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martes, 21 de enero de 2020


"A la luz de Jordán Bruno Genta"




Con su paisana vasca Concepción Lizárraga, "mi dulce costumbre", don Miguel de Unamuno fue padre de nueve hijos. Se conocieron en Bilbao ambos con 12 años y se casaron con 26. Sabido es, admitida la verdad de los momentos difíciles por que transita cualquier relación de pareja (incluso la Sagrada Familia conoció momentos de turbación, crisis y zozobra), que estamos hablando de un matrimonio totalmente bien avenido, hoy día considerado por cierto muy «a la antigua usanza».


En la actualidad cada vez más impensable, sobre todo en Occidente, por causa de la movida feminista supremacista. Sí: el feminismo supremacista, radicalmente abortista y destilador de odio contra el hombre y el patriarcado, ha mandado al baúl de los recuerdos a mujeres «de otro tiempo» como Concepción Lizárraga, con quien Miguel de Unamuno llegó a estar tan vinculado, fundido, enamorado, fusionado, que a menudo -según confiesa el propio autor de Del sentimiento trágico de la vida- al tocar en el lecho nupcial el muslo de su mujer no terminaba de distinguir bien si era el muslo de ella o el suyo de varón y esposo el que tocaba.


De hecho, a los dos meses y tres días de fallecida escribe el maestro bilbaíno pero transterrado en Castilla estos versos (esta coplilla): ¿Fue ella?, ¿fui yo quien murió?/ ¿Fue ella?, ¿fui yo quien me morí?/ Pues yo no sé quién era yo/ ni quién ella, ¡pobre de mí!

Qué asco de feminismo supremacista, abortista, antihombre, radicalmente ateo o ateizante, ultrasecularizado (pese a la mentira de las progrecatólicas o dizque católicas, que pretenden ser feministas radicales y católicas, cuadratura del círculo que al menos yo no me creo, ni tampoco se la creyera san Juan Pablo II, con permiso), en gran parte culpable del desierto demográfico que vive España, el cual está alcanzando ya cifras tremendamente dramáticas.


Feminismo supremacista, radical o de la tercera ola potenciado por sociatas, podemitas, separatistas, y hasta por vinculados a Ciudadanos y al Partido Popular, con pingües subvenciones salidas de los impuestos de todos los españoles: los famosos chiringuitos fomentadores de la ideología de género, el feminismo supremacista, el marxismo cultural. Feminismo supremacista o la dictadura del laicismo y lo políticamente correcto, todo en nombre de la democracia burguesa, y todo para hacer más urgentes y necesarias las palabras que siguen de Jordán Bruno Genta, padre de familia, filósofo, profesor, mártir de Cristo, nacionalista católico argentino:




Ustedes se dan cuenta de la falacia que representa por ejemplo este falso dogma de la soberanía popular. Esta cosa monstruosa, diabólica, inventada en la Revolución Francesa por los que desterraron la Soberanía de Dios[…]. Y la expresión concreta de esa soberanía del hombre que reniega de la soberanía de Dios, es la voluntad de las mayorías, la omnipotencia del vulgo[…]. ¡Qué espectáculo denigrante, viendo a soldados, sobre todo, dispuestos a ser sacrificados en el altar de la soberanía popular, y sin ninguna disposición para renovar el sacrificio ellos mismos de la Cruz, por ese soberano que es Cristo, Soberano real y verdadero[…]. Y al soberano popular, a ese monstruo, la expresión acabada de la servidumbre de las pasiones, y de los apetitos del voto de esas multitudes[…]. Si pusieran a un caballo de candidato, lo votan al caballo, no tengan dudas.


El asalto terrorista al poder, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 1999,p. 63.
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Porque el laicismo de un mundo sin Dios -que es, no olvidemos, el proyecto fundacional de la Revolución Francesa- nos ha traído a nuestro tiempo histórico todos sus hijos pródigos: la guerra de sexos, la destrucción de la familia tradicional, la totalitaria y absurda aberración del animalismo, el secularismo y la descristianización de las sociedades occidentales, el desprecio a la verdad en nombre del relativismo, el irenismo y aun la más descarada declaración de connubios con la postverdad…


Postdata. Hijo de un anarquista ateo y anticlerical (ateos, librepensadores y anticlericales fueron la inmensa mayoría de los anarquistas), Jordán Bruno Genta evolucionó y alcanzó la madurez total de su pensamiento justo en las antípodas ideológicas al pensamiento libertario de su progenitor. Pero algo en común los unió, a saber: el rechazo a la democracia burguesa, también llamada formal o representativa.

Me figuro que el padre de Jordán Bruno Genta abogaría por una democracia de corte autogestionario, ácrata (más o menos según el clásico anarquista ni Dios, ni rey, ni patria, ni amo), fundamentada en la toma del montón: a cada una según sus necedidades, de cada uno según sus capacidades... Por su parte el hijo (a quien el padre puso tal nombre en honor al celebrado monje dominico italiano Giordano Bruno, condenado como hereje por la Iglesia a morir en la hoguera), nacionalcatólico hasta los tuétanos, situó a Dios y situó a la patria en el centro de su praxis, de su discurso, de su pensamiento todo, de su existencia toda.

Amó a Dios y a la patria Jordán Bruno Genta siguiendo esta también celebrada sentencia del sacerdote, escritor y teólogo argentino Leonardo Castellani, una de las glorias literarias de aquel país hermano y a su vez preclaro representante del nacionalismo católico. A saber: "Amar la Patria es el amor primero/ y es el prostero amor después de Dios;/ y si es crucificado y verdadero,/ ya son un solo amor, ya no son dos."

Solo que ambos, padre e hijo, descreyeron de la democracia burguesa, representativa o formal. El progenitor, desde las tesis del anarquismo, tradicionalmente vinculado a la izquierda (extrema izquierda); el hijo, desde las tesis del nacionalismo católico, tradicionalmente vinculado a la derecha (extrema derecha).

Así las cosas, quién habitó más en la plenitud de la verdad, ¿Luis Carlos Genta o su hijo Jordán Bruno Genta? Quién ha alcanzado más en plenitud la verdad, ¿el santo padre Pío de Pietrelcina o los anarquistas Ángel Pestaña, Buenaventura Durruti, Cipriano Mera o Salvador Seguí?


Dónde abundó más la verdad (vamos, sobreabundó más la gracia, dicho a la manera de san Pablo), ¿en el nacionalcatolicismo franquista o en las breves colectivizaciones libertarias que se dieron en Aragón, Levante y Castilla en los primeros compases de nuestra contienda civil (julio de 1936-agosto de 1937)?

Si somos católicos habitantes del entusiasmo de creer en plenitud en la verdad de Cristo revelada a la Iglesia, y ello nos lleva a mostrar alguna simpatía por figuras como la de Jordán Bruno Genta, ¿también nos cabe otorgar ciertos aplausos y simpatías al testimonio militante de no pocos esforzados anarquistas, verbigracia, ese auténtico santo laico que fue el gaditano Fermín Salvochea (nuestro paisano Nicolás Estévanez, canario con vocación universalista, federalista y finalmente anarquista, mantuvo trato con Salvochea), del que se cuenta que llegó a ser tanta su pasión por la solidaridad y la causa de los humildes que, literalmente, acabó repartiendo entre los pobres todos sus bienes, y no creía en Dios?

Si somos católicos habitantes del entusiasmo de creer en plenitud en la verdad de Cristo revelada a la Iglesia, ¿nos es lícito establecer puentes entre el santo italiano san José Moscati (1880-1927), médico, investigador científico y profesor universitario, y el célebre anarquista y médico sevillano Pedro Vallina (1879/1970)? Ambos ejercieron la medicina situando en el centro la predilección por los pobres (a menudo no cobraban las consultas médicas): el primero, por la causa de Cristo; el segundo, por la causa de la Idea. Al entierro de Giuseppe Moscati acudieron multitudes de pobres (había fallecido su médico, el santo médico de los pobres); en su exilio mexicano, Pedro Vallina continuó creyendo en la Idea y así no dudó en poner sus conocimientos médicos al servicio de las poblaciones indígenas.

A decir verdad, siento que no tengo respuestas completamente lúcidas y firmes para las perplejidades que he traído aquí, y que, ni que reconocerlo habría, forman parte sustancial del humus de mi alma. O lo que es lo mismo: la plenitud de la verdad es Cristo y su Iglesia, vale, y por ello he de mostrar interés -se entiende que en la medida de mis posibilidades, mi tiempo, y si yo quiero y me da la real gana y todo eso archisabido-  por la forma como trató de vivir su fe católica alguien como Jordán Bruno Genta, pongamos. Vale. Porque a su manera (con sus luces y sombras, aciertos y desaciertos, acentos y patinazos) fue un testigo de la fe en el Crucificado-Resucitado, Quien es la verdad de Dios para la salvación de la humanidad (todo sea dicho: Cristo es el gran ausente entre los anarquistas). Solo que todas las actitudes, obras y acciones justas, bellas, humanistas y nobles realizadas por anarquistas, ateos, socialistas, librepensadores...

Lo intento expresar de una última manera si afirmo que al lado del testimonio de una vida entregada en pro de la justicia social de alguien como, qué sé yo, pongamos Diego Abad de Santillán -a quien algunos círculos anarquistas llegaron a repudiar en España por considerarlo en parte "contaminado" de posibilismo burgués-, mi testimonio es pírrico, exangüe. Admitido. Pero si reparo en alguien como san Francisco Javier y al momento vuelvo la atención al citado Diego Abad de Santillán...

Sin embargo, a mi modo de ver las cosas hoy día las ideas anarquistas han saltado como dinamitadas por los aires, hasta el extremo de que es como si hubieran quedado sepultadas, y muy lejos ya en la memoria y en el tiempo los gloriosos nombres de los Teresa Claramunt, Abad de Santillán, Cipriano Mera, Ascaso... Así las cosas, en nuestro tiempo histórico los viejos ideales libertarios se han metamorfoseado en otras tantas tendencias e ideas que, como sueltas, libres, sin ataduras o independientes, caracterizan en buena medida la atmósfera epocal de nuestro tiempo histórico, y asimismo caracterizan y salpican a multitud de conglomerados ideológicos a los que une un mismo denominador común.

Salpican la mentalidad y costumbres de las mujeres y hombres que defienden el amor libre y promiscuo, la contracepción, el aborto y el sistemático ataque a la familia tradicional, a la que acusan de perpetuadora del patriarcado; salpican el activismo de los ecologistas terracentristas e inmanentistas, cerrados casi completamente a la trascendencia; salpican los esfuerzos de los laicistas que sueñan con un mundo sin Dios; salmodian las luchas de los animalistas; impulsan las convicciones de los adoctrinadores en la ideología de género; tensan la belicosidad de todos los colectivos izquierdistas que, llegado el momento -sobre todo si sienten peligrar el chollo de sus chiringuitos subvencionados-, salen enardecidos a la calle para amedrentar, injuriar y etiquetar con los archisabidos sambenitos a la derecha, el fascismo, al neofranquismo, a VOX, etcétera; salpimentan la lucha de los que enarbolan la bandera multicolor del activismo LGTBIQ: ideología totalitaria, anticientífica, liberticida y moralmente degenerada, empeñada en deformar la conciencia moral de las gentes, ya desde muy temprana edad (asunto ahora de actualidad con la propuesta del pin parental de VOX); impulsan las certezas de los multiculturalistas, versión actualizada del internacionalismo proletario, todo con el aval de la agenda globalista del NOM enemigo a muerte de la civilización cristiana... Y claro, ya todas estas ideas, por mucho que se reivindiquen herederas del ideario anarquista, particularmente el de su etapa clásica o heroicamente militante, lo cierto es que chocan a menudo frontalmente con la doctrina de la fe católica, con lo cual de nuevo el conflicto vuelve a estar servido: el conflicto, la cuestión disputada, la controversia, la perplejidad…
Mas entonces, siempre al final de esta lucha, con todas mis perplejidades y limitaciones (cognitivas, morales, existenciales de todo tipo…), hago la misma apuesta: sí a Cristo y a su Iglesia, que constituyen mi fidelidad fontanal o fundante, mi fidelidad primera y última.

   
16 de agosto, 2019 (revisado el 21 de enero de 2020). Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

martes, 15 de mayo de 2018

 "Al igual que decíamos ayer..." 

 
 
 
Es indudable que para la Iglesia católica, apostólica y romana el aborto no tiene justificación posible, en ningún caso, bajo ninguna condición, frente a ninguna circunstancia eximente.
 
 
Aunque el Evangelio obviamente no condena el aborto ni el infanticidio con expresiones preceptivas y directas del tipo -permítaseme ser así de gráfico-, "los cristianos no deben abortar", "el infanticidio que se practica bajo los dominios del Imperio de Roma no debe ser practicado por los cristianos", y otras similares, toda la Sagrada Escritura es una afirmación (bien que paulatina, creciente, progresiva...), del derecho a la vida de toda persona, especialmente la del inocente, singularidad o fundamento que, empero, no quita que en efecto no pocas páginas sangrientas (cruentas batallas del primitivo Israel contra otros pueblos, prescripciones sobre sanciones a conductas humanas consideradas punibles desde la perspectiva de la ley del talión u ojo por ojo, diente por diente...).
 
 
Asimismo, el Catecismo de la Iglesia condena el aborto. Y antes, la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II. Y ni preciso recordar que antes de este documento conciliar magnífico y a lo largo y ancho de dos mil años, también se ha condenado, desde el escrito paleocristiano llamado Didajé hasta nuestros días.
 
 
 
Sin embargo, a mí a pesar de ser así la doctrina de la Iglesia me sigue surgiendo una duda, una perplejidad, a saber, si precisamente la Revelación exhorta en su quinto mandamiento con el no matarás, ¿por qué sucede con cierta frecuencia que los obispos católicos condenan siempre y sin excepción el aborto (aunque aborte una mujer de Centroamérica, pongamos, madre ya de diez hijos de cuatro padres diferentes, sumida en la pobreza, en la miseria incluso), y lo condenan con tanta indudable claridad que yo no discuto pues estoy convencidamente en contra del aborto aunque tal convicción mía me lleve a ser perseguido o marginado por la progresía al uso, y empero no parecen ni condenar tanto ni con tanta fuerza a dictadores asesinos, acusados de crímenes contra la humanidad (secuestros, torturas, desapariciones, ajusticiamientos...), por lo general militares muy de derechas y muy conservadores?Resultado de imagen de general   videla
 
 
 
Hace años dieron la vuelta al mundo unas imágenes que mostraban al mismísimo Juan Pablo II dando la comunión a Augusto Pinochet, nada menos que al dictador chileno acusado y juzgado por crímenes contra la humanidad: responsable de secuestros, torturas e innumerables desapariciones(los famosos vuelos de avión desde los que se dejaban caer, ya sé, a comunistas, a izquierdistas más o menos librepensadores y ateos...).
 
 
¿Sabía el vicario de Cristo que estaba dando la comunión a un señor que las izquierdas acusan de "despiadado y sanguinario asesino y que además jamás pidió en público perdón por sus crímenes"? En este sentido, ¿por qué se puede excomulgar por abortar a una pobre mujer del Tercer Mundo que, supongamos, madre ya con apenas cuarenta años de ocho o diez niños de tres o cuatro padres distintos y que vive sumida en la miseria, y no se excomulga ni se ha excomulgado (ha habido muchos: Somoza en Nicaragua, Pinochet en Chile, Videla en Argentina; innúmeros militares fascistas de alta gradación y sobradamente conocidos por sus crímenes) a dicatadorzuelos sanguinarios responsables de cientos y miles de asesinatos, secuestros, vejaciones, torturas...?
 
 
Es indudable que el aborto es matar una vida humana, que no obstante se debe llamar embrión o feto, no niño o niña. Sin embargo, a mí al menos, que soy contrario al aborto provocado, me cuesta horrores entender que una pobre madre indígena del Tercer Mundo ya con diez hijos y con apenas cuarenta años y con una vivienda penosa y sin el apoyo de un padre y esposo como Dios manda (y que la Iglesia, que es madre, desea como parte integrante de una familia), pueda ser excomulgada o sancionada con cualquier otra pena canónica, mientras que para tantos dictadores, de derechas y aun católicos, no solo no hubo excomunión sino hasta acompañamiento espiritual, santos óleos, comunión de manos de altos jerarcas de la Iglesia, paseos bajo palio, nacionalcatolicismo, vía libre para perseguir a rojos, disidentes, comunistas, masones y demás izquierdistas...
 
 
Postdata: claro que conozco a estas alturas de mi vida que los dictadores de izquierdas han sido incomparablemente más criminales y hasta genocidas que los de derechas, pero vamos, ni punto de comparación posible. Hasta el extremo de que esta es una de las razones de mi alejamiento de la progresía más o menos filomarxista. Sin embargo, reconozco aunque sea para mis adentros que hace diez años yo era más progre que hoy día; así, se nota, me parece, en mi reflexión precedente (datada en 17/11/2009) a esta postdata presente (hoy es 16/05/2018) un como querer cargar las tintas en la denuncia de los dictadores de derechas, una rabia contra ellos nacida de mis simpatías izquierdistas de entonces.


Y asimismo, no tuve a bien matizar el comentario vertido sobre una actuación o actitud del papa Juan Pablo II, cuando lo cierto es que hoy día mi postura más bien es la de tratar de reivindicar el magisterio del Papa polaco más allá de las condenas a su persona (a su magisterio, a su fidelidad a Cristo y a su Iglesia...) procedentes del progresismo y del integrismo dizque católicos. De manera que en la actualidad, desencantado de los cantos de sirena, hipocresías, doble vida y traiciones a la causa de los pobres provenientes de la izquierda al uso (política, sindical, cultural...), no es que haya pasado a militar en los partidos de derechas, en los que nunca milité, sino que más bien o sobre todo voy por la vida como militante católico deseoso de fidelidad a la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio (los tres lugares teológicos fundantes de la fe católica, además inseparables para un católico) y asimismo convencido de mis ansias de dialogar con el mundo recogiendo lo bueno, noble, justo, positivo, creativo, humano, loable y verdadero que uno se va encontrando por esos mundos de Dios: desde la poesía de León Felipe hasta el pacifismo anarcocristiano de León Tolstoi, desde la no violencia activa de Mahatma Gandhi hasta la música de Pink Floyd, desde la canción de autor de los incombustibles -a Dios gracias- Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Joan Manuel Serrat hasta la música clásica del siglo XIX, desde la lucha por los derechos civiles capitaneada por Martin Luther King hasta la literatura de Jorge Luis Borges...Resultado de imagen de silvio   rodriguez
 
 
 
Entonces, así las cosas, vaya por delante este comentario escrito hace casi 10 años, el primero de una serie de alrededor de 150 que acabo de rescatar estos días provenientes de mi labor de forista aspirante a apologeta de la fe católica. En la actualidad, mantengo un blog iniciado en diciembre de 2012 en el que ya sumo algo más de 800 entradas salidas todas de mi avellanado cerebro, si contamos con las citadas 150 aproximadamente que acabo de copiar-pegar para irlas trabajando, esta la primera, juntamente con otras breves o no tan breves reflexiones que me vayan visitando en mi día a día de bloguero y de inevitablemente modesto apologeta de la fe católica.
 
 
Comentarios firmados a veces con mi nombre y casi siempre con seudónimos como Félix Floreal, Benjamín Perceval, Agustín Mínimo Expósito, Tomás de las Naves, Teófilo Liberto, Aníbal de la Cruz, Sergio Méndez, Azarías, Nehemías Kanariensis, Arístides Moreno del Real, Faycán Real del Sur, Hilario Canario, Doramas Romero del Camino, José Concepción de las Rosas, Ángel del Monte, Anselmo Montesdeoca... Subidos a bitácoras de información-formación católicas a las que agradezco la oportunidad de haberme posibilitado el irme curtiendo en iniciales batallas en pro del único blasón de la apologética católica, y también a bitácoras de información general y literarias y aun a algunas de inspiración laicista y marxista, no raramente descubrí en el fragor del hilo de discusiones mantenidas en las antedichas bitácoras, cómo algunos foristas usaban esos mismos alias o apodos míos con la intención, supongo, de tratar de suplantar mi identidad, de hacer burla de mis ocurrencias de forista, o sabe Dios con qué otra intención.
 
 
 
16 de mayo, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.