Por esto que denuncio, santo padre, considero que mucha gente ha acabado harta de la Iglesia. Y yo que estas líneas escribo, santo padre Francisco, precisamente a la luz de su predicación diaria matutina, no he acabado harto de la Iglesia, no, por más que algunos amigos por ello mismo, por este no acabar yo harto luego del desengaño por los palos recibidos, ya me califican de idiota, de tonto del capirote. No he acabado harto de la iglesia, querido papa Francisco, siervo de los siervos de Dios, pero sí que he acabado no poco desengañado ante tanta hipocresía eclesial, ante tanto nepotismo, ante tanto servilismo a intereses terrenales, partidistas o de clan, ante tanta distancia entre lo que el Evangelio y el Magisterio enseñan y lo que el cura y hasta el obispo de turno acaban decidiendo que se haga...
Como los más fieles y "sufridos" lectores de este mi blog conocen, y como conocen algunos míos e íntimos, aunque por supuesto sé o reconozco que usted nunca va a conocer esta circunstancia de mi vida, a mí la Iglesia que peregrina por España, pero especialmente por la Diócesis de Canarias, me ha jodido mucho y bien que me ha jodido. Y por esa jodienda misma que ha perpetrado contra mí, ahora mismo aquí y ahora a la luz de sus palabras, papa Francisco, no termino de aprehender por qué no he acabado también yo harto y asqueado de esta Iglesia.
Harto y asqueado de una Iglesia que no ha querido valorar en absoluto el que yo renunciara voluntariamente a un trabajo cuando ingresé en el Seminario Diocesano de Canarias, hace ya 12 años, como tampoco ha querido valorar en absoluto mi trayectoria militante de 25 años en organizaciones apostólicas y solidarias, ni tampoco una cierta cultura interdisciplinar que he ido atesorando (filosofía, literatura, teología, personalismo comunitario, arte, cine, música, anarquismo, movimientos sociales, historia de la Iglesia...), y ni siquiera el hecho de que sigo creyendo en el matrimonio cristiano militante, o sea, solidario, espiritual, y generosamente abierto a la vida.
Y habiendo pasado de mí todas y cada una de las autoridades eclesiásticas a las que he venido pidiendo ayuda en los últimos nueve años de mi vida, papa Francisco, al tiempo que presto atención a sus exhortaciones, a su enseñanza toda, sigo observando cómo la misma Iglesia que ha pasado olímpicamente de mí y que incluso me ha difamado mucho y que me ha cerrado todas las puertas, sigue apostando por promocionar a trepas, burócratas, figurones, antinatalistas, mundanizantes, antimilitantes, arribistas y meros enchufados que muy poco o nada arriesgan en el camino de la fe...
De modo que toda esta situación eclesial que yo mismo o propio creo haber sufrido en carne viva, querido santo padre Francisco, es la que a menudo me hace considerar que cómo es posible que en efecto yo no haya acabado harto, asqueado y hasta enemistado de la Iglesia. Un misterio, desde luego...