no les gustaba, no lo entendían. Ni siquiera apreciaban sus cosas progres -como la comunión a Roger de Taizé-, porque eran demasiado rebuscadas para el público masivo. La gran masa católica estaba esperando a Bergoglio, o a alguien así. Si no hubiera sido Bergoglio, hubiera sido otro. Menos grasa, menos populista, menos porteño, pero en el fondo lo mismo. La gran masa de católicos no tiene ganas de oponerse al matrimonio gay. De hecho no sabe por qué habría que oponerse a eso. La gran masa de católicos no entiende por qué demonios está prohibido fornicar, y el uso de esa palabra le resulta de pésimo gusto. La gran masa de católicos sabe que los anticonceptivos están para usarse, y que eso está bien, punto. La gran masa de católicos no sabe lo que es el pecado original, y no se quiere enterar, y ha convertido el bautismo en un hecho social desprovisto de cualquier otra significación. La gran masa de católicos ni siquiera sabe bien qué es el pecado. La gran masa de católicos está convencida de que el Infierno era un invento medieval para dominar las conciencias, y que hace rato ha sido derogado. Para la gran masa de católicos el mal es destruir el planeta, discriminar, y ser fundamentalista (que no saben qué es, pero sí que intuyen que debe ser algo horrible).
Con lo cual, no sé si el problema es Bergoglio. El problema me parece que es que la Iglesia Católica se ha convertido en otra cosa, y nosotros nos aferramos a los pocos signos que nos hacen creer que sigue siendo Católica (algunos obispos pasables, algunas liturgias dignas, algún sermón ortodoxo). Pero esos signos no dejan de ser especies en extinción toleradas en reservas ecológicas. La evidencia parece indicar que la Iglesia Católica ha dejado de ser Católica, para todos los fines prácticos. Con Bergoglio o sin él. Eso si, conserva la Sucesión Apostólica, y las promesas hechas a Pedro, y a eso habremos de aferrarnos.
Difícilmente en menos líneas se puede decir más y mejor. La radiografía del catolicismo actual que ofrece el forista Javier es certeramente nítida, nítidamente certera: el catolicismo de las masas es, en efecto, lo que dice el opinante argentino, compatriota del que ocupa actualmente la silla de Pedro. Es decir, Iglesia mundanizada, descatolizada.
O lo que es lo mismo: obispos que ejercen de burócratas, más que de episcopos (etimológicamente, el que supervisa). Mentalidad antinatalista incrustada en la conciencia de casi todos los católicos jóvenes o en edad fértil, incluidos, por supuesto, no pocos de los seglares que se ganan la vida en lo profesional gracias a la Iglesia católica (¿o no es así, monseñor Cases Andreu?, ¿en tu diócesis no es así?). Y esto lo saben los curas y los obispos, y según muestran sus hechos, más bien pasan. Pérdida del temor de Dios, en efecto, del temor a la posibilidad de la condenación eterna, tenida por un invento de los curas para atemorizar en pasados siglos oscuros al Pueblo ignorante a menudo analfabeto; o en el mejor de los casos, confianza buenista en Dios, que al final salvará a todos y a todas. Esto es, la conocida cita del gran teólogo Hans Urs von. Balthasar, mentor teológico de san Juan Juan Pablo II y de Benedicto XVI, alma máter de la revista Conmunio, desde un primer momento tenida por opuesta a Concilium, más escorada hacia el progresismo, no en balde la otra gran revista de investigación teológica: "Creo en el Infierno, mas confío en que esté vacío". La masa católica no sabe ni quién fue H. U. v. Balthasar; a decir verdad, no conocen ni que existió un tal Hans Urs von Balthasar ni muchos de los que viven en lo profesional de la Iglesia católica, y empero a mí no me has querido ni recibir, Cases Andreu, qué fuerte, ni recibir, en tanto a un excura gay lo has mantenido como docente de Religión católica en la escuela pública cursos y más cursos. De modo que ignorando muchos y muchas todo sobre alguien como el cardenal electo H. U. v. Balthasar, sí que coinciden muchos en un mismo deseo, ya digo que sin conocer ni de oídas al gran teólogo suizo: "Yo Fulanito de Tal o Menganita de Tal vivo como si Dios no existiera, paso de todas esas movidas y falacias, pero eso sí, al final Dios me salvará, porque yo ni robo ni mato..."
Y a mí no me has querido ni recibir, monseñor, a mí que soy militante ingenuo pero deseoso de ser fiel al Evangelio, la Tradición y el Magisterio. Qué fuerte: la Iglesia atestada de trepas, arribistas, mediocres políticamente correctos, antinatalistas, laicistas, medradores, tibios ("A los tibios vomitaré de mi boca", exclama el Señor), feministas proabortistas, mundanizantes... y a un servidor, monseñor, ni agua. Solo que ya a estas alturas no me sorprende casi nada: he aquí el quid de la cuestión o nudo gordiano: la gente ya no cree, se ha perdido la fe. La han perdido hasta no pocos eclesiásticos: la Apostasía generalizada, a saco en la propia Iglesia. Que más que luz del mundo, como proclama el Concilio (cfr. Lumen Gentium), en exceso aparece como ensombrecida, la Iglesia, por las tinieblas del mundo.
El humo de Satanás según diagnóstico o vaticinio del próximo beato Pablo VI, el papa culminador del Concilio, metido a tope en la Iglesia.
Y entretanto el Demonio a lo suyo, que es engañar; engañar para llevar a la perdición: lo lleva en su entraña, es su razón de ser: si Dios desea la salvación de la humanidad entera, Satán justo desea lo contrario.
15 de septiembre, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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