A propósito de Juan José Tamayo y de José Arregui, invitados a conferenciar en Madrid, no queda del todo claro en qué lugar de la capital de España, aunque algunas fuentes nos informan de que será en la parroquia de san Antón, llevada por el omnipresente e incombustible P. Ángel García, de Mensajeros de la Paz, ultracarismático activista social, hombre solidario, sin duda, comunicativo, vitalista ya a las puertas de sus 80 años, pero sacerdote católico no poco "atípico" …
A mi juicio, los progresistas son aún más demoledores y destructivos eclesiales que los integristas, ni comparación: los modernistas o progresistas atacan la doctrina de la fe, dinamitan la Iglesia desde dentro, la pretenden mundanizar a tope, meten tijera, como nuevos Luteros empeñados en que el mundo juzgue a la Iglesia y le marque a esta su agenda, en tanto el gran heresiarca Martín Lutero pretendió que la Sagrada Escritura (su principio de sola scriptura: sola fides, sola gratia, sola scriptura) juzgara a la Iglesia.
Aunque tampoco me gusta nada el fanatismo de los integristas -para mí fanatismo; igual el equivocado soy yo, para ellos aludidos, sin duda lo debo ser-, tan cegados y obtusos y absurdos filosóficos que sostienen que todos los males de la sociedad y de la Iglesia proceden del Concilio Vaticano II, al que la mayoría de ellos llaman, en el colmo del sectarismo y la deslealtad al Magisterio que tanto pregonan defender, Conciliábulo de Satanás. En verdad, si Martín Lutero planteó el juzgar a la Iglesia toda mediante la sola Sagrada Escritura, y por su parte los modernistas, liberales o progreeclesiales pretenden que sea el mundo el que ilumine a la Iglesia, los integristas católicos (lefebvrianos o sedevacantistas) pretenden juzgar a la Iglesia mediante la Tradición, desvinculada del Magisterio vivo de la Iglesia, pues ellos juzgan que desde Pío XII, último Papa legítimo, no ha habido papas válidamente elegidos (esto lo plantean los sedevacantistas más radicalizados). Una Tradición, en definitiva, no viva sino fosilizada, no dinámica, no abierta al soplo del Espíritu, y sí siempre propensa a las formas, modos, pautas, estilos, ritos y mentalidad de los tiempos de antes. Como si el Espíritu Santo se hubiese ido de vacaciones a partir del año 1958; o lo que sería peor, como si ya no asistiese a la Iglesia, abandonada de la mano de Dios la Esposa del Esposo, más allá de su indefectibilidad prometida por su Señor.
Y encima lefebvristas y sedevacantistas no dan precisamente el mejor de los espectáculos o testimonios de cordialidad, respeto, caridad cristiana, tolerancia debida hacia las ideas del prójimo, búsqueda de lo que une en Cristo y su Iglesia más allá de lo que separa, aunque todo lo que separe sea mucho. Aparte de innúmeros insultos, juicios sumarísimos, ataques ad hominen, condenas absolutas a la Iglesia “conciliar”, enrabietadas e inmisericordemente sectarias críticas a la Roma apóstata y gran puta, condenas sumarísimas a la Novus Ordo Missae (que si herética, ilícita, ambigua, de dudosa validez, que si neoprotestante, sacrílega, cismática, ¡así hablan de la misa que celebra a día de hoy el 99% de los católicos del orbe!) y un largo etcétera, entre ellos se atacan con furor, y no raramente se insultan. Se acusan mutuamente de apostasía y de herejía, con un rigorismo alucinante tan inmisericorde que no perdona ni el despiste de una coma, nada, pues para ser hereje, por lo visto, basta con que no te alarmes porque el famoso pro multis de la consagración eucarística se traduzca por “por todos” en vez de por “por muchos”. Para ser hereje, por lo visto, basta con que admires la labor misionera, médica, filosófica, teológica, musicológica y musical del Premio Nobel de la Paz 1952 Albert Schweitzer (para más inri, pastor protestante), o con que admires a Martin Luther King (pastor bautista negro, o sea, cismático y hereje), y no digamos ya si admiras la obra musical y literaria del cantautor y poeta francés George Brassens, anarquista y ateo: en este caso, te condenan directamente al infierno, en compañía del hereje Hans Urs von Balthasar, por supuesto, demoledor de la Iglesia y uno de los padres intelectuales del Conciliábulo de Satanás que ha desencadenado todos los males del mundo y de la Iglesia, toda vez que además al gran teólogo suizo se le ocurrió afirmar algo tan loco como "creo en el infierno, pero confío en que esté vacío".
Por esta afirmación, sin duda discutible, puede que errada, o siquiera matizable (habría que leer el texto completo en que aparece, etcétera), juzgan toda la vida y obra de una persona, en este caso, el católico y sabio teólogo suizo Hans Urs von Balthasar. Actitud que a mi modo de ver las cosas responde no al modelo de ver, juzgar y actuar auspiciado desde el movimiento obrero de inspiración cristiana y sí más bien al modelo que podríamos denominar con estos latines: post hoc, ergo propter hoc ("después de todo, luego es causado por esto"). Esto es, con un ejemplo: tras el Concilio Vaticano II, los seminarios y noviciados comienzan a vaciarse; ergo, todo la culpa de ese vaciamiento es del Vaticano II, pero toda toda, completamente toda.
6 de octubre, 2016. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.
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