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martes, 30 de julio de 2019

"Un apunte sobre una especie postmoderna de falsa compasión"



Mientras la ciudadanía de manera harto mayoritaria no tome conciencia de la imbecilidad o estupidez que entraña el animalismo, estamos y estaremos perdimos ante el embate de los politicastros podemitas, sociatas o comunistoides, tanto monta monta tanto, quienes son falsamente solidarios y son sobre todo ateos, es decir, no aceptan el orden natural creado por Dios, que sitúa al hombre en la cúspide de la pirámide.

Por esto precisamente se declaran animalistas, por esto son antihumanistas, aunque vayan demagógicamente de muy solidarios con los pobres y bla bla bla. Es todo pose, mentira, demagogia.

Podemitas, sociatas, comunistoides, izquierdistas de todo pelo se unen a los animalistas al objeto de vertebrar leyes supuestamente compasivas con el sufrimiento animal, pero estas mismas huestes no mueven un solo dedo sino todo lo contrario (esto es, coadyuvan a su pleno funcionamiento en nuestras sociedades ya degradas al máximo) para acabar con el aborto, con el desierto demográfico que asola España, con las amenazas a la unidad de la patria que suponen los separatismos catalán, vasco, gallego o hasta canario, con los ataques a la dignidad humana y a los cimientos de la civilización cristiana que comportan ideologías como el feminismo supremacista, la ideología de género, el activismo LGTBIQ y la inmigración invasiva al dictado del Nuevo Orden Mundial con su Plan Kalergi, Club Bielderberg, etcétera.Resultado de imagen de animalismo

Darían pena estas huestes izquierdosas de supuestos compasivos hacia los animales y más que supuestos solidarios apasionados por la justicia social en pro del género humano, pero sobre todo causan consternación, rabia, toda vez que sus propuestas ideológicas, en este caso vinculadas a la necedad del movimiento animalista, contribuyen a deshumanizar la sociedad aún más a tope, a secularizarla hasta límites insospechados, a descristianizarla aún más si cabe.

Esbirros al servicio del Nuevo Orden Mundial sabiéndolo o sin saberlo, asimismo sabiéndolo o no sabiéndolo ejecutan sus movidas ideológicas propias de la Ciudad Secular contraria a la Ciudad de Dios (cfr. Agustín de Hipona), al servicio del advenimiento del Anticristo.


30 de julio, 2019. Luis Henríquez Lorenzo:profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.





sábado, 2 de junio de 2018

"Amor de madre (mundo perruno)"
 
 
 
 

Varios artículos de mi autoría, en su momento publicados en bitácoras de Internet y de manera permanente subidos a mi propio blog, exponen bien a las claras mis reservas y mis distancias con respecto al movimiento animalista. Sin embargo, una cosa es no identificarse uno con los postulados de la ideología animalista, siendo que uno ni siquiera es vegetariano, y otra bien distinta -o esto supongo- es no estremecerse, emocionarse y por supuesto indignarse ante noticias como esta leída por mí en una publicación digital. Veamos: 
 
 
<<Cala es toda una madraza. Estuvo horas ladrando y llorando junto a un contenedor de basura y cuando los vecinos fueron a mirar qué ocurría, se encontraron con la sorpresa: sus 5 cachorritos en una bolsa de plástico. Alguien los había tirado allí y la madre no quiso separarse de ellos.
Cuando los tuvo junto a ella, Cala comenzó a atenderlos. Los amamantó, los dio calor y los lavó cuidadosamente. Ha logrado que dos de los cachorros se salven, pero tres han muerto.
Un vecino de Poio (Pontevedra) está siendo investigado por un presunto delito de maltrato animal>>.Resultado de imagen de perra cachorritos
 
 
Desde luego, no es mi intención juzgar sumarísimamente al autor de esta acción, toda vez además que ignoro completamente las circunstancias que rodean el caso. Ignoro asimismo o en última instancia la intención de quien abandonó a esos cachorritos en un contenedor de basura. Porque además puede haber eximentes, causas que expliquen en alguna medida tal tal hecho que, de una primera impresión, nos parece indigno de que lo haga una persona.
 
 
Indigno de que lo haga una persona, sí, sin duda, aunque todo en esta historia nos haga suponer culpabilidad dolosa por parte del individuo o individua responsables. Y si en efecto, como nos tememos la persona que abandonó los cachorros en un contenedor de basura "a la vista" de la mamá perrita lo hizo con "premeditación y alevosía", ¡qué falta de humanidad la de tal persona!, ¡qué falta de personeidad!Resultado de imagen de perra con sus cachorros
 
 
En efecto: al menos a mi juicio, los animales no son propiamente sujetos de derechos ni de deberes, como que no son sujetos morales, pero desde luego, sí que merecen respeto, merecen no ser tratados como simples cosas, como objetos de usar y tirar, ¡pues son seres vivos, criaturas de Dios, tienen un aliento de ánima, como se atrevió en su momento a señalar el papa san Juan Pablo II! Más allá de la cuestión disputada sobre el alcance y la conciencia del animal ante la realidad del sufrimiento en sus carnes o en carne propia, lo cierto es que un hecho como este clama al cielo. ¡Por Dios, ni que no hubiera maneras más humanas de no responsabilizarse del parto al parecer no deseado de una perrita!
 
 
Este episodio me ha hecho acordarme del inmortal Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. En esta obra maestra de prosa poética que siempre agradeceremos al genio del llamado andaluz universal, el autor de La estación total describe el caso de una suerte de curandera o similar que recetara caldo cocinado con carne de cachorritos de perra recién parida, para procurar la cura de un niño enfermo. El poeta pone el dedo en la llaga sobre las ideas supersticiosas e infundadas que pueden llevar a este tipo de prácticas no precisamente corroboradas por la ciencia médica. Y lo hace guiñando un ojo a la perrita, a la que dispensa palabras llenas de ternura, perrita que al final no es separada de sus cachorritos.
 
 
Pues bien: me imagino ahora el contento de la perrita cuyos cinco cachorros fueron a parar al contenedor, por más que finalmente solo sobrevivieran dos de los cinco paridos. Y me lo imagino porque una vez yo mismo fui testigo del siguiente episodio. Hacía yo un servicio de voluntariado por prestación social sustitutoria al  servicio militar, en una protectora de perros y gatos. Un día llega una muchacha, muy guapa, no se me ha borrado su imagen del todo, preguntando por un perro suyo, pequeño que era y que se le había extraviado. Por más detalles que daba del animal, yo ni idea. Pero total, que nos fuimos a una zona del albergue reservada a perros recién llegados. Nada más entrar -también recuerdo esto con sorprendente claridad-, ella, que aún no había llamado a su perro, empieza a escuchar unos ladridos que en principio principian a resultarles familiares. La joven mujer se inquieta, se llena como de expectación... Pasan unos segundos, en que la chica solo habla conmigo, sigue sin llamar a su perro, y caminamos, damos unos pasos. ¡Y antes casi de que la joven pudiera ni pronunciar, entre jubilosa y sorprendida, el nombre de su perro, este que comienza a dar brincos de alegría, una alegría que no le cabía en su cuerpo!
 
 

Ella lo dejó subir a su regazo y el perro... Bueno, se pueden imaginar el resto. El animalito la había olido y escuchado antes de que ella su dueña, la jefaza de la manada, siquiera pronunciara su nombre al entrar en mi compañía el pabellón de los perros recién recibidos por abandono o lo que fuera. Pasada.
 
 


2 de junio, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

martes, 19 de diciembre de 2017

"Oda al rodaballo"
 
 
 
 

Admito sin falsa modestia ni pesar alguno que estoy muy lejos de la grandeza poética de Pablo Neruda en Las odas elementales -sucesivamente ampliadas en Nuevas odas elementales, Tercer libro de odas y Navegaciones y regresos-, y aun por lo que dice al resto de la obra literaria del Nobel chileno, pero si el muy celebrado autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada pudo escribir odas a la cebolla y a otras tantas realidades a menudo propias o constitutivas de la humana cotidianeidad (a la alcachofa, al vino, al libro, al mar, al tiempo...), ¿por qué no titular esta reflexión "Oda al rodaballo", aun a sabiendas de que el título pudiera no ser del todo afortunado o que incluso hubiera de desorientar a más de un lector, toda vez que el meollo y la tesis de esta reflexión giran en torno a la pregunta por Dios, esto es, por el sentido de la vida, o lo que viene a ser lo mismo aquí y ahora, por las razones de ser y el alcance de una ideología que está cada vez más presente en nuestra sociedad con el nombre de animalismo?Image result for animalismo
 
 
 

De manera que en efecto "Oda al rodaballo" puede parecer título frívolo y despistante si consideramos lo que acabo de señalar en el párrafo precedente, pero, desde luego, ante la sola visión del rodaballo al horno que aparece fotografiado en el Facebook de un agregado que tengo, con el que comparto inquietudes sobre el calamitoso estado actual de la Iglesia pastoreada por el papa Francisco, Iglesia despellejada viva por la apostasía...  
 
 
 

Pero bueno, al grano, sin más dilación vamos con el artículo de marras (en cursiva):
 
 
 

El rodaballo es exquisito, uno de los pescados de carne más apreciada, y ciertamente ese gran plato de rodaballo al horno tiene una pinta que le quita cualquier depresión a cualquiera. En verdad o en mi intención, también afirmo esto porque conozco a personas animalistas que -no contentas con llamarnos, no raramente,  asesinos o torturadores a los que comemos productos de origen animal, y torturadores o defensores de torturadores a los que sin ser especialmente aficionados a la tauromaquia ni a las riñas de gallos sí somos al menos defensores de que haya aficionados y cultivadores de las mismas-, se refieren a sus mascotas como "seres queridos que han fallecido o que merecen sepultura". Desde luego, a tenor de sus palabras manifiestan querer más a sus mascotas animales que a sus seres queridos del género humano, por cuyo descanso eterno no deben rezar nunca, puesto que tales animalistas se confiesan ateos o agnósticos en el 98% de los casos, lo menos.
 
 
 
De manera que no rezando por sus seres queridos, puesto que no creen en el destino eterno del alma de las personas, tampoco deben rezar por sus mascotas, y sin embargo dan a entender a menudo que parecen preferirlas, y que las echan de menos, no en vano situándolas en el podio reservado a los seres queridos humanos. En definitiva, ¿hace falta insistir más en lo moral y trágicamente enferma que está esta sociedad, en lo mortecina o mortalmente enferma que está?
 
 
 

A mí me duele como al que más la pérdida de mis seres queridos y me asusta mi propia muerte, a la que no podré escapar y la cual solo desde Cristo el Señor se puede alcanzar a asimilar y comprender en todo su desgarro humano, inevitablemente humano, pero yo cuando en Navidad puedo llegar a comer carne de cerdo, pongamos, u otros productos de origen animal, no me conduelo por los millones de cochinos cebados en España, ni por las gambas arrebatadas al mar, y sí que querría que ninguno de mis seres queridos hubiera fallecido, los echo de menos por momentos, y ni que decir que no querría morirme yo. Porque yo, dicho con don Miguel de Unamuno, ¡no quiero morir!, ¡siento sed de eternidad, de infinito, de Absoluto, sed de Dios! 
 
 
 

Entonces o así las cosas, siendo inevitable la muerte, solo considero la única respuesta que me es dado conocer vencedora de la muerte: Cristo el Señor, Rey de Reyes, Señor de la vida y de la historia. O es más: si pienso en mi afición remota y adolescente por las palomas, pongamos, inmensamente más amor mezclado con un cierto poso de tristeza por haberlos perdido, siento por mis seres queridos fallecidos que por las palomas, los perros, los pájaros o los gatos que yo mismo haya podido tener, criaturas de Dios gracias a las cuales he pasado momentos felices, sin duda, ¡pero no comparemos con la felicidad que nos es dada y a la vez exigida para con las personas! Ciertamente, lo hemos deshumanizado y desvirtuado todo, o casi todo, en un proceso como imparable de desacralización. Dicho y lamentado con el novelista francés George Bernanos: "Un sacerdote menos, mil pitonisas más".
 
 
 

Chapoteando en la actual apostasía radical, trufada de materialismo, paganismo, hedonismo y nihilismo, hemos elevado el necesario respeto a los animales a la categoría de ideología que se atreve a comparar la dignidad de las especies animales con la dignidad solo debida al hombre, que es única, intransferible, porque Dios así lo quiere en su proyecto de creación y de salvación.
 
 
 

Así, desde la chifladura deshumanizante  animalista hay el proyecto de pedir a las administraciones públicas que prohíban el desfile de dromedarios en las Cabalgatas de Reyes, cabalgatas en las cuales Gaspar, Melchor y Baltasar reviven, año tras año, la ilusión de millones de niños y niñas. Alegan que los dromedarios se estresan ante las riadas de personas y de coches y que, ciertamente, no están para eso los dromedarios. Esto es, los pretendidos o reales "derechos" de los animales por encima de tradiciones humanas que, transmitidas de padres a hijos, perviven en la entraña de los pueblos de tradición cristiana. O musulmana, toda vez que ¿alguien se imagina la pervivencia de una sociedad como la de los tuaregs sin la secular presencia del dromedario -al que aprovechan o usan como animal de cabalgadura, de carga, como productor ocasional de leche...-, animal imprescindible aún hoy día para las distancias en el desierto?    



Los animales merecen respeto, merecen que no se les trate como a cosas, merecen que no se les maltrate de manera innecesaria o meramente sádica, pero al no ser sujetos morales carecen de derechos y de deberes; así, es el hombre, varón y hembra, el que debe disponer para con los animales diversos códigos de eticidad.
 
 
 

Creo en la resurrección de los muertos, que es la única fe, entiendo, que nos puede salvar de que la muerte que desgarra y desola tenga la última palabra. Y lo digo yo, quien no termina de asumir el doloroso paso que es la muerte (repetido con José Luis Martín Descalzo: "Morir solo es morir, morir se acaba./ Morir es una hoguera fugitiva./ Es cruzar una puerta a la deriva/ y encontrar lo que tanto se buscaba."), porque ciertamente mi fe en Cristo y en su Iglesia está a años luz de la de una santa como Teresa de Ávila, pongamos, quien se gloriaba de creer y sentir: "Solo Dios basta, muero porque no muero...", o porque siento todavía, nietzscheanamente hablando, mucho apego a la tierra.



Sin embargo, aunque mi fe es débil, a todas luces muy mejorable, me atrevo a proclamar: feliz final de Adviento, feliz Navidad y próspero 2018, feliz Día de Reyes.



21-12-2017. Luis Alberto Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.   

jueves, 27 de julio de 2017

"¿Humanismo o deshumanización? Una perplejidad (o paradoja)"
 
 
 
 

No logro arrancar de mi mente una imagen escalofriante, espantosa. Advierto de su crudeza: se trata del cadáver de un niño peruano como de 11 años devorado por pirañas; el infortunado muchachito, por imprudencia o despiste del tipo que fuera se metió en una charca llena de esos voracísimos depredadores y, al minuto, cuando lograron sacarlo, era, literalmente, un esqueleto del que pendían harapos y una cabeza con ojos desorbitados, salidos de sus órbitas. La viva -pero ya muerta- imagen del horror.
 
 
 

Escenas de desesperación, el llanto inconsolable de algunos familiares y allegados... Dios mío, pienso en el dolor desgarrador y sin nombre y sin consuelo de su familia y resto de seres queridos; mejor: intento hacerme una idea de cuál pueda ser el sufrimiento de todos los íntimos del infortunado niñito peruano. Y al mismo tiempo repito para mis adentros el eco de una queja que es sabido que el poeta Juan Ramón Jiménez espetaba a Dios: Dios, si de Ti creemos que eres todo misericordia, justicia y bondad, ¿por qué permites el sufrimiento de los inocentes?, ¿por qué permites que mueran los niños? Al genial poeta andaluz, Premio Nobel de Literatura, tan neurasténico como crítico mordaz y exigente con la obra literaria ajena, desgarradoras dudas como la anterior lo fueron llevando al apartamiento progresivo de Dios, Cristo, la Iglesia, camino hacia su poesía esencial, desnuda, poesía pura, inmanente y panteísta...Image result for animalismo
 


Empero, mi asombro ahora mismo también es otro, o sea, que no acaba con la impresión que me sigue produciendo la espeluznante imagen que no logro borrar de mi mente. A saber: he compartido la noticia de la espantosa muerte de ese chico peruano con algunas personas animalistas y veganas (y por lo demás, ateas, relativistas, multiculturalistas, laicistas, adeptas al igualitarismo y a la inteligencia emocional, abortistas, feministas, homosexualistas y entusiastas de la ideología de género y de la antropología cultural) y, agárrense los machos, me confiesan que igual dolor les produce la muerte de ese niñito que la muerte de los pollos o de las vacas en los mataderos. Y uno incluso me asegura: "Me preocupa más que se asesinen (cursivas nuestras) focas que el que se practiquen abortos, pues los fetos humanos, al no tener desarrollo cerebral durante los primeros meses de gestación, ¿qué son?, no son personas. Mientras que una vaca siente, sufre y padece, y tiene inteligencia emocional..." 


 
Dito sea Dios, que decían nuestros antepasados canarios de extracción más humilde, ¿cómo puede ser esto?, ¿qué ha tenido que pasar para llegar adonde hemos llegado? Conozco animalistas que entierran a sus mascotas muertas, a quienes ellos (uso con total intencionalidad este pronombre personal tradicionalmente reservado por la gramática a las personas) consideran seres queridos fallecidos. Estos mismos animalistas que conozco insultan a los toreros llamándolos asesinos, machistas sexistas, sádicos, torturadores, criminales, o directamente les desean la muerte o la celebran cuando trágicamente ocurre. Están en contra de mantener gallinas incluso sueltas en un corral al menos para aprovechar sus huevos para el consumo humano, y lo están de aprovechar la nutritiva y dulce miel de las abejas e incluso de cultivar la afición por la colombofilia, la colombicultura y la canaricultura, ¡y de que en Lanzarote y en Gran Canaria aún haya recuas de dromedarios de la subespecie canaria para dar paseos a los turistas y curiosos por las dunas grancanarias y los paisajes volcánicos de la isla conejera! Y teorizan y teorizan como pretendidos expertos sobre el sufrimiento animal, sentando cátedra, cuando no queda claro, científicamente hablando hoy por hoy al menos, que el animal en verdad sufra, pues el sufrimiento podríamos definirlo como una cognición a partir de la experiencia del dolor, y este proceso mental y existencial y moral solo es posible gracias a una inteligencia racional, de la que carecen los animales.  



Me pregunto en voz alta si todo esto es el colmo de la necedad, la estupidez, la insensatez y la deshumanización, y aun es una como caricaturesca suerte de pensamiento Alicia, dicho a la manera del filósofo Gustavo Bueno, fallecido hace un par de años. Es decir, me planteo si toda esta movida no es sino mera antropía atrófica de un pensamiento que, en su deriva, luego de haber desplazado a Dios y al hombre del centro (el hombre como medida de todas las cosas, que es la base de cualquier código ético posible), deviene pensamiento débil que pretende, llevando al extremo la idea del igualitarismo social, la equiparación de todas las especies...

 
 
Mero pensamiento deshumanizador: igualar al hombre (varón y hembra, creado por Dios a su imagen y semejanza...) con el resto de especies animales, no es dignificar a los animales -que no pueden ser dignificados más que con el respeto a su animalidad-, es infravalorar al hombre situándolo a la altura de las bestias; vamos, es una pertinaz negación de la naturaleza humana. En una atmósfera social en la que lo que parece primar es la inversión de los valores morales y culturales de la tradición judeocristiana, el animalismo pretende exhibirse como un seudoideal de baja intensidad y de reemplazo de los grandes relatos  otorgadores de sentido: cristianismo, marxismo, anarquismo.



A mi modo tal vez algo torpe o miope de ver las cosas y los fenómenos, este sentimentalismo ternurista del movimiento animalista empeñado en tratar de imponer a todo quisque la concepción que equipare la dignidad de los animales a la  dignidad y digneidad (reconocido esto con la memoria nutriente del filósofo Xabier Xubiri muy presente o de fondo) del hombre, creado varón y hembra a imagen y semejanza de Dios, es fruto de este dogma de esta misma corriente de pensamiento: los animales merecen ser tratados con igual respeto al debido al hombre porque los animales sufren y sienten y gozan y padecen. No importa que Dios no los haya creado a su imagen y semejanza (aunque sí sean criaturas de Dios ciertamente, portadoras de un "soplo o ánima", como llegó a formular el santo papa Juan Pablo II), no importa que no estén llamados a heredar la vida eterna (los conceptos tradicionales de cielo, purgatorio, infierno...), no importa que carezcan de lenguaje articulado, no importa que no sean en verdad libres ni conscientes, no importa que no sientan sed de saberes, de infinito, de eternidad, de Dios, no importa que no sean sujetos de derechos ni deberes, no importa que no hayan desarrollado un pensamiento racional y simbólico; como sufren, se puede llegar a la monstruosidad de igualar el drama por la muerte del niño peruano devorado por las pirañas al también drama -según la sensibilidad animalista- de la muerte de pollos, corderos o vacas para el consumo humano.


 
Tampoco parece importarles el hecho innegable de la condición depredadora del hombre y su natural tendencia a ser omnívoro. Entonces, como consecuencia de todo este pensamiento animalista desontologizador y deshumanizador, y siempre con el telón de fondo del feminismo, el laicismo, el marxismo cultural, el ateísmo, el homosexualismo y demás ismos de la progresía y su flamante proyecto de ingeniería social de que se nutre el propio animalismo, se llega a los otros "excesos" del animalismo más militante. Por ejemplo, al de llamar asesinos a los toreros al tiempo que se justifica y legitima la práctica del aborto y del homosexualismo. O al extremo de considerar que en efecto no hay pecado, el concepto católico de pecado, pero que si lo hubiera, pecado sí sería cazar (caza menor, mayor, la que sea) o ir a pescar con caña a la orilla del mar, toda vez que en ambas prácticas lo que se da es "el asesinato innecesario de seres vivos inocentes", pero no sería pecado abortar ni sería pecado la homosexualidad.

 
 
Préstese atención a la manipulación del lenguaje: "asesinato" e "inocentes", tradicionalmente referidos al hombre, ahora usados con toda intención como términos o conceptos aplicados a los animales. O lo que es lo mismo: los animales pasan a ser sacralizados a base de antropomorfolizarlos: los animales tratados como si de personas se tratara. Y claro -volvemos como circularmente al principio de esta reflexión-, la conclusión a la que llegamos con todo este pensamiento que desdibuja a Dios para acabar desdibujando al hombre, es justamente  a esta monstruosidad ya referida: el drama y el dolor por la muerte de ese niño peruano devorado por pirañas son moralmente equiparables al drama y el dolor por el sacrificio (ya sabemos que los animalistas tienen tendencia a hablar de "asesinato de seres inocentes") de pollos, conejos, vacas, corderos, faisanes y gallinas para el consumo humano de carne. ¡Menuda mentecatada, como mínimo!
 
 
 
Repitamos: el colmo de la deshumanización. Desde luego, al menos para mí este estado de cosas resulta espeluznante. Entre otras razones, por esta: Europa es un continente secularizado, descristianizado, neopaganizado a tope, en el que la conciencia ciudadana colectiva parece estar anestesiada por el consumismo, el hedonismo, el materialismo injertado con un individualismo inmisericorde. Así las cosas entonces, ¿el movimiento animalista va a servir de aliento o acicate para que Europa por fin comience a despertar de su letargo nihilista y apóstata?


Huelga sentenciar que en absoluto: el animalismo no es más que una grotesca microutopía que trata de suplir, como toda ideología nacida del derrumbe de Dios y los grandes relatos (cristianismo, socialismo marxista y anarquismo) ese vacío de Dios imperante en las modernas sociedades secularizadas. O dicho de manera más gráfica y aun coloquial: a falta del agua buena con que calmar la sed de Dios, el refresco de cola sucedáneo que suponen los animalismos, feminismos y resto de ismos de turno y de reemplazo. Como que ya lo advirtió el incomparable Chesterton: "Cuando el hombre deja de creer en Dios, pasa a creer en cualquier cosa". 
 
 
 
27 de julio, 2017. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.




lunes, 10 de abril de 2017

¿El animalismo es un antihumanismo?




Anteayer sábado, víspera de Domingo de Ramos, moría Adrián Hinojosa, el niño valenciano que soñaba con ser torero. Con tan solo 8 años, por causa de un cáncer, un sarcoma de Ewing. Debido a su enorme afición al toreo -que no comparto, aunque tampoco soy antitaurino: que mantengan la llamada fiesta nacional española quienes así lo deseen: aficionados, profesionales, ganaderos…-, en octubre pasado de 2016 se organizó en su honor un festival en la plaza de toros de Valencia, en la que el niño encabezó el paseíllo, recibió el brindis de los participantes en el festejo y acabó saliendo a hombros de la plaza, como si el niñito, por fin torero, como soñaba, hubiese hecho la faena de su vida, orejas y rabo incluidos y vuelta al ruedo en honor de multitudes. Resultado de imagen de toros fiesta nacional


A raíz de aquella corrida benéfica cuya recaudación fue toda para la Fundación de Oncohematología Infantil, se desató una campaña agresiva en las redes sociales en la que, indeseables y canallas del ámbito animalista no solo se dedicaron a insultar al niño sino que hasta alguno llegó a desear su muerte, tal el caso de dos activistas de las movidas animalistas, de 21 y 33 años respectivamente, detenidos en Guipúzcua y Valencia. E incluso una tal Kelly Valencia Stepona, al parecer fanática animalista, acaba de publicar este tuíter: “Pues qué bueno que se murió ese futuro torturador y asesino de animales inocentes”; he tenido acceso a otros mensajes igual de viles, amorales y desalmados publicados en la red social Twitter, pero por decoro y por no hacerles publicidad que no se merecen prefiero omitirlos.Image result for fiesta toros



Con todo, la cosa sangrante y degradante es que tan pancha parece que se queda la susodicha animalista y tuitera, sin tomar conciencia de la bajeza moral que supone alegrarse de la muerte de un niño de 8 años porque este haya perpetrado el solo delito de soñar con ser torero. Mezquinos y depravados sentimientos que no es la primera vez que tienen asiento en el seno del animalismo patrio: la reciente muerte del torero español Víctor Barrio fue aplaudida por diversas hordas de animalistas que no dudaron en mostrar toda su bilis y todo su veneno antitaurino y, en tales ocasiones, sencillamente antihumano. Manifestando el estadio de ideas o doctrinas que manifiestan, lo que ponen de manifiesto es que para su ideología y activismo poco importa que el hombre (varón y hembra) sea la única criatura creada por Dios a su imagen y semejanza, dotada de lenguaje articulado, pensamiento racional, conciencia, experiencia de la libertad, sed de infinito y de Dios, alma inmortal y por ende vocación a la eternidad, que puede ser en la presencia de Dios o alejado para siempre de Él.    Resultado de imagen de toros fiesta nacional


De manera que yo -vuelvo a declarar que no soy taurino ni antitaurino, toda vez además que si por mí fuese la fiesta de los toros desaparecería, pues nunca voy a los toros, de hecho nunca he ido a presenciar una corrida de toros-, mejor me quedo con la postura del sacerdote y bloguero español Tomás de la Torre (sus bitácoras uno las encuentra en Infovaticana y en Religionenlibertad); según este veterano sacerdote, especialista en medios de comunicación, el mundo del toreo ha estado secularmente ligado a la experiencia religiosa, al sentimiento religioso católico, delicadamente mariano. Y tales certezas suyas las desarrolla en un ensayo de fácil acceso en Internet titulado precisamente La espiritualidad en el mundo del toreo. Resultado de imagen de toros fiesta nacional


Por lo demás o desde luego, hay que ser más inhumano y más puerco que los mismísimos cochinos (cerdos, puercos, gorrinos, chanchos...) para desear lo que llega a desear la Kelly Valencia Stepona esta, qué barbaridad. “Como el toro he nacido para el luto y el dolor” escribe el doblemente celebrado Miguel Hernández (esencialmente celebrado por varias generaciones de aficionados a las letras por su excelencia como poeta, concretamente celebrado en este 2017 por cumplirse el 75 aniversario de su trágica muerte acaecida en una cárcel en el año 1942 en plena España de postguerra) en un genial soneto incluido en su El rayo que no cesa, sin duda uno de los títulos capitales de la poesía española del siglo XX. Cita de ese soneto del genial poeta de Orihuela que traigo a esta reflexión para significar la secular presencia de la fiesta de los toros en la cultura hispana: literatura, cine, pintura, música... Resultado de imagen de toros fiesta nacional


Abundando en estas particularidades literarias, sabido es que el poeta Juan Ramón Jiménez afirmaba que uno de los acontecimientos propios de la condición humana que lo habían llevado a irse apartando del Dios de la tradición judeocristiana de su infancia y primera juventud -todo ello en un proceso que le fue llevando a una suerte de creencia en la deidad de inequívoco y muy singular sello inmanentista y panteísta, de lo cual da cumplida muestra su poesía, sobre toda la correspondiente a su etapa de poesía más pura, hacia el final de la vida creativa y existencial del genial poeta-, no era otro que el azote de la enfermedad y la muerte de los niños. ¿Por qué el Dios todopoderoso y todo bondad permite la muerte de los niños?, se preguntaba el Premio Nobel nacido en Moguer, provincia de Huelva. 


De manera que prolongando la perplejidad juanramoniana y trayéndola a nuestros días, me pregunto yo que cómo es posible que por mucho amor que se les tenga a los animales, jóvenes animalistas haya que han deseado públicamente la muerte del pequeño Adrián Hinojosa. Claro que a los animales hay que tratarlos con el debido respeto que merecen por ser criaturas de Dios, y es legítimo experimentar por ellos un gran cariño y desde luego asombrarnos con los perros por ejemplo con eso tan conocido de "solo les falta hablar" a estos animales que tan impagables servicios prestan al hombre, pero considero que hay una frontera que no se debe traspasar: hay formas del amor y del cariño que son exclusivas de las personas; mejor, que solo han de profesarse las personas entre sí, recíprocamente, toda vez que la especie humana tiene el privilegio de haber sido creada por Dios a su imagen y semejanza. Y ciertamente, traspasar esa frontera luego de haber dado carpetazo a Dios supone el muy probable riesgo de acabar idolatrando a los animales: muerto Dios, idolatramos a las criaturas.


En definitiva, ¿es que desconocen los animalistas este pensamiento de santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico: "La salvación de solo un alma vale más en el plan de Dios que la preservación de la Creación entera"? Me temo que sí lo desconocen absolutamente, y lo conculcaran además, con todo lo que ello implica de negación de la obra creadora de Dios -que hizo al hombre, varón y hembra, a su imagen y semejanza: cfr. Gén. 1, 26-31-, pues si hasta en los estudios teológicos modernos en la generalidad de las facultades teológicas el llamado Doctor Angélico suele ser arrumbado, qué concepto podrán tener de santo Tomás los ideólogos del animalismo, ¿tendrán acaso alguna opinión?     


Mas ahora Adrián Hinojosa, el niño que soñó con ser torero, en la vida misma y más allá de toda consideración literaria, artística y en general cultural, ha “renacido” no para el luto y el dolor que dice Miguel Hernández sino para la vida eterna, ni que recordar que en medio del inevitable dolor que su muerte está causando a familiares y resto de íntimos. Y desde el Cielo seguro que pedirá por la conversión de esa insensata e inhumana Kelly Valencia Stepona, que ha llegado a alegrarse de su muerte. 


Y es que, a todo esto, ¿conocerá la tal Kelly Valencia Stepona la palabra de Dios contenida en Génesis 1, 26-31: "Dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo.' Y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó. Dios los bendijo, diciéndoles: 'Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra.' Dijo Dios: 'Yo les entrego, para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueve en la tierra, les doy para que coman pasto verde.' Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció el día Sexto." 


10 de abril, Lunes Santo, 2017. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.